viernes, 11 de agosto de 2017

NO NIEGUES TU FE POR FAVOR MANTENTE FIRME EN LO QUE CREES.

NO NIEGUES TU FE POR FAVOR MANTENTE FIRME EN LO QUE CREES.
"NO NIEGUES TU FE"
Y a cualquiera que me niegue delante de los hombres, yo también lo negaré delante de mi Padre que está en los cielos. - Mateo 10:33.
El rey Nabucodonosor hizo una estatua de oro en la provincia de Babilonia que medía veintisiete metros de altura y dos metros y medio de ancho, el momento de la dedicación de dicha estatua su vocero proclamó lo siguiente: “¡Gente de todas las razas, naciones y lenguas escuchen el mandato del rey !Cuando oigan tocar la trompeta, la flauta, la cítara, la lira, el arpa, la zampoña y otros instrumentos musicales, inclínense rostro en tierra y rindan culto a la estatua de oro del rey Nabucodonosor. ¡Cualquiera que se rehúse a obedecer, será arrojado inmediatamente a un horno ardiente!”.
A los pocos días, unos hombres se presentaron ante el rey y denunciaron a Sadrac, Mesac y Abed-nego, tres judíos que habían sido delegados por él para hacerse cargo de los negocios de Babilonia, indicando que no cumplían con el decreto emitido, pues se negaban a servir a sus dioses y no rendían culto a la estatua de oro que él había levantado. Nabucodonosor muy molesto mandó a llamarlos y les preguntó: - ¿Es cierto, que ustedes se rehúsan a servir a mis dioses y rendir culto a la estatua de oro que he levantado? Les daré una oportunidad más para inclinarse y rendir culto a la estatua que he hecho, si se niegan, serán inmediatamente arrojados al horno ardiente y entonces, ¿qué dios podrá rescatarlos de mi poder?. Sadrac, Mesac y Abed-nego contestaron: -Oh Nabucodonosor, no necesitamos defendernos delante de usted. Si nos arrojan al horno ardiente, el Dios a quien servimos es capaz de salvarnos. Él nos rescatará de su poder; pero aunque no lo hiciera, deseamos dejar en claro que jamás serviremos a sus dioses ni rendiremos culto a la estatua de oro que usted ha levantado. Nabucodonosor se enfureció tanto que mandó a calentar el horno siete veces más de lo habitual. Ordenó que algunos de los hombres más fuertes de su ejército los ataran y arrojaran al horno ardiente totalmente vestidos.
Ya que el rey, en su enojo, había exigido que el horno estuviera bastante caliente, las llamas mataron a los soldados mientras arrojaban dentro a los tres hombres. De esa forma Sadrac, Mesac y Abed-nego, firmemente atados, cayeron a las rugientes llamas. De pronto, Nabucodonosor, lleno de asombro, se puso de pie de un salto y exclamó a sus asesores: - ¿No eran tres los hombres que atamos y arrojamos dentro del horno? -Sí, su majestad, así es -le contestaron. -¡Miren! -gritó Nabucodonosor-. ¡Yo veo a cuatro hombres desatados que caminan en medio del fuego sin sufrir daño! ¡Y el cuarto hombre se parece a un dios! Nabucodonosor se acercó tanto como pudo a la puerta del horno en llamas y gritó: “¡Sadrac, Mesac y Abed-nego, siervos del Dios Altísimo, salgan y vengan aquí!”. Entonces los altos funcionarios y autoridades los rodearon y vieron que el fuego no los había tocado. No se les había chamuscado ni un cabello, ni se les había estropeado la ropa. ¡Ni siquiera olían a humo!. Y Nabucodonosor dijo: “¡Alabado sea el Dios de Sadrac, Mesac y Abed-nego! Envió a su ángel para rescatar a sus siervos que confiaron en él. Desafiaron el mandato del rey y estuvieron dispuestos a morir en lugar de servir o rendir culto a otro dios que no fuera su propio Dios. ¡No hay otro dios que pueda rescatar de esta manera!”.
Pues a sus ángeles mandará acerca de ti, que te guarden en todos tus caminos. Salmo 91:11.
Este es otro claro ejemplo del amor y la fidelidad de Dios por sus hijos, porque no permitió que fueran avergonzados sino que utilizó esta circunstancia para que muchas personas lo conocieran y otras reconocieran que solo Él es Dios y no hay otro como Él.
En determinados momentos tal vez nosotros también tengamos que elegir entre confesar nuestra fe o negarla. Trae a tu memoria el gran sacrificio que Jesús hizo por ti en la cruz de calvario y la promesa de salvación eterna que te prometió, confiesa que Él es tu único Señor y Salvador, y al único que servirás.
Recuerda, el poder de Dios nunca te llevará donde su gracia no te proteja.
Autor(a). Brisna Bustamante S.

Sub Coordinadora Call Center.

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