miércoles, 23 de enero de 2013

ES NECESARIO ESCUCHAR A LOS DEMAS, ASI COMO JESUCRISTO NOS ESCUCHA A NOSOTROS

«SI QUIERES CONOCER A UN HOMBRE»


por Carlos Rey







En la China del siglo tercero el rey Ts'ao envió al templo a su hijo, el príncipe T'ai, a estudiar bajo la tutela del gran maestro Pan Ku. Ya que el príncipe habría de suceder a su padre como rey, Pan Ku tenía la responsabilidad de enseñarle al muchacho los requisitos para ser un buen líder. Cuando el príncipe llegó al templo, el maestro lo mandó a que fuera al bosque Ming-Li. La tarea consistía en que fuera solo, se quedara allí un año y luego regresara al templo y describiera el sonido del bosque.

Un año después T'ai regresó y Pan Ku le pidió que describiera todo lo que había logrado escuchar.

—Maestro —le dijo el príncipe—, oí el canto del cucú, el susurro de las hojas, el zumbido del colibrí, el chirrido del grillo, el murmullo de la hierba, el zumbido de la abeja, y el murmullo y el aullido del viento entre los árboles.

Al oír esto, el maestro le dijo que volviera al bosque a ver qué más podía escuchar. La insistencia del maestro dejó enojado y perplejo al príncipe. ¿Acaso no había ya percibido todos los sonidos del bosque?

Día y noche el príncipe se quedó sentado en el bosque escuchando, pero no logró percibir más sonidos que los que ya había identificado. Por fin una mañana, mientras permanecía sentado en silencio debajo de los árboles, comenzó a escuchar algunos sonidos apenas perceptibles, diferentes de los anteriores. Cuanto más se esforzaba por escuchar, más claros se hacían los sonidos. Se sintió como si hubiera hecho un gran descubrimiento. «Estos seguramente son los sonidos que mi maestro quería que yo escuchara», pensó.

Cuando el príncipe regresó al templo, el maestro le preguntó qué había escuchado.

—Maestro —le contestó respetuosamente el príncipe—, mientras estaba concentrado escuchando, pude oír lo inaudible: el sonido de las flores al abrirse, el sonido del sol al calentar la tierra y el murmullo de la hierba al beber el rocío de la mañana.

El maestro asintió con la cabeza y le dijo:

—Oír lo inaudible es una disciplina que hay que cultivar para ser un buen líder. Pues sólo entonces —después de aprender a escuchar con suma atención el corazón de su pueblo, de modo que percibe los sentimientos que no han expresado, el dolor que no han comunicado y las quejas que no han expuesto— es que el líder puede lograr inspirarles confianza, comprender cuando algo anda mal y satisfacer sus verdaderas necesidades.1

Estas sabias palabras del maestro Pan Ku nos recuerdan el refrán que dice: «Si quieres conocer a un hombre, no lo mires; óyelo.»2

Eso fue exactamente lo que logró Dios mediante la encarnación. El Rey del universo vino a este mundo para aprender a escuchar con suma atención el latido de nuestro corazón y sentir nuestro dolor. En ese acto supremo de identificación con nosotros, Jesucristo se hizo hombre a fin de satisfacer nuestras necesidades espirituales, dándonos una razón para vivir y una esperanza del porvenir.3





1W. Chan Kim y Renee A. Mauborgne, «Parables of Leadership» (Parábolas de liderazgo) Harvard Business Review, Julio-Agosto, 1992, p. 124.

2Refranero general ideológico español, compilado por Luis Martínez Kleiser (Madrid: Editorial Hernando, 1989), p. 246.

3Jer 29:11





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