sábado, 24 de noviembre de 2012

LA BÍBLIA ES EL ALIMENTO ESPIRITUAL

VIVIR SIN ALIMENTOS
por el Hermano Pablo

Padecía de una enfermedad extraña, que tenía un nombre también extraño: Síndrome de Polipéptido Intestinal Vasoactivo. En otras palabras, era alérgico a toda comida. No podía ingerir ninguna clase de alimento. De hacerlo, sufriría terribles calambres y dolores intestinales.
Desde su nacimiento hasta su muerte, lo alimentaron por vía intravenosa. Sin embargo, creció hasta medir dos metros de alto y pesar noventa y cinco kilos. Pero a los veinte años de edad, la vida anormal de Jason White, de Texas, Estados Unidos, hizo crisis. Una mañana el joven amaneció muerto.
Vida extraña la de ese joven. Nunca comió dulces ni chocolates. Nunca ingirió frutas. Nunca probó ninguna carne, ni verduras ni pastas. Nunca se sentó a una mesa llena de sabrosas vituallas. Las delicias de la buena mesa no se habían hecho para él. O quizá él no estaba hecho para ellas. Gozó de muchos placeres en la vida, pero no el de la comida.
Esto mismo les ocurre, aunque en forma diferente, a muchas personas. Académicamente, hay muchos que pasan la vida entera sin alimentar su intelecto con las maravillas de la literatura. A éstos los llamamos analfabetos. Ya sea por injusticia o por desgracia, o simplemente por dejadez, nunca asistieron a una escuela. Y la maravilla y el deleite del lenguaje escrito no los disfrutaron ellos.
Moralmente, hay muchos que pasan la vida entera sin alimentar su alma con algún sentimiento bueno. Nunca beben ni comen de la justicia, de la decencia, de la moralidad, de la vida sana. Pueden comer de todo, pero de un sentimiento noble o de un pensamiento honesto, jamás se alimentan.
Espiritualmente, hay muchos que jamás dan a su corazón la única comida que alimenta el alma: la Palabra de Dios. Pueda que se alimenten de la literatura que circula por todo el mundo. Pueda que beban todas las filosofías inventadas por el hombre. Y pueda que prueben cuanta religión moderna los confronte. Pero nunca leen la Biblia.
Éstos llegarán al fin de su vida ahítos de todo lo comestible que este mundo puede darles, tanto para alimentar el cuerpo como el intelecto. Pero su alma quedará al final anémica, raquítica, en absoluta inopia espiritual. Quedarán muertos, doblemente muertos.
La Biblia es el Libro de Dios para toda la humanidad. Es la única fuente del conocimiento de Cristo, la única que puede dar vida plena. Leamos la Biblia. Ella nos dará la fuerza espiritual sin la cual morirá nuestra alma.

jueves, 22 de noviembre de 2012

ETERNA GRATITUD A DIOS POR EL REGALO DE LA SALVACIÓN

LA GRATITUD DE JUAN SEPP
por Carlos Rey

Juan Sepp era un personaje popular en San Francisco, California. Todos los días se la pasaba en el Parque Álamo alimentando las palomas. Cada semana compraba hasta doscientos kilogramos de alimentos para aves, gastando en esas compras una cuarta parte de su sueldo mensual.
¿Cuál era la razón del cariño que sentía por las palomas? La respuesta se encuentra en la historia de su vida, que a Juan le gustaba contar, con lujo de detalle, a cualquiera que mostrara interés. «Durante la Primera Guerra Mundial, entre 1914 y 1918, fui piloto en el ejército ruso —contaba Juan—. Un día de combate, un piloto alemán acribilló mi avión, por lo que cayó sobre el bosque de Austorvi, en la frontera germano-polaca. Me hirieron, y durante dieciocho largos días quedé indefenso en el bosque, necesitando ayuda. En el lugar en que me derribaron, marqué día tras día mi posición en un papel, lo até a la pata de una de las palomas que llevaba en el avión, y solté la paloma.
»Cada día de esa larga odisea —sigue contando Juan—, una paloma mensajera salía volando desde el sitio donde yo estaba herido hasta el cuartel general. Los oficiales del cuartel la enviaban de vuelta con cubitos de alimento concentrado. Cuando al fin llegó la patrulla de salvamento, elevé una oración de gratitud al cielo, y prometí solemnemente alimentar durante el resto de mi vida a cualquier paloma mensajera que tuviera hambre.»
Cuando terminó la guerra, Juan Sepp emigró a los Estados Unidos. En San Francisco, se ganó la vida lavando ventanas y, cumpliendo la promesa que le había hecho a Dios, de ahí en adelante empleó gran parte de su sueldo comprando granos para alimentar a las palomas.
Si una persona como Juan, inspirada por la gratitud que siente a raíz de habérsele salvado la vida, tuvo a bien comprar, durante cincuenta años de su vida, maíz para dar de comer a unas aves, ¿qué ha de esperar Dios de cada uno de nosotros como señal de gratitud por la vida abundante y eterna que nos ha dado?
Es lamentable que a muchas personas una de las cosas que más les cuesta hacer es dar gracias en público. Para colmo de males, les cuesta más trabajo aún agradecerle a Dios la salvación.
En cierta ocasión, Jesucristo sanó a diez hombres enfermos de lepra, y uno solo de ellos volvió para darle las gracias.1¿Quién lo hubiera pensado? Más vale que no seamos ninguno de nosotros como uno de los nueve ingratos. Aceptemos la vida eterna gratuita que nos ofrece Cristo, pero a diferencia de esos nueve desagradecidos, y con el espíritu de Juan Sepp, demos gracias al Señor desde lo más profundo de nuestro corazón, respaldando nuestras palabras con nuestros hechos.

1Lc 17:11-19

www.conciencia.net
Confesión y Acción de Graias
...y en tu mucho bien que les diste…, ellos, no te sirvieron. Nehemías 9:35
Durante un servicio de adoración un domingo, el pastor de nuestra congregación después del mensaje nos invitó a hacer voluntariamente la siguiente oración de confesión, «Dios de Gracia, al igual que muchos creyentes que nos precedieron:
- Nos quejamos cuando las cosas no salen como deseamos.
- Nos quejamos por nuestra situación económica, posición laboral y muchas veces no nos gusta el lugar que ocupamos en la iglesia o ministerio.
- Queremos abundancia de todo para sustentarnos, más allá de lo suficiente.
- Preferiríamos estar en otro lugar diferente al que nos encontramos en este momento.
- Deseamos tener los dones que les das a otros, en lugar de utilizar aquellos que has provisto para nosotros.
- Preferiríamos que Tú nos sirvieras en vez de servirte nosotros.
Dios nuestro, perdona nuestra falta de gratitud, y queja. Perdónanos porque no somos agradecidos con todo cuanto has provisto en tu Gracia y Bondad. En  Nombre de Cristo. Amen”.
Yo hice esa oración porque me sentí identificado y deseo decirte que ni la abundancia, ni la escasez es garantía de agradecimiento, ni de acción de gracias. Puede ser que en muchos casos, la prosperidad incluso aleje nuestros corazones del Señor.
Un ejemplo que recuerdo es el siguiente, cuando varios exiliados judíos regresaron de Babilonia con Nehemías para reconstruir los muros de Jerusalén, confesaron sus pecados y los de sus padres. Oraron: “Nuestros reyes, nuestros príncipes, nuestros sacerdotes y nuestros padres no pusieron por obra tu ley… Y ellos en su reino y en tu mucho bien que les diste, y en la tierra espaciosa y fértil que entregaste delante de ellos, no te sirvieron, ni se convirtieron de sus malas obras” (Nehemías 9:34-35). El profeta Daniel también se identificó con las faltas de su pueblo e hizo una oración de confesión. La confesión es un poderoso preludio a la oración de acción de gracias y la obediencia es el Amén.
Cuan necesario es detenernos en el día, antes de comenzar a trabajar o antes de empezar las tareas cotidianas, para adorar a nuestro Dios y darle gracias. Además examinar el corazón para confesar cualquier pecado, que nos afecta en la relación con Él y con otras personas.
Para el cristiano la acción de Gracias no es cosa de tan sólo un día o un momento, sino debe ser un estilo de vida.

Autor: Editores de Nuestro Pan Diario.
Instituto Bíblico
LA INGRATITUD TAMBIÉN SE NOTA
de nuestro puño y letra
FRUTO DEL RESENTIMIENTO
por Carlos Rey

A un hombre que trabajaba en un aserradero se le trabó la manga de la camisa en la maquinaria de la sierra. Ésta haló la manga hacia la sierra mecánica, y no hubo manera de salvar el brazo.
Cuando lo llevaron de emergencia al hospital, los médicos determinaron que era necesario hacerle una transfusión de sangre. Menos mal que en aquel tiempo las transfusiones se hacían directamente de un cuerpo a otro, y no había tanto peligro de recibir sangre contaminada como el que hay en la actualidad. Una vez que confirmaron el tipo de sangre de la víctima, buscaron a un donante con su mismo tipo de sangre que se ofreciera para hacer la transfusión. Por fin hallaron a un hombre que resultó ser vecino del herido.
El vecino se presentó con buena disposición en el hospital y ofreció su sangre. Pasó mucho tiempo acostado al lado de la víctima mientras la vida fluía de un cuerpo al otro. Durante todo ese tiempo, el herido no dijo nada en absoluto. El vecino que le donaba la sangre esperaba escuchar alguna expresión de gratitud, por sencilla que fuera. Pero sabía que el hombre acostado a su lado estaba muy enfermo, así que pensó que tal vez no pudiera decir nada.
Si bien la víctima perdió el brazo, por lo menos salvó la vida. Pero jamás le expresó ni la más mínima palabra de gratitud a su vecino, que le había salvado la vida al darle su propia sangre.
Pasaron los años, y el benefactor, ya anciano, comenzó a sentir deseos de acercarse a Dios. Mientras oraba de rodillas en el altar de una iglesia, se acordó de aquel vecino que nunca le había agradecido el haberlo salvado con su sangre. El viejo resentimiento le impidió la comunión con Dios. Sintió entonces que Jesucristo mismo le decía: «No olvides que tú mismo pasaste más de cincuenta años sin agradecerme a mí el favor de dar mi sangre por tu salvación. Si yo abrigara el resentimiento que te consume a ti, no podría darte paz, pues no la tendría yo mismo, ya que ninguno puede dar lo que no tiene. Pero yo no abrigo ningún resentimiento contra ti, a pesar de que no me tuviste en cuenta durante tantos años. Perdona a aquel ingrato y olvida ese viejo resentimiento.»
Reconociendo que más vale tarde que nunca, el vecino siguió el consejo que creyó que venía de Cristo mismo, y perdonó al prójimo por su ingratitud. Valiéndose de la sabiduría que suele acompañar a la vejez, aprendió la lección del divino Maestro, que se puso a su lado para transfundirle su sangre salvadora y darle paz, esa paz perfecta que sólo tienen aquellos que abandonan los resentimientos del pasado. Pues, como dice un refrán: «El hombre astuto, hasta de los males saca buen fruto.»


miércoles, 21 de noviembre de 2012

GRACIAS DIOS GRACIAS

EL PODER DE UNA PALABRA
por Carlos Rey

Uno de los guerreros valientes del pueblo de Israel fue el juez llamado Jefté, de la región de Galaad. Cuenta la historia sagrada que tan pronto como derrotó a sus enemigos los amonitas, conquistando veinte de sus ciudades, Jefté tuvo que lidiar con sus presuntos hermanos de la tribu de Efraín. Éstos, con manifiesta desfachatez y hostilidad, le reclamaron a Jefté:
—¿Por qué fuiste a luchar contra los amonitas sin llamarnos para ir contigo? ¡Ahora prenderemos fuego a tu casa, contigo dentro!
Jefté respondió:
—Mi pueblo y yo estábamos librando una gran contienda con los amonitas y, aunque yo los llamé, ustedes no me libraron de su poder. Cuando vi que ustedes no me ayudarían, arriesgué mi vida, marché contra los amonitas, y el Señor los entregó en mis manos. ¿Por qué, pues, han subido hoy a luchar contra mí?1
Acto seguido, a Jefté le tocó pelear contra los de la tribu de Efraín y vencerlos a ellos también. Después de la derrota, cuando los sobrevivientes de Efraín procuraban cruzar inadvertidos el Jordán, los hombres de Galaad los detenían en los vados del río y los identificaban con sólo decirles que pronunciaran la palabra hebrea shibolet, que significa «corriente de agua». En aquellos tiempos el idioma hebreo presentaba ciertas diferencias dialectales en las diversas regiones de Palestina, y los de Galaad sabían que los de Efraín no pronunciaban las eses como ellos. De ahí que, en lugar de decir shibolet con la hache, pronunciando las consonantes «sh» algo más suave que una che, dijeran «sibolet» sin la hache intermedia, y de ese modo se descubrían. No podían ocultar su verdadera identidad. ¡Esa insignificante diferencia de pronunciación les costó la vida nada menos que a cuarenta y dos mil hombres!
Así como una sola palabra llegó a identificar y a delatar a aquellos hombres en los tiempos bíblicos de los jueces de Israel, y hasta determinó su destino, también una sola palabra nos identifica y nos delata a nosotros en la actualidad, sólo que en vez de determinar nuestro destino, muestra más bien nuestros orígenes. Se trata de la palabra «gracias», que pronunciándola así, con la ce como si fuera una ese sencilla, nos identifica como hispanoamericanos, mientras que si pronunciáramos la ce más cerca de la zeta de modo que sonara «grathias», nos identificaría como españoles de la península ibérica. Pero no es esa diferencia de pronunciación lo que revela nuestros orígenes, sino el modo en que la empleamos. Pues lo que nos caracteriza como personas que sabemos agradecer los favores recibidos es el haber aprendido a dar las gracias de un modo natural y no afectado, espontáneo y no forzado, sincero y no fingido, y regular y no esporádico, como quien lo hace de costumbre y por cultura. ¡Por algo será que a los niños de todas las edades y culturas se les ha enseñado lo importante que es emplear la palabra «gracias» con liberalidad, como evidencia de buenos modales, buenas costumbres y buena educación!

1Jue 12:1-3

martes, 20 de noviembre de 2012

JESUCRISTO CEDE SER COMO DIOS, PARA SER HUMILLADO


TU PASTOR EXALTADO – SE HUMILLÓ A SÍ MISMO
Y el Dios de paz que resucitó de los muertos a nuestro Señor Jesucristo,
el gran pastor de las ovejas, por la sangre del pacto eterno, –He. 13:20
Hno. Juan con Maria
Hno. Juan con Maria
Si tu te has suscrito con nosotros recientemente para acompañarnos en nuestra jornada devocional, te damos la bienvenida. Estamos meditando en Cristo Como Pastor (cadena #985). Tu deberás revisar los Devocionales Pasados en el sitio web.

Hoy estamos enfocados otra vez en Hebreos 13:20. Estamos preguntándonos - ¿Porqué el Espíritu Santo llama a Jesús el Gran Pastor? Tu recordarás en Juan 10:11, que Él fue llamado el Buen Pastor. Pero aquí, el Espíritu Santo ha escogido cuidadosamente otra palabra – ¡“Gran”! ¿Porqué?

Jesús es nuestro Gran Pastor debido al lugar donde Él está. Ahora Él está sentado en el lugar más elevado del universo. Exaltado por encima de todo poder, todo principado y todo reino. Y tu estás sentado con Él (Ef. 2:6).

Pero Jesús no sólo es grande hoy debido a dónde está. Él es grande debido a la manera en que llegó ahí.

Jesús no llegó a la diestra de Su Padre, el lugar de poder, a través de Su propio poder o influencia. ¡No! En Su Reino tu te haces grande al humillarte a tí mismo. Tu te conviertes en alguien con influencia cuando eres obediente a Dios. Tu debilidad es tornada en fortaleza cuando tu sirves a los demás. Cuando tu te niegas a tí mismo, entonces Dios te usa. Eso es lo que Jesús enseñó. Es la manera en que Él vivió. Él nos mostró el camino a la grandeza.

Jesús siempre fue obediente a Su Padre. Él nunca hizo nada aparte de la voluntad de Su Padre (Jn. 5:19, 10:17-18; He. 10:7). Por eso Jesús oraba tanto (Mr. 1:35). Momento a momento Él quería conocer lo que Su Padre quería que hiciera. No se haga mi voluntad, sino la tuya. Esa fue Su oración de vida. Él vivió en sumisión.

Jesús sirvió a todos los que conoció. En una fiesta de bodas, cuando se les terminaba el vino, Él suministró la necesidad (Jn. 2:1-11). Cuando una mujer con flujo de sangre vino a Él, y Él la sanó (Mt. 9:20-22). Cuando el ciego Bartimeo, quien mendigaba, clamó a Él, Jesús se detuvo. Le devolvió la vista (Mr. 10:46-52). ¡Jesús siempre tenía tiempo para la gente!

Y cuando Sus seguidores llegaron a cenar con los pies sucios, ¿Qué hizo Jesús? Se rebajó a sí mismos hasta el piso con una toalla, especialmente para aquel quien le traicionaría. Y cuando Jesús te vio a tí – perdido en tus pecados, destinado para una eternidad alejado de Él – y Él cargó su propia cruz. Permitió a aquellos soldados paganos que le clavaran en la cruz. Y todo lo hizo por Su amor de siervo incondicional y sin límites. Lo hizo por tí.

Jesús se olvidó acerca de sí mismo. Él nunca estuvo preocupado por Sus propias necesidades o deseos. Se despojó de sí mismo (Fil. 2:6-11). Su enfoque era en la voluntad de Su Padre. Su enfoque estaba en los demás. ¡Su enfoque estaba en tí!

En nuestras iglesias hoy en día hemos olvidado cómo llegar a la grandeza. Pensamos que la grandeza se alcanza sólo por aquellos que tienen grandes ministerios televisivos. O por predicadores que hablan ante miles de personas. O por aquellos que están bien preparados o han amasado grandes fortunas. Esa era la manera en que pensaban los Romanos. Pero no es a la manera de Jesús. Jesús es grande hoy porque Él se humilló a sí mismo. Y porque debido a ese espíritu, Su Padre le exaltó al lugar de honor, autoridad, poder e influencia. ¡Fue la cruz la que calificó a Jesús para el trono!

La belleza del Reino de Cristo es que cualquiera – incluso los “mas pequeños de nosotros” – podemos convertirnos en alguien grande. Nuestro problema es que ¡queremos el Trono, pero no queremos la Cruz!

¿Desea ser exaltado a los ojos de Dios? Pienso que así es. Escucha a tu Padre Celestial y obedézcele. Encuentra gente a tu alrededor a quienes amar y servir. Despójate de tí mismo. Ese es el camino a la grandeza. Esto es “a la manera de Jesús”.
Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame. Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, la hallará. –Mt. 16:24-25
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-- Dr. Juan Jauchen985 – Cristo Como Pastor (revisar toda la cadena)
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miércoles, 14 de noviembre de 2012

ACÉRCATE A DIOS CON TODA CONFIANZA


Tu Pastor Exaltado – Acércate Con Toda Confianza
Y el Dios de paz que resucitó de los muertos a nuestro Señor Jesucristo,
El Gran Pastor de las ovejas, por la sangre del pacto eterno,  --He. 13:20
 
Hno. Juan con Maria
Hno. Juan con Maria
Esto no es otro devocional.  No es más teología que proviene de un comentario bíblico.  Esto es real.  Tienes a Jesús, el Pastor y guía más increíble que podrías imaginar.
 
El es bueno porque es Dios.  El es bueno porque puso a un lado una relación armoniosa y amorosa con su Padre para venir a este mundo para morir por ti.  El es bueno porque el prefiere sacrificar su vida que vivir para siempre sin ti (Jn. 10:11).
 
Pero nuestro verso hoy dice que Jesús es el Gran pastor.  Es el Gran Pastor por el lugar donde está hoy.  El está exaltado muy en alto por encima de todas los problemas, conflictos e incertidumbres de está vida.  El está sentado en total descanso en el lugar de más honor, de poder y de autoridad en el universo.  Está sentado a la mano derecha del Padre.
 
Y tu estás sentado con El (Ef. 2:6).  Tú puedes hablar con El en cualquier momento sea de día de noche.  Cuéntale tus alegrías.  Derrama tu corazón quebrantado delante de El.  Escucha su afirmación llenas de palabras de amor.
 
Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia,
Para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro.  --He. 4:16
 
Mi padre era un hombre que tuvo mucho éxito en sus negocios.  Cuando yo era niño, mi madre me llevaba para verlo.  Al entrar por la puerta de su oficina, todos los empleados sabían quien era yo.  Yo era el hijo del gerente y siempre me saludaban con una sonrisa.  Sabían mi nombre.  Al estar subiendo las gradas al segundo piso, yo tenía un sentido de satisfacción y una confianza firme.  Casi me sentía como el dueño del negocio.  Al llegar al segundo piso, y ver la puerta que se abría a la oficina de mi papá, no tenía reparo de abrirla y entrar a su oficina ejecutiva.  No tenía la menor duda de esa libertad.  Pasaba por lado de tres secretarias sin que ellas aún me noten a la oficina ejecutiva donde estaba mi padre.  Abría la puerta sin temor.  Nadie nunca me detuvo.  Yo era su hijo y él era mi papá.  Nunca me acuerdo que él no se haya detenido en su labor para darme un abrazo, cariño y escucharme.  Me subía en sus faldas, algo que le encantaba cuando yo lo visitaba.
 
Si un padre humano hace eso por un niñito, cuánto más hará tu Pastor celestial Jesús por ti?
 
Pruébalo ahora mismo.  El está esperando por ti.  El desea escucharte.  El quiere darte un abrazo cariñoso al subirte y estar en sus faldas.  El es el Pastor amigo inigualable que tenemos.  A El le encanta estar contigo.
 
-- Dr. Juan Jauchen985 – Cristo Como Pastor (revisa toda la cadena)
Devocionals Pasados

martes, 13 de noviembre de 2012

«CUANDO ALGUIEN NOS OFENDE: LA PRIMERA REACCIÓN ES EL ENOJO»

«Desde hace mucho tiempo tengo problemas con mi carácter. Me enoja mucho que una persona, aunque se dé cuenta de que está equivocada, no lo reconozca.... Todos nos equivocamos, pero ¿por qué no decir: “Lo siento; me equivoqué”, e inmediatamente corregir? También me enoja mucho cuando me ofenden, y aunque no ataco a nadie físicamente, sí lo hago verbalmente, [pero] no con palabras vulgares o soeces sino más bien muy exaltado.
»¿Cómo puedo controlar esto? ¿Cómo puedo hacer para dominarme? Necesito ayuda.»

»Usted ha dado el primer paso, que es reconocer sus propios defectos, y el segundo paso, que es pedir ayuda. Lo felicitamos por querer superar su tendencia a enojarse y arremeter contra otros.
»Usted se enoja cuando una persona se niega a reconocer que está equivocada, y cuando lo ofenden. Pero a usted mismo le conviene reconocer que el enojo que siente no afecta a esa persona. Solamente lo afecta a usted. Lo carcome por dentro, y es evidente que está consciente de eso, ya que por eso está pidiendo ayuda.
»Observe el ejemplo de alguien que tenía todo el derecho de sentirse tal como se siente usted. Jesucristo dejó que lo crucificaran hombres que eran culpables de toda clase de pecados. Él se sometió voluntariamente a que lo azotaran y lo mataran, a pesar de que no era culpable de nada. No pecó ni una sola vez, y sin embargo llevó la culpa del pecado de cada uno de nosotros. ¿Qué habrá sentido cuando lo acusaban de cosas que no había hecho? ¿Por qué no arremetió contra ellos? ¿Por qué no dijo nada en su defensa? ¿Acaso no estaba enojado?
»Para responder a esas preguntas sólo podemos especular, basados en algunas de las palabras que Jesús pronunció cuando lo crucificaron. “Padre, perdónalos —dijo—, porque no saben lo que hacen.”1 No suena como si estuviera enojado, ¿verdad? Suena más bien a compasión y amor. Jesucristo, el único que jamás pecó, nos ha dado ejemplo de cómo tratar a quienes nos maltratan e incluso nos acusan injustamente. Debemos rogar a Dios por ellos tal como lo hizo Cristo.
»¿Es fácil? ¡De ninguna manera! Sólo es posible cuando tenemos la costumbre de comunicarnos a diario con Dios mediante la oración. No se trata de las oraciones que hacen las personas antes de tomar un examen o cuando afrontan una situación peligrosa. Ni se trata de repetir algo que hemos memorizado. Es, más bien, como hablar con un amigo por teléfono, tratando acerca de nuestros quehaceres diarios y de nuestros sentimientos. A medida que cultivemos nuestra relación personal con Cristo a través de la oración, poco a poco cambiarán nuestras actitudes. Cuando alguien nos ofende, aunque nos sintamos lastimados, podemos reaccionar con compasión en vez de enojarnos.»

1Lc 23:34

martes, 6 de noviembre de 2012

JESÚS ENTREGÓ SU VIDA POR MÍ

EL GRAN SACRIFICIO - SU VALOR INFINITO Yo soy el Buen Pastor;
El Buen Pastor Su vida da por las ovejas. –Jn. 10:11


Hno. Juan con Maria
Hno. Juan con Maria
¿Sabes cuán valioso y especial tú eres?

Tu nombre ha sido grabado en la entrada de los Cielos (Lc. 10:20, Fil. 4:3). Tú eres la niña de los ojos de Dios (Sal. 17:8). Antes que nacieras, Dios estaba haciendo y dando forma a cada célula de tu cuerpo (Sal. 139:13). Tú tienes un valor infinito para Dios.

Más aun, Jesús, el Creador de todo el universo, en Quien todas las cosas subsisten (Col. 1:16-17) dio Su propia vida por ti. ¡Tú eres más valioso para Él que Su propia vida! Él preferiría morir, antes que pasar la eternidad sin ti.

Él murió voluntariamente por ti. Jesús no tenía que morir. Nadie Le forzó a ir a la Cruz por ti. Nadie Le mató – ni los Judíos, ni los Romanos, ninguno. Él, de su propia voluntad, entregó Su vida por ti.

Él murió por cada persona que siempre ha vivido. Dios no tiene favoritos. Su bella imagen está incrustada en lo más pequeño de nosotros y en lo más grande. El color de tu piel no le importa a Jesús. Tu riqueza o tu pobreza no mueve a Dios para amarte mas o menos. Jesús murió por el mundo entero. Su sangre cubre los pecados de todos. Porque la gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres (Tit. 3:11).

Él murió por ti. Si tú hubieras sido la única persona que viviera en el mundo, Él habría muerto por ti. Es cierto que
Él murió por el mundo entero, pero también murió por cada persona. Cada bebé recién nacido es de igual valor para Jesús. Así de preciso y amplio es el amor de Dios. Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro (Ro. 8:38-39).

Una pequeña niña Afgana sabe lo que significa ser salvada de la muerte por otra persona. El 29 de Marzo del 2012 ella estaba jugando en un camino de tierra. De repente un tanque militar, con dieciséis toneladas de peso, pasaba por ese camino, y la niña pasaba en frente del pesado tanque y debió haber muerto. Entonces Dennis Weichel, un soldado de 29 años la vio. Él se lanzó enfrente del tanque y empujó a la pequeña niña hacia un lugar seguro. El soldado murió aplastado bajo el pesado tanque, pero una pequeña niña Afgana fue salva.

La niña Morgan Porter de tres años de edad sabe lo que significa tener una nueva vida por causa de otro. En Enero de este año ella recibió un trasplante de corazón de una niña que había sufrido una terrible y mortal herida en la cabeza. Los padres de esta niña herida querían que Morgan viviera. Así que el corazón, perfectamente compatible, fue extraído de su niñita y se lo pusieron a Morgan. La pequeña Morgan vive hoy gracias al corazón de otra niña.

¿Sabías que tú tienes un corazón nuevo – el mismo corazón de Jesús? Él murió, para que tú pudieras tener Su corazón. Así Su sangre correría por tus venas. Él quería que tú vivieras. Quiero decir, que vivas realmente, para siempre.

Esta es la Buena Nueva que debemos compartir con la gente. Las personas no son criaturas de la casualidad, no son accidentes de la naturaleza, ¡No! Ellas son objeto del amor divino del Creador, quien dio a Su propio Hijo para que todos vivieran.

Y esta es la vida a la que somos llamados a vivir. ¡La vida de Jesús! Una vida de auto entrega, de sacrificio de vida. Eso es amor, el servir a otros y no querer ser servidos.

Así que Jesús es el Buen Pastor porque Él tiene la Victoria sobre Satanás. Él es Bueno porque Él nos da vida, llena diariamente con Su abundancia. También es Bueno porque Él voluntariamente entregó Su vida por ti y por mi. Él te ama y echa de menos tu amistad. Él extraña escuchar tu voz y tenerte escuchando Su corazón latir. Tú eres valioso para Él, más valioso para Él que Su propia vida.

Con amor eterno te he amado; por tanto, te prolongué mi misericordia. Jer. 31:3

Así que, hermanos míos amados, estad firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor siempre, sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en vano. 1 Co. 15:58

-- Dr. Juan Jauchen 985 – Cristo Como Pastor (revisa toda la cadena)
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