¿Por qué Amo la Resurrección?.
…y a sus ovejas llama por nombre, y las saca. Juan 10:3
…y a sus ovejas llama por nombre, y las saca. Juan 10:3
Hno. Juan con Maria
La resurrección de Jesús de Nazaret es el milagro más grandioso de toda la historia. Debido a que Él se levantó de los muertos, toda la historia se dividió por siempre – antes de Cristo; después de Cristo. La resurrección demostró que Jesús había dicho la verdad: Él era más que un hombre. ¡También era Dios! Afirmó que Dios el Padre ha estado eternamente satisfecho con el sacrificio de su Hijo. Su muerte en la cruz había expiado los pecados del mundo y había reconciliado a la humanidad con Dios.
Ningún otro líder religioso había dejado una tumba vacía. Sólo Jesús. Aquellos que deseaban desmentir sus declaraciones de deidad sólo tendrían que sacar su cuerpo para comprobar que estaba equivocado. Ellos nunca lo hicieron. Nunca pudieron. No está aquí, pues ha resucitado, como dijo. Venid, ved el lugar donde fue puesto el Señor. (Mt. 28:6).
Sin la resurrección, Jesús nunca hubiera ascendido al lugar más alto de autoridad donde Él podría interceder por nosotros. De hecho, tú y yo tenemos un abogado hoy que defiende nuestro caso, incluso cuando nosotros no sabemos cómo pedir (1 Jn. 2:1).
Sin la resurrección, no tendríamos la esperanza de un hogar eterno. ¡La muerte hubiera sido final! De hecho, debido a que Jesús resucitó, tenemos la seguridad de que su obra no está terminada. Él ha ido a preparar mansiones para ti y para mí (Jn. 14:6). Viviremos con Él por siempre.
Sin la resurrección no tendríamos energía espiritual por la cual vivir en victoria cada día. De hecho, Jesucristo ahora vive dentro de nosotros (Ga. 2:20). Él es nuestra esperanza de gloria (Col. 1:27), perfeccionándonos nuevamente cada día, preparándonos para el día en el que le veremos cara a cara (Fil. 1:6). Mayor es el que está en vosotros, que el que está en el mundo (1 Jn. 4:4).
Hay muchas razones para regocijarse por la resurrección. Pero la razón que tiene más significado para mí es más personal. Amo la resurrección por la vida que disfruto ahora, cada día, con mi Pastorviviente. ¡Un Pastor que nunca está lejos! No, Él está tan cerca que puedo escucharlo llamarme por mi nombre. John Stephen Jauchen. ¡Eso es increíble! Cada nuevo día después de levantarme, lo escucho en mi espíritu. Como un papá amoroso, quien le pide a su pequeño niño que se acerque a sentarse en su regazo, así Jesús me recibe otra vez cada día con brazos abiertos. Estoy aprendiendo a apreciar lo muy especial que soy para Él. ¡Él conoce mi nombre!
Como un pequeño niño, cuando escucho que llaman mi nombre, algunas veces significaba que la comida estaba lista. Era un momento familiar para el alimento, la crianza, el compañerismo, la diversión y la risa.
Otras veces cuando escuchaba mi nombre, podía darme cuenta que el tono de la voz era para disciplinarme. Había hecho algo malo, ¡y lo sabía! Se necesitaba corrección, la disciplina llegaba rápido y con firmeza. Pero sabía que había sido hecha en amor para corregirme, para hacerme una mejor persona, y para traerme de regreso al camino correcto. Incluso cuando era dolorosa (Heb. 12:5-6).
Escuchaba mi nombre cuando se necesitaba mi trabajo. En este caso se requería de obediencia. Se esperaba que el trabajo fuera terminado. Vivir en una familia requiere que cada miembro haga su propia parte. Siempre había instrucciones apropiadas y se me entrenaba para hacer bien el trabajo (Heb. 13:21).
Así que aprendí durante los años a estar callado temprano en las mañanas. A escuchar la voz de mi Pastor. Y a escuchar mi nombre. El que conoce todos mis pecados y mis errores del día anterior habla con ternura, compasión, perdón y comprensión. Su voz es invitante. Su objetivo es brindarnos otro día de abundancia – con Él (Jn. 10:10). Él se prepara para guiarme por otro día de servicio.
El Pastor viviente. El Pastor poderoso. El sabio Pastor nos da su guía, su propósito y su razón para vivir. Nunca olvides a quién tienes en tu vida. ¡El es tuyo! ¡El es mío! Todo debido a la resurrección.
Ningún otro líder religioso había dejado una tumba vacía. Sólo Jesús. Aquellos que deseaban desmentir sus declaraciones de deidad sólo tendrían que sacar su cuerpo para comprobar que estaba equivocado. Ellos nunca lo hicieron. Nunca pudieron. No está aquí, pues ha resucitado, como dijo. Venid, ved el lugar donde fue puesto el Señor. (Mt. 28:6).
Sin la resurrección, Jesús nunca hubiera ascendido al lugar más alto de autoridad donde Él podría interceder por nosotros. De hecho, tú y yo tenemos un abogado hoy que defiende nuestro caso, incluso cuando nosotros no sabemos cómo pedir (1 Jn. 2:1).
Sin la resurrección, no tendríamos la esperanza de un hogar eterno. ¡La muerte hubiera sido final! De hecho, debido a que Jesús resucitó, tenemos la seguridad de que su obra no está terminada. Él ha ido a preparar mansiones para ti y para mí (Jn. 14:6). Viviremos con Él por siempre.
Sin la resurrección no tendríamos energía espiritual por la cual vivir en victoria cada día. De hecho, Jesucristo ahora vive dentro de nosotros (Ga. 2:20). Él es nuestra esperanza de gloria (Col. 1:27), perfeccionándonos nuevamente cada día, preparándonos para el día en el que le veremos cara a cara (Fil. 1:6). Mayor es el que está en vosotros, que el que está en el mundo (1 Jn. 4:4).
Hay muchas razones para regocijarse por la resurrección. Pero la razón que tiene más significado para mí es más personal. Amo la resurrección por la vida que disfruto ahora, cada día, con mi Pastorviviente. ¡Un Pastor que nunca está lejos! No, Él está tan cerca que puedo escucharlo llamarme por mi nombre. John Stephen Jauchen. ¡Eso es increíble! Cada nuevo día después de levantarme, lo escucho en mi espíritu. Como un papá amoroso, quien le pide a su pequeño niño que se acerque a sentarse en su regazo, así Jesús me recibe otra vez cada día con brazos abiertos. Estoy aprendiendo a apreciar lo muy especial que soy para Él. ¡Él conoce mi nombre!
Como un pequeño niño, cuando escucho que llaman mi nombre, algunas veces significaba que la comida estaba lista. Era un momento familiar para el alimento, la crianza, el compañerismo, la diversión y la risa.
Otras veces cuando escuchaba mi nombre, podía darme cuenta que el tono de la voz era para disciplinarme. Había hecho algo malo, ¡y lo sabía! Se necesitaba corrección, la disciplina llegaba rápido y con firmeza. Pero sabía que había sido hecha en amor para corregirme, para hacerme una mejor persona, y para traerme de regreso al camino correcto. Incluso cuando era dolorosa (Heb. 12:5-6).
Escuchaba mi nombre cuando se necesitaba mi trabajo. En este caso se requería de obediencia. Se esperaba que el trabajo fuera terminado. Vivir en una familia requiere que cada miembro haga su propia parte. Siempre había instrucciones apropiadas y se me entrenaba para hacer bien el trabajo (Heb. 13:21).
Así que aprendí durante los años a estar callado temprano en las mañanas. A escuchar la voz de mi Pastor. Y a escuchar mi nombre. El que conoce todos mis pecados y mis errores del día anterior habla con ternura, compasión, perdón y comprensión. Su voz es invitante. Su objetivo es brindarnos otro día de abundancia – con Él (Jn. 10:10). Él se prepara para guiarme por otro día de servicio.
El Pastor viviente. El Pastor poderoso. El sabio Pastor nos da su guía, su propósito y su razón para vivir. Nunca olvides a quién tienes en tu vida. ¡El es tuyo! ¡El es mío! Todo debido a la resurrección.
-- Dr. Juan Jauchen
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