LA VIDA DE
UN HOMBRE LLAMADO MOISÉS
AL SERVICIO DE DIOS.
Las
profecías de Jacob; la muerte de Jacob y de José; los hebreos son oprimidos en
Egipto.
Después de
la muerte de José, el privilegio que los israelitas tenían gradualmente
desapareció. «Entretanto, se levantó sobre Egipto un nuevo rey que no conocía a
José» (Éxodo 1:8), quien pensó no tener ninguna obligación con los
descendientes de José. Este rey tenía miedo del gran número de israelitas, y
les dijo a sus administradores: « . . . el pueblo de los hijos de Israel es
mayor y más fuerte que nosotros. . . . (Y) acontezca que viniendo guerra, él
también se una a nuestros enemigos y pelee contra nosotros, y se vaya de la
tierra. Entonces pusieron sobre ellos comisarios de tributos que los molestasen
con sus cargas . . . Pero cuanto más los oprimían, tanto más se multiplicaban y
crecían, de manera que los egipcios temían a los hijos de Israel» (Éxodo
1:9-12). La palabra «temían» expresa una mezcla de odio y temor.
Desesperado
por una respuesta a su dilema « . . . habló el rey de Egipto a las parteras
hebreas (sobre los partos) . . . si es (un) hijo, matadlo» (Éxodo 1:15-16). Un
tiempo después de este horrible edicto, «un varón de la familia de Leví fue y
tomó por mujer a una hija de Leví; la que concibió, y dio a luz un hijo
(Moisés) . . . (y) le tuvo escondido tres meses» (2:1-2). Pero entonces, por
miedo de ser descubierta, « . . . tomó una arquilla . . . y colocó en ella al
niño y lo puso en un carrizal a la orilla del río» (Éxodo 2:3).
Sin el cruel
edicto del Faraón, Moisés nunca hubiese sido rescatado por la hija del Faraón,
ni hubiese participado de todas las ventajas del mayor imperio mundial de aquel
entonces. Dios estaba preparando a Moisés para llevar a los israelitas otra vez
a la tierra prometida.
Nosotros
también nos enfrentamos a sufrimientos, donde parece que estamos bajo el
control de situaciones donde estamos sin poder, tal y como los israelitas.
Puede que usted esté en una situación donde la muerte de una persona querida le
ha dejado sin padres o sin cónyuge. Usted puede sentirse derrotado después de
separarse su familia, o aún por recibir una diagnosis de muerte de su doctor.
Todos nosotros tendremos que enfrentar muchos sufrimientos improvistos.
Cada
creyente puede decir con el apóstol Pablo: «Por lo cual estoy seguro de que ni
la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo
presente, ni lo por venir . . . ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar
del amor de Dios» (Romanos 8:38-39).
El Dios
Todo-suficiente no muestra parcialidad.
La vida de
Moisés como niño; su viaje a Madián; la zarza que no se quemaba; su llamamiento
a rescatar la nación de Israel; su regreso a Egipto.
Moisés, el
hijo de un esclavo israelita, se gozaba del lujo de los palacios de los
egipcios. «En aquellos días sucedió que crecido ya Moisés, salió a sus
hermanos, y los vio en sus duras tareas, y observó a un egipcio que golpeaba a
uno de los hebreos, sus hermanos. Entonces miró a todas partes, y viendo que no
parecía nadie, mató al egipcio y lo escondió en la arena» (Éxodo 2:11-12).
Moisés tenía
40 años de edad cuando mató al cruel egipcio. Esto fue su derecho legal, pues
él era de la casa real de Egipto, y posiblemente el segundo en mando después
del Faraón en la administración de la ley. Moisés estaba en la primavera de su
vida, y de un punto de vista humano, hubiese sido el ideal tiempo para que Dios
lo usara para rescatar a Su pueblo de sus sufrimientos.
Pero Moisés
huyó de Egipto. Esto continuó por 40 años de soledad en el desierto como pastor
de ovejas. Le pareció a Moisés como 40 años perdidos, sin hacer nada de
importancia. Pero, con el Señor, tal tiempo nunca es de pérdida. Fue en el
desierto que el Señor se le apareció y le dijo: «No te acerques; quita tu
calzado de tus pies, porque el lugar en que tú estás, tierra santa es» (3:5).
Moisés nunca hubiese aprendido lo que es ser humilde, o saber cómo «acercarse»
a Dios en los palacios de Egipto. Allá él llegó a ser muy importante y siempre
estaba ocupado. Pero estas dos experiencias fueron fundamentales para
prepararlo a ser la persona que Dios podía usar para rescatar a Su pueblo de
Egipto, y por las jornadas del desierto, y hasta el borde de la tierra
prometida.
La sabiduría
del mundo nunca nos puede capacitar para hacer las correctas decisiones en la
vida. Debemos de ser enseñados por el Espíritu Santo mientras que leemos Su
Palabra. Es la unción del Espíritu Santo en nuestras vidas, en lo que hacemos y
decimos, que le da mérito al ser. Así, como Moisés, nuestra necesidad más
básica es deshacernos de la autosuficiencia. Fue muy necesario para la vida
espiritual de Moisés «(apacentar) . . . las ovejas a través del desierto»
(3:1), y eliminar su propia voluntad hasta llegar a rendirse a la voluntad de
Dios.
El apóstol
Pablo, extremamente educado, escribió: «No que seamos competentes por nosotros
mismos para pensar algo como de nosotros mismos, (o tomar decisiones sólo por
nuestra sabiduría humana) sino que nuestra competencia proviene de Dios» (II de
Corintios 3:5).
Usted es una
parte esencial del plan de Dios para alcanzar a otras personas.
LA GRAN
PRUEBA DE MOISÉS POR EL PECADO DE SU PUEBLO ISRAEL.
1MAS viendo
el pueblo que Moisés tardaba en descender del monte, allegóse entonces á Aarón,
y dijeron: Levántate, haznos dioses que vayan delante de nosotros; porque a
este Moisés, aquel varón que nos sacó de la tierra de Egipto, no sabemos qué le
haya acontecido. 2Y Aarón les dijo: Apartad los zarcillos de oro que están en
las orejas de vuestras mujeres, y de vuestros hijos, y de vuestras hijas, y traédmelos.
3Entonces todo el pueblo apartó los zarcillos de oro que tenían en sus orejas,
y trajéronlos á Aarón: 4El cual los tomó de las manos de ellos, y formólo con
buril, e hizo de ello un becerro de fundición. Entonces dijeron: Israel, estos
son tus dioses, que te sacaron de la tierra de Egipto. 5Y viendo esto Aarón,
edificó un altar delante del becerro; y pregonó Aarón, y dijo: Mañana será
fiesta á Jehová. 6Y el día siguiente madrugaron, y ofrecieron holocaustos, y
presentaron pacíficos: y sentóse el pueblo á comer y á beber, y levantáronse á
regocijarse. 7Entonces Jehová dijo á Moisés: Anda, desciende, porque tu pueblo
que sacaste de tierra de Egipto se ha corrompido: 8Presto se han apartado del
camino que yo les mandé, y se han hecho un becerro de fundición, y lo han
adorado, y han sacrificado á él, y han dicho: Israel, estos son tus dioses, que
te sacaron de la tierra de Egipto. 9Dijo más Jehová a Moisés: Yo he visto á
este pueblo, que por cierto es pueblo de dura cerviz: 10Ahora pues, déjame que
se encienda mi furor en ellos, y los consuma: y a ti yo te pondré sobre gran
gente. 11Entonces Moisés oró á la faz de Jehová su Dios, y dijo: Oh Jehová,
¿por qué se encenderá tu furor en tu pueblo, que tú sacaste de la tierra de
Egipto con gran fortaleza, y con mano fuerte? 12¿Por qué han de hablar los
Egipcios, diciendo: Para mal los sacó, para matarlos en los montes, y para
raerlos de sobre la haz de la tierra? Vuélvete del furor de tu ira, y
arrepiéntete del mal de tu pueblo. 13Acuérdate de Abraham, de Isaac, y de
Israel tus siervos, á los cuales has jurado por ti mismo, y díjole: Yo
multiplicaré vuestra simiente como las estrellas del cielo; y daré a vuestra
simiente toda esta tierra que he dicho, y la tomarán por heredad para siempre.
14Entonces Jehová se arrepintió del mal que dijo que había de hacer á su
pueblo. 15Y Volvióse Moisés, y descendió del monte trayendo en su mano las dos
tablas del testimonio, las tablas escritas por ambos lados; de una parte y de
otra estaban escritas. 16Y las tablas eran obra de Dios, y la escritura era
escritura de Dios grabada sobre las tablas. 17Y oyendo Josué el clamor del
pueblo que gritaba, dijo a Moisés: Alarido de pelea hay en el campo. 18Y él
respondió: No es eco de algazara de fuertes, ni eco de alaridos de flacos: algazara
de cantar oigo yo. 19Y aconteció, que como llegó él al campo, y vió el becerro
y las danzas, enardeciósele la ira á Moisés, y arrojó las tablas de sus manos,
y quebrólas al pie del monte. 20Y tomó el becerro que habían hecho, y quemólo
en el fuego, y moliólo hasta reducirlo á polvo, que esparció sobre las aguas, y
diólo á beber á los hijos de Israel. 21Y dijo Moisés á Aarón: ¿Qué te ha hecho
este pueblo, que has traído sobre él tan gran pecado? 22Y respondió Aarón: No
se enoje mi señor; tú conoces el pueblo, que es inclinado á mal. 23Porque me
dijeron: Haznos dioses que vayan delante de nosotros, que á este Moisés, el
varón que nos sacó de tierra de Egipto, no sabemos qué le ha acontecido. 24Y yo
les respondí: ¿Quién tiene oro? Apartadlo. Y diéronmelo, y echélo en el fuego,
y salió este becerro. 25Y viendo Moisés que el pueblo estaba despojado, porque
Aarón lo había despojado para vergüenza entre sus enemigos, 26Púsose Moisés a
la puerta del real, y dijo: ¿Quién es de Jehová? júntese conmigo. Y juntáronse
con él todos los hijos de Leví. 27Y él les dijo: Así ha dicho Jehová, el Dios
de Israel: Poned cada uno su espada sobre su muslo: pasad y volved de puerta a
puerta por el campo, y matad cada uno á su hermano, y á su amigo, y a su
pariente. 28Y los hijos de Leví lo hicieron conforme al dicho de Moisés: y
cayeron del pueblo en aquel día como tres mil hombres. 29Entonces Moisés dijo:
Hoy os habéis consagrado á Jehová, porque cada uno se ha consagrado en su hijo,
y en su hermano, para que dé él hoy bendición sobre vosotros. 30Y aconteció que
el día siguiente dijo Moisés al pueblo: Vosotros habéis cometido un gran
pecado: más yo subiré ahora á Jehová; quizá le aplacaré acerca de vuestro
pecado. 31Entonces volvió Moisés á Jehová, y dijo: Ruégote, pues este pueblo ha
cometido un gran pecado, porque se hicieron dioses de oro, 32Que perdones ahora
su pecado, y si no, ráeme ahora de tu libro que has escrito. 33Y Jehová
respondió á Moisés: Al que pecare contra mí, á éste raeré yo de mi libro. 34Ve
pues ahora, lleva á este pueblo donde te he dicho: he aquí mi ángel irá delante
de ti; que en el día de mi visitación yo visitaré en ellos su pecado. 35Y
Jehová hirió al pueblo, porque habían hecho el becerro que formó Aarón.
LA FE DE
MOISÉS Y SU TESTIMONIO AL MUNDO.
Los dignos
frutos de la fe, de la paciencia, y de la piedad; las advertencias contra la
desobediencia; el servicio que agrada a Dios
La historia
del pueblo de Dios confirma los muchos que tuvieron que soportar circunstancias
hostiles y sufrimientos, pero aún se mantuvieron fieles y pudieron cumplir con
la perfecta voluntad de Dios. En la famosa lista de los «héroes de la fe»
(Hebreos 11:1-38), Dios nos da un repaso de muchos de ellos. «Por la fe
Abraham, cuando fue probado, ofreció a Isaac . . . pensando que Dios es
poderoso para levantar aun de entre los muertos, de donde, en sentido figurado,
también le volvió a recibir . . . Por la fe Moisés, hecho ya grande, rehusó
llamarse hijo de la hija de Faraón, escogiendo antes ser maltratado con el
pueblo de Dios, que gozar de los deleites temporales (de corta duración) del
pecado, teniendo por mayores riquezas el vituperio de Cristo que los tesoros de
los egipcios» (11:17-26). Los hombres y las mujeres del Antiguo Testamento
escritos en esta lista son ejemplos de personas que escogieron obedecer a Dios
y vivir piadosamente, sin considerar las consecuencias.
Esto nos
recuerda de lo mucho que nuestro Salvador ha dispuesto para nosotros por medio
del Espíritu Santo que mora en nosotros y por medio del conocimiento completo
de Su voluntad revelado en Su Palabra escrita. En verdad, «nosotros también,
teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo
peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que
tenemos por delante» (12:1). Los corredores que ganan la carrera de la vida
ponen «los ojos en Jesús, el Autor y Consumador de la fe, el cual por el gozo
puesto delante de Él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la
diestra del trono de Dios» (12:2). La vida del creyente demanda negarse a sí
mismo, la disciplina, y un corazón sincero y lleno de amor para con Dios y para
Su Palabra. Estas características distinguen al creyente del desenfreno que se
practica en el mundo. Tenemos que decidir por nuestra propia cuenta, por medio
de la oración y la lectura de las Escrituras y una examinación personal, si hay
algo en nuestras vidas que nos está estorbando que necesita ser eliminado.
«La carrera»
de la cual el apóstol Pablo nos escribe es una vida de lealtad y de obediencia.
«Y (Jesús) decía a todos: Si alguno quiere venir en pos de Mí, niéguese a sí
mismo, tome su cruz cada día, y sígame» (Lucas 9:23).
DIOS NOS
RECUERDA:
«Hijo mío .
. . (que) tu corazón guarde Mis mandamientos; porque largura de días y años de
vida y paz te aumentarán» (Proverbios 3:1-2)
PERO
JESUCRISTO ES MAYOR QUE MOISÉS.
1POR tanto,
hermanos santos, participantes de la vocación celestial, considerad al Apóstol
y Pontífice de nuestra profesión, Cristo Jesús; 2El cual es fiel al que le
constituyó, como también lo fue Moisés sobre toda su casa. 3Porque de tanta
mayor gloria que Moisés éste es estimado digno, cuanto tiene mayor dignidad que
la casa el que la fabricó. 4Porque toda casa es edificada de alguno: más el que
crió todas las cosas es Dios. 5Y Moisés á la verdad fue fiel sobre toda su
casa, como siervo, para testificar lo que se había de decir; 6Mas Cristo como
hijo, sobre su casa; la cual casa somos nosotros, si hasta el cabo retuviéremos
firme la confianza y la gloria de la esperanza. 7Por lo cual, como dice el
Espíritu Santo: Si oyereis hoy su voz, 8No endurezcáis vuestros corazones Como
en la provocación, en el día de la tentación en el desierto, 9Donde me tentaron
vuestros padres; me probaron, Y vieron mis obras cuarenta años. 10A causa de lo
cual me enemisté con esta generación, Y dije: Siempre divagan ellos de corazón,
Y no han conocido mis caminos. 11Juré, pues, en mi ira: No entrarán en mi
reposo. 12Mirad, hermanos, que en ninguno de vosotros haya corazón malo de
incredulidad para apartarse del Dios vivo: 13Antes exhortaos los unos á los
otros cada día, entre tanto que se dice Hoy; porque ninguno de vosotros se
endurezca con engaño de pecado: 14Porque participantes de Cristo somos hechos,
con tal que conservemos firme hasta el fin el principio de nuestra confianza;
15Entre tanto que se dice: Si oyereis hoy su voz, No endurezcáis vuestros
corazones, como en la provocación. 16Porque algunos de los que habían salido de
Egipto con Moisés, habiendo oído, provocaron, aunque no todos. 17Mas ¿con
cuáles estuvo enojado cuarenta años? ¿No fue con los que pecaron, cuyos cuerpos
cayeron en el desierto? 18¿Y a quiénes juró que no entrarían en su reposo, sino
a aquellos que no obedecieron? 19Y vemos que no pudieron entrar a causa de
incredulidad.
Hebreos
4:1-13
1TEMAMOS,
pues, que quedando aún la promesa de entrar en su reposo, parezca alguno de
vosotros haberse apartado. 2Porque también á nosotros se nos ha evangelizado
como a ellos; mas no les aprovechó el oír la palabra á los que la oyeron sin
mezclar fe. 3Empero entramos en el reposo los que hemos creído, de la manera
que dijo: Como juré en mi ira, No entrarán en mi reposo: aun acabadas las obras
desde el principio del mundo. 4Porque en un cierto lugar dijo así del séptimo
día: Y reposó Dios de todas sus obras en el séptimo día. 5Y otra vez aquí: No
entrarán en mi reposo. 6Así que, pues que resta que algunos han de entrar en
él, y aquellos a quienes primero fue anunciado no entraron por causa de
desobediencia, 7Determina otra vez un cierto día, diciendo por David: Hoy,
después de tanto tiempo; como está dicho: Si oyereis su voz hoy, No endurezcáis
vuestros corazones. 8Porque si Josué les hubiera dado el reposo, no hablaría
después de otro día. 9Por tanto, queda un reposo para el pueblo de Dios.
10Porque el que ha entrado en su reposo, también él ha reposado de sus obras,
como Dios de las suyas. 11Procuremos pues de entrar en aquel reposo; que
ninguno caiga en semejante ejemplo de desobediencia. 12Porque la palabra de
Dios es viva y eficaz, y más penetrante que toda espada de dos filos: y que
alcanza hasta partir el alma, y aun el espíritu, y las coyunturas y tuétanos, y
discierne los pensamientos y las intenciones del corazón. 13Y no hay cosa
criada que no sea manifiesta en su presencia; antes todas las cosas están desnudas
y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta.
El Nuevo
Pacto; el perfecto sacrificio de Cristo comparado a los sacrificios temporales
que estaban bajo la Ley; una súplica para mantenernos fieles.
El
tabernáculo y el sistema de adoración para Israel le fue revelado a Moisés por
Dios en el monte Sinaí. Esto consistía de muchos sacrificios, los cuales no
podían limpiar a nadie del pecado sino que solamente «cubrían» a los oferentes
temporalmente. Sin embargo, cada detalle de este gran sistema de adoración era
simbólico del único sacrificio que vendría de Cristo en la cruz. Jesucristo
tomó el lugar del sumo sacerdote de Israel, de los sacerdotes, y de todo el
sistema del rito sacrificial de la adoración. Dios predijo por medio de Su
profeta un Pacto futuro: «He aquí que vienen días, dice Jehová, en los cuales
haré Nuevo Pacto con la casa de Israel y con la casa de Judá» (Jeremías 31:31;
ver Hebreos 8:6-13).
Bajo el
sistema de adoración del Antiguo Pacto, «la sangre de los becerros y de los
machos cabríos» (9:12,19), los cuales eran animales inocentes, eran
sacrificados diariamente por los pecados de los oferentes. Pero Jesucristo,
quien es el Dios hecho Hombre, derramó Su propia sangre y entró una vez y para
siempre, no en el Lugar Santísimo terrenal, pues «no entró Cristo en el
santuario hecho de mano, figura del verdadero, sino en el cielo mismo para
presentarse ahora por nosotros ante Dios» (9:24).
El Espíritu
Santo guio al escritor de la epístola de Hebreos a señalar aquí que el Antiguo
Pacto miraba hacia el futuro «por el más amplio y más perfecto tabernáculo»
(9:10-11). La frase el «más perfecto tabernáculo» se refiere a la forma
encarnada de Jesús, desde que el contenido del tabernáculo, y el mismo tabernáculo
también, simbolizaban a Cristo, como también en Su vida, en Su ministerio, en
Su muerte, y en todos los sacrificios del Antiguo Pacto. Los sacrificios de los
animales ya no son aceptables porque «estando ya presente Cristo, Sumo
Sacerdote de los bienes venideros, por el más amplio y más perfecto
tabernáculo, no hecho de manos, es decir, no de esta creación, y no por sangre
de machos cabríos ni de becerros, sino por Su propia sangre, entró una vez para
siempre en el Lugar Santísimo, habiendo obtenido eterna redención (para
nosotros)» (9:11-12).
La confesión
de nuestra fe es una admisión de que hemos renunciado al mundo y a sus deseos y
pasiones para mantenernos fieles a nuestro Señor y Salvador Jesucristo, quien
ha hecho tanto por nosotros. «Mas Dios muestra Su amor para con nosotros, en
que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros» (Romanos 5:8).
Sí, Dios es
todo Sabio (Omnisciente), Todopoderoso, y siempre está presente (Omnipresente).
¿Cómo es que podemos temer el futuro?
EL CONCEPTO
QUE DIOS TIENE DE MOISÉS.
LOS CAMINOS
DE DIOS.
CVC LA VOZ.
Éxodo 33:17 “Jehová dijo a Moisés: También haré esto que has dicho, por cuanto
has hallado gracia en mis ojos, y te he conocido por tu nombre”. (RVR1960)
Este
versículo refleja el gran vínculo que existía entre Dios y Moisés,
sencillamente parece haber algo especial en la relación entre ellos. Aquí Dios
le está diciendo a Moisés; ve tranquilo, no te preocupes, yo voy a hacer todo
lo que me has pedido, responderé positivamente a tu pedido e iré contigo. Que
maravilloso seria poder escuchar las mismas palabras de parte de nuestro Padre
Celestial, cuando nosotros también vamos a emprender algo nuevo en nuestra
vida, carrera, ministerio, etc.
Lo que más
llama la atención son las razones por las que Dios ha a contestado a Moisés de
esta forma tan fascinante y las causas principales no son lo perfecto, apuesto,
fiel o buen cristiano que ha sido Moisés, pues todos recordamos muy bien el
hombre a quien este le quitó la vida y teniendo en cuenta que era nuestro
personaje era un ser humano de carne y hueso, sabemos con toda certeza que
tenía defectos y faltas, por lo cual no había nada que pudiese hacer para
merecer tales beneficios.
La idea no
es rebajar el nombre o prestigio de Moisés, pero para nuestro alivio resulta
beneficioso entender que las razones son mucho más sencillas; en realidad no
dependía de Moisés sino de Dios, sencillamente Dios le conocía por nombre y
Moisés había hallado gracia ante sus ojos.
MOISÉS HALLÓ
GRACIA DELANTE DE DIOS.
Pero una
segunda pregunta resulta invertible, ¿cómo hizo Moisés para hallar gracia ante
el Dios todopoderoso y como dejo de ser uno más del pueblo de Israel para
convertirse en el Moisés con quien Dios hablaba como a un amigo?, la respuesta
también es muy sencilla y la encontramos en Salmos 103:7 “Sus caminos notificó
a Moisés, Y a los hijos de Israel sus obras”. (RVR1960). Moisés a diferencial
del pueblo de Israel se preocupó en conocer los caminos de Dios, se preocupo en
conocer la voluntad del Padre, sus planes y su corazón, mientras que el pueblo,
se ocupada de las leyes, de los mandamientos, lo que tenían que hacer, vestir y
decir. Israel no pudo experimentar la relación personal con Dios que disfrutó
Moisés, ellos estaban más ocupados en lo que tenían que hacer que en aquel a
quien debían conocer.
Hoy en día
muchos vamos a la iglesia esperando aprender todas las reglas correctas para
agradar a Dios, buscamos las palabras perfectas y los actos dignos de aquellos
llamados “Cristianos”, pero nos frustramos al notar que nunca seremos lo
suficientemente buenos para lograr esto. Debemos entender que Dios quiere
relaciones y no tradiciones, Él desea que conozcamos sus caminos, sus planes y
su corazón, Él simplemente no está interesado en religiones, costumbres o
sacrificios, sino que nos ha llamado amigos.
Si deseas
hallar gracia y disfrutar de una relación real con Dios es necesario que le
conozcas, sólo eso hará la diferencia en tu vida. No depende de lo bueno, justo
o santo que seas, sino del tiempo que le dediques a escuchar el corazón de tu
Padre, a identificar lo que Él ama, busca y anhela. No nos conformemos con una
lista de cosas a hacer, dejemos la religiosidad y busquemos un amor genuino como
el que tuvo Moisés, aun a pesar de ser un hombre con defectos como los
nuestros. CVC LA VOZ.
Salmos 25:4
“Muéstrame, oh Jehová, tus caminos; Enséñame tus sendas. (RVR1960)
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Caribe y España.
CRISTO ES
MAYOR QUE LOS ÁNGELES Y MAYOR QUE MOISÉS.
La razón por
qué Cristo asumió un cuerpo humano; la superioridad de Cristo a los ángeles y a
Moisés; la salvación; Cristo, nuestro Sumo Sacerdote.
Fueron los
ángeles los que rescataron a Lot de Sodoma (Génesis 19:1-26); los ángeles
también le ministraron a Jesús al terminar Su ayuno de 40 días (Mateo 4:11); y
fueron los ángeles los que rescataron a Pedro de la prisión. Pero, aun de más consuelo
para nosotros es saber que los ángeles «son todos espíritus ministradores,
enviados para servicio a favor de los que serán herederos de la salvación»
(Hebreos 1:14). Pensemos un momento, eso incluye a todos los que son «herederos
de la salvación». Aun cuando parece que Satanás ha arruinado nuestras vidas,
Dios, quien creó y gobierna el universo, está convirtiendo aun las obras de
Satanás y la ira de los hombres para continuar Su suma voluntad en cada una de
nuestra vidas.
La
importancia de los ángeles no se compara a la superioridad de Cristo. Pero,
aún, a pesar de Su superioridad eterna como el Creador de los ángeles, por Su
gran amor para con nosotros, Jesús voluntariamente «fue hecho un poco menor que
los ángeles, a Jesús, (a quien ahora vemos) coronado de gloria y de honra, a
causa del padecimiento de la muerte, para que por la gracia de Dios gustase la
muerte por todos. Porque convenía (fue justo) a Aquel por cuya causa son todas
las cosas, y por quien todas las cosas subsisten, que habiendo de llevar muchos
hijos a la gloria, perfeccionase por aflicciones al Autor de la salvación de
ellos. . . . Porque ciertamente no socorrió a los ángeles, sino que socorrió a
la descendencia de Abraham. Por lo cual debía (fue mejor) ser en todo semejante
a Sus hermanos, para venir a ser misericordioso y fiel Sumo Sacerdote en lo que
a Dios se refiere, para expiar los pecados del pueblo» (2:9-10,16-17).
Consideremos
los honores dotados a Moisés quien rescató a Israel de Egipto. Por medio de
Moisés la orden levítica completa, el tabernáculo, y el antiguo sistema de
adoración fueron instituidos; pero Cristo rescata a todos los que le reciben a
Él del castigo de un infierno eterno (Juan 3:16).
«Temamos,
pues, no sea que permaneciendo aún la promesa de entrar en Su reposo, alguno de
vosotros parezca no haberlo alcanzado. Porque también a nosotros se nos ha
anunciado la buena nueva como a ellos; pero no les aprovechó el oír la Palabra,
por no ir acompañada de fe en los que la oyeron. Pero los que hemos creído
entramos en el reposo» (Hebreos 4:1-3).
Cuando
Cristo, el Príncipe de Paz gobierne nuestros corazones, entonces es que no
vamos a insistir en nuestros propios caminos.
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