LA GRAN
PERSECUCIÓN A LA IGLESIA DE JESUCRISTO.
El exilio de
Juan a Patmos y el sufrimiento que se estaba experimentando en Esmirna
(Apocalipsis 2:8-10) son ejemplos de la persecución que se intensificaba en
contra los cristianos por todo el imperio romano.
Sin embargo,
somos conmovidos al leer una de las grandes promesas de la Biblia: «Después de
esto miré, y he aquí una gran multitud, la cual nadie podía contar, de todas
naciones y tribus y pueblos y lenguas, que estaban delante del trono y en la
presencia del Cordero (el Señor Jesucristo), vestidos de ropas blancas, y con
palmas en las manos; y clamaban a gran voz, diciendo: La salvación pertenece a
nuestro Dios que está sentado en el trono, y al Cordero» (7:9-10). Esta
multitud está compuesta de todos los vencedores que, al fin, están en la
presencia de su Señor y Salvador. Esta revelación ha fortalecido la fe de
muchos de los creyentes que han tenido que enfrentarse a un mundo hostil.
Cada
generación de creyentes descubre que la rebeldía contra Cristo y contra los
principios bíblicos es cada día mayor, y el engaño tan sutil que, en nuestra
fuerza y sabiduría, rápidamente nos lleva a perder el ánimo. Por todas las
edades, los que han decidido en sus corazones de vivir para Jesús siempre han
sido una pequeña minoría. Jesucristo nos predijo: «porque estrecha es la
puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan»
(Mateo 7:14). Sin embargo, la población total del cielo será «una gran
multitud, la cual nadie podía contar». Estos fieles creyentes puede que no
hayan tenido muchos de los placeres mundanos, pero la vida en la tierra es
extremamente corta comparada a la eternidad. Las pruebas que ahora tenemos que
enfrentar van a parecer insignificantes cuando las comparamos al privilegio
glorioso de estar en la presencia del Rey de reyes por toda la eternidad.
Dios se
merece nuestras más grandiosas alabanzas por quien Él es en Sí mismo, y por Su
gran amor en darnos la vida eterna. «(Porque) el Cordero que está en medio del
trono los pastoreará, y los guiará a fuentes de aguas de vida; y Dios enjugará
toda lágrima de los ojos de ellos» (Apocalipsis 7:17).
LA ALABANZA
ESTARÁ DE CONTINUO EN MI BOCA.
Cada día
vamos a «alabar al Señor» por lo que Él es y por todo lo que Él ha hecho por
nosotros.
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