Antes de llegar a ser emperador, atravesó los Alpes con sus tropas rumbo a España. Allí se encontró con unos montañeses que acaloradamente disputaban sobre quién ejercía autoridad sobre cierta aldea. Los ayudantes del general se rieron a carcajadas de aquella contienda por considerarla insignificante. Pero el futuro caudillo de Roma les cortó la mofa con estas palabras: «No os burléis; también yo preferiría ser cabeza en esta aldea que brazo en Roma.» De allí el refrán que dice: «Más vale ser cabeza de ratón que cola de león.»1
Si bien no nos sorprende que Julio César prefiriera ser un pez gordo a ser uno de tantos, es de veras sorprendente la actitud de Jesucristo en cuanto a eso. A diferencia del césar, el Hijo de Dios, que es Señor de señores y Rey de reyes,2 escoge la vía de mayor resistencia y de menor importancia. Ya es cabeza de león, incluso ostenta el título de «León de Judá»,3 cuando opta por ser cola de ratón. El Hijo de Dios tiene las opciones de ser cabeza o cola de león o de ratón, cualquiera de las cuatro, es decir, de seguir siendo Rey del universo, o de ser uno de los ángeles del cielo, o príncipe de este mundo o un simple mortal, ¡y sin embargo prefiere ser cola de ratón! ¿Acaso no es eso lo que escoge cuando se hace hombre y habita entre nosotros?4
Es a eso precisamente a lo que se refiere San Pablo cuando nos dice que nuestra actitud debe ser como la de Jesucristo.5 Él sabe que va en contra de nuestra naturaleza humana, que se parece a la de Julio César, pues opta más bien por ser cabeza y no cola cuando se le da la oportunidad de escoger. Tanto es así que a los discípulos más allegados a Cristo les costó mucho trabajo aprender esa lección.
En cierta ocasión los dos hermanos Jacobo y Juan tuvieron el atrevimiento de pedirle a Jesús que les concediera que en su reino uno de ellos se sentara a su derecha y el otro a su izquierda. Los otros diez discípulos, desde luego, al oír semejante petición se indignaron contra ellos. Jesús aprovechó la ocasión para decirles a todos: «Como ustedes saben, los que se consideran jefes de las naciones oprimen a los súbditos, y los altos oficiales abusan de su autoridad. Pero entre ustedes no debe ser así. Al contrario, el que quiera hacerse grande entre ustedes deberá ser su servidor, y el que quiera ser el primero deberá ser esclavo de todos. Porque ni aun el Hijo del hombre vino para que le sirvan, sino para servir y para dar su vida en rescate por muchos.»6
En otras palabras y a modo de refrán, a diferencia de Julio César, Cristo nos enseña que «el que quiera ser cabeza de león, más vale que se haga cola de ratón». Porque es mediante el servicio que se obtiene el mayor beneficio posible en esta vida.
1Luis Junceda, Del dicho al hecho (Barcelona: Ediciones Obelisco, 1991), p. 58.
2Ap 17:14
3Ap 5:5
4Jn 1:14; Fil 2:6-11
5Fil 2:5
6Mr 11:35-45
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