LA SANTIDAD
DEBE SER EL PROPÓSITO MÁS ALTO PARA HONRAR A DIOS.
LA CUMBRE
MÁS ALTA DE LA VIDA, DEBE SER LA SANTIDAD.
Menos de
cincuenta alpinistas habían logrado escalar «las siete cumbres», es decir, la
cumbre más alta de cada uno de los siete continentes del mundo. Por eso es tan
sobresaliente que el primero en lograr esta hazaña fuera el empresario
norteamericano Dick Bass, que a los cincuenta y cinco años de vida batió récord
también como el hombre de mayor edad que hasta entonces escalara el monte
Everest. Llegó a la cumbre de esa montaña, la más alta del mundo, el 30 de
abril de 1985. Las siete cumbres, en orden descendente, son la del monte
Everest en Asia, de 8.848 metros; la del Aconcagua en Suramérica, de 6.960
metros; la del MacKinley en Norteamérica, de 6.194 metros; la del Kilimanjaro
en África, de 5.895 metros; la del Elbruz en Europa, de 5.642 metros; la del
Vinson Massif en la Antártida, de 4.897 metros; y la cumbre del monte Kosciusko
en Australia, de 2.228 metros de altura.
Siempre
satisface alcanzar cumbres en la vida. ¿Quién no desea alcanzar la suya? A
pocos les satisface quedarse en el llano, en el valle, limitándose a contemplar
cómo suben los demás mientras ellos se quedan siempre a ras de tierra,
hacinados con los fracasados y tragando polvo. Querer escalar y llegar a una
alta cima es noble y encomiable deseo. A fin de cuentas el hombre, creado a la
imagen de Dios, es un ser que camina derecho, con los ojos en lo más alto de la
cabeza para poder mirar lejos y mirar a lo alto.
Lo que nos
separa a unos de otros son las cumbres que optamos por escalar. La primera
cumbre que escogió Dick Bass fue la de su propio continente, la del MacKinley,
y logró escalarla. Por último decidió escalar la más alta, la del Everest, y la
coronó también. Y consiguió todo eso sin haberse formado como alpinista, sino a
base de un empeño constante y una determinación tan inconmovible como las
montañas mismas.
Hay quienes
buscan la cumbre de la riqueza. Otros escogen la cumbre de la ciencia. Otros,
con inclinaciones místicas, optan por la cumbre de la religión. Otros aspiran a
las cumbres del arte, del deporte o de la política. Para cada uno, la cumbre
que escoge tiene un atractivo sin igual. Pero ¿quiénes buscan la cumbre de la
santidad? ¡Si hasta parece ridículo hacer esta pregunta en un mundo plagado de
materialismo y vanidad!
Sin embargo,
y aunque no parezca posible, la santidad es la mayor cumbre de todas. Es la
cima más excelente, la única que puede llevarnos a nuestra plena realización.
De los que han buscado esta cumbre, muchos han fracasado en su empeño por
haberse desviado del camino.
Esa cumbre
de la santidad es Cristo, la santidad personificada. Para llegar a ella,
debemos seguir el camino sin desviarnos. Pero a fin de no desviarnos, es imprescindible
que la escalemos con la mirada en Cristo.
Lucas 1:75
En santidad
y justicia delante de Él, todos nuestros días.
Romanos 1:4
Y que fue
declarado Hijo de Dios con poder, conforme al Espíritu de santidad, por la
resurrección de entre los muertos: nuestro Señor Jesucristo,
2 Corintios
1:12
Porque
nuestra satisfacción es ésta: el testimonio de nuestra conciencia que en la
santidad y en la sinceridad que viene de Dios, no en sabiduría carnal sino en
la gracia de Dios, nos hemos conducido en el mundo y especialmente hacia
vosotros.
2 Corintios
7:1
Por tanto,
amados, teniendo estas promesas, limpiémonos de toda inmundicia de la carne y
del espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios.
Efesios 4:24
Y os vistáis
del nuevo hombre, el cual, en la semejanza de Dios, ha sido creado en la
justicia y santidad de la verdad.
1
Tesalonicenses 3:13
A fin de que
El afirme vuestros corazones irreprensibles en santidad delante de nuestro Dios
y Padre, en la venida de nuestro Señor Jesús con todos sus santos.
1 Timoteo
2:15
Pero se
salvará engendrando hijos, si permanece en fe, amor y santidad, con modestia.
Hebreos
12:10
Porque ellos
nos disciplinaban por pocos días como les parecía, pero Él nos disciplina para
nuestro bien, para que participemos de su santidad.
Hebreos
12:14
Buscad la
paz con todos y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor.
El apóstol
Pablo tenía una meta, una cumbre a la cual llegar. La más alta
Filipenses
3:14
Prosigo
hacia la meta para obtener el premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo
Jesús.
1 Corintios
9:25
Y todo el que
compite en los juegos se abstiene de todo. Ellos lo hacen para recibir una
corona corruptible, pero nosotros, una incorruptible.
Filipenses
4:1
Así que,
hermanos míos, amados y añorados, gozo y corona mía, estad así firmes en el
Señor, amados.
1 Tesalonicenses
2:19
Porque
¿quién es nuestra esperanza o gozo o corona de gloria? ¿No lo sois vosotros en
la presencia de nuestro Señor Jesús en su venida?
2 Timoteo
4:8
En el futuro
me está reservada la corona de justicia que el Señor, el Juez justo, me entregará
en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida.
Santiago
1:12
Bienaventurado
el hombre que persevera bajo la prueba, porque una vez que ha sido aprobado,
recibirá la corona de la vida que el Señor ha prometido a los que le aman.
1 Pedro 5:4
Y cuando
aparezca el Príncipe de los pastores, recibiréis la corona inmarcesible de
gloria
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