EL VERDADERO
ARREPENTIMIENTO DELANTE DE DIOS.
La
importancia del arrepentimiento.
Arrepentíos,
y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los
pecados.
Hechos 2:38
Nadie puede
ir a Jesucristo a menos que se arrepienta. Jesús comenzó su ministerio
proclamando la necesidad del arrepentimiento (Mt. 4:17), y Pedro y Pablo
siguieron proclamándola. El arrepentimiento es una decisión consciente de
apartarse del mundo, del pecado y del mal. ¡Es algo decisivo!
Si usted
acudió a Jesucristo pensando que lo único que tenía que hacer era creer, pero
que no tenía que confesar su pecado ni estar dispuesto a apartarse de la maldad
de este mundo, no ha entendido el mensaje de salvación. La vida de muchas
personas no ha cambiado nada desde que presuntamente creyeron en Cristo. Por
ejemplo, algunas eran inmorales y siguen siendo inmorales. Algunas cometían
adulterio y siguen cometiendo adulterio. Y algunos cometían fornicación y
siguen cometiendo fornicación. Pero según 1 Corintios 6:9-10, los fornicarios y
los adúlteros no heredarán el reino de Dios. Si verdaderamente usted es salvo,
se esforzará por apartarse de las cosas del mundo.
NUESTRA VIDA
AHORA ESTÁ CENTRADA EN CRISTO JESÚS SEÑOR NUESTRO.
Una vida
centrada en Cristo.
Vosotros no
habéis aprendido así a Cristo, si en verdad le habéis oído.
Efesios
4:20-21
Los
cristianos ya no estamos dominados por una mente ególatra; aprendemos de
Cristo. Cristo piensa por nosotros, obra por medio de nosotros, ama por medio
de nosotros, siente por medio de nosotros y sirve por medio de nosotros. La
vida que tenemos no es nuestra, sino que es Cristo viviendo en nosotros (Gá.
2:20). Filipenses 2:5 dice: "Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo
también en Cristo Jesús". Un inconverso anda en la vanidad de su mente,
pero una persona salva anda conforme a la mente de Cristo.
Dios tiene
un plan para el universo, y mientras Cristo esté obrando en nosotros, Él está
realizando una parte de ese plan por medio de nosotros. Pablo observó que Él
"es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que
pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros" (Ef. 3:20).
Cada día debiera ser una aventura fantástica para nosotros porque estamos en
medio del plan de Dios para los siglos.
TODO DEBE
SER NUEVO EN NOSOTROS LOS CRISTIANOS VERDADEROS.
Una mente
renovada.
Renovaos en
el espíritu de vuestra mente.
Efesios 4:23
Cuando usted
se hace cristiano, Dios le da una nueva mente; pero usted debe llenarla de
nuevos pensamientos. Un bebé nace con una mente nueva y fresca, y entonces se
van haciendo impresiones en la mente del bebé que determinan el curso de su
vida. Lo mismo ocurre con un cristiano. Cuando usted entra en el reino de Dios,
recibe una mente nueva y fresca. Entonces tiene que formar los buenos
pensamientos en su nueva mente. Por eso Filipenses 4:8 dice: "Todo lo que
es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable,
todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza,
en esto pensad". Tenemos una mente renovada, no una mente depravada.
En vez de
tener una mente depravada, vil, lasciva, avara, sucia, tenemos una mente llena
de justicia y santidad. Y eso debe caracterizar naturalmente nuestro modo de
vivir.
VIVIENDO CON NUEVAS ACTITUDES.
Una nueva actitud
Vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y
santidad de la verdad.
Efesios 4:24
Cuando usted se entregó a Cristo, reconoció que era pecador
y decidió abandonar su pecado y las cosas malvadas de este mundo. Pero Satanás
hará brillar al mundo y su pecado delante de usted para tentarlo a que regrese
a él. Pablo nos advierte que no volvamos al mundo, sino que más bien nos
vistamos de la justicia y santidad de la verdad.
Eso no es algo que se hace una sola vez; es algo que se hace
cada día. Una manera de hacerlo se describe en 2 Timoteo 3:16, que dice:
"Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para
redargüir, para corregir, para instruir en justicia". Si quiere vivir
rectamente, lea la Palabra de Dios. Lo ayudará a enfrentarse a los vestigios
del mundo todavía presentes en su vida.
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