NO NIEGUES
TU FE POR FAVOR MANTENTE FIRME EN LO QUE CREES.
"NO
NIEGUES TU FE"
Y a
cualquiera que me niegue delante de los hombres, yo también lo negaré delante
de mi Padre que está en los cielos. - Mateo 10:33.
El rey
Nabucodonosor hizo una estatua de oro en la provincia de Babilonia que medía
veintisiete metros de altura y dos metros y medio de ancho, el momento de la
dedicación de dicha estatua su vocero proclamó lo siguiente: “¡Gente de todas
las razas, naciones y lenguas escuchen el mandato del rey !Cuando oigan tocar
la trompeta, la flauta, la cítara, la lira, el arpa, la zampoña y otros
instrumentos musicales, inclínense rostro en tierra y rindan culto a la estatua
de oro del rey Nabucodonosor. ¡Cualquiera que se rehúse a obedecer, será
arrojado inmediatamente a un horno ardiente!”.
A los pocos
días, unos hombres se presentaron ante el rey y denunciaron a Sadrac, Mesac y
Abed-nego, tres judíos que habían sido delegados por él para hacerse cargo de
los negocios de Babilonia, indicando que no cumplían con el decreto emitido,
pues se negaban a servir a sus dioses y no rendían culto a la estatua de oro
que él había levantado. Nabucodonosor muy molesto mandó a llamarlos y les
preguntó: - ¿Es cierto, que ustedes se rehúsan a servir a mis dioses y rendir
culto a la estatua de oro que he levantado? Les daré una oportunidad más para
inclinarse y rendir culto a la estatua que he hecho, si se niegan, serán
inmediatamente arrojados al horno ardiente y entonces, ¿qué dios podrá
rescatarlos de mi poder?. Sadrac, Mesac y Abed-nego contestaron: -Oh
Nabucodonosor, no necesitamos defendernos delante de usted. Si nos arrojan al
horno ardiente, el Dios a quien servimos es capaz de salvarnos. Él nos
rescatará de su poder; pero aunque no lo hiciera, deseamos dejar en claro que
jamás serviremos a sus dioses ni rendiremos culto a la estatua de oro que usted
ha levantado. Nabucodonosor se enfureció tanto que mandó a calentar el horno
siete veces más de lo habitual. Ordenó que algunos de los hombres más fuertes
de su ejército los ataran y arrojaran al horno ardiente totalmente vestidos.
Ya que el
rey, en su enojo, había exigido que el horno estuviera bastante caliente, las
llamas mataron a los soldados mientras arrojaban dentro a los tres hombres. De
esa forma Sadrac, Mesac y Abed-nego, firmemente atados, cayeron a las rugientes
llamas. De pronto, Nabucodonosor, lleno de asombro, se puso de pie de un salto
y exclamó a sus asesores: - ¿No eran tres los hombres que atamos y arrojamos
dentro del horno? -Sí, su majestad, así es -le contestaron. -¡Miren! -gritó
Nabucodonosor-. ¡Yo veo a cuatro hombres desatados que caminan en medio del
fuego sin sufrir daño! ¡Y el cuarto hombre se parece a un dios! Nabucodonosor
se acercó tanto como pudo a la puerta del horno en llamas y gritó: “¡Sadrac,
Mesac y Abed-nego, siervos del Dios Altísimo, salgan y vengan aquí!”. Entonces
los altos funcionarios y autoridades los rodearon y vieron que el fuego no los
había tocado. No se les había chamuscado ni un cabello, ni se les había
estropeado la ropa. ¡Ni siquiera olían a humo!. Y Nabucodonosor dijo: “¡Alabado
sea el Dios de Sadrac, Mesac y Abed-nego! Envió a su ángel para rescatar a sus
siervos que confiaron en él. Desafiaron el mandato del rey y estuvieron
dispuestos a morir en lugar de servir o rendir culto a otro dios que no fuera
su propio Dios. ¡No hay otro dios que pueda rescatar de esta manera!”.
Pues a sus
ángeles mandará acerca de ti, que te guarden en todos tus caminos. Salmo 91:11.
Este es otro
claro ejemplo del amor y la fidelidad de Dios por sus hijos, porque no permitió
que fueran avergonzados sino que utilizó esta circunstancia para que muchas
personas lo conocieran y otras reconocieran que solo Él es Dios y no hay otro
como Él.
En
determinados momentos tal vez nosotros también tengamos que elegir entre
confesar nuestra fe o negarla. Trae a tu memoria el gran sacrificio que Jesús
hizo por ti en la cruz de calvario y la promesa de salvación eterna que te
prometió, confiesa que Él es tu único Señor y Salvador, y al único que
servirás.
Recuerda, el
poder de Dios nunca te llevará donde su gracia no te proteja.
Autor(a).
Brisna Bustamante S.
Sub
Coordinadora Call Center.
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