EL ORIGEN
DEL PECADO SU TRAYECTORIA Y FINALMENTE LA SOLUCIÓN.
EL
NACIMIENTO DEL PECADO.
¿Qué es la
CONCUPISCENCIA? Santiago 1:13-15
LA LEY Y EL
PECADO.
Etim: Latín,
con- plenamente, cupere, desear. Concupiscentia, deseo, ambición.
La
insubordinación de los deseos a la razón; la inclinación de la naturaleza
humana hacia el pecado, causa del pecado original.
Se refiere
también al movimiento espontáneo de los apetitos sensitivos hacia lo que la
imaginación presenta como placentero y en contra de lo que presenta como
doloroso. La concupiscencia incluye también los deseos desordenados de la
voluntad, como son el orgullo, la ambición y la envidia.
Entonces la
concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado,
siendo consumado, da a luz la muerte.
Santiago
1:15
La mayoría
de las personas piensan que el pecado es un acto o comportamiento individual.
Pero el versículo de hoy dice que el pecado no es un acto; es el resultado de
un proceso.
El pecado
comienza con deseo, que está relacionado con la emoción. Comienza cuando usted
desea sentirse satisfecho al adquirir algo, cuando tiene un anhelo emotivo de
poseer algo que ve. Entonces la tentación afecta su mente mediante el engaño.
Usted comienza a justificar su derecho a tener lo que desea. Su mente es
engañada al creer que la satisfacción de sus deseos satisfará sus necesidades.
Acto
seguido, su voluntad comienza a planificar cómo va a obtener lo que quiere, y
cuando la lujuria es seducida (como quien dice) por la carnada, queda preñada en
el vientre de la voluntad de una persona. Por último, ocurre el acto del
pecado.
El saber
cómo nace el pecado debiera ayudarlo a huir de la tentación.
EN GÉNESIS
3.6 NOS DICE LA PALABRA:
3:6 Y vio la
mujer que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y
árbol codiciable para alcanzar la sabiduría; y tomó de su fruto, y comió; y dio
también a su marido, el cual comió así como ella.
ESTA
HISTORIA QUE NOS TRAE CARLOS REY, EN EL PROGRAMA UN MENSAJE A LA CONCIENCIA;
PUEDE COMPLEMENTAR LA FORMA COMO APARECE EL PECADO.
«¿QUIÉN ME
LIBRARÁ DE ESTE CUERPO MORTAL?»
Por Carlos
Rey
«... un
hombre tiene madre, mujer y un chico. Una noche matan misteriosamente a la
madre. Las investigaciones de la policía no llegan a ningún resultado. Un
tiempo después matan a la mujer; la misma cosa. Finalmente matan al chico. El
hombre está enloquecido, pues quiere a todos, sobre todo al hijo. Desesperado,
decide investigar los crímenes por su cuenta. Con los habituales métodos
inductivos, deductivos, analíticos, sintéticos, etcétera, de esos genios de la
novela policial, llega a la conclusión de que el asesino deberá cometer un
cuarto asesinato, el día tal, a la hora tal, en el lugar tal. Su conclusión es
que el asesino deberá matarlo ahora a él. En el día y hora calculados, el
hombre va al lugar donde debe cometerse el cuarto asesinato y espera al
asesino. Pero el asesino no llega. Revisa sus deducciones: podría haber
calculado mal el lugar: no, el lugar está bien; podría haber calculado mal la
hora: no, la hora está bien. La conclusión es horrorosa: el asesino debe estar
ya en el lugar. En otras palabras: el asesino es él mismo, que ha cometido los
otros crímenes en estado de inconsciencia. El detective y el asesino son la
misma persona.
»... La
conclusión es evidente: ... el hombre se suicida. Queda la duda de si se mata
por remordimientos o si el yo asesino mata al yo detective, como en un vulgar
asesinato.»1
Así narra el
escritor argentino Ernesto Sábato, en boca de su personaje Hunter, «una linda
idea para una novela policial» que se le ha ocurrido a éste, tal y como se la
cuenta a su prima Mimí. Llega a ser la trama de una novela dentro de otra,
tratándose ésta de su primera novela famosa, que lleva por título El túnel.
Si bien,
según el personaje Hunter que cuenta el relato policiaco, queda la duda de la
razón por la que se suicida el protagonista, no debiera haber duda alguna de
aquello que lo llevó a cometer los crímenes. Es que cada uno de nosotros padece
del mismo mal, al que la Biblia llama «pecado». Es tal su atracción fatal que
San Pablo mismo se considera «vendido como esclavo al pecado». La ley del
pecado, que lo impulsa a hacer el mal a pesar de que quiere hacer el bien, se
opone a la ley de Dios, y lo tiene cautivo. De ahí que haga el mal que no quiere,
de modo que ya no es él quien lo hace sino el pecado que habita en él.
«¡Soy un
pobre miserable!» —Exclama el sufrido
apóstol—. ¿Quién me librará de este cuerpo mortal?» Gracias a Dios, no tiene
que recurrir al suicidio para librarse de su naturaleza pecaminosa. Así como
cualquiera de nosotros, San Pablo concluye que puede recurrir a Jesucristo
nuestro Señor y, por medio de Él, ser librado de la ley del pecado y de la
muerte.2
1 Ernesto Sábato, El túnel (Barcelona:
Editorial Seix Barral, 1997), pp. 94‑95.
2 Ro 7:7—8:1- 17.
7:7 ¿Qué
diremos, pues? ¿La ley es pecado? En ninguna manera. Pero yo no conocí el
pecado sino por la ley; porque tampoco conociera la codicia, si la ley no
dijera: No codiciarás.
7:8 Mas el
pecado, tomando ocasión por el mandamiento, produjo en mí toda codicia; porque
sin la ley el pecado está muerto.
7:9 Y yo sin
la ley vivía en un tiempo; pero venido el mandamiento, el pecado revivió y yo
morí.
7:10 Y hallé
que el mismo mandamiento que era para vida, a mí me resultó para muerte;
7:11 porque
el pecado, tomando ocasión por el mandamiento, me engañó, y por él me mató.
7:12 De
manera que la ley a la verdad es santa, y el mandamiento santo, justo y bueno.
AFUERA CON
LOS DESEOS PECAMINOSOS.
UN GOLPE
MORTAL A LOS DESEOS PECAMINOSOS
Amados
hermanos míos, no erréis.
Santiago
1:16
¿En qué
punto se enfrenta usted al pecado? No en el punto de la conducta, porque
entonces es demasiado tarde, sino en el punto del deseo. La persona que puede
dominar sus reacciones emocionales puede enfrentarse con el pecado. Cuando se
le está bombardeando con reacciones emocionales negativas, una persona con una
mente santificada puede desactivar los deseos antes que ellos sean activados
por la voluntad. Pero una vez que dominan la voluntad, su nacimiento es
inevitable.
Tiene que
enfrentarse a las emociones lujuriosas si quiere enfrentarse con éxito al
pecado en su vida. Si expone sus emociones al anzuelo, puede quedar atrapado a
menos que tome medidas inmediatas.
¿ CÓMO
PREVENIR EL DESEO PECAMINOSO?.
LA
PREVENCIÓN DEL DESEO.
Las armas de
nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de
fortalezas, derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el
conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a
Cristo.
2 Corintios
10:4-5
Hay muchas
cosas en nuestra corrompida sociedad que tratan de captar nuestra atención: el
cine, la televisión, los libros, la música, la ropa, los anuncios, y ahora la
Internet; todo está diseñado para captar las emociones. Por ejemplo, los
expertos en publicidad saben que comprar es en definitiva una decisión
emocional. Pocas personas conocen el funcionamiento mecánico del automóvil que
se anuncia, y ni se interesan en eso; pero les impresiona si se parece a un
auto de carrera, si hay una linda muchacha detrás del volante, o si hay otras
carnadas emotivas incluidas en el anuncio.
Tenemos que
cuidar nuestra mente, nuestras emociones y nuestra voluntad. Tenemos que buscar
la voluntad de Dios meditando en su Palabra y permitiendo que su voluntad sea
la nuestra. Una mente indefensa, no controlada y obstinada va a llenarse de
malos deseos que resultarán en malas acciones. Debemos controlar cómo
reaccionan nuestras emociones y nuestra mente ante el anzuelo tentador con el
que se encuentran.
IV. ¿QUÉ DEBO HACER CON LA BIBLIA?
A. MEMORIZARLA. Dios en su Palabra nos
dice: “En mi corazón he guardado tus dichos para no pecar contra ti”, Salmo
119:11
B. ESTUDIARLA. “Escudriñad las Escrituras;
porque a vosotros os parece que en ella tenéis la VIDA ETERNA; y ellas son las
que dan testimonio de mí”, Juan 5:39.
C. MEDITARLA. “En la ley de Jehová esta su
DELICIA y en su Ley MEDITA de día y de
noche”. Salmo 1:2
D. OBEDECERLA. “no se complace Jehová tanto
en los sacrificios como en que se OBEDEZCA su Palabra”. 1°Samuel 15:22
La Palabra
de Dios es Cristo encarnado (Juan 1; 1). En el principio era el Verbo, y el
Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios.
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