lunes, 29 de agosto de 2011

QUEBRANTANDO LA LEY DE DIOS: NUEVE AÑOS PARA ENCONTRARSE A SÍ MISMO

Fueron nueve años de su vida, quizá los nueve que pudieran haber sido los más productivos: de los veintisiete a los treinta y seis. Pero fueron nueve años que pasó en prisión. Y no sólo en prisión, sino en el pabellón de los condenados a muerte.
«Tuve que contemplar mi muerte durante nueve años —escribió David Mason— para comenzar a descifrar la vida. Nueve años para comprender el dolor que causé. Nueve años para aceptar responsabilidad por mis crímenes, y nueve años para sentir remordimiento por lo que hice.»
David Mason, quien había estrangulado a cinco personas, pagó su deuda a la sociedad en la cámara de gas un día martes, 24 de agosto. Joven todavía, terminó sus días con fuertes sentimientos encontrados, por un lado lamentando su vida perdida, pero por el otro dando gracias a Dios que había hallado la salvación de su alma. Porque durante esos nueve años encontró a Dios y comprendió la gran realidad ineludible de la justicia humana y la justicia divina.
Uno tiene que preguntarse: ¿Por qué tuvo David Mason que llegar a lo más hondo de su vida, hasta ser destruido, para allí darse cuenta de que la vida tiene valor y de que, sometidos a la voluntad divina, podemos vivir con dignidad?
No es necesario cometer un asesinato, ser condenado a muerte y cavilar durante años tras las rejas de una cárcel para comenzar a vivir de nuevo. En cualquier lugar y en cualquier momento podemos recapacitar y decidir someternos a la voluntad de Dios para disfrutar de la vida al máximo.
Todos nuestros problemas vienen como resultado de descuidar las leyes morales de Dios. «No codiciarás», «No hurtarás», «No darás falso testimonio», «Honra a tu padre y a tu madre», «No cometerás adulterio» y «No matarás» son leyes que se aplican a toda persona de todo tiempo y de todo lugar.
Siempre que cualquier persona —sea quien sea, tenga el trasfondo que tenga, viva donde viva y crea lo que crea— quebrante una o más de estas leyes, sufrirá las consecuencias. Aunque no quiera aceptarlas como ordenanzas divinas, como quiera, si las infringe, sufrirá las consecuencias. ¿Acaso tenemos que llegar a la cámara de gas para descubrir esa clara y visible verdad?
No tenemos que esperar hasta estar en el lecho de muerte para arrepentirnos. Ahora mismo podemos aceptar a Jesucristo como nuestro Señor. Él implantará sus divinas leyes en nuestra vida, e implantará en nosotros el deseo y la fuerza para cumplirlas.

jueves, 25 de agosto de 2011

EL MATRIMONIO UNA INSTITUCION QUE HONRA A DIOS

«NO ACEPTÉ... QUE TUVIÉRAMOS RELACIONES»




«Soy una joven soltera.... Conocí a un chico hace un año... y un día acepté salir con él.... Llevábamos apenas una semana saliendo cuando él me pidió que tuviéramos relaciones, pero yo no acepté. Entonces él se enojó. Me dijo que yo era una egoísta, inmadura, y me dio a entender que si quería seguir con él, tendría que hacerlo.
»Yo... no sé qué hacer. Tampoco lo quiero perder. Siempre he estado sola esperando que llegue esa persona, pero tampoco estoy segura de lo que siento por él.... A veces me desespero. Pienso que me voy a quedar sola.»
Este es el consejo que le dimos:«Estimada amiga:
»Nos alegramos de que nos haya pedido consejo. Esperamos que no sea demasiado tarde para ayudarle a decidir qué le conviene hacer.
»Comprendemos que se sienta desesperada y que tenga temor de quedarse soltera. Parece que prefiere estar con un bravucón al que no le interesa lo que usted siente que quedarse soltera.
»No es de extrañarse que la insulte y que le diga que usted es egoísta e inmadura. Eso es lo que hacen los abusadores cuando no se salen con la suya. Tampoco es sorprendente que la amenace con dejar de ser su novio. Las amenazas son otro método que emplean los abusadores para manipular a sus víctimas.
»En este momento le parece a usted que si sólo accede a sus demandas, la relación que tiene con él estará segura. Pero de lo que usted no se ha dado cuenta es que esa es la manera en que él se portará cada vez que no estén de acuerdo. Si usted accede esta vez, será sólo el principio. Hay millones de mujeres que han caído en esa misma trampa, y quisieran tan sólo poder retroceder en el tiempo y deshacer esa mala decisión inicial, pero ahora se encuentran en un callejón sin salida, con hombres que las presionan y las maltratan.
»El apóstol Pablo escribió un capítulo famoso en la Biblia acerca del amor. En el versículo 5, él dice que el amor “no se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor”.1 Según esa definición bíblica, su novio está probándole que no la ama cuando le falta al respeto al tratar de obligarla a hacer lo que usted no quiere. Está demostrando que no la ama cuando insiste en su propia satisfacción, se enoja con facilidad, y le recuerda constantemente lo que usted no ha hecho para complacerlo.
»Dios dispuso que la expresión física del amor mediante el sexo fuera compartida entre un hombre y una mujer que se quieren lo suficiente como para comprometerse el uno con el otro en matrimonio. Un hombre que la ame respetará los deseos que usted le manifieste y esperará hasta después de la boda para estar unido a usted físicamente.
»¡Le rogamos que no eche a perder su vida con ese tipo! ¡Rompa con él hoy mismo!
»Le deseamos lo mejor,

11Co 13:5

domingo, 21 de agosto de 2011

QUEBRANTANDO LA LEY DE DIOS

TRES MANDAMIENTOS QUEBRANTADOS




«[Ocurrió] en mi trabajo, que es en una cafetería.... Estaba yo sola atendiendo a las personas cuando llegaron dos jóvenes a comprar y, por un descuido, uno de ellos olvidó su cartera.... Yo vi que la cartera estaba ahí. Rápido la agarré y la puse debajo de la mesa....
»Luego ellos andaban buscando la cartera, pero yo les dije que no: ahí no la habían dejado.... Sé que lo que hice está mal. Me arrepiento en gran manera... No pude vencer la tentación.»
Este es el consejo que le dimos:
«Estimada amiga:
»[Si bien nos satisface que usted esté consciente de que el octavo mandamiento prohíbe que robemos,1 también nos entristece que haya robado de todos modos.]
»Usted... tuvo tiempo de pensarlo antes de que los dos jóvenes volvieran a la cafetería. Tuvo tiempo de lamentar lo que había hecho. Tuvo otra oportunidad de hacer lo bueno, y sin embargo no se arrepintió ni cambió de proceder. Cuando ellos regresaron, usted mintió. Fue así como quebrantó el noveno mandamiento.2
»... Es evidente que a usted no le importó el trabajo que le costaría [al joven] reponer [sus documentos]. Ni le importó si él había estado ahorrando [su] dinero largo tiempo con un fin especial. Usted no pensó en la situación en que se encontraba él, sino sólo en la suya. Usted deseaba tener lo que él tenía, y no le importó que él resultara perjudicado. Fue así como quebrantó el décimo mandamiento.3
»[De modo que] usted quebrantó tres mandamientos a la vez, uno tras otro. Por haber deseado lo que tenía otra persona, usted hizo lo que juzgó necesario —robar— para obtenerlo. Y el robar la llevó a mentir. Cada pecado la llevó a cometer el siguiente. Así es el pecado. Siempre lo lleva a uno, paso a paso, por el sendero equivocado. ¿Y ahora cómo puede resolverse esto?
»Todo depende de su estado de ánimo. ¿De veras está arrepentida? Si lo está, entonces puede pedirle perdón a Dios, y Él la perdonará. Pero esta vez eso no basta. Usted debe demostrar que está realmente arrepentida al cambiar su manera de actuar. Debe devolver todo lo que haya robado en el curso de su vida. Tal vez no le sea posible en todos los casos devolverles lo robado a las personas afectadas, pero sí puede dárselo a los menos afortunados que usted. Al que ha robado, el apóstol Pablo le aconseja «que trabaje honradamente con las manos para tener qué compartir con los necesitados».4 Si usted tiene casa y comida, entonces puede ayudar a los hambrientos y a los desamparados....
»Al contarnos su caso, usted ha dado el primer paso correcto. Ahora esperamos que dé los siguientes pasos que le hemos recomendado, no sólo para descargar su conciencia sino también para arreglar sus cuentas con Dios y con los demás.
»Con afecto fraternal,

1Éx 20:15
2Éx 20:16
3Éx 20:17
4Ef 4:28

jueves, 11 de agosto de 2011

SEÑOR ¿ PORQUE NO PUEDO CAMBIAR ?

Señor ¿por qué no puedo cambiar?
La necesidad de tener una mente renovada


por Charles F. Stanley

¿Alguna vez prometió
solemnemente abandonar un mal hábito, para caer de nuevo al poco tiempo en el mismo? Los sentimientos de culpa pueden llevarle a prometer a no actuar de la misma manera otra vez. Usted decide hacer lo correcto, pero el día siguiente el ciclo se repite al ceder a las mismas tentaciones. La derrota le deja preguntándose: ¿Qué pasa conmigo? ¿Por qué no puedo vencer esto? La desesperación por el fracaso repetitivo le produce resignación y confusión. Usted quiere saber: Señor, ¿por qué no puedo cambiar?

Todos hemos querido honrar a Dios, pero hemos vuelto a los viejos hábitos pecaminosos casi de inmediato. ¿No se supone que la vida cristiana es más liberadora y victoriosa que esto? Después de todo, la Biblia dice. “Si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas” (2 Co 5.17). ¿Por qué, entonces, el pecado habitual se apodera de nosotros? ¿No se supone que Cristo cambia todo esto? Si somos nuevas criaturas, ¿por qué seguimos actuando mal? Al igual que un buque encallado, nos sentimos como si estuviéramos totalmente atascados.

Entonces, ¿cómo podemos quedar libres de las conductas pecaminosas? Primero, tenemos que examinar cómo se produce el cambio en la vida cristiana. La salvación es una obra instantánea de Dios, que sucede en el momento que recibimos al Señor Jesús como Salvador. Pero a partir de ese momento, uno entra en un proceso continuo de transformación llamado santificación. El propósito del Señor es moldearnos a la imagen de Cristo, pero este proceso requiere de nuestra cooperación. Eso es lo que quiere decir la Biblia cuando expresa: “Ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor” (Fil 2.12). Si descuidamos esta responsabilidad, nos encontraremos luchando con los mismos problemas una y otra vez. Pero si nos sometemos al Espíritu Santo, Él ejercerá su influencia en cada aspecto de nuestras vidas. Los viejos hábitos pecaminosos se disiparán, y serán reemplazados por una nueva conducta agradable a Dios.

El camino a la transformación.
Convertirnos en las personas que Dios quiso que fuéramos al crearnos, es un proceso de adentro hacia fuera. Ya que nuestros pensamientos gobiernan nuestras emociones, decisiones, acciones, actitudes y palabras, cualquier transformación duradera debe comenzar con la mente. Si lo único que queremos es modificar nuestra conducta, nunca experimentaremos la victoria a largo plazo. Lo que necesitamos es una nueva manera de pensar.

Esto puede lograrse solamente por lo que la Biblia llama la renovación del entendimiento (Ro 12.2). No es una transformación repentina, sino un proceso que dura toda la vida. En el momento de la salvación, el Señor no borra todos nuestros patrones negativos y pecaminosos de pensamiento, así como no elimina automáticamente nuestras imperfecciones físicas. Si usted tenía una cicatriz en su brazo antes de recibir a Cristo, lo más probable es que todavía la seguirá teniendo.

Somos un reflejo de todo lo que hemos estado pensando durante años. Desde el principio, se nos enseñó a responder a las situaciones de cierta manera, con un patrón de respuesta particular, y esto tiene que ver con cada aspecto de nuestras vidas. En algunos casos, podemos ver cómo las expresiones de las personas revelan la manera como se han desarrollado sus mentes a lo largo de su vida, grabando en sus rostros su continua preocupación, dolor y sentimientos de culpa. Mírese en el espejo. ¿Ve usted el gozo de Cristo en sus ojos? ¿O delata su aspecto los efectos destructivos del pecado? La buena noticia es que, no importa cuáles hayan sido sus pensamientos en el pasado, Dios puede enseñarle a pensar de manera diferente. Él le da su Espíritu para guiarle mediante un proceso que produce una restauración real y un cambio permanente.

Dónde nacen los pensamientos.
Entonces, ¿qué es lo que desencadena los patrones negativos de pensamiento? El Señor nos ha dado sentidos físicos para que podamos interactuar unos con otros y con nuestro mundo. La capacidad de ver, oír, tocar, saborear y oler, es un regalo maravilloso de Dios que afecta el desarrollo de nuestros pensamientos y lo que pensamos. Sin embargo, debido a que continuamente estamos siendo influenciados por el mundo que está a nuestro alrededor, a veces no utilizamos esa capacidad de manera que honre a Dios. Experimentamos la vista, sonidos, olores, sabores o sentimientos que nos dan un placer momentáneo, y comenzamos a pensar: “¿Qué más podría haber?” Y así comienza la espiral descendente; nuestros sentidos desencadenan pensamientos que provocan patrones destructivos de conducta.

Santiago 1.14, 15 dice: “Cada uno es tentado cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido. Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte”. Por eso, debemos tener discernimiento en cuanto a lo que vemos y escuchamos. Es también la razón por la que el apóstol Pablo nos dice que debemos despojarnos del viejo hombre, que está viciado, y ser renovados en el espíritu de nuestra mente —para vestirnos del nuevo hombre creado a imagen de Dios (Ef 4.22-24).

Una segunda fuente de pensamientos pecaminosos es el Enemigo de nuestras almas. ¿Alguna vez ha estado usted pensando en algún plan o tarea, solo para que una idea perversa e impía le surja en la mente? Usted podría preguntarse: “¿De dónde vino eso?” Son los intentos de Satanás de proyectar sus ideas en nuestras mentes y torcer la verdad, incitándonos a desobedecer a Dios. Su propósito es destruir nuestro carácter y descarriarnos.

Nuestra manera de responder determinará si cederemos a sus tentaciones, o si nos mantendremos firmes contra él. ¿Pensaremos, como dice Pablo, en “todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre” (Fil 4.8), permitiendo que nuestras mentes sean transformadas por estas cosas? ¿O morderemos el anzuelo?

No importa de qué manera nuestras mentes sean bombardeadas por las tentaciones, debemos recordar que, como creyentes, no tenemos que ser esclavizados por el pecado. No somos víctimas, sino hijos de Dios todopoderoso. Tenemos dentro de nosotros una potente influencia positiva que es más poderosa que el enemigo: el Espíritu Santo. Porque somos morada del Espíritu de Dios, tenemos el poder para extinguir las flechas de fuego del enemigo (Ef 6.16). Por la presencia del Espíritu Santo, somos también capaces de conocer la mente de Cristo, llevar cautivos nuestros pensamientos a Él, y vencer toda tentación (1 Co 2.16; 10.13; 2 Co 10.3-5).

La renovación de nuestra mente.
Dios nos llama a ser vigilantes y cuidar de nuestras mentes en todo momento. Si no lo hacemos, los valores y los propósitos mundanos se introducirán sutilmente e influenciarán nuestra manera de pensar. Cada vez que nos permitimos ser conformados al mundo, el enemigo consigue un punto de apoyo en nuestras mentes. Y cuanto más nos sometemos a esos pensamientos, más fuerte se vuelve su control.

Tenemos que elegir sabiamente qué pensamientos aceptaremos, y cuáles rechazaremos. No basta resistir las mentiras del enemigo; debemos también, y de manera deliberada, llenar nuestra mente con la verdad de la Palabra de Dios. Jesús usó esta técnica cuando Satanás lo tentó en el desierto (Mt 4.1-11). Respondió cada reto con las Sagradas Escrituras, diciendo: “Escrito está…” Cuando tenemos un versículo listo en nuestros labios que refute una mentira de Satanás, tenemos la munición espiritual más poderosa posible.

Tal vez usted siente como si estuviera en una cuerda de un tira y afloja entre Dios y el pecado, siendo halado todo el tiempo en dos direcciones opuestas. No se castigue cuando fracase. Más bien, confiese su falta y arrepiéntase lo más rápidamente posible (1 Jn 1.9). En esos momentos, recuerde que usted está involucrado en un largo proceso, y que no tiene el poder de renovar su propia mente. Esforzarse más y hacer promesas a Dios solo le desanimará, porque con sus propias fuerzas nunca será capaz de cambiar. La transformación verdadera es obra del Espíritu Santo, y eso toma tiempo. Por tanto, sométase a la dirección de Él, preste atención a sus advertencias, y obedezca su voz.

Comience hoy.
Como creyentes, podemos esperar que este proceso de transformación continuará hasta llegar el cielo; sin embargo, lo importante es que comencemos hoy. Así como su batalla se inició al ceder a la tentación, también su camino a la victoria puede comenzar con un acto de sometimiento a Dios. Por el poder del Espíritu Santo, comience a decir no a los pensamientos que no tienen cabida en la vida de un creyente, y a decir sí a los que sí tienen cabida, mediante la meditación en las Sagradas Escrituras. Si usted llena su mente con la verdad de la Palabra de Dios, tendrá discernimiento y podrá identificar más fácilmente los pensamientos y los sentimientos que desencadenan una respuesta pecaminosa en usted.

Preguntas de estudio
1.Efesios 4.22-24 ofrece tres pasos para la transformación. ¿Cuáles son? ¿Qué palabras se utilizan para describir al viejo y al nuevo hombre? ¿Cómo nos permite la renovación de nuestra mente?
2.Lea Santiago 4.7-10. Al pensar en un aspecto de su vida que necesite ser transformado, ¿qué le ordena Dios que haga, y qué promete Él hacer a cambio de eso? Convertirnos en las personas que Dios quiso.

sábado, 6 de agosto de 2011

PON ATENCION A LO QUE VALE LA PENA

Aquello que vale la pena

“La ley de Jehová es perfecta, que convierte el alma; el testimonio de Jehová es fiel, que hace sabio al sencillo. Salmo 19:7”

Jerry McMorris empezó a leer el “Wall Street Journal” hace 50 años, cuando era alumno de la Universidad de Colorado. Su estima hacia esa publicación y a su antigua universidad lo instó a donar a los alumnos de la carrera de Economía, cientos de suscripciones a ese periódico. McMorris declaró a la Gazeta de “Colorado Spring”: «El Journal me dio una perspectiva beneficiosa y amplia de lo que sucedía en el mundo de los negocios, y adopté el hábito de leerlo diariamente antes de empezar a trabajar. Ayuda a los alumnos a ponerse al tanto de los verdaderos asuntos relacionados con los negocios».

A muchas personas les encanta compartir con otros los escritos que han moldeado su vida. Por eso, es comprensible que los seguidores de Cristo quieran compartir con otros la Palabra de Dios. Algunos sustentan económicamente la traducción y la distribución de la Biblia, mientras que otros invitan a sus amigos a estudiarla juntos o por medio de Internet. Hay muchas maneras de transmitir la verdad de Dios a personas que ansían encontrar ánimo y ayuda. Nuestra meta es permitir que otros experimenten el grandioso beneficio que se halla al conocer a Cristo y ser guiados por Su Palabra, la misma no debemos olvidar nunca, es el único “libro” que transforma el alma. El salmista expresó: «La ley de Jehová es perfecta, que convierte el alma; el testimonio de Jehová es fiel, que hace sabio al sencillo» Salmo 19:7.

Vale la pena compartir con otros la Palabra de Dios, que guarda nuestro corazón y guía nuestros pasos. Y vale la pena estudiarla, conocerla, hallar sabiduría en ella, sacar principios, renovar pensamientos y más. Bueno debemos decir que esto no es fácil. Pero si queremos estar en comunión con Dios, el camino no será fácil, nos tenemos que disciplinar, sacrificar y hay mucho que hacer, claro la recompensa para quien estudia la Biblia, es eterna.

Reflexión: La Biblia: Conócela con la mente, almacénala en el corazón, muéstrala con tu vida y siémbrala en tu radio de influencia.



Consejos para la disciplina persona

“Es la primera y gran victoria, la cual consiste en conquistarse a uno mismo”, alguien escribió que para ser disciplinado debemos:

1. Desarrolla y cumple las cosas que son prioridad: Cualquiera que hace aquello que debe hace cuando lo desea, siente o le conviene, no llegara al éxito, Fil. 3:7-8.

2. Decide vivir un estilo de vida disciplinado como una meta: Elige sistemas o maneras de disciplinarte en áreas cruciales para tu crecimiento personal, 1Co. 9:25.

3. Duda de las excusas que te vienen a la mente: Elimina toda tendencia o razones a dar excusas frente a aquello que debes hacer, especialmente para cultivar tu alma, 1Co. 9:26.

4. Disciplínate para terminar aquello que empezaste: Elimina todo tipo de recompensas o premios hasta que el trabajo no este terminado.

5. Dedícate a concentrarte en los resultados: No te enfoques en el precio a pagar sino en los beneficios, las recompensas eternas.

martes, 2 de agosto de 2011

LA FURIA NOS LLEVA A LA LOCURA

LA FURIA



El día se presentaba caluroso y húmedo en Miami, Florida. Era uno de esos días en que la temperatura y la humedad ejercen sobre el ánimo de las personas una influencia nociva. Bob Moore, propietario de una ferretería, estaba atendiendo a sus clientes, tratando de no sudar demasiado.
De pronto se abrió la puerta y entró un hombre. Tenía la mirada extraviada, el rostro congestionado, la camisa abierta y, lo más terrible, un arma automática en la mano. Abrió fuego contra el público, y mató a seis personas.
Después huyó. Montó en una bicicleta y siguió disparando su arma, hiriendo a otras tres personas. Al pasar un semáforo en rojo, lo atropelló un automóvil, y el hombre murió allí mismo, todavía empuñando el arma. «Furia» fue la única palabra que emplearon los diarios para dar la noticia del caso.
He aquí un verdadero caso de furia insana, de furia violenta, destructiva. Furia homicida, furia infernal, furia volcánica, furia que no se aplaca sino hasta después de haber provocado todo el daño posible.
¿Qué es la furia? «La ira es una locura breve», afirmaban los antiguos griegos. «La furia es un estallido nervioso que ocurre cuando se ha soportado mucho tiempo una situación ofensiva, humillante o atemorizante», definen los psicólogos.
La Biblia atribuye la ira y la furia a la acción del diablo, pero también al corazón que no se somete a Dios. Y la furia sólo de vez en cuando toma esas dimensiones trágicas del suceso de Miami. A veces la furia es silenciosa, pero mata el compañerismo y nubla el goce de las relaciones humanas.
Tenemos, por ejemplo, el enojo severo y profundo que suele producirse entre marido y mujer. Quizá nunca llegue a estallar en furia, pero destruye igualmente la armonía y la felicidad. Porque cuando hay enojo, no hay palabras, no hay sonrisas, no hay felicidad.
La Biblia dice: «Refrena tu enojo, abandona la ira; no te irrites, pues esto conduce al mal. Porque los impíos serán exterminados, pero los que esperan en el Señor heredarán la tierra» (Salmos 37:8-9).
Nada mejor, para verse libre de esta breve locura destructiva, que entregar el corazón y la voluntad a Cristo. Porque sólo Él tiene paz, calma y justicia abundantes para darnos.