martes, 27 de enero de 2015

EL NUEVO NACIMIENTO DEL CREYENTE.

EL NUEVO NACIMIENTO DEL CREYENTE.
«Había un hombre de los fariseos que se llamaba Nicodemo, un principal entre los judíos» (Juan 3:1). Este prominente rabí probablemente quería tener una conversación sin interrupción con Jesús, así, pues, él decidió venir a Jesús de noche. Nicodemo era miembro del Sanedrín, el concilio que controlaba la vida religiosa de Israel, pero aún él pudo confesarle a Jesús: «Rabí, sabemos que has venido de Dios como Maestro» (3:2).
NACER DE LA PALABRA Y DEL ESPÍRITU SANTO ERA NUEVO TAMBIÉN PARA NICODEMO.
Jesús le dijo a Nicodemo: «De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. Lo que es nacido de la carne (de padres humanos), carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es» — («ser hechos hijos de Dios» — 1:12) (3:5-6). «Os es necesario nacer de nuevo» — («de Dios» — 1:13) (3:7). Para ilustrar lo importante que es «nacer de nuevo» (tener la vida eterna), Jesús le recordó del tiempo cuando los israelitas, cerca del final de sus jornadas de 40 años en el desierto, otra vez murmuraron sobre sus circunstancias. Por eso, el Señor les mandó serpientes ardientes entre ellos. Miles de personas murieron. Cuando el pueblo clamó a Dios, Él mandó a Moisés a hacer una serpiente de bronce y levantarla sobre un asta. El pueblo sólo podía ser sanado al poner sus ojos y mirar a la serpiente de bronce (Números 21:5-9). Jesús entonces dijo: «Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado, para que todo aquel que en Él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna» (Juan 3:14-15). «El que en Él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el Nombre del Unigénito Hijo de Dios» (3:18). La serpiente fue hecha de bronce desde que es el símbolo bíblico del juicio.
CAMBIOS PROFUNDOS SE DEBEN REALIZAR EN EL CORAZÓN Y EN LA MENTE DEL SER HUMANO.
La persona que ha llegado a «nacer de nuevo» del Espíritu Santo ahora aman las cosas de Dios que antes vivía ignorando, y odia las cosas malas que antes deseaban. Cuando nacimos la primera vez recibimos la naturaleza pecaminosa de nuestros padres, la cual fue heredada de Adán. Pero, cuando llegamos a «nacer de nuevo» y entramos en la familia de Dios, es que recibimos Su naturaleza divina. Por esta razón Dios nos dice: «andad como hijos de luz (porque el fruto del Espíritu es en toda bondad, justicia y verdad), comprobando lo que es agradable al Señor» (Efesios 5:8-10).
LA MIRADA DE DIOS PARA EL SER HUMANO ES UNA MIRADA DE COMPASIÓN Y DE AMOR, QUE SE REFLEJA EN EL PERDÓN DIVINO.
DIOS LIMPIA NUESTRO CORAZÓN Y RECIBE NUESTRA ALABANZA PURA.
La persona más insignificante por la medida del mundo es preciosa en los ojos de Dios.
BIENAVENTURADOS LOS LIMPIOS DE CORAZÓN.
“Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos, ni estuvo en camino de pecadores, ni en silla de escarnecedores se ha sentado; sino que en la ley de Jehová está su delicia, y en su ley medita de día y de noche” (Salmo 1:1-2).
Las Bienaventuranzas nos enseñan el fundamento de cómo debemos ser y vivir, tal y como los Diez Mandamientos en el Antiguo Testamento nos enseñan cómo vivir. Ahora, existe una palabra clave en lo que acabo de decir: “ser” .Verá, el mundo está más interesado en la palabra “tener”. Si usted tiene cosas, entonces es considerado bendecido según el mundo interpreta dicha palabra. El mundo piensa que la felicidad emana de su habilidad, dinero, astucia, posesiones, belleza, poder o fama. Sin embargo, creo que conocemos personas que poseen mucho y son perfectamente miserables. La felicidad no proviene de lo que una persona tiene, sino de lo que la persona es.
Los epitafios son generalmente escritos acerca del carácter de una persona. Escriba qué desea que su lápida diga.
UNA HISTORIA REAL EN LA VIDA DEL EVANGELISTA, PASTOR Y MAESTRO HERMANO PABLO.
CUANDO ESCUCHE DECIR QUE EL HERMANO PABLO HA MUERTO ¡“NO LO CREA”!.
«¡NO LO CREA!»
Por Carlos Rey.

Lo transmitió por primera y única vez por la radio a principios de 1968, cuando él mismo tenía cuarenta y seis años de edad. Habían transcurrido exactamente tres años y medio desde que redujo su programa de quince minutos a cuatro, bautizándolo con el nuevo nombre de UN MENSAJE A LA CONCIENCIA. A este mensaje en particular, uno de los mensajes más personales de todos los que llegó a grabar, el Hermano Pablo le puso por título «¡No lo crea!»:

«Quiero en este día, mi amigo, ser muy franco con usted. Algún día le va a llegar la noticia (pueda ser que estas mismas ondas la transmitan) que el Hermano Pablo ha muerto. Digo eso por la sencilla razón de que tarde que temprano todos tenemos que morir. Si Jesucristo tarda en su regreso al mundo, todos los que ahora vivimos tendremos que pasar por el río de la muerte. Y aunque nadie sabe cuándo, todos sabemos que ese día es seguro. Así que, amigo, ya sea por voz audible, por el periódico o por estas mismas ondas radiales, algún día usted oirá la noticia que el Hermano Pablo ha muerto.

»Cuando eso ocurra, ¡no lo crea! Así como se lo estoy diciendo, ¡no lo crea! No, no es que alguien haya mentido. No creo yo que cupiera en el corazón de alguien engañar en una cuestión tan importante. No es eso. Si llegara el anuncio, lo más probable es que, en efecto, mi corazón haya dejado de latir. Pero el verdadero yo —aquello que es mi personalidad, mi fuero interno, mi alma, mi vida espiritual— no habrá muerto. Más bien, ese es el día en que estaré más vivo que nunca. Es que, amigo mío, yo nací dos veces.

»La primera vez nací en 1921. Pero volví a nacer en 1932, cuando tenía once años de vida física. El primer nacimiento fue el del cuerpo; el segundo nacimiento fue el del espíritu. Y aunque el cuerpo muera, el espíritu nunca morirá. Al contrario, el simple hecho de haber nacido de nuevo me garantiza vida eterna junto al Señor Jesucristo. Así que, cuando oiga la noticia que el Hermano Pablo ha muerto, no la crea. Será ese el día en que el verdadero Hermano Pablo se haya trasladado a una vida superior, a la vida eterna, a la vida en la que no hay enfermedad, ni dolor ni tristeza; donde no hay remordimiento, ni pecado ni muerte. Será ese el día, mi amigo, en que de veras he de estar vivo.

»¿Ha tenido usted la experiencia del segundo nacimiento? Jesucristo le dijo al dirigente judío llamado Nicodemo: “Os es necesario nacer de nuevo.”1 Y, amigo, esa misma declaración es tan verdadera hoy como lo fue el día en que Jesús la hizo: ¿Ha nacido usted de nuevo?»


1         Jn 3:7

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