domingo, 9 de octubre de 2011

TODOS CONTRA TODOS 1,2,3,4,5

TODOS CONTRA TODOS 1
A finales del año pasado fui a una Iglesia y al terminar la predicación se me acercó un hombre y me preguntó: “¿Sabes cual es la mejor forma de esconder un árbol?”. La pregunta era rarísima. Pensé que se trataba de alguien medio raro, por lo que no le presté mucha atención y le contesté algo así como “bueno… hay muchas formas”. Él, sin importarle mi falta de interés a su pregunta, me dijo: “La mejor forma de esconder un árbol es ponerle un bosque alrededor”. Yo, aun desconcertado, le dije: “Ah sí, sí… es verdad”.
Pero cuando me fui a dormir me acordé de la pregunta y respuesta de este hombre: ”La mejor forma de esconder un árbol es ponerle un bosque alrededor”. De pronto vi que no se trataba de ninguna frase desconectada ni extraña. Mas bien Dios me había hablado.
“La mejor forma de esconder un árbol es ponerle un bosque alrededor”.
En la historia
Lo vemos en la historia de la Iglesia. Cada vez que Dios ha hablado o hecho algo, el diablo se ha movido paralelamente. Para cada trigo de Dios, Satanás ha sembrado su cizaña (Mateo 13:37-43). En el Nuevo Testamento encontramos la obra de Jesús, el Espíritu Santo y el evangelio. Pero también nos sorprende que Iglesias como la de Corinto le daban la bienvenida a “otro Jesús”, “otro Espíritu” y “otro evangelio” (2 Corintios 11:4).
Hace unos años hablé con un hombre que Dios había usado fuertemente para reedificar cierto aspecto de la Iglesia. Yo había sido testigo de cuánto bien nos había hecho su trabajo en el Señor. Pero de la misma manera también era yo testigo de cómo, ciertas personas, usando esas mismas verdades, habían transformado todo aquello en un show. Le pregunté si creía que Dios había obrado en ese tiempo. Su respuesta me desconcertó: “Aun no lo sé”.
Siempre que Dios está obrando en algo, el diablo comienza a sembrar sustitutos, símiles, parecidos, excesos, abusos, medias verdades, cizañas que terminen desacreditando y debilitando esa gracia y verdad que Dios está sembrando en Su Iglesia. Mientras Dios entregaba al Cristo para Salvación, el diablo lanzaba a sus falsos Cristos al mundo: Teudas y Judas el galileo (Hechos 5:36,37).
No te confundas
¿Estoy diciendo que Dios se ve impotente ante los sustitutos del diablo? ¡No! “Lo que hago yo, ¿quién lo estorbará?” (Isaías 43:13). Es Dios mismo quien permite esto para un propósito mayor. Jesús dijo claramente: “Es necesario que vengan tropiezos” (Mateo 18:7). Sólo la fe genuina permanece a través de todos los obstáculos (Mateo 13:18-23; Santiago 1:2,3).
Seamos sabios
Pero también debemos ser sabios y, “para que Satanás no gane ventaja alguna sobre nosotros”, no debemos ignorar “sus maquinaciones” (2 Corintios 2:11).
Hace algunos años, Dios comenzó a advertir a Su Iglesia sobre cómo ciertos hombres estaban enseñando mentiras de este mundo haciendolas pasar como verdades bíblicas. Y no solo habían logrado hacerse muy famosos, sino realmente ricos. Y muy lejos de avergonzarse por esto, ellos le enseñaban a los demás (y aun lo hacen) a que todos pueden lograrlo también. Y a esto lo llaman “ministerio”. El Señor habló claramente de que esto no tenía nada que ver con él, y que debía ser confrontado. Fue una obra de Dios para despertar a Su Iglesia a la santidad y el regreso a Su Palabra.
Pero el diablo rápidamente plantó su bosque alrededor. Todo eso fue llevado a un extremo y abuso. Y si nos descuidamos y no abrimos bien los ojos, vamos a dejar que el bosque se vea más que el precioso árbol plantado por Dios.

TODOS CONTRA TODOS 2

¡Cuanta misericordia de Dios hay en que él nos limpie día a día!

Cuando el Señor abrió nuestros ojos, al menos un poco, y comenzamos a darnos cuenta que él demandaba más santidad y fidelidad a Su Palabra en la Iglesia de hoy, fue ni más ni menos que por Su gracia. Muchos fuimos confrontados, y con la misma palabra de exhortación, exhortamos a otros. Dios estaba obrando. Y seguramente el Señor sigue usando a muchos en esa tarea.

Pero de pronto, casi sin darnos cuenta, esto se transformó en una bonita guerra de ‘todos contra todos’ donde la unidad con cualquier hermano parece ser imposible ya que cada uno, al instante de conocerlo, saca su kilométrica lista de ‘verdades irreconciliables’, para decirte que si no estás de acuerdo él volverá por donde vino. ¿Qué fue lo que pasó? Creo ver algunas causas y, por si les sirven, las voy a ir describiendo en los siguientes artículos:

No es lo mismo

De “contender ardientemente por la fe” (Judas 3) se pasó, como si fuera lo mismo, a un “contender sobre opiniones” (Romanos 14:1). Pero hay una diferencia enorme entre luchar las peleas de Dios por verdades fundamentales de la Palabra, y comenzar a discutir con todo el mundo defendiendo nuestras opiniones personales sobre tal o cual cosa.

Pablo explicó claramente a la Iglesia en Roma que existen los hermanos débiles en la fe. Él no se refería, en este caso, a personas que en medio de las dificultades flaquean. ¡No! Él hablaba de personas inmaduras que consideran sus propias opiniones como “la verdad de Dios” ¡Y cuídate de no estar de acuerdo con ellos! ¡Si transgredes una de sus leyes eres un ‘apóstata’ y un ‘hereje’!

Por esto Pablo escribió: “Recibid al débil en la fe, pero no para contender sobre opiniones” (Romanos 14:1). En aquella época muchos tenían sus propias opiniones acerca de qué debían comer y qué no, qué días debían guardar para esto y para aquello y cuáles no. Y canonizaban sus propias opiniones de tal manera que ¡cuidadito con cruzarte en su camino!

Romanos 14:2-6: “Porque uno cree que se ha de comer de todo; otro, que es débil, come legumbres. El que come, no menosprecie al que no come, y el que no come, no juzgue al que come; porque Dios le ha recibido. ¿Tú quién eres, que juzgas al criado ajeno? Para su propio señor está en pie, o cae; pero estará firme, porque poderoso es el Señor para hacerle estar firme. Uno hace diferencia entre día y día; otro juzga iguales todos los días. Cada uno esté plenamente convencido en su propia mente. El que hace caso del día, lo hace para el Señor; y el que no hace caso del día, para el Señor no lo hace. El que come, para el Señor come, porque da gracias a Dios; y el que no come, para el Señor no come, y da gracias a Dios“.

Así, sin duda, nos sucede muchas veces. No solamente con la comida o sobre ciertos días. Cuántas opiniones personales andan por ahí dando vueltas y transformando a la iglesia en un campo de batalla feroz. Ya no solo hablamos de congregaciones que se creen dueñas únicas de la verdad, sino que cada uno, porque ha leído no sé qué libro, ha visto tal video por internet o recibido una supuesta revelación sobre un versículo, cree que él es el mesías salvador de la Iglesia de hoy. Él ha encontrado justo ‘esa verdad sobre las cosas que a la Iglesia no la dejan ser lo que Dios quiere’. Él es el que tiene la pieza clave, el engranaje fundamental, el secreto mejor guardado que, al ser aplicado, solucionará todos los problemas del cristianismo actual.

Una nueva opinión personal

Pero al escucharlo, lleno de tal celo que tu vida corre peligro si lo contradices, finalmente no encuentras que no se trata más que de una nueva lista de opiniones personales. Opiniones que terminan, casi todas, siendo ridículas por cuanto provienen de alguien que es como un mero espectador en un partido de fútbol, y no como el que suda la camiseta en el campo de juego. Desde afuera todos gritan qué es lo que debe hacer el jugador o lo que tendría que haber hecho. Mas al estar adentro todo cambia.

¡Qué fácil es sentarse delante de una computadora y opinar como experto! He aquí un prototipo de algún diálogo de estos, perdido en el ciberespacio:

Licenciado opinólogo:

- ¿Eclesiología? Ah sí, la Iglesia debe ser así y así.
– ¿Evangelización? Huy, sí, la forma de ganar almas es esta y esta otra.
– ¿Temas pastorales? Ja, son mis preferidos. Dame 5 minutos y te explico la forma bíblica de pastorear.

Hermano desprevenido:

- Ay, qué lindo hermano. ¡Qué interesante haberlo conocido! Una pregunta: ¿qué hace usted para el Señor?

Licenciado opinólogo:

- Ah… ¿qué hago para el Señor? Bueno, mi trabajo secular no me deja mucho tiempo… pero el Señor sabe.

Él jamás ha hecho nada. No tiene experiencia y todas sus opiniones han nacido simplemente de haber leído no se qué y de haber visto no sé cuánto. Nunca ha puesto en práctica nada de eso. Pero él cree tener cada punto en la ‘i’ correcta. Él olvidará gustoso que Santiago 1:19 dice: “todo hombre sea pronto para oír y tardo para hablar”, y hablará y hablará. No habrá puesto el hombro en la mies del Señor nunca, pero ¡ay, cómo castigará con su más alto ‘celo santo’ cualquier error de aquellos que sí han puesto sus manos en el arado (sean hermanos o sean lobizones disfrazados)!. Otras veces él estará seguro de que tal Iglesia ha cometido el ‘pecado imperdonable’, pero se tratará de una triste mezcla de más de sus opiniones y de su propia inmadurez. Él nunca es parte del equipo que deja su vida en el campo. Pero ¡qué simpatizante más exigente! ¿Verdad?

Un buen remedio para cuando nos transformamos en ‘licenciados opinólogos’ es que pongamos en práctica nuestra fe. Haz algo. Vive tu fe. Pon en práctica tus opiniones personales. Allí verás cuanto de lo que hablabas era opinión gratuita y cuanto era la verdad de Dios. Y luego enseña con la base sólida de estarlo viviendo. Así, muchas de mis opiniones, fueron aniquiladas. Otras, seguramente, esperan su sepultura.

En la tercera parte seguiremos, si el Señor lo permite, hablando un poco más sobre la diferencia entre contender por la fe y contender sobre opiniones.

TODOS CONTRA TODOS 3
En la segunda parte de “Todos contra todos” vimos cómo muchas veces transformamos opiniones personales en una verdad que defendemos de tal manera que cualquiera que la ponga en duda corre peligro de ser quemado en nuestra hoguera.
Estamos bien.
Hace poco un hermano enseñaba sobre la historia de David y Goliat. Cuando comenzó a leer el encuentro de David con sus hermanos en el campo de batalla vi algo que antes no me había dado cuenta.
David estaba muy tranquilo cuidando ovejas, pero Isaí, su padre, le mandó que vaya al campo de batalla para llevarle provisión a sus hermanos y ver cómo estaban (1 Samuel 17:17,18). Cuando llega David al lugar donde supuestamente se estaba librando la guerra, se lleva una gran sorpresa: nadie estaba peleando ninguna guerra. Un gigante llamado Goliat aparecía día tras día delante del campamento de Israel diciendo: “Escoged de entre vosotros un hombre que venga contra mí. Si él pudiere pelear conmigo, y me venciere, nosotros seremos vuestros siervos; y si yo pudiere más que él, y lo venciere, vosotros seréis nuestros siervos y nos serviréis” (1 Samuel 17:8,9). Esto lo había hecho por 40 días, y nadie hacía nada. Incluidos, por supuesto, los hermanos de David. Todos miraban asustados como este gigantón se burlaba de ellos.
Tal vez esperarían que en el trayecto, una de esas mañanas, al ir al encuentro del campamento de Israel, se tropiece descuidadamente y al caer se rompa la cabeza con una piedra. Quizás lo vieron poco vestido y pensarían en la posibilidad de que agarre frío y una pulmonía repentina lo saque fuera de combate. Hasta podemos imaginar a todo Israel orando con voz temblorosa: “Señor haz algo. Señor haz algo”.
En el transcurso de todo aquello encuentra por fin David a sus hermanos y cumpliendo con el mandato de su padre, dice 1 Samuel 17:22 que “preguntó por sus hermanos, si estaban bien”. Mas, ¿y cómo van a estar? Obviamente bien: ¡si no habían hecho nada!. Su tarea era estar peleando las batallas del Señor pero en su lugar estaban bien escondiditos esperando que un viento frío soplara sobre Goliat. La pregunta estaba un poco de más ¿no? Sin duda ellos estaban bien, sanos y salvos…. y de seguro hasta descansaditos. No habían hecho nada.
¿Y? ¿Fue difícil?
Esto me hace recordar una historia que escuché hace muchos años.
Un hombre estaba evangelizando en un pueblo y comenzó a predicarle a un joven. Éste escuchó el evangelio y decidió seguir a Cristo. Cuando el hombre le preguntó a qué se dedicaba, el joven respondió que trabajaba en las minas. El evangelista le dijo: “Uh, quiero advertirte algo. Los mineros de este lugar son hombres duros. De seguro, cuando se enteren de que ahora eres cristiano, se van a burlar de ti y hasta es posible que tengas problemas con ellos”. El joven le agradeció mucho y se fue a trabajar. A los meses el hombre estaba evangelizando nuevamente en ese pueblo y de pronto se encontró otra vez con el joven minero que había entregado su vida a Cristo. En cuanto se vieron, el joven comenzó a contarle como su vida había cambiado. El evangelista se alegró mucho. Y luego éste le preguntó: “¿y fue difícil vivir tu fe entre los mineros? ¿Se burlaron? ¿Se pusieron violentos contigo?”. A lo que el joven minero respondió con mucha alegría: “No, no, estoy muy bien ¡ni se dieron cuenta de que soy cristiano!”.
Soberbia y la malicia de tu corazón
Igual con los hermanos de David. Ellos estaban perfectamente bien. No habían hecho nada. Pero, he aquí algo más que interesante: Luego de preguntarle a sus hermanos cómo están, David dice: ” ¿quién es este filisteo incircunciso, para que provoque a los escuadrones del Dios viviente?” (1 Samuel 17:26). Él, aunque apenas es un jovencito, decide ir a pelear contra este filisteo. Y a los hermanos, al darse cuenta de esto, de pronto ¡les viene un precioso ‘celo santo’! Ellos no habían hecho absolutamente nada. Pero eso sí: para criticar con todo fervor, nadie como ellos. Y le dicen a David: “¿Para qué has descendido acá? ¿Y a quién has dejado aquellas pocas ovejas en el desierto? Yo conozco tu soberbia y la malicia de tu corazón, que para ver la batalla has venido” (1 Samuel 17:28).
¡De pronto los hermanos de David eran expertos en reclamar responsabilidad al joven y hasta podría parecer que tienen don de discernimiento!
Cómo termina la historia, ya lo sabes. David no tenía tiempo para opiniones. Él les responde: “¿no es esto, mero hablar?” (1 Samuel 17:28). En vez de iniciar un debate por internet sobre opiniones, simplemente fue, le cortó la cabeza al gigante, con su ejemplo les dijo: “así se hace”, y se volvió a su casa.
Hermano: todo eso que dices que la Iglesia debe hacer, sal y hazlo. Ve a los hospitales, predica el evangelio, entrega tu vida, pon en práctica lo que crees que se debe hacer, ejerce tu ministerio, ama a los imposibles de amar, sé integro, toma responsabilidades, experimenta lo que es que en la intensidad de la batalla las fuerzas desaparezcan. Lo que sea que hayas demandado a los demás, sal y hazlo. ¿Cometerás errores? Sí, sí, seguro que muchos pero:
a) Así se aprende.
b) Ahí te darás cuenta por qué razón otros cometen errores: porque no solo opinaron sobre lo que los demás deberían hacer.
Hermano: enséñanos con tu ejemplo como David.
En la cuarta parte seguiremos, si el Señor lo permite, hablando más sobre la diferencia entre ‘contender por la fe’ y ‘contender sobre opiniones’.

TODOS CONTRA TODOS 4

En esta cuarta parte veremos algunos ejemplos de esas opiniones personales en nuestro campo de batalla.

¡Huye de la hoguera!
A veces me sorprende la seguridad de ciertas personas al afirmar y asegurar su opinión sobre ciertos temas. En algunos casos, abordan discusiones que llevan cientos y cientos de años y a las que muchos hombres han dedicado su vida estudiando seriamente las pruebas, los datos, los idiomas originales, los contextos culturales, sin llegar a ponerse de acuerdo. Pero de pronto estos hermanos, por la lectura de algún artículo en internet o de algún librito explicativo, resulta que ya lo ven con la máxima claridad. Y no sólo eso, sino que ahora corres el riesgo de que, cuando se alejen de ti, te condenen como ‘el nuevo apóstata’ por no ver el asunto con la misma claridad que ellos.

Por supuesto, y nuevamente lo digo, no me refiero a doctrinas bíblicas fundamentales, ni a conductas claramente condenadas en la Palabra de Dios. ¡No!

Tres en uno.
El diablo ha dado vueltas alrededor de nuestro campamento y ha encontrado una manera muy eficaz de debilitarnos. Y en muchísimos casos su gran táctica ha sido la distracción, la división y el inflar nuestro bonito orgullo. Y estos tres han trabajado como una sola herramienta en su mano. De esta manera perdemos cualquier cantidad de tiempo y esfuerzo en temas que no sólo no son centrales y provechosos para nuestra fe, sino que nos van dividiendo en más y más interminables facciones. Y todo esto para alegría y alabanza de nuestro orgullo.

¿Adán tenía ombligo?
Hace muchos años escuché que alguien contaba en tono de broma acerca de una Iglesia que estaba muy unida y esforzándose en su trabajo para el Señor. Hasta que a algún hermano con sueños de “licenciado en divinidades” se le ocurrió preguntar: “Oigan, ¿y Adán tenía ombligo?”. Ya sabes, el ombligo es la marca de que algún día estuviste unido a tu madre en su vientre. Adán no estuvo en el vientre de nadie. Fue creado directamente por el Señor.

De pronto en la Iglesia hubo un gran silencio y caras de preocupación. Hasta que un hermano se acomodó su corbata, subió con mucha seguridad al púlpito y aseguró: “Hermanos, les ruego que no pongan en duda la Palabra de Dios. Tenemos la total certeza de que Adán tenía ombligo”. Para esto alguien que había leído cuanto libro encontró sobre la época de la Reforma y deseoso de constituir una nueva revolución espiritual, gritó: “¡Hey, alto! ¡Eso es blasfemia! Ya lo dijo Lutero, ‘a menos que se me convenza por las Escrituras y por la razón misma, no puedo ni quiero retractarme’. Adán-no-tenía- ombligo”. Vivieron así por dos años sumamente duros hasta que finalmente se produjo lo ineludible: la gran división de los ‘ombliguistas’ y los ‘no ombliguistas’.

Al poco tiempo los ‘ombliguistas’ disfrutaron de lo que ellos llamaban la bendición de Dios por haber estado dispuestos de luchar por la verdad y haberse librado de los aborrecibles ‘herejes’. Pero mientras estaban muy gustosos en una de sus reuniones agradeciendo el no ser como los otros ‘rebeldes’, a un hermano, que recientemente había terminado un estudio extenso sobre si es bíblico el uso de zapatillas, se le ocurrió una gran pregunta: “escúchenme en el nombre de la santísima verdad por favor: ¿el ombligo de Adán era hacia afuera o hacia adentro?”. Aquel día inolvidable se produjo una gran batalla que desembocó en una nueva división: los ‘ombliguistas adentristas’ de los ‘ombliguistas afueristas’.

Ridículo ¿no?
Tal vez parezca ridículo o exagerado. Pero creo que el ejemplo nos puede ayudar a tener cuidado.

Cuando algo te está distrayendo de las verdades esenciales del evangelio, de los mandatos claros de la Palabra por los que un día ciertamente darás cuentas: ¡cuidado! Cuando crees que Dios te está hablando algo que no le ha hablado a nadie en los últimos dos mil años: ¡cuidado! Todas las sectas comenzaron con un ‘gran iluminado’ viendo algo nuevo que nadie más había visto. Y mira cómo le fue a Satanás por huir de la humildad. Cuando lo primero que hablas al encontrarte con algún hermano que acabas de conocer es sobre tus grandes revelaciones sobre tal o cual tema o si enseguida le preguntas si hacen no sé qué cosa que tu Iglesia sí hace y el resto no: ¡cuidado!

Hace unos años conocí a un joven que cada vez que se acercaba a alguien de otra congregación le preguntaba: “¿Quién mató a Jesús?”. Todos respondían o “los romanos” o “los judíos”. A lo que él les decía velozmente: “No: fue Dios quién mató a Jesús”. Este joven había visto un video de Paul Washer que hablaba sobre esto, y por ello, al preguntar y afirmar esto, se sentía un gran erudito en la cúspide del conocimiento.

¿Tú, al acercarte a un cristiano, buscas enseguida ese tema que hace aplaudir a tu orgullo?

Más santo que tú.
Tenemos divisiones de todo tipo y cada uno dice que la unidad con los otros es imposible debido a que ese tema que los separa es ineludible y fundamental.

Unos dicen que es pecado que la mujer use pantalón porque Deuteronomio 22:5 dice: “No vestirá la mujer traje de hombre, ni el hombre vestirá ropa de mujer; porque abominación es a Jehová tu Dios cualquiera que esto hace”. Pero la pregunta es: ¿Qué es lo que marca que una ropa es de hombre o de mujer? En la época de Jesús los hombres no usaban pantalón. En Escocia cierto tipo de falda es una ropa tradicional del rudo escocés. Jesús usaba túnica. Pero había túnicas de mujer y túnicas de hombre. ¿No puede haber hoy en día pantalones de mujer y pantalones de hombre?

Uso este ejemplo pero hay miles.

Unos dicen que la Iglesia debe reunirse en casas y el que lo hace en un local de reunión está fuera de la forma en que se hacía en el Nuevo Testamento (Romanos 16:5; Filemón 1:2), olvidándose que también se reunían en el templo (Hechos 2:46; 5:42). Y al conocerlos sin apenas saber tu nombre te preguntarán: “¿Dónde se reunían los primeros cristianos?” Por el otro lado están los que si te reúnes en una casa dirán que eso no es una Iglesia, olvidándose los otros versículos.

Otros no tolerarán que uses un nombre para la Iglesia y dirán que Pablo prohibió eso en 1 Corintios 3:4. Mientras, se llenan la boca diciendo que ellos son los únicos cristianos verdaderos ya que dicen no tener denominación. Sin darse cuenta que justamente lo que Pablo condenaba en 1 Corintios era el sectarismo y el envanecimiento de creerse el grupo superior al resto: “aún sois carnales; pues habiendo entre vosotros celos, contiendas y disensiones, ¿no sois carnales, y andáis como hombres?” (1 Corintios 3:2).

De tal manera los Corintios se creían parte del grupo de los súper espirituales que creían que ya no necesitaban al mismo Pablo: “Pero esto, hermanos, lo he presentado como ejemplo en mí y en Apolos por amor de vosotros, para que en nosotros aprendáis a no pensar más de lo que está escrito, no sea que por causa de uno, os envanezcáis unos contra otros. Porque ¿quién te distingue? ¿o qué tienes que no hayas recibido? Y si lo recibiste, ¿por qué te glorías como si no lo hubieras recibido? Ya estáis saciados, ya estáis ricos, sin nosotros reináis. ¡Y ojalá reinaseis, para que nosotros reinásemos también juntamente con vosotros!” (1 Corintios 4:6-8).

Interminable.
Así podríamos seguir con una lista interminable. Cada uno con sus opiniones, conjeturas, ideas preconcebidas, doctrinas supuestamente no negociables formadas con medio versículo. Cosas que nos pueden hacer sentir muy santos, espirituales y orgullosos de haber alcanzado la nube de un gran conocimiento, de ser parte del grupo selecto del Señor.

Pero la pregunta que debemos hacernos es: la batalla que libramos ¿es la guerra por las verdades fundamentales de la Palabra de Dios, o es una triste consecuencia de nuestro orgullo e inmadurez? Eso que afirmas con tanta seguridad al punto de arriesgarte a causar daño al cuerpo de Cristo ¿está basado claramente en la Palabra de Dios, o es tu opinión? ¿Tu orgullo cuando mencionas tal o cual tema se eleva por las nubes?

¿Un consejo?
Alejate de las distracciones del diablo, deja las discusiones que solo inflan tu ego y destruyen: “Mas evita profanas y vanas palabrerías, porque conducirán más y más a la impiedad” (2 Timoteo 2:16). Y concéntrate más bien en lo que sea genuinamente útil para tu fe y para la de otros: “cómo nada que fuese útil he rehuido de anunciaros y enseñaros, públicamente y por las casas” (Hechos 20:20).

Insiste en lo que estás seguro que es provechoso: “Recuérdales esto, exhortándoles delante del Señor a que no contiendan sobre palabras, lo cual para nada aprovecha, sino que es para perdición de los oyentes” (2 Timoteo 2:14). “Pero desecha las cuestiones necias e insensatas, sabiendo que engendran contiendas” (2 Timoteo 2:23).

Oro con todo mi corazón que podamos entender de verdad el consejo de Pablo a Timoteo: “Pues el propósito de este mandamiento es el amor nacido de corazón limpio, y de buena conciencia, y de fe no fingida, de las cuales cosas desviándose algunos, se apartaron a vana palabrería, queriendo ser doctores de la ley, sin entender ni lo que hablan ni lo que afirman“ (1 Timoteo 1:5-7).

TODOS CONTRA TODOS 5

Cuán necesario es contender ardientemente por la fe (Judas 3), guardarse de los falsos profetas (Mateo 7:15) y exhortar con toda paciencia y doctrina (2 Timoteo 4:2).

Pero cuan necesario también es saber distinguir entre los que están vestidos de ovejas (Mateo 7:15) y las ovejas genuinas (Juan 10:27).

Es equivocado y además realmente peligroso actuar o reaccionar de la misma manera con los dos. La Palabra de Dios nos exhorta con toda claridad a entender la diferencia. Fallar en esto, puede traer enormes consecuencias.

Por tratar como a ovejas a los que están vestidos de ovejas, muchos lobos destruyen congregaciones enteras con sus delirios (1 Timoteo 6:3,4), fábulas (2 Timoteo 4:3,4) y doctrinas de demonios (1 Timoteo 4:1). En muchos casos nadie hace nada porque Jesús dijo “no juzguéis” (Mateo 7:1). Mientras Jesús, en ese mismo pasaje dijo “No deis lo santo a los perros, ni echéis vuestras perlas delante de los cerdos, no sea que las pisoteen, y se vuelvan y os despedacen” (Mateo 7:6). De manera que con los que están vestidos de ovejas y no son ovejas, debemos tener mucho cuidado y conocerles por sus frutos (Mateo 7:15-20).

Pero cuando tratamos a las ovejas del Señor como si fueran lobos vestidos de ovejas también cometemos un grave error. Nuestra actitud debe ser muy diferente con nuestros hermanos.

Diferencias
Entonces, es muy importante saber distinguirlos.

Un falso maestro (2 Pedro 2:1), un falso hermano (Gálatas 2:4), no sólo comete errores, sino que vive en el error. “El que practica el pecado es del diablo” (1 Juan 3:8).

Por el contrario, el nacido de nuevo, se equivoca, puede tropezar, pero no puede llevar una vida practicando el pecado: “Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios” (1 Juan 3:9). Y aún cuando se equivoca, se ve la obra de Dios en su arrepentimiento genuino: “Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad” (1 Juan 1:8,9).

El vestido de oveja, al paso de los años, sigue carente de frutos buenos, por la sencilla razón de que “no puede el árbol malo dar frutos buenos” (Mateo 7:18). No hay un cambio en su vida, sino un triste repetir y repetir lo mismo. Su carácter constante a lo largo del tiempo, sus hábitos, sus invencibles prácticas de pecado y su rebeldía, hablan claramente de que todo su cristianismo es falso.

Por el contrario, en el que ha nacido de Dios (1 Juan 3:9), se ve la obra inimitable del Espíritu, la limpieza del Labrador: “todo aquel que lleva fruto, lo limpiará, para que lleve más fruto” (Juan 15:2). Su vida solo se puede explicar dándole gloria al que lo salvó: “Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que están los cielos” (Mateo 5:16).

Diferencias con la boca
El falso hermano será el primero en criticar, murmurar, destruir, chismear y calumniar, por la sencilla razón de que no tiene temor de Dios: “Con el temor de Jehová los hombres se apartan del mal” (Proverbios 16:6). Éste está atado a su necedad: “El que propaga calumnia es necio” (Proverbios 10:18). “La boca del necio es calamidad cercana” (Proverbios 10:14). Por ello, toda su religión no vale nada: “Si alguno se cree religioso entre vosotros, y no refrena su lengua, sino que engaña su corazón, la religión del tal es vana” (Santiago 1:26).

En cambio, el nacido de nuevo no solo teme a Dios, sino que sabe que debe amar aún a sus enemigos (Mateo 5:44), cuanto más a sus hermanos: “El que no ama a su hermano, permanece en muerte” (1 Juan 3:14). A éste no se le verá como un experto chismoso y conocedor de todos los defectos de los demás, sino más bien como el buen espiritual (Gálatas 6:1) que buscará cubrir a su hermano y a la Iglesia: “tened entre vosotros ferviente amor; porque el amor cubrirá multitud de pecados” (1Pedro 4:8).

Diferencias ante la Palabra
El obrero fraudulento (2 Corintios 11:13), buscará la fama y el enriquecimiento personal: “por avaricia harán mercadería de vosotros con palabras fingidas” (2 Pedro 2:3). Y por tal razón, él predicará lo que sea para ganar clientes: “hablando palabras infladas y vanas, seducen con concupiscencias de la carne y disoluciones” (2 Pedro 2:18; leer también Efesios 4:14). Y así uno puede ver que a lo largo de los años no ha parado de enseñar herejías destructoras (2 Pedro 2:1). No sólo es que no tenga clara alguna doctrina de la Palabra, sino que, como falso maestro, deliberadamente enseña falsedades por lucro como Baalam (Judas 1:11) y pervierte el evangelio mismo, constituyéndose así en anatema (Gálatas 1:8).

No así los verdaderos hijos de Dios.

Debemos decir con toda claridad que el más maduro de los cristianos, aun habiendo estado en persona con el mismo Jesús, como es el caso de Pedro, puede equivocarse (Gálatas 2:11-13). Tanto en conducta como en enseñanza. ¿Por qué? Simplemente porque va creciendo.

¿Acaso tú mismo, digamos hace cinco años, no afirmabas cosas que hoy te das cuenta que, o no eran ‘tan así’, o sencillamente no eran así? Pues, del mismo modo que tú, los demás también van madurando y creciendo en el conocimiento de Dios (Colosenses 1:10).

Pero, digámoslo con toda firmeza también, el cristiano genuino no niega las verdades fundamentales de la Palabra: “Cualquiera que se extravía, y no persevera en la doctrina de Cristo, no tiene a Dios; el que persevera en la doctrina de Cristo, ése sí tiene al Padre y al Hijo” (2 Juan 1:9).

En el cristiano genuino se puede observar, a lo largo del tiempo, no sólo un amor a la Palabra de Dios: “¡Oh, cuánto amo yo tu ley!” (Salmo 119:97), sino un anhelo ferviente y visible de hambre y sed de justicia (Mateo 5:6) en el que su gran preocupación es guardar la Palabra. El sabe que así es como muestra su amor al Señor, porque Jesús dijo: “El que me ama, mi palabra guardará” (Juan 14:23).

Y a la hora de ejercer su ministerio dado por Dios, el verdadero hermano no le dará a la gente lo que quiere, no rascará el oído de sus oyentes con comezón de oír (2 Timoteo 4:3,4), sino más bien buscará ser fiel al Dios que lo llamó: “porque nunca usamos de palabras lisonjeras, como sabéis, ni encubrimos avaricia; Dios es testigo; ni buscamos gloria de los hombres; ni de vosotros, ni de otros” (1 Tesalonicenses 2:5,6).

Y sí, aún luchará contra su propio ego y contra su orgullo todo el tiempo, pero la obra de Dios se irá haciendo cada día más y más visible en su vida.

A grandes rasgos
Podríamos decir que estas son, a muy grandes rasgos, algunas diferencias entre las ovejas y los vestidos de ovejas.

En la sexta parte veremos, si el Señor lo permite, la enorme diferencia que debe haber en nuestra relación con unos y otros. Y a los que han estado siguiendo esta serie de artículos les pido por favor que oren por los mismos (Efesios 6:18-20). Tengo una gran carga porque encontremos un equilibrio maduro en toda esta situación de “todos contra todos”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario