“¿Quién podrá entender sus propios errores? Líbrame de los que me son ocultos” (Salmo 19:12).
EL ESPÍRITU SANTO SU MEJOR AMIGO.
¿Sabe que usted tiene pecados en su vida de los que nada sabe? No se preocupe. Todos los tenemos. Todos tenemos debilidades no detectadas, así como la tierra tiene no detectadas fallas geográficas que ocasiona terremotos masivos. Cómo respondemos a estas debilidades es lo que pone acero espiritual en nuestras vidas.
Para entender este concepto, miremos a dos hombres en la Biblia: David y José. Ambos se levantaron desde el nivel de pastores hasta el nivel de la realeza. Ambos hombres encontraron favor a los ojos de Dios. Ambos tropezaron con la inesperada tentación del adulterio: David con Betsabé (2 Samuel 11), y José con la mujer de Potifar (Génesis 39).
A través del continuo ministerio del Espíritu Santo, ellos aprendieron a confiar en el ministerio del Espíritu Santo para transformar sus puntos débiles en pilares de fortaleza.
Debilidad no detectada
David pensó que era fuerte. El guió ejércitos que aniquilaron a miles. No obstante, con toda su habilidad y sus soldados, él tenía una debilidad no detectada. En contraste, José sabía que no era fuerte. Sus hermanos lo vendieron como esclavo. En su quebrantada debilidad, él aprendió a depender del ministerio del Espíritu Santo.
Tentación inesperada
El ser tentado era, probablemente, en lo que menos pensaba David cuando fue a la azotea de su casa para respirar aire fresco. Desde ahí vio a Betsabé y escuchó a su carne. En contraste, cuando la mujer de Potifar se acercó a José, él inmediatamente reconoció la tentación, la rechazó, ¡y huyó! Dijo: “¿Cómo, pues, haría yo este grande mal, y pecaría contra Dios?” (Génesis 39:9).
Vida desprotegida
Al mirar el pecado de David, no fue protección externa lo que él necesitaba, sino protección interna. Él necesitaba en su interior el acero espiritual del Espíritu Santo de Dios y la Palabra de Dios. En contraste, José se había aferrado al poder de Dios. Habiendo sido templado en sus luchas como esclavo, José fue fortalecido por el poder de Dios para luchar contra los ataques de Satanás.
La aplicación es clara. Necesitamos el acero espiritual de Dios para que nos haga interiormente fuertes contra las estratagemas de Satanás. ¿Cómo obtener ese acero espiritual?
Primero, debemos aprender a escuchar su voz por encima de los rugidos de Satanás, quien quiere engañarnos y seducirnos para que pequemos (1 Pedro 5:8-9). Segundo, necesitamos escuchar al Espíritu Santo, llamándonos a convicción, limpieza y restauración. Después de escuchar su voz, necesitamos hacer caso a su llamado, haciendo todo esfuerzo para estar firmes en su presencia que otorga poder a nuestras vidas.
Él le está llamando por medio de su creación, su Palabra, y su Espíritu. ¿Está usted escuchando? ¿Hará caso al llamado del Espíritu Santo, que quiere revelarle su debilidad, anticipar la tentación, y proteger su vida?
ORACIÓN:
Señor, le pedimos que el Espíritu Santo siempre esté cerca de nuestro corazón para ayudarnos en los momentos más difíciles.Por favor no nos deje solos en manos del maligno.Amén.
lunes, 26 de abril de 2010
viernes, 2 de abril de 2010
¿QUIÉN MATÓ A CRISTO?
—¿Quién mató al yigüirro?
—Yo, yo lo maté
con mi arco y mi flecha
—dijo el soterré.
—¿Quién en su agonía
lo miró sufrir?
—Yo —dijo la mosca—,
yo lo vi morir.
—¿Quién cogió su sangre
color de rubí?
—Yo —dijo el pescado—,
yo la recogí.
—¿Quién cosió su herida?
—El águila fue,
con su hilo y su aguja,
su pico y su pie.
—¿Quién abrió la tumba,
allá en el panteón?
—La niña lechuza
con su azadón.
—¿Quién cantó la misa
en el funeral?
—Padre zopilote,
que canta tan mal.
—¿Y sin la mortaja,
qué iremos a hacer?
—Los pollos ligeros
la irán a traer.
—¿Quién al campanario
subirá a doblar?
—El toro, que sabe
muy bien repicar.
—¿Quién en el entierro
guiándonos irá?
—La golondrinita
se ha ofrecido ya.
—La triste noticia,
¿quién irá a llevar?
—Yo —dijo la viuda,
rompiendo a llorar.
—¿Quién de sus virtudes
el discurso hará?
—La elocuente lora
de él se encargará.
—¿Quién con triste llanto
lo irá a despedir?
—El ganso, que es hombre
de mucho sentir.1
Estos encantadores versos que aprendieron alguna vez los niños en las escuelas primarias de Costa Rica inspiraron la siguiente poesía basada en la historia sagrada:
—¿Quién mató a Cristo?
—Yo lo crucifiqué,
yo y los jefes judíos
—dijo el sumo sacerdote.2
—¿Quién lo entregó, de los doce,
con un beso en la mejilla?
—Yo —dijo Judas Iscariote—,
por treinta monedas de plata.3
—¿Quién se lavó las manos
en señal de inocencia?
—Yo —dijo Pilato,
con la conciencia remordida.4
—¿Quién negó al Maestro,
que lo miró de frente?
—Yo —dijo Pedro,
llorando amargamente.5
—¿Quién le llevó el madero
a la cima del Calvario?
—Yo, Simón el cireneo,
para aliviar su tormento.6
—¿Quién de los de cerca
lo miró sufrir?
—Yo —dijo Juan, a quien amaba—,
yo lo vi morir.7
—¿Quién al lado suyo
le imploró clemencia?
—El ladrón arrepentido,
humillado en su presencia.8
—¿Quién dijo aterrado:
«¡Éste era el Hijo de Dios!»?
—El centurión romano,
cuando la tierra tembló.9
—¿Quién limpió su sangre
de color carmesí?
—Yo —dijo la madre—,
yo la recogí.10
—¿Quién ungió su cuerpo
para la sepultura?
—Yo —dijo Nicodemo—,
con áloe y con mirra.11
—¿Quién le dio una tumba
de su propiedad?
—José de Arimatea,
quien selló la entrada.12
—¿Quién llevó las nuevas
de su resurrección?
—María Magdalena.
¡Había visto al Señor!13
—¿Quién lo vio ascender
en las nubes hacia el cielo?
—Cada apóstol de los once,
a quienes comisionó.14
—¿Quién mató a Cristo?
—Yo, yo lo maté
con mi culpa y mi pecado.15
—¡Señor, perdóname!
1 Autor desconocido, citado de Mi hogar y mi pueblo, libro de texto usado en la escuela primaria en Costa Rica, por José A. Soto, «Traducción de la Biblia para niños», La Biblia en las Américas, No. 1 de 1999, Vol. 54 #239, pp. 14‑17.
2 Mt 26:57‑66; Mr 15:1
3 Mt 26:14‑16,21‑25,47‑50; 27:3‑5
4 Mt 27:11‑26
5 Mt 26:69‑75
6 Mr 15:22‑24
7 Jn 19:25‑30
8 Lc 23:33‑43; Mt 27:38,44
9 Mt 27:54
10 Jn 19:25‑30
11 Jn 19:38‑42
12 Mt 27:57‑60
13 Jn 20:1‑18
14 Hch 1:1‑13
15 Hch 2:14‑41; Is 53:3‑5; 1P 2:24
—Yo, yo lo maté
con mi arco y mi flecha
—dijo el soterré.
—¿Quién en su agonía
lo miró sufrir?
—Yo —dijo la mosca—,
yo lo vi morir.
—¿Quién cogió su sangre
color de rubí?
—Yo —dijo el pescado—,
yo la recogí.
—¿Quién cosió su herida?
—El águila fue,
con su hilo y su aguja,
su pico y su pie.
—¿Quién abrió la tumba,
allá en el panteón?
—La niña lechuza
con su azadón.
—¿Quién cantó la misa
en el funeral?
—Padre zopilote,
que canta tan mal.
—¿Y sin la mortaja,
qué iremos a hacer?
—Los pollos ligeros
la irán a traer.
—¿Quién al campanario
subirá a doblar?
—El toro, que sabe
muy bien repicar.
—¿Quién en el entierro
guiándonos irá?
—La golondrinita
se ha ofrecido ya.
—La triste noticia,
¿quién irá a llevar?
—Yo —dijo la viuda,
rompiendo a llorar.
—¿Quién de sus virtudes
el discurso hará?
—La elocuente lora
de él se encargará.
—¿Quién con triste llanto
lo irá a despedir?
—El ganso, que es hombre
de mucho sentir.1
Estos encantadores versos que aprendieron alguna vez los niños en las escuelas primarias de Costa Rica inspiraron la siguiente poesía basada en la historia sagrada:
—¿Quién mató a Cristo?
—Yo lo crucifiqué,
yo y los jefes judíos
—dijo el sumo sacerdote.2
—¿Quién lo entregó, de los doce,
con un beso en la mejilla?
—Yo —dijo Judas Iscariote—,
por treinta monedas de plata.3
—¿Quién se lavó las manos
en señal de inocencia?
—Yo —dijo Pilato,
con la conciencia remordida.4
—¿Quién negó al Maestro,
que lo miró de frente?
—Yo —dijo Pedro,
llorando amargamente.5
—¿Quién le llevó el madero
a la cima del Calvario?
—Yo, Simón el cireneo,
para aliviar su tormento.6
—¿Quién de los de cerca
lo miró sufrir?
—Yo —dijo Juan, a quien amaba—,
yo lo vi morir.7
—¿Quién al lado suyo
le imploró clemencia?
—El ladrón arrepentido,
humillado en su presencia.8
—¿Quién dijo aterrado:
«¡Éste era el Hijo de Dios!»?
—El centurión romano,
cuando la tierra tembló.9
—¿Quién limpió su sangre
de color carmesí?
—Yo —dijo la madre—,
yo la recogí.10
—¿Quién ungió su cuerpo
para la sepultura?
—Yo —dijo Nicodemo—,
con áloe y con mirra.11
—¿Quién le dio una tumba
de su propiedad?
—José de Arimatea,
quien selló la entrada.12
—¿Quién llevó las nuevas
de su resurrección?
—María Magdalena.
¡Había visto al Señor!13
—¿Quién lo vio ascender
en las nubes hacia el cielo?
—Cada apóstol de los once,
a quienes comisionó.14
—¿Quién mató a Cristo?
—Yo, yo lo maté
con mi culpa y mi pecado.15
—¡Señor, perdóname!
1 Autor desconocido, citado de Mi hogar y mi pueblo, libro de texto usado en la escuela primaria en Costa Rica, por José A. Soto, «Traducción de la Biblia para niños», La Biblia en las Américas, No. 1 de 1999, Vol. 54 #239, pp. 14‑17.
2 Mt 26:57‑66; Mr 15:1
3 Mt 26:14‑16,21‑25,47‑50; 27:3‑5
4 Mt 27:11‑26
5 Mt 26:69‑75
6 Mr 15:22‑24
7 Jn 19:25‑30
8 Lc 23:33‑43; Mt 27:38,44
9 Mt 27:54
10 Jn 19:25‑30
11 Jn 19:38‑42
12 Mt 27:57‑60
13 Jn 20:1‑18
14 Hch 1:1‑13
15 Hch 2:14‑41; Is 53:3‑5; 1P 2:24
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