SISTEMA DE NAVEGACIÓN: LA PALABRA
"…cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad" Juan16:13
¿Algunavez te preguntaste cómo sabe un piloto de una aeronave volar de un destino aotro? Lo más probable es que use un VOR, siglas de (Radiofaro direccional)un sistema denavegación inventado a principios de la década de 1950. Aún hoy guía muchosaviones a destino. El piloto establece el curso en su dial, si la aeronave sedesvía de ese trayecto predeterminado, un aparato se lo indica, para que sepueda regresar la nave a su curso. En los tiempos de Isaías, la nación deIsrael necesitaba imperiosamente un sistema VOR confiable. Y Dios deseabacumplir esa función, pero a pesar de sus advertencias, los israelitas habíandecidido alinearse con Egipto (Isaías 30:1-2). No obstante, el Señor, en sugracia, prometió que un día sería su piloto: "Entonces tus oídos oirán a tusespaldas palabra que diga: Este es el camino, andad por él; y no echéis a la manoderecha, ni tampoco torzáis a la mano izquierda" v. 21.
Enel día de hoy, los creyentes tenemos un sistema de navegación interno. Jesúsenvió al Espíritu Santo, que vive en nosotros, el cual nos «guiará a toda laverdad» (Juan 16:13) si necesitas establecer el curso de tu vida, no te apoyesen tus sentidos, ni en tu capacidad, ni en tu experiencia. Usa el sistema“divino” VOR y la mejor carta de navegación, “la Palabra de Dios”, que con todaseguridad, te guiarán en la dirección correcta, la Voluntad de Dios agradable yperfecta.
Reflexión: El Espíritu Santo y laPalabra de Dios son tu sistema de navegación, busca depender de ellos mientrasperegrinas en este mundo hacia la Patria Celestial.
Autor:Editores de Nuestro Pan Diario.
Algunos nombres ytítulos del Espíritu Santo
El Espíritu Santo es conocido por muchos nombres y títulos, lamayoría de los cuales denotan alguna función o aspecto de su ministerio sobrenuestras vidas. A continuación tenemos algunos de los nombres y descripcionesque usa la Biblia para el Espíritu Santo:
Consolador/Consejero: Isaías 11:2; Juan14:16; 15:26; 16:7.
Convencede Pecado: Juan16:7-11.
Garantía/Sello/Arras: 2 Corintios 1:22; 5:5;Efesios 1:13-14.
Guía: Juan 16:13.
Morador de los Creyentes: Romanos 8:9-11; Efesios2:21-22; 1 Corintios 6:19.
Maestro: Juan 14:26; 1 Corintios2:13.
sábado, 24 de septiembre de 2011
viernes, 23 de septiembre de 2011
LA MANSIÓN DE MI TÍA EVA ES EL CIELO
LA MANSIÓN DE MI TÍA EVA
Sucedió en el año 1951, y la impresión que me dejó nunca la he podido olvidar. Mi esposa y yo estábamos de visita en casa de un tío mío a quien no habíamos visto por años. Su esposa, mi tía Eva, estaba enferma con una de las más temibles de las enfermedades: cáncer. Ella ya había sufrido una operación, pero debido a su condición avanzada, no habían podido detener la enfermedad.
Durante mi visita, que duró una semana, ella nunca dio indicios de dolor. Al contrario, se reía con frecuencia y hacía sus quehaceres con alegría.
Un día le pregunté a mi tío cómo podía ella mostrar tanta conformidad con una enfermedad así.
—Parece, Pablo —me contestó—, que ella vive en otro mundo. Está muy grave, y tiene dolor constante, pero nunca se queja, ni cuando estamos solos. Es más bien una muy viva y genuina esperanza lo que ella tiene.
Ante eso, le pregunté:
—¿Acaso cree ella que se va a sanar?
—¡Oh, no! —me contestó—. Al contrario, ella sabe que va a morir. Su esperanza consiste en la otra vida. Tiene una especie de ansia de morir: como quien va de vacaciones y no se aguanta, porque está llegando la hora de partir.
Eso me dejó hasta débil. Yo sabía a qué esperanza se refería él, pero nunca la había sentido tan de primera mano, especialmente en mi propia familia.
El día que partimos, ellos estaban en la puerta, dándonos el último adiós. De repente, mi tía dijo:
—Pablo, quisiera cantarles algo antes de que se vayan.
Ella no tenía voz de cantante, pero tenía un canto en el corazón, así que comenzó a entonar esta canción: «Yo tengo mi mansión, al otro lado del río. / Mi Cristo me espera con anhelo. / Por eso no estoy triste, aunque sigo sufriendo. / Porque yo sé que pronto tendré mi recompensa.»
Cuando ella terminó de cantar, yo tenía un gran nudo en la garganta. Sentí que ese adiós era de veras el último. Di la vuelta para ocultar la emoción que me embargaba, abordamos nuestro vehículo y partimos. A los seis meses, mi tía Eva murió, es decir, partió. Porque para una persona con una fe tan viva, no hay muerte; sólo traslado.
Dios nos creó a todos para ser eternos, y desea que pasemos la eternidad con Él. Esa esperanza puede ser también nuestra. Jesucristo les dijo a sus discípulos: «En el hogar de mi Padre hay muchas viviendas.... Voy a prepararles un lugar. Y si me voy y se lo preparo, vendré para llevármelos conmigo. Así ustedes estarán donde yo esté» (Juan 14:2,3). Por eso el apóstol Pablo escribió: «Porque para mí el vivir es Cristo y el morir es ganancia» (Filipenses 1:21).
Aceptemos esta fuente de esperanza. Cristo nos ofrece a todos la vida eterna.
Sucedió en el año 1951, y la impresión que me dejó nunca la he podido olvidar. Mi esposa y yo estábamos de visita en casa de un tío mío a quien no habíamos visto por años. Su esposa, mi tía Eva, estaba enferma con una de las más temibles de las enfermedades: cáncer. Ella ya había sufrido una operación, pero debido a su condición avanzada, no habían podido detener la enfermedad.
Durante mi visita, que duró una semana, ella nunca dio indicios de dolor. Al contrario, se reía con frecuencia y hacía sus quehaceres con alegría.
Un día le pregunté a mi tío cómo podía ella mostrar tanta conformidad con una enfermedad así.
—Parece, Pablo —me contestó—, que ella vive en otro mundo. Está muy grave, y tiene dolor constante, pero nunca se queja, ni cuando estamos solos. Es más bien una muy viva y genuina esperanza lo que ella tiene.
Ante eso, le pregunté:
—¿Acaso cree ella que se va a sanar?
—¡Oh, no! —me contestó—. Al contrario, ella sabe que va a morir. Su esperanza consiste en la otra vida. Tiene una especie de ansia de morir: como quien va de vacaciones y no se aguanta, porque está llegando la hora de partir.
Eso me dejó hasta débil. Yo sabía a qué esperanza se refería él, pero nunca la había sentido tan de primera mano, especialmente en mi propia familia.
El día que partimos, ellos estaban en la puerta, dándonos el último adiós. De repente, mi tía dijo:
—Pablo, quisiera cantarles algo antes de que se vayan.
Ella no tenía voz de cantante, pero tenía un canto en el corazón, así que comenzó a entonar esta canción: «Yo tengo mi mansión, al otro lado del río. / Mi Cristo me espera con anhelo. / Por eso no estoy triste, aunque sigo sufriendo. / Porque yo sé que pronto tendré mi recompensa.»
Cuando ella terminó de cantar, yo tenía un gran nudo en la garganta. Sentí que ese adiós era de veras el último. Di la vuelta para ocultar la emoción que me embargaba, abordamos nuestro vehículo y partimos. A los seis meses, mi tía Eva murió, es decir, partió. Porque para una persona con una fe tan viva, no hay muerte; sólo traslado.
Dios nos creó a todos para ser eternos, y desea que pasemos la eternidad con Él. Esa esperanza puede ser también nuestra. Jesucristo les dijo a sus discípulos: «En el hogar de mi Padre hay muchas viviendas.... Voy a prepararles un lugar. Y si me voy y se lo preparo, vendré para llevármelos conmigo. Así ustedes estarán donde yo esté» (Juan 14:2,3). Por eso el apóstol Pablo escribió: «Porque para mí el vivir es Cristo y el morir es ganancia» (Filipenses 1:21).
Aceptemos esta fuente de esperanza. Cristo nos ofrece a todos la vida eterna.
miércoles, 21 de septiembre de 2011
UNA RESURRECION GLORIOSA EN CRISTO JESUS
NOVENTA AÑOS Y CON CORAZÓN DE NIÑO
—¿Cuántos años tienes, abuelita?
—Tengo noventa años, Jorgito.
—Eso quiere decir que ya estás muy viejita, ¿verdad?
—No lo creas —replicó la anciana—. Yo soy tan joven como tú.
—¿Qué? ¿Cómo puedes ser tan joven como yo, si no tengo más que once años y tú noventa?
Aunque el niño no podía comprenderlo todo, la abuela contestó con dulzura:
—Todavía me emociono cuando sale el sol; todavía me alegran las luces del árbol de Navidad; todavía me sorprendo, como tú, con cada botón de rosa.
—Bueno, ¿y si eres tan joven, por qué estás tan arrugada y temblorosa?
—Es cierto que mi cuerpo está viejo —respondió la abuela sonriendo—, pero yo sigo siendo joven. Mi corazón es como el de un niño. Lo único que tengo viejo es el cuerpo.
Jorge, con esa sencillez propia de su edad, preguntó:
—¿Y por qué no consigues un cuerpo nuevecito, abuela?
Ante esto, a la abuela le brillaron los ojos, y contestó emocionada:
—Eso es exactamente lo que pienso hacer un día de estos.
Cinco semanas después, la abuela dormía en su ataúd. ¡Y tenía toda la razón! Lo único que todos tarde o temprano tendremos viejo es el cuerpo, porque por dentro tenemos un alma a la que Dios hizo con la eternidad en mente.
En su segunda carta a los corintios, San Pablo escribió: «Porque Dios, que ordenó que la luz resplandeciera en las tinieblas, hizo brillar su luz en nuestro corazón para que conociéramos la gloria de Dios que resplandece en el rostro de Cristo. Pero tenemos este tesoro en vasijas de barro para que se vea que tan sublime poder viene de Dios y no de nosotros.... Dondequiera que vamos, siempre llevamos en nuestro cuerpo la muerte de Jesús, para que también su vida se manifieste en nuestro cuerpo.... Pues sabemos que aquel que resucitó al Señor Jesús nos resucitará también a nosotros con él y nos llevará junto con ustedes a su presencia.... Por tanto, no nos desanimamos. Al contrario, aunque por fuera nos vamos desgastando, por dentro nos vamos renovando día tras día.»1
Para que se cumplan en nosotros estas alentadoras palabras del venerado apóstol, tenemos que pedirle a Cristo que ilumine con su presencia las tinieblas de nuestra vida, de modo que su luz brille en nuestro corazón. Lamentablemente muchos no hemos caído en cuenta que es aun más importante mantener el estado espiritual del alma que el estado físico del cuerpo. Más vale que mantengamos encendida la luz de Dios para que podamos decir, como la abuelita de Jorge, que tenemos el corazón de un niño. Así, mientras va desgastándose esa vasija de barro que es nuestro cuerpo, se va renovando ese tesoro que es nuestra alma, y algún día también nosotros podremos cambiar este cuerpo mortal por uno nuevecito: un cuerpo glorificado. Pues cuando suene la trompeta final seremos transformados en vida o resucitaremos de la muerte con un cuerpo incorruptible.2
12Co 4:6,7,10,14,16
21Co 15:51,52
—¿Cuántos años tienes, abuelita?
—Tengo noventa años, Jorgito.
—Eso quiere decir que ya estás muy viejita, ¿verdad?
—No lo creas —replicó la anciana—. Yo soy tan joven como tú.
—¿Qué? ¿Cómo puedes ser tan joven como yo, si no tengo más que once años y tú noventa?
Aunque el niño no podía comprenderlo todo, la abuela contestó con dulzura:
—Todavía me emociono cuando sale el sol; todavía me alegran las luces del árbol de Navidad; todavía me sorprendo, como tú, con cada botón de rosa.
—Bueno, ¿y si eres tan joven, por qué estás tan arrugada y temblorosa?
—Es cierto que mi cuerpo está viejo —respondió la abuela sonriendo—, pero yo sigo siendo joven. Mi corazón es como el de un niño. Lo único que tengo viejo es el cuerpo.
Jorge, con esa sencillez propia de su edad, preguntó:
—¿Y por qué no consigues un cuerpo nuevecito, abuela?
Ante esto, a la abuela le brillaron los ojos, y contestó emocionada:
—Eso es exactamente lo que pienso hacer un día de estos.
Cinco semanas después, la abuela dormía en su ataúd. ¡Y tenía toda la razón! Lo único que todos tarde o temprano tendremos viejo es el cuerpo, porque por dentro tenemos un alma a la que Dios hizo con la eternidad en mente.
En su segunda carta a los corintios, San Pablo escribió: «Porque Dios, que ordenó que la luz resplandeciera en las tinieblas, hizo brillar su luz en nuestro corazón para que conociéramos la gloria de Dios que resplandece en el rostro de Cristo. Pero tenemos este tesoro en vasijas de barro para que se vea que tan sublime poder viene de Dios y no de nosotros.... Dondequiera que vamos, siempre llevamos en nuestro cuerpo la muerte de Jesús, para que también su vida se manifieste en nuestro cuerpo.... Pues sabemos que aquel que resucitó al Señor Jesús nos resucitará también a nosotros con él y nos llevará junto con ustedes a su presencia.... Por tanto, no nos desanimamos. Al contrario, aunque por fuera nos vamos desgastando, por dentro nos vamos renovando día tras día.»1
Para que se cumplan en nosotros estas alentadoras palabras del venerado apóstol, tenemos que pedirle a Cristo que ilumine con su presencia las tinieblas de nuestra vida, de modo que su luz brille en nuestro corazón. Lamentablemente muchos no hemos caído en cuenta que es aun más importante mantener el estado espiritual del alma que el estado físico del cuerpo. Más vale que mantengamos encendida la luz de Dios para que podamos decir, como la abuelita de Jorge, que tenemos el corazón de un niño. Así, mientras va desgastándose esa vasija de barro que es nuestro cuerpo, se va renovando ese tesoro que es nuestra alma, y algún día también nosotros podremos cambiar este cuerpo mortal por uno nuevecito: un cuerpo glorificado. Pues cuando suene la trompeta final seremos transformados en vida o resucitaremos de la muerte con un cuerpo incorruptible.2
12Co 4:6,7,10,14,16
21Co 15:51,52
martes, 20 de septiembre de 2011
UNA ORACION CON AMOR:IDENTIFICACIÓN EQUIVOCADA: AMOR INALTERABLE
IDENTIFICACIÓN EQUIVOCADA: AMOR INALTERABLE
El accidente fue terrible. Una camioneta que iba a noventa kilómetros por hora se estrelló contra un autobús escolar. Sucedió en el estado de Iowa el 10 de noviembre de 1984. En la camioneta viajaban dos hombres, de apellidos Noonan y Lake. Los acompañaban sus hijas Patricia Noonan de dieciséis años, y Shawn Lake de catorce.
A la madre de Shawn, llamada Colleen, le informaron que su esposo había muerto en el choque junto con el señor Noonan y Patricia, mientras que Shawn había sobrevivido, aunque había quedado desfigurada y en estado de coma. Colleen encontró a su hija en el hospital, vendada de pies a cabeza. Allí, junto a su cabecera, se mantuvo orando catorce días, hasta que la joven abrió los ojos y habló. Pero no era Shawn sino Patricia. Era un caso de identificación equivocada.
«No importa que esa joven no sea mi hija —manifestó Colleen Lake—; yo igual le seguiré mostrando amor de madre.»
He aquí una historia con detalles patéticos. Una madre se pasa dos semanas a la cabecera de quien cree que es su hija. Mujer fiel y creyente en Cristo, se pasa el tiempo orando por ese cuerpo juvenil destrozado. Por fin sus oraciones hallan respuesta. La joven despierta, sólo para aclarar que se llama Patricia Noonan, no Shawn Lake. Sin embargo, el amor materno de Colleen sigue inalterable. No importa que sea la hija de otra y no la suya. En medio de las desgracias comunes, la solidaridad humana se hace más firme, más sólida, más profunda y —valga la redundancia— más humana, y el amor se perfecciona, y halla inmejorables motivos para expresarse.
¿Qué sería de este mundo si no hubiera amor: amor de madre, amor de padre, amor de esposo y esposa, de hijos y de nietos? ¿Cómo estaría de contaminado el ambiente moral del mundo si no existiera el amor de novios o el amor de hermanos? Tal vez nos invadirían todos los demonios que pueblan los aires, y nos atormentarían más de lo que actualmente nos atormentan.
El amor es la esencia de la vida porque es la esencia de Dios nuestro Creador. Jesucristo, el Hijo de Dios, dijo: «Nadie tiene amor más grande que el dar la vida por sus amigos.»1 Y a las pocas horas lo demostró, dando su vida por nosotros en una cruz. Por eso San Juan, quien lo vio sufrir y morir en esa cruz, dijo que Dios es amor.2 Cristo fue la personificación misma del amor: el amor encarnado.
Ahora nos corresponde a nosotros amar a los demás tal como Cristo nos amó a nosotros. Por eso San Juan, antes de declarar que Dios es amor, afirmó que el que no ama, no conoce a Dios.3 Lo cierto es que así como Dios ayudó a Colleen Lake, la madre de Shawn, en medio de su propio dolor, a amar a una joven desfigurada que no era su hija, Él también quiere y puede ayudarnos a nosotros a amar a nuestros semejantes.
1Jn 15:13
21Jn 4:8
El accidente fue terrible. Una camioneta que iba a noventa kilómetros por hora se estrelló contra un autobús escolar. Sucedió en el estado de Iowa el 10 de noviembre de 1984. En la camioneta viajaban dos hombres, de apellidos Noonan y Lake. Los acompañaban sus hijas Patricia Noonan de dieciséis años, y Shawn Lake de catorce.
A la madre de Shawn, llamada Colleen, le informaron que su esposo había muerto en el choque junto con el señor Noonan y Patricia, mientras que Shawn había sobrevivido, aunque había quedado desfigurada y en estado de coma. Colleen encontró a su hija en el hospital, vendada de pies a cabeza. Allí, junto a su cabecera, se mantuvo orando catorce días, hasta que la joven abrió los ojos y habló. Pero no era Shawn sino Patricia. Era un caso de identificación equivocada.
«No importa que esa joven no sea mi hija —manifestó Colleen Lake—; yo igual le seguiré mostrando amor de madre.»
He aquí una historia con detalles patéticos. Una madre se pasa dos semanas a la cabecera de quien cree que es su hija. Mujer fiel y creyente en Cristo, se pasa el tiempo orando por ese cuerpo juvenil destrozado. Por fin sus oraciones hallan respuesta. La joven despierta, sólo para aclarar que se llama Patricia Noonan, no Shawn Lake. Sin embargo, el amor materno de Colleen sigue inalterable. No importa que sea la hija de otra y no la suya. En medio de las desgracias comunes, la solidaridad humana se hace más firme, más sólida, más profunda y —valga la redundancia— más humana, y el amor se perfecciona, y halla inmejorables motivos para expresarse.
¿Qué sería de este mundo si no hubiera amor: amor de madre, amor de padre, amor de esposo y esposa, de hijos y de nietos? ¿Cómo estaría de contaminado el ambiente moral del mundo si no existiera el amor de novios o el amor de hermanos? Tal vez nos invadirían todos los demonios que pueblan los aires, y nos atormentarían más de lo que actualmente nos atormentan.
El amor es la esencia de la vida porque es la esencia de Dios nuestro Creador. Jesucristo, el Hijo de Dios, dijo: «Nadie tiene amor más grande que el dar la vida por sus amigos.»1 Y a las pocas horas lo demostró, dando su vida por nosotros en una cruz. Por eso San Juan, quien lo vio sufrir y morir en esa cruz, dijo que Dios es amor.2 Cristo fue la personificación misma del amor: el amor encarnado.
Ahora nos corresponde a nosotros amar a los demás tal como Cristo nos amó a nosotros. Por eso San Juan, antes de declarar que Dios es amor, afirmó que el que no ama, no conoce a Dios.3 Lo cierto es que así como Dios ayudó a Colleen Lake, la madre de Shawn, en medio de su propio dolor, a amar a una joven desfigurada que no era su hija, Él también quiere y puede ayudarnos a nosotros a amar a nuestros semejantes.
1Jn 15:13
21Jn 4:8
domingo, 18 de septiembre de 2011
JESUCRISTO ES EL GUIA
¿QUÉ HACER CUANDO EL PILOTO SE MUERE?
Tranquilo iba el vuelo en la pequeña avioneta Cessna. Era el anochecer y se acercaban a Flagstaff, Arizona. En el avión iban el piloto William Graham, y un pasajero, amigo suyo, Mateo Kornblum.
Todo iba normal cuando, de repente, William Graham se llevó una mano al corazón. «No me siento bien», alcanzó a decir. En seguida se desmayó. Kornblum logró apartar al piloto de los controles y tomar él mismo los del lado suyo. Pero Kornblum nunca antes había pilotado un avión. ¿Qué iba a hacer? La oscuridad se acercaba, estaban entre montañas, y él no sabía nada de aviones.
Kornblum se había dado cuenta de cómo su amigo William, el piloto, manejaba la radio, y en seguida dio aviso de que su piloto se había desmayado. La respuesta fue inmediata. «No se aflija. Desde acá recibirá instrucciones.»
Así fue. Kornblum prosiguió a describir la posición de todo en el tablero, y sistemáticamente fue recibiendo instrucciones. En cierto momento oyó otra voz, pero no la del aeropuerto. Era la voz de Julio, que volaba a su lado en otra avioneta. Julio fue describiendo, paso a paso, cómo hacer descender el avión sobre la pista, y así sucedió algo que Kornblum nunca creyó poder hacer: aterrizó sano y salvo. Lo que Kornblum no sabía era que su amigo, William Graham, había muerto.
Debe de ser horrible volar en una pequeña avioneta cuyo piloto ha muerto, sin saber uno cómo pilotarla. ¿Qué hacer? Tres cosas hizo Kornblum: sintonizó la radio, siguió las instrucciones y tuvo fe en el piloto que volaba a su lado.
¿Qué hacer cuando algo imprevisto y grave nos sucede en la vida? El incendio de la casa. Un accidente de tránsito. Un naufragio en alta mar. ¿Qué podemos hacer?
¿Qué hacer cuando descubrimos la infidelidad de nuestro cónyuge, cuando comprobamos que un hijo es drogadicto, cuando, por desfalco de un socio, todo el negocio se viene abajo? ¿Qué hacer? ¿Reaccionar con violencia? ¿Armarnos de un revólver? ¿Escapar al alcohol?
Nada de eso es necesario. Todos tenemos un piloto inmortal para guiarnos. Ese piloto es Jesucristo. Él puede, con toda calma, librarnos del mal. Pero tenemos que hacer lo que hizo Kornblum: mantener la sintonía con Dios en oración, atender a las instrucciones de su Palabra, la Biblia, y tener fe en Él.
Confiemos en Dios. Los que están en las manos de Dios nunca se desesperan. A los que confían en Él, Dios les da su gracia para sobrevivir a cualquier calamidad.
Tranquilo iba el vuelo en la pequeña avioneta Cessna. Era el anochecer y se acercaban a Flagstaff, Arizona. En el avión iban el piloto William Graham, y un pasajero, amigo suyo, Mateo Kornblum.
Todo iba normal cuando, de repente, William Graham se llevó una mano al corazón. «No me siento bien», alcanzó a decir. En seguida se desmayó. Kornblum logró apartar al piloto de los controles y tomar él mismo los del lado suyo. Pero Kornblum nunca antes había pilotado un avión. ¿Qué iba a hacer? La oscuridad se acercaba, estaban entre montañas, y él no sabía nada de aviones.
Kornblum se había dado cuenta de cómo su amigo William, el piloto, manejaba la radio, y en seguida dio aviso de que su piloto se había desmayado. La respuesta fue inmediata. «No se aflija. Desde acá recibirá instrucciones.»
Así fue. Kornblum prosiguió a describir la posición de todo en el tablero, y sistemáticamente fue recibiendo instrucciones. En cierto momento oyó otra voz, pero no la del aeropuerto. Era la voz de Julio, que volaba a su lado en otra avioneta. Julio fue describiendo, paso a paso, cómo hacer descender el avión sobre la pista, y así sucedió algo que Kornblum nunca creyó poder hacer: aterrizó sano y salvo. Lo que Kornblum no sabía era que su amigo, William Graham, había muerto.
Debe de ser horrible volar en una pequeña avioneta cuyo piloto ha muerto, sin saber uno cómo pilotarla. ¿Qué hacer? Tres cosas hizo Kornblum: sintonizó la radio, siguió las instrucciones y tuvo fe en el piloto que volaba a su lado.
¿Qué hacer cuando algo imprevisto y grave nos sucede en la vida? El incendio de la casa. Un accidente de tránsito. Un naufragio en alta mar. ¿Qué podemos hacer?
¿Qué hacer cuando descubrimos la infidelidad de nuestro cónyuge, cuando comprobamos que un hijo es drogadicto, cuando, por desfalco de un socio, todo el negocio se viene abajo? ¿Qué hacer? ¿Reaccionar con violencia? ¿Armarnos de un revólver? ¿Escapar al alcohol?
Nada de eso es necesario. Todos tenemos un piloto inmortal para guiarnos. Ese piloto es Jesucristo. Él puede, con toda calma, librarnos del mal. Pero tenemos que hacer lo que hizo Kornblum: mantener la sintonía con Dios en oración, atender a las instrucciones de su Palabra, la Biblia, y tener fe en Él.
Confiemos en Dios. Los que están en las manos de Dios nunca se desesperan. A los que confían en Él, Dios les da su gracia para sobrevivir a cualquier calamidad.
UN CONTRASTE: ENTRE EL AFAN DE SALOMON Y LA ESPERA DE PABLO
«NO SIENTO GANAS DE VIVIR»: SALOMON
«No siento ganas de vivir. He visto la muerte como una salida. Le pido a Dios que tenga misericordia de mí, que entre en mi corazón, y nada pasa...
»Por favor, díganme qué puedo hacer. A veces siento que llego al límite.»
Este es el consejo que le dimos:
«Estimada amiga:
»Uno de los hombres más sabios de la historia se sintió igual que usted. En medio de su desilusión, al reflexionar sobre lo vacía que puede ser la vida, dijo: «Y consideré más felices a los que ya han muerto que a los que aún viven.»1 A pesar de que este sabio escritor tuvo todas las riquezas y las oportunidades posibles, éstas no le bastaron para llenar su vacío interior. El libro de Eclesiastés es la historia de su búsqueda del sentido de la vida, y le recomendamos que lo lea a fin de que comprenda cuánto se parecen el peregrinaje de él y el suyo.
»El Maestro de Eclesiastés experimentó placeres sensuales, tuvo posesiones materiales y alcanzó grandes logros en su búsqueda de satisfacción. Vivió alejado de Dios durante muchos años mientras probaba todo lo que el mundo le ofrecía. Pero en el ocaso de su vida, llegó finalmente a comprender cómo se halla el camino a la felicidad. «Nada hay mejor para el hombre que comer y beber, y llegar a disfrutar de sus afanes —concluyó—. He visto que también esto proviene de Dios, porque ¿quién puede comer y alegrarse, si no es por Dios?»2 Con esto el Maestro reconoció que sin una relación con Dios, no hay ninguna actividad humana que satisfaga, ni siquiera el comer y el beber. Luego reveló el secreto de cómo hallar la verdadera felicidad. «En realidad, Dios da sabiduría, conocimientos y alegría a quien es de su agrado —afirmó—; en cambio, al pecador le impone la tarea de acumular más y más, para luego dárselo todo a quien es de su agrado.»3
»El Maestro halló el sentido de la vida y la felicidad sólo en el marco de una relación constante con Dios. Descubrió que la manera de agradar a Dios es incluirlo en sus actividades diarias. ¿Acaso no queremos todos que alguien a quien amamos participe de nuestras actividades? Al hablar con Dios mediante la oración y escuchar su voz mediante la lectura de la Biblia, aprendemos más acerca de Él y de cómo agradarle. Y a medida que le agradamos, Él nos da la felicidad y ese sentido de la vida que buscamos con anhelo.
»... El camino para llegar a conocer a Dios comienza con una oración en la que usted le pide que entre en su corazón, pero ahí no termina todo. Usted debe reconocer su santidad divina y seguir sus mandamientos todos los días. Sólo así logrará que se llene ese vacío que siente. Solo así sentirá que vale la pena vivir....
»Aprendamos del Maestro de Eclesiastés,
1Ec 4:2
2Ec 2:24‑25
3Ec 2:26
CONFÍE EN DIOS MIENTRAS ESPERA: PABLO
“Y para que la grandeza de las revelaciones no me exaltase desmedidamente, me fue dado un aguijón en mi carne, un mensajero de Satanás que me abofetee, para que no me enaltezca sobremanera; respecto a lo cual tres veces he rogado al Señor, que lo quite de mí. Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo. Por lo cual, por amor a Cristo me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte. 2 Co. 12: 7-10”
Quiero darle una nueva dosis de esperanza. Pero, para hacer eso, permítame ofrecerle cuatro principios que tendrá para usted más significado en el tiempo en que Dios le lleve a esperar en las sombras.
Primero: Cuando Dios nos prepara para un ministerio efectivo, Él incorporará lo que nosotros preferimos omitir, un período de espera. Eso cultiva la Paciencia. Cuando escribo esto, me viene a la mente que jamás he conocido a un joven que sea paciente (para ser sincero, también he conocido a muchos viejos que tampoco lo son). Todos tenemos prisa. Tener paciencia es difícil en una sociedad de gente apresurada. Pero es una cualidad fundamental que sólo se puede cultivar en largos períodos de espera.
Segundo. Cuando Dios nos hace esperar, escondiéndonos en su sombra, nos muestra que no somos indispensables. Esto nos hace Humildes. Una razón importante por la que Dios nos saca de la escena y nos hace esperar en su sombra, es para recordarnos que no somos la estrella protagónica; que no somos indispensables. Esa conciencia desarrolla humildad verdadera. Estoy convencido de que Saulo nunca cuestionó a Dios por haber tenido su mano sobre Pedro y Bernabé, en vez de sobre él. En un tiempo cuando la mayoría de las personas talentosas se habrían estado presentando como voluntarios en los centros de avivamiento, Saulo se mantuvo de buena gana entre bastidores mientras esperaba su tiempo, corrijo, el tiempo de Dios.
Tercero: Mientras Dios nos mantiene ocultos, nos revela nuevas dimensiones de sí mismo y nuevas percepciones en cuanto al ministerio. Eso nos da Profundidad espiritual. Lo que necesitamos hoy no es más personas más inteligentes o más diligentes. Una necesidad mucho mayor es la de personas con mayor profundidad espiritual. Estas personas tendrán siempre un ministerio. Dios nos da profundidad por medio del tiempo que esperamos en Él.
Cuarto: Cuando Dios decide finalmente usarnos, eso se produce en el momento menos esperado, cuando nos sentimos menos calificados. Eso nos hace Efectivos. El ambiente perfecto para un ministerio efectivo y que permanezca en el tiempo, comienza con una sorpresa: “¿Yo? ¿Seguro que no quieres más bien a esa otra persona? Este hermano tiene muchas cualidades y dones que saltan a la vista. Será mejor que hables con él.” Esa es la idea. Es alentador en estos tiempos de tanta eficiencia, hallar a unas pocas personas que se asombren todavía por la manera cómo Dios las está utilizando.
«No siento ganas de vivir. He visto la muerte como una salida. Le pido a Dios que tenga misericordia de mí, que entre en mi corazón, y nada pasa...
»Por favor, díganme qué puedo hacer. A veces siento que llego al límite.»
Este es el consejo que le dimos:
«Estimada amiga:
»Uno de los hombres más sabios de la historia se sintió igual que usted. En medio de su desilusión, al reflexionar sobre lo vacía que puede ser la vida, dijo: «Y consideré más felices a los que ya han muerto que a los que aún viven.»1 A pesar de que este sabio escritor tuvo todas las riquezas y las oportunidades posibles, éstas no le bastaron para llenar su vacío interior. El libro de Eclesiastés es la historia de su búsqueda del sentido de la vida, y le recomendamos que lo lea a fin de que comprenda cuánto se parecen el peregrinaje de él y el suyo.
»El Maestro de Eclesiastés experimentó placeres sensuales, tuvo posesiones materiales y alcanzó grandes logros en su búsqueda de satisfacción. Vivió alejado de Dios durante muchos años mientras probaba todo lo que el mundo le ofrecía. Pero en el ocaso de su vida, llegó finalmente a comprender cómo se halla el camino a la felicidad. «Nada hay mejor para el hombre que comer y beber, y llegar a disfrutar de sus afanes —concluyó—. He visto que también esto proviene de Dios, porque ¿quién puede comer y alegrarse, si no es por Dios?»2 Con esto el Maestro reconoció que sin una relación con Dios, no hay ninguna actividad humana que satisfaga, ni siquiera el comer y el beber. Luego reveló el secreto de cómo hallar la verdadera felicidad. «En realidad, Dios da sabiduría, conocimientos y alegría a quien es de su agrado —afirmó—; en cambio, al pecador le impone la tarea de acumular más y más, para luego dárselo todo a quien es de su agrado.»3
»El Maestro halló el sentido de la vida y la felicidad sólo en el marco de una relación constante con Dios. Descubrió que la manera de agradar a Dios es incluirlo en sus actividades diarias. ¿Acaso no queremos todos que alguien a quien amamos participe de nuestras actividades? Al hablar con Dios mediante la oración y escuchar su voz mediante la lectura de la Biblia, aprendemos más acerca de Él y de cómo agradarle. Y a medida que le agradamos, Él nos da la felicidad y ese sentido de la vida que buscamos con anhelo.
»... El camino para llegar a conocer a Dios comienza con una oración en la que usted le pide que entre en su corazón, pero ahí no termina todo. Usted debe reconocer su santidad divina y seguir sus mandamientos todos los días. Sólo así logrará que se llene ese vacío que siente. Solo así sentirá que vale la pena vivir....
»Aprendamos del Maestro de Eclesiastés,
1Ec 4:2
2Ec 2:24‑25
3Ec 2:26
CONFÍE EN DIOS MIENTRAS ESPERA: PABLO
“Y para que la grandeza de las revelaciones no me exaltase desmedidamente, me fue dado un aguijón en mi carne, un mensajero de Satanás que me abofetee, para que no me enaltezca sobremanera; respecto a lo cual tres veces he rogado al Señor, que lo quite de mí. Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo. Por lo cual, por amor a Cristo me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte. 2 Co. 12: 7-10”
Quiero darle una nueva dosis de esperanza. Pero, para hacer eso, permítame ofrecerle cuatro principios que tendrá para usted más significado en el tiempo en que Dios le lleve a esperar en las sombras.
Primero: Cuando Dios nos prepara para un ministerio efectivo, Él incorporará lo que nosotros preferimos omitir, un período de espera. Eso cultiva la Paciencia. Cuando escribo esto, me viene a la mente que jamás he conocido a un joven que sea paciente (para ser sincero, también he conocido a muchos viejos que tampoco lo son). Todos tenemos prisa. Tener paciencia es difícil en una sociedad de gente apresurada. Pero es una cualidad fundamental que sólo se puede cultivar en largos períodos de espera.
Segundo. Cuando Dios nos hace esperar, escondiéndonos en su sombra, nos muestra que no somos indispensables. Esto nos hace Humildes. Una razón importante por la que Dios nos saca de la escena y nos hace esperar en su sombra, es para recordarnos que no somos la estrella protagónica; que no somos indispensables. Esa conciencia desarrolla humildad verdadera. Estoy convencido de que Saulo nunca cuestionó a Dios por haber tenido su mano sobre Pedro y Bernabé, en vez de sobre él. En un tiempo cuando la mayoría de las personas talentosas se habrían estado presentando como voluntarios en los centros de avivamiento, Saulo se mantuvo de buena gana entre bastidores mientras esperaba su tiempo, corrijo, el tiempo de Dios.
Tercero: Mientras Dios nos mantiene ocultos, nos revela nuevas dimensiones de sí mismo y nuevas percepciones en cuanto al ministerio. Eso nos da Profundidad espiritual. Lo que necesitamos hoy no es más personas más inteligentes o más diligentes. Una necesidad mucho mayor es la de personas con mayor profundidad espiritual. Estas personas tendrán siempre un ministerio. Dios nos da profundidad por medio del tiempo que esperamos en Él.
Cuarto: Cuando Dios decide finalmente usarnos, eso se produce en el momento menos esperado, cuando nos sentimos menos calificados. Eso nos hace Efectivos. El ambiente perfecto para un ministerio efectivo y que permanezca en el tiempo, comienza con una sorpresa: “¿Yo? ¿Seguro que no quieres más bien a esa otra persona? Este hermano tiene muchas cualidades y dones que saltan a la vista. Será mejor que hables con él.” Esa es la idea. Es alentador en estos tiempos de tanta eficiencia, hallar a unas pocas personas que se asombren todavía por la manera cómo Dios las está utilizando.
jueves, 15 de septiembre de 2011
NO DEJES DE COMUNICAERTE CON DIOS
No dejes de comunicarte con Dios.
"No os hagáis, pues, semejantes a ellos; porque vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad, antes que vosotros le pidáis" Mateo 6:8Un amigo, que es piloto comercial, me contó acerca de un vuelo en el que se enfrentó con un grave problema mecánico, con peligrosas implicaciones. Cuando se produjo esa situación, las luces de alarma de la cabina de mando le informaron lo que ocurría, él monitoreó todo hasta llegar a destino y, finalmente, aterrizaron sin inconvenientes.Una vez que estuvieron en tierra, el piloto fue de inmediato a hablar con el equipo de mantenimiento para informar lo sucedido. Para su asombro, los mecánicos respondieron: «Ya conocemos del problema y estamos listos para arreglarlo. Cuando sonó la alarma en la cabina del avión, nosotros también recibimos automáticamente la advertencia». Mientras me comentaba sobre este incidente, no pude evitar compararlo con las palabras de Jesús sobre nuestro Padre celestial: «… vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad, antes que vosotros le pidáis» (Mateo 6:8). El Señor dijo esto para diferenciarlo de las personas que creen que debemos usar «vanas repeticiones», ya que «piensan que por su palabrería serán oídos» (v. 7). Jesús ratifica que Dios conoce a sus hijos y se interesa por ellos. Aunque el Señor conoce nuestras necesidades, aún desea que le contemos lo que tenemos en el corazón. Él está listo para escuchar nuestra oración y, por Su gracia, reparar los daños que hayamos experimentado.Reflexión: La oración es la voz de la fe que confía en que Dios sabe todo y se interesa El Poder de Dios:
No dejes de comunicarte con Dios y considera lo siguiente:
1) El Señor Dios Todopoderoso puede todo. No hay nada imposible para Él. (Lucas 1:37).
2) El Señor Dios Todopoderoso invita a su pueblo a hablarle en oración. La oración a Dios debe ser ofrecida persistentemente (Lucas 18:1), con acción de gracias (Filipenses 4:6), con fe (Santiago 1:5), dentro de la voluntad de Dios (Mateo 6:10), para la gloria de Dios (Juan 14:13-14), y con un corazón recto delante de Dios (Santiago 5:16).
3) El Señor Dios Todopoderoso escucha las oraciones de sus hijos. Él nos manda a orar, y nos promete escuchar cuando lo hacemos. “En mi angustia invoqué a Jehová, Y clamé a mi Dios. El oyó mi voz desde su templo, Y mi clamor llegó delante de él, a sus oídos. (Salmo 18:6).
4) El Señor Dios Todopoderoso responde a las oraciones. “Yo te he invocado, por cuanto tú me oirás, oh Dios; Inclina a mí tu oído, escucha mi palabra.” (Salmo 17:6). “Claman los justos, y Jehová oye, Y los libra de todas sus angustias.” (Salmo 34:17).
El poder de la oración se basa en “quien” escucha y “contesta” nuestra oración. La oración nos pone en contacto con el Dios Todopoderoso, y debemos esperar poderosos resultados, si Él escoge conceder nuestras peticiones o no, si deniega nuestra solicitud, o nos pide que esperemos en Él. Cualquiera que sea la respuesta a nuestras oraciones, el Dios a quien oramos es la fuente de todo poder, y Él puede respondernos y lo hará, de acuerdo a su voluntad y horario perfecto. No dejes de comunicarte con Dios.
"No os hagáis, pues, semejantes a ellos; porque vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad, antes que vosotros le pidáis" Mateo 6:8Un amigo, que es piloto comercial, me contó acerca de un vuelo en el que se enfrentó con un grave problema mecánico, con peligrosas implicaciones. Cuando se produjo esa situación, las luces de alarma de la cabina de mando le informaron lo que ocurría, él monitoreó todo hasta llegar a destino y, finalmente, aterrizaron sin inconvenientes.Una vez que estuvieron en tierra, el piloto fue de inmediato a hablar con el equipo de mantenimiento para informar lo sucedido. Para su asombro, los mecánicos respondieron: «Ya conocemos del problema y estamos listos para arreglarlo. Cuando sonó la alarma en la cabina del avión, nosotros también recibimos automáticamente la advertencia». Mientras me comentaba sobre este incidente, no pude evitar compararlo con las palabras de Jesús sobre nuestro Padre celestial: «… vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad, antes que vosotros le pidáis» (Mateo 6:8). El Señor dijo esto para diferenciarlo de las personas que creen que debemos usar «vanas repeticiones», ya que «piensan que por su palabrería serán oídos» (v. 7). Jesús ratifica que Dios conoce a sus hijos y se interesa por ellos. Aunque el Señor conoce nuestras necesidades, aún desea que le contemos lo que tenemos en el corazón. Él está listo para escuchar nuestra oración y, por Su gracia, reparar los daños que hayamos experimentado.Reflexión: La oración es la voz de la fe que confía en que Dios sabe todo y se interesa El Poder de Dios:
No dejes de comunicarte con Dios y considera lo siguiente:
1) El Señor Dios Todopoderoso puede todo. No hay nada imposible para Él. (Lucas 1:37).
2) El Señor Dios Todopoderoso invita a su pueblo a hablarle en oración. La oración a Dios debe ser ofrecida persistentemente (Lucas 18:1), con acción de gracias (Filipenses 4:6), con fe (Santiago 1:5), dentro de la voluntad de Dios (Mateo 6:10), para la gloria de Dios (Juan 14:13-14), y con un corazón recto delante de Dios (Santiago 5:16).
3) El Señor Dios Todopoderoso escucha las oraciones de sus hijos. Él nos manda a orar, y nos promete escuchar cuando lo hacemos. “En mi angustia invoqué a Jehová, Y clamé a mi Dios. El oyó mi voz desde su templo, Y mi clamor llegó delante de él, a sus oídos. (Salmo 18:6).
4) El Señor Dios Todopoderoso responde a las oraciones. “Yo te he invocado, por cuanto tú me oirás, oh Dios; Inclina a mí tu oído, escucha mi palabra.” (Salmo 17:6). “Claman los justos, y Jehová oye, Y los libra de todas sus angustias.” (Salmo 34:17).
El poder de la oración se basa en “quien” escucha y “contesta” nuestra oración. La oración nos pone en contacto con el Dios Todopoderoso, y debemos esperar poderosos resultados, si Él escoge conceder nuestras peticiones o no, si deniega nuestra solicitud, o nos pide que esperemos en Él. Cualquiera que sea la respuesta a nuestras oraciones, el Dios a quien oramos es la fuente de todo poder, y Él puede respondernos y lo hará, de acuerdo a su voluntad y horario perfecto. No dejes de comunicarte con Dios.
sábado, 3 de septiembre de 2011
HACER LA VOLUNTAD DE DIOS
Elija madurar, esperar y hacer la voluntad de Dios
“Otra vez fue y oró por segunda vez, y dijo: «Padre mío, si esta copa no puede pasar de mí sin que yo la beba, que se haga tu voluntad.” Mateo 26:42
Cristo, que gran ejemplo es para nuestra vida en la obedecer a la voluntad de Dios, aún cuando la misma implicaba sufrimiento. A medida que han transcurrido los años el hacer la voluntad de Dios me ha llevado a madurar, crecer y confiar más en Dios. Claro todo eso ha tenido un precio que en ciertas ocasiones no estaba dispuesto a pagar. Pero le digo: un gran objetivo de los cristianos sanos y saludables es la esperanza de alcanzar la madurez antes que la muerte se presente. Le diré, sin vacilación, que uno de los grandes objetivos de vida es crecer en madurez a medida que me vuelvo más viejo. Unas excelentes palabras grabadas en una lápida serían: “Aquí yace un hombre que se mantuvo creciendo a medida que seguía envejeciendo”. Madurar y envejecer necesitan ir de la mano. Pero tenga esto por seguro: la madurez es un proceso lento y penoso, pero vale la pena. En ciertas ocasiones Dios trae sufrimiento o dificultades a nuestra vida para que maduremos y desarrollemos paciencia, para que nos afirmemos en la voluntad de Dios. Tenemos dos alternativas cuando se presentan las dificultades: Podemos verlas como una intrusión, un atropello, o como una oportunidad para responder con obediencia concreta a la voluntad de Dios y con esa severa virtud que Santiago llama “paciencia.” La paciencia no es una resignación a regañadientes, ni un consentimiento pasivo, ni tener una actitud de queja constante. Es “una mejor y madura actitud en la misma dirección” a la voluntad de Dios.
Ser pacientes o esperar en Dios:
- Es mantenerse en la senda de la obediencia a pesar de todas las indicaciones o tentaciones a ir en otro sentido, o en una dirección contraria o distinta fuera de la voluntad de Dios.
- Es la tenaz determinación de buscar la santidad cuando las condiciones de la santidad no son favorables.
- Es la decisión, en medio de nuestro sufrimiento, de hacer aquello que Dios nos pidió que hiciéramos, lo que haya sido, y por todo el tiempo que Él nos pida que lo hagamos.
- Es elegir la decisión constante de ser agradecidos en toda situación, ocasión, pobreza, necesidad, riqueza, gozo o sufrimiento, por decir algunas cosas.
- Es esperar constantemente en la presencia de Dios, haciendo la voluntad de Dios, aún cuando las oraciones no son contestadas, aun cuando las fuerzas se han agotado.
Como escribió Oswald Chambers: “Elegir el sufrimiento no tiene sentido en absoluto; elegir hacer la voluntad de Dios en medio de nuestro sufrimiento es lo más sensato del mundo.”
¿Dónde se encuentra usted hoy? ¿Adónde le está conduciendo el viaje que está haciendo? Más importante aún, ¿qué opción ha elegido? ¿Está viendo su prueba como un atropello o como una oportunidad? ¿Está haciendo la voluntad de Dios? Si no está en la voluntad de Dios, decida retornar primero al Señor y luego al lugar donde Dios le llamó. Si no tiene fuerzas pida consejo a su pastor, a un buen amigo/a maduro y cristiano. Además haga el esfuerzo de no olvidar y recordar las lecciones de vida que ha aprendido, durante el tiempo que ha permanecido en la voluntad de Dios. Eso hará un cambio significativo en su vida. A medida que usted avance en edad, siga creciendo en madurez; y, en vez de simplemente leer sobre la vida de otros hombres y mujeres de Dios, comience a vivir esa clase de vida. Eso sería lo más sensato del mundo, ¿no le parece?
Escrito por: Charles R. Swindoll
Tres consejos que son la Voluntad de Dios y revolucionarán tu vida:
- Sea Bíblico, y permita que las Escrituras renueven todos los días su entendimiento. Romanos 12:1-2.... “que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta."
- Sea Santo en todo aquello que haga: 1 Tesalonicenses 4:3: pues la Voluntad de Dios es vuestra santificación;
- Sea Agradecidos en toda situación: 1 Tesalonicenses 5:18: “Dad gracias en todo, porque esta es la Voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús.
Dos ayudas claves para conocer la Voluntad de Dios:
1- Asegurarse que aquello que está pidiendo o considerando hacer, no sea algo que la Biblia prohíbe.
2 - Asegurarse que aquello que está pidiendo o considerando hacer, va a glorificar a Dios, y va a ayudarlo a usted a crecer espiritualmente.
Dios te ayude a caminar en sus caminos y andar en su preciosa voluntad.
Que disfrutes de un buen fin de semana.
“Otra vez fue y oró por segunda vez, y dijo: «Padre mío, si esta copa no puede pasar de mí sin que yo la beba, que se haga tu voluntad.” Mateo 26:42
Cristo, que gran ejemplo es para nuestra vida en la obedecer a la voluntad de Dios, aún cuando la misma implicaba sufrimiento. A medida que han transcurrido los años el hacer la voluntad de Dios me ha llevado a madurar, crecer y confiar más en Dios. Claro todo eso ha tenido un precio que en ciertas ocasiones no estaba dispuesto a pagar. Pero le digo: un gran objetivo de los cristianos sanos y saludables es la esperanza de alcanzar la madurez antes que la muerte se presente. Le diré, sin vacilación, que uno de los grandes objetivos de vida es crecer en madurez a medida que me vuelvo más viejo. Unas excelentes palabras grabadas en una lápida serían: “Aquí yace un hombre que se mantuvo creciendo a medida que seguía envejeciendo”. Madurar y envejecer necesitan ir de la mano. Pero tenga esto por seguro: la madurez es un proceso lento y penoso, pero vale la pena. En ciertas ocasiones Dios trae sufrimiento o dificultades a nuestra vida para que maduremos y desarrollemos paciencia, para que nos afirmemos en la voluntad de Dios. Tenemos dos alternativas cuando se presentan las dificultades: Podemos verlas como una intrusión, un atropello, o como una oportunidad para responder con obediencia concreta a la voluntad de Dios y con esa severa virtud que Santiago llama “paciencia.” La paciencia no es una resignación a regañadientes, ni un consentimiento pasivo, ni tener una actitud de queja constante. Es “una mejor y madura actitud en la misma dirección” a la voluntad de Dios.
Ser pacientes o esperar en Dios:
- Es mantenerse en la senda de la obediencia a pesar de todas las indicaciones o tentaciones a ir en otro sentido, o en una dirección contraria o distinta fuera de la voluntad de Dios.
- Es la tenaz determinación de buscar la santidad cuando las condiciones de la santidad no son favorables.
- Es la decisión, en medio de nuestro sufrimiento, de hacer aquello que Dios nos pidió que hiciéramos, lo que haya sido, y por todo el tiempo que Él nos pida que lo hagamos.
- Es elegir la decisión constante de ser agradecidos en toda situación, ocasión, pobreza, necesidad, riqueza, gozo o sufrimiento, por decir algunas cosas.
- Es esperar constantemente en la presencia de Dios, haciendo la voluntad de Dios, aún cuando las oraciones no son contestadas, aun cuando las fuerzas se han agotado.
Como escribió Oswald Chambers: “Elegir el sufrimiento no tiene sentido en absoluto; elegir hacer la voluntad de Dios en medio de nuestro sufrimiento es lo más sensato del mundo.”
¿Dónde se encuentra usted hoy? ¿Adónde le está conduciendo el viaje que está haciendo? Más importante aún, ¿qué opción ha elegido? ¿Está viendo su prueba como un atropello o como una oportunidad? ¿Está haciendo la voluntad de Dios? Si no está en la voluntad de Dios, decida retornar primero al Señor y luego al lugar donde Dios le llamó. Si no tiene fuerzas pida consejo a su pastor, a un buen amigo/a maduro y cristiano. Además haga el esfuerzo de no olvidar y recordar las lecciones de vida que ha aprendido, durante el tiempo que ha permanecido en la voluntad de Dios. Eso hará un cambio significativo en su vida. A medida que usted avance en edad, siga creciendo en madurez; y, en vez de simplemente leer sobre la vida de otros hombres y mujeres de Dios, comience a vivir esa clase de vida. Eso sería lo más sensato del mundo, ¿no le parece?
Escrito por: Charles R. Swindoll
Tres consejos que son la Voluntad de Dios y revolucionarán tu vida:
- Sea Bíblico, y permita que las Escrituras renueven todos los días su entendimiento. Romanos 12:1-2.... “que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta."
- Sea Santo en todo aquello que haga: 1 Tesalonicenses 4:3: pues la Voluntad de Dios es vuestra santificación;
- Sea Agradecidos en toda situación: 1 Tesalonicenses 5:18: “Dad gracias en todo, porque esta es la Voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús.
Dos ayudas claves para conocer la Voluntad de Dios:
1- Asegurarse que aquello que está pidiendo o considerando hacer, no sea algo que la Biblia prohíbe.
2 - Asegurarse que aquello que está pidiendo o considerando hacer, va a glorificar a Dios, y va a ayudarlo a usted a crecer espiritualmente.
Dios te ayude a caminar en sus caminos y andar en su preciosa voluntad.
Que disfrutes de un buen fin de semana.
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