La vida es dura
La vida es dura. Estas cuatro palabras son una evaluación exacta de nuestra vida en esta tierra. Cuando el escritor del libro de la Biblia llamado Job tomó su estilete para escribir su historia, pudo haber comenzado con una frase contundente muy semejante: “La vida es injusta.”
Nadie puede negar el hecho de que la vida está caracterizada por problemas, aflicciones y angustias. La mayoría de nosotros hemos aprendido a enfrentar la realidad que la vida es dura, pero ¿no es también injusta? ¡Bienvenido al mundo de Job! Job fue un hombre de una piedad única y genuina; también fue un hombre que tuvo una prosperidad bien merecida. Fue un caballero piadoso, extremadamente rico, un excelente esposo y un buen padre, pero una serie de súbitas y brutales calamidades, una tras otra, convirtieron a Job en un amasijo de quebrantamiento y aflicción. La extraordinaria acumulación de desastres que lo golpearon habría sido suficiente como para acabar con cualquiera de nosotros. Job se queda en la ruina, sin casa, sin hijos, en la miseria más grande. Está de pie en un valle azotado por el viento, junto a las diez tumbas frescas de sus hijos que han muerto. Su esposa solloza profundamente, a tiempo que se arrodilla a su lado después de escucharle decir: “Seguiremos sirviendo a nuestro Dios, ya sea que nos dé o nos lo quite todo”. Ella se inclina y le susurra en voz baja: “¿Por qué no maldices a Dios y te mueres?”. Su miseria se convierte en un misterio ante el silencio de Dios. No recibe ningún consuelo.
Haga una pausa y contemple la angustia de esta pareja, sin olvidar que Job no ha hecho nada para merecer tan insoportable dolor. ¿Cómo habría sido su reacción de haber sido usted y no Job el protagonista de esta historia? Nuestra inclinación natural por la justicia hace que el dolor tome el lugar de la paciencia. Ahora en esos momentos debemos recordar:
1- En todo lo que haga cuando surjan los conflictos, sea sabio. Si no tiene cuidado, manejará los conflictos con la energía de la carne. Pero después...lo lamentará.
2- Siempre hay dos lados en la calle del conflicto, evalúe las diferencias. La otra parte de ser sabio es orar, busque la perspectiva de Dios. Él nos dará la sabiduría que necesitamos si se la pedimos.
3- Tome cada conflicto tal y como se presenta. . . y luego manéjelo por separado. Es posible que usted haya ganado una batalla ayer, pero eso no contará cuando surjan las escaramuzas de hoy. Es posible que tenga una gran dosis de paciencia hoy, pero eso no significará nada cuando el día de mañana venga de nuevo el ataque. Dios no nos da la paciencia a crédito. Cada día es un nuevo día.
Dios, en los tiempos difíciles, quiere que desarrollemos rasgos de paciencia. Alguien dijo que éstos son: dar espacio, tiempo y gracia. Permítame decirle que estos rasgos, no se logran con una vida fácil sino en los momentos difíciles.
Autor: Charles Swindoll
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