AQUÍ EN LA
TIERRA NADA TENEMOS PORQUE SOMOS PEREGRINOS.
PEREGRINOS
SOMOS.
Por Carlos
Rey.
HAY MUCHOS
HERMANOS QUE NO ENTIENDEN LAS ORDENES DE DIOS.
La batalla
rugía con todo su furor. Los soldados avanzaban contra el enemigo. Al ponerse
el sol, la oscuridad los obligó a descansar hasta el día siguiente. Era
peligroso tratar de ganar más territorio de noche, así que el comandante de la
tropa ordenó que todos cavaran una trinchera. Cuando ya los demás habían
terminado, quedó un solo soldado que seguía cavando cada vez más hondo.
MUCHOS HACEN
LAS COSAS A SU MANERA Y NO COMO DIOS QUIERE.
El
comandante pensó que el joven soldado tal vez hubiera dado contra una piedra o
que le hubiera tocado un terreno más duro que el de sus compañeros. Pero cuando
vio que sacaba tierra suave y fresca, le preguntó:
OBEDECER
SIEMPRE HA SIDO LA MAYOR INSTRUCCIÓN.
—¿Acaso no
ha llegado a la profundidad necesaria?
NO ES LO QUE
YO PIENSO, ES COMO DIOS DICE.
—Sí —le
contestó el soldado—, pero prefiero que la trinchera quede bien honda y segura.
DIOS DEBE
REPETIRNOS CONTINUAMENTE SUS PALABRAS.
A lo que el
comandante replicó:
—Recuerde,
soldado, que no vamos a estar aquí más que una sola noche.
LAS
PRIORIDADES SON LAS PRIORIDADES.
Esta
anécdota nos hace reflexionar sobre la tendencia que muchos tienen a
profundizarse en las cosas de esta vida. Tanto es así que pareciera que fueran
a pasar toda una eternidad en esta tierra. No les cruza por la mente el que
seamos peregrinos. Se afianzan a todo lo que ofrece este mundo. Se aferran a
las cosas materiales. Se sujetan a esta tierra con ligaduras tan fuertes que
algunos, al tener que soltarlas por alguna tragedia o por alguna adversidad
económica, no soportan el cambio y deciden ponerle fin a su vida.
TESOROS EN
EL CIELO DICE JESUCRISTO.
A los que
tienen este sentir, y aun a los que no hemos llegado hasta ese extremo de
desesperación, nos conviene atender a estas sabias palabras de Jesucristo: «No
acumulen para sí tesoros en la tierra, donde la polilla y el óxido destruyen, y
donde los ladrones se meten a robar. Más bien, acumulen para sí tesoros en el
cielo, donde ni la polilla ni el óxido carcomen, ni los ladrones se meten a
robar. Porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón.... Busquen
primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas les serán
añadidas.»1
SOMOS
PEREGRINOS Y UN DÍA SALDREMOS AL ENCUENTRO CON CRISTO.
Lo cierto es
que sólo estamos de paso en esta tierra. Vamos rumbo a nuestro destino final.
La muerte no es un cese de actividades sino una transición. Ni constituye el
fin de la vida sino sólo un traslado a otra esfera. Si durante esta vida hemos
pensado únicamente en lo terrenal y no nos hemos reconciliado con Dios por el
único medio que Él ha provisto, que es su Hijo Jesucristo, entonces, cuando
pasemos a la otra vida, Cristo tendrá que decirnos: «Yo di mi vida por ti en la
lucha que libré por tu alma, pero tú no me reconociste. Por eso ahora no puedo
reconocerte a ti ante mi Padre aquí en el cielo.»2
SEÑOR GRACIAS
POR SU SUBLIME GRACIA Y PERDÓN.
En cambio,
si hemos reconocido a Cristo como nuestro único Salvador y hemos vivido como
peregrinos que anhelan una patria mejor, entonces Cristo nos reconocerá ante su
Padre y nos dará la bienvenida a la patria celestial que nos ha preparado.3
1
Mt
6:19-21, 33- 34:
19 No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el
orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan;
6:20 sino
haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde
ladrones no minan ni hurtan.
6:21 Porque
donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón.
6:33 Mas
buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os
serán añadidas.
6:34 Así
que, no os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su
afán. Basta a cada día su propio mal.
2 Mt 10:32‑33.
A cualquiera, pues, que me
confiese delante de los hombres, yo también le confesaré delante de mi Padre
que está en los cielos.
10:33 Y a
cualquiera que me niegue delante de los hombres, yo también le negaré delante
de mi Padre que está en los cielos.
Salmos 25:2: “Dios mío, en Ti confío; no sea yo avergonzado,
no se alegren de mí mis enemigos.”
¿Ha notado que ciertas personas se avergüenzan en los
restaurantes si inclina su rostro y menciona a Jesucristo al dar gracias por la
comida? Ellos se frotan la frente o acomodan sus cejas. ¿Alguna vez se ha preguntado
por qué se avergüenzan? Creemos que es porque no saben lo que se están
perdiendo al no conocer a Jesucristo. Verá, la salvación es un regalo
grandioso. Dios mandó a su Hijo a morir por nosotros. Él resucitó de entre los
muertos por nosotros. Él ascendió al cielo por nosotros. ¡Él regresará por
nosotros! ¿Cómo podemos avergonzarnos de esto?
La próxima vez que vaya a un restaurante, permita que su
oración por los alimentos sea una oportunidad para evangelizar a su amigo no
creyente.
3 He 11:13‑16. Conforme
a la fe murieron todos éstos sin haber recibido lo prometido, sino mirándolo de
lejos, y creyéndolo, y saludándolo, y confesando que eran extranjeros y
peregrinos sobre la tierra.
11:14 Porque
los que esto dicen, claramente dan a entender que buscan una patria;
11:15 pues
si hubiesen estado pensando en aquella de donde salieron, ciertamente tenían
tiempo de volver.
11:16 Pero
anhelaban una mejor, esto es, celestial; por lo cual Dios no se avergüenza de
llamarse Dios de ellos; porque les ha preparado una ciudad.
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