jueves, 3 de septiembre de 2015

¿QUÉ SIGNIFICA LA LEY DE DIOS EN TU CORAZÓN?

¿QUÉ SIGNIFICA LA LEY DE DIOS EN TU CORAZÓN?
“La ley de su Dios está en su corazón; por tanto, sus pies no resbalarán.”
 Salmo 37: 31.
 UNA OBEDIENCIA AL SEÑOR PARA HONRARLO.
 UN AMOR ESPECIAL POR SU PALABRA.
Pónganle la ley en su corazón, y el hombre entero será recto. Allí es donde debe estar la ley; pues entonces descansa, como las tablas de piedra en el arca, en el lugar señalado para ella. En la cabeza confunde, en la espalda abruma, en el corazón sostiene.
¡Qué palabra tan preciosa es usada aquí, “La ley de su Dios”! Cuando conocemos al Señor como nuestro propio Dios, Su ley se convierte en libertad para nosotros. Dios con nosotros en un pacto, nos vuelve ávidos de obedecer Su voluntad y de caminar en Sus mandamientos. Entonces me deleito en la ley.
Aquí se nos garantiza que el hombre de corazón obediente será sostenido en cada paso que dé. Hará lo que es recto, y, por tanto, hará lo que es sabio. La acción santa es siempre la más prudente, aunque en el momento no lo parezca. Cuando nos mantenemos en el camino de Su ley, avanzamos a lo largo de la calzada de la providencia y de la gracia de Dios. La Palabra de Dios no ha descarriado a una sola alma todavía; sus claras instrucciones de caminar humildemente, justamente, amorosamente y en el temor del Señor, son tanto palabras de sabiduría para prosperar nuestro camino, como reglas de santidad para mantener limpios nuestros vestidos.
El que camina rectamente camina seguramente.
¿CUÁNTO SE ALEGRA USTED DE LA PALABRA DE DIOS?
Salmos 119:162: “Me regocijo en tu palabra.”
Job dijo: “Guardé las palabras de su boca más que mi comida” (Job 23:12). Cuando la Palabra de Dios llega a ser tan importante para usted como lo es su alimento diario, entonces usted comenzará a crecer en su vida espiritual. A veces nos preguntamos si el polvo acumulado sobre nuestra Biblia servirá de testimonio en contra nuestro. El siguiente verso es de un libro escrito por Richard Greene que hace reflexionar: “Ha estos dos Dios los ha casado y ningún hombre los separará, polvo sobre la Biblia, sequía en el corazón.” ¡OH, que tuviésemos hambre por la Palabra de Dios!
Ayune una de sus comidas el día de hoy, así podrá sentir una milésima del hambre que debemos tener por alimentarnos de la Palabra de Dios. Y recuerde orar por aquellos que necesitan la leche pura de la Palabra de Dios.
AHORA ENTONCES, ES TIEMPO DE ENSEÑAR A OTROS LA PALABRA.
Podemos meditar en la Escritura. En tanto que leemos, oímos y estudiamos la Palabra de Dios, nuestra mente se convierte en un depósito de principios bíblicos. Podemos analizar, personalizar y aplicar estos principios a nuestra vida, ya que están guardados en nuestros corazones. En esos momentos de meditación, podemos permitir que la Palabra hable a nosotros, nos exhorte, nos consuele y nos transforme. Dice hebreos capítulo 4:12,13: “Porque la Palabra de Dios es viva y eficaz, y más penetrante que toda espada de dos filos. Penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón. No existe cosa creada que no se manifiesta en su presencia. Más bien, todas están desnudas y expuestas ante los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta”.
“Más la palabra del Señor permanece para siempre. Y esta es la palabra que por el evangelio os ha sido anunciada.” 1 Pedro 1: 25.


Toda enseñanza humana, y, en verdad, todos los seres humanos, llegarán a su fin como la hierba del campo; pero aquí se nos asegura que la palabra del Señor es de una naturaleza muy diferente, pues permanecerá para siempre.
Tenemos aquí un Evangelio divino; pues, ¿cuál palabra podría permanecer para siempre sino la palabra que es hablada por el Dios eterno?
Tenemos aquí un Evangelio que vive para siempre, tan lleno de vitalidad como cuando salió por primera vez de los labios de Dios; tan poderoso para convencer y convertir, para regenerar y consolar, para sostener y santificar, como lo fue desde sus primeros días en que obró maravillas.
Tenemos un Evangelio inmutable, pues no es hierba verde hoy, y mañana paja seca; sino que siempre es la verdad permanente del inmutable Jehová. Las opiniones cambian, pero la verdad certificada por Dios no puede cambiar, como no cambia el Dios inmutable que la expresó.
Entonces, aquí tenemos un Evangelio en el que nos regocijamos, una palabra del Señor en la que podemos apoyar todo nuestro peso. “Para siempre” incluye vida, muerte, juicio y eternidad. Gloria sea dada a Dios en Cristo Jesús por la consolación eterna. Aliméntense de la palabra hoy, y todos los días de su vida.
LA PALABRA DE DIOS ES UN TESORO ESCONDIDO.
El TESORO ESCONDIDO
Por el Hermano Pablo

Don Julio Gómez Arbizú hacía un viaje a caballo por el campo. Al ocultarse el sol, pidió posada en una casa que estaba a la vera del camino. La casa tenía aspecto de pobreza. No había muebles, y la alimentación era escasa. Todo daba la impresión de suma indigencia.

La señora de la casa era joven, y sin embargo en su rostro se veían las huellas de una vida llena de sinsabores. No era de extrañarse. Su esposo era un borracho empedernido que la maltrataba una y otra vez.

Mientras el visitante miraba el aspecto de aquel hogar, vio una vieja y olvidada Biblia que estaba en un rincón. Al despedirse, le dijo a la familia: «Hay en esta casa un tesoro que los puede hacer ricos.»

Después que el forastero partió, los dueños de la casa comenzaron a buscar lo que a su juicio tendría que ser una joya o una vasija llena de oro. Hasta hicieron hoyos en el piso, pero todo sin resultado.

Un día la señora levantó la Biblia olvidada, y encontró escrita en la guarda esta nota: «Lea Salmo 119:72.» En ese pasaje de los Salmos encontró la siguiente afirmación: «Para mí es más valiosa tu enseñanza que millares de monedas de oro y plata.» La señora, recordando las palabras del visitante, se preguntó: «¿Será éste el tesoro del que habló el forastero?»

Así que le comunicó al resto de la familia lo que pensaba, y empezaron a leer la Biblia. Con eso, un gran milagro comenzó a efectuarse. El borracho se convirtió en un hombre trabajador. El color volvió a las mejillas de la señora. La armonía desplazó el resentimiento, y la felicidad retornó al hogar.

Cuando el forastero visitó de nuevo la casa, había desaparecido de ella todo indicio de tristeza. En su lugar reinaba la paz. Con el corazón rebosante de gratitud, la familia le dijo: «Encontramos el tesoro, que se ha convertido en todo lo que usted nos dijo.»

Lo cierto es que la Biblia es el Libro por excelencia. Produce resultados positivos en la vida de quienes lo estudian con fe y con devoción.

¿Con cuánta frecuencia leemos nosotros la Biblia? ¿Hemos leído la historia de Abraham? ¿Hemos experimentado la satisfacción que produce la lectura de los Salmos? ¿Hemos seguido la vida de Cristo? Si no hemos leído la Biblia, hemos hecho caso omiso del mensaje más importante para nuestra vida.

Leamos la Biblia. En ella encontraremos tesoros que cambiarán nuestra vida. Leámosla con sinceridad y fe. Dios, mediante su Santa Palabra, quiere hablarnos. Leamos ese tesoro que hace rico a todo el que lo descubre.

LA PALABRA DE JESUCRISTO ES PARA ESCUCHARLA, CREERLA Y OBEDECERLA.

La reacción fundamental

El Señor no... [Quiere] que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento.

2 Pedro 3:9

El asombro es una reacción apropiada y, en realidad, inevitable ante las palabras y las enseñanzas de Jesús. Pero nuestra reacción ante ellas no debe terminar con el asombro o ni siquiera con la seria consideración. La reacción fundamental a la enseñanza de Jesús es creer y obedecer. Él no presentó las verdades simplemente para nuestro asombro e información. Enseñó lo que enseñó para nuestra salvación.

Muchos reaccionaron ante la enseñanza de Jesús sencillamente considerando sus palabras y sus obras, pero no aceptándolas. ¿Cuál es la reacción fundamental de usted?
ENSEÑANZA CON AUTORIDAD.

La gente se admiraba de su doctrina; porque les enseñaba como quien tiene autoridad.

Mateo 7:28-29

Algo que influyó tanto en los oyentes de Jesús es que Él enseñaba con autoridad. La palabra más empleada en el Nuevo Testamento para referirse a la autoridad pertenece al poder y al privilegio, y muestra la soberanía de Cristo.

A diferencia de Jesús, los escribas judíos citaban a otros para darles autoridad a sus enseñanzas. El Señor tenía que citar solamente la Palabra de Dios y podía hablar como la autoridad suprema sobre la verdad. Habló la verdad eterna sencilla, directa y poderosamente, pero con amor y compasión. Eso asombraba a sus oyentes, y debiera también impresionarnos profundamente a nosotros.



No hay comentarios:

Publicar un comentario