Ei usted supiera que le queda apenas una semana de vida, ¿como la invertiría? Si el lunes supiera que para la noche del sábado su cuerpo estará en una caja y su alma habrá dejado la tierra, ¿qué diferencia determinaría en lo que hará los próximos cinco días?
Esta fue una pregunta que Jesús tuvo que contestar. Como ningún otro, Él sabía que esa era Su última semana, así que dedicó este tiempo a dos aspectos que consideraba de primordial importancia.
En esta semana final, Jesús estuvo ligado al templo. Pasó dentro de sus paredes todos los días, celoso de su pureza y protegiendo lo que tenía lugar en sus atrios. Pasó Sus días finales enseñando, defendiendo la verdad eterna, exponiendo el error e inspirando fe.
En esta semana final Jesús también demostró Su prioridad por los que amó al máximo: Sus discípulos. Se envolvió de humildad y les sirvió. Les lavó los pies. Habló y anduvo con ellos. Les dio instrucción que ellos tendrían que llevar adelante sin Él. Escuchó y recibió amor de aquellos que sentirían el aguijonazo inmediato de su muerte más que cualquier otro.
Jesús vivió Su semana final bajo el aplastante peso de que Su hora había llegado. Su largamente profetizado sacrificio era inminente, así que estos minutos finales eran preciosos y pocos.
El conteo descendente había empezado.
Véase Lucas 19:47-48 y Juan 13:1, 5, 31-35.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario