LA PALABRA
DE LA CRUZ ES LOCURA PARA MUCHOS. 1Corintios 1: 18- 31.
1:18 Porque
la palabra de la cruz es locura a los que se pierden; pero a los que se salvan,
esto es, a nosotros, es poder de Dios.
1:19 Pues
está escrito:
Destruiré la
sabiduría de los sabios,
Y desecharé
el entendimiento de los entendidos.
1:20 ¿Dónde
está el sabio? ¿Dónde está el escriba? ¿Dónde está el disputador de este siglo?
¿No ha enloquecido Dios la sabiduría del mundo?
1:21 Pues ya
que en la sabiduría de Dios, el mundo no conoció a Dios mediante la sabiduría,
agradó a Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación.
1:22 Porque
los judíos piden señales, y los griegos buscan sabiduría;
1:23 pero
nosotros predicamos a Cristo crucificado, para los judíos ciertamente
tropezadero, y para los gentiles locura;
1:24 más
para los llamados, así judíos como griegos, Cristo poder de Dios, y sabiduría
de Dios.
1:25 Porque
lo insensato de Dios es más sabio que los hombres, y lo débil de Dios es más
fuerte que los hombres.
1:26 Pues
mirad, hermanos, vuestra vocación, que no sois muchos sabios según la carne, ni
muchos poderosos, ni muchos nobles;
1:27 sino
que lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios; y lo débil
del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte;
1:28 y lo
vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo
que es,
1:29 a fin
de que nadie se jacte en su presencia.
1:30 Más por
él estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios
sabiduría, justificación, santificación y redención;
1:31 para
que, como está escrito: El que se gloría, gloríese en el Señor.
LA HISTORIA
REDENTORA DE JESUCRISTO EN LA CRUZ. Miqueas 1.
El juicio
pendiente contra Israel y Judá; el futuro rescate del remanente; el nacimiento
de Cristo es predicho; el juicio y la misericordia del Señor
Excepto por
el rey David, todos los reyes de Judá habían nacido en Jerusalén — la ciudad de
Dios. Pero, 700 años antes del nacimiento de Jesucristo, el profeta Miqueas fue
guiado a profetizar: «Pero tú, Belén Éfrata, pequeña para estar entre las
familias de Judá, de ti me saldrá el que será Señor en Israel; y Sus salidas
son desde el principio, desde los días de la eternidad» (Miqueas 5:2).
Al tiempo
establecido por Dios, « . . . se promulgó un edicto de parte de Augusto César,
que todo el mundo fuese empadronado. . . . Y José subió de Galilea, de la
ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David, que se llama Belén, por
cuanto era de la casa y familia de David» (Lucas 2:1,4). Por ser descendiente
del rey David, José tuvo que ir a su pueblo natal de Belén para registrarse. Al
dar este mandato desde Roma, Augusto César solamente estaba pensando en su
reino. Sin embargo, el Dios Soberano, quien determina la historia, usó la
autoridad de este emperador pagano para llevar a cabo el cumplimiento de la
profecía de Miqueas.
Puede que la
declaración más significante de la profecía de Miqueas fue esta: « . . . y Sus
salidas son desde el principio, desde los días de la eternidad». Esto
claramente proclama la Deidad y la existencia eterna del Rey Redentor. Él no
podía ser el Salvador de la humanidad y haber sufrido por los pecados del mundo
si Él hubiera heredado una naturaleza pecaminosa tal y como la de todos los humanos.
Por eso, Jesús, el Hijo de Dios, nació de la virgen María sin un padre humano.
El ángel Gabriel le anunció a María: «Y ahora, concebirás en tu vientre, y
darás a luz un Hijo, y llamarás Su nombre JESÚS. Este será grande, y será
llamado Hijo del Altísimo. . . y Su reino no tendrá fin. Entonces María dijo al
ángel: ¿Cómo será esto? pues no conozco varón. Respondiendo el ángel, le dijo:
El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con Su
sombra; por lo cual también el Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios»
(Lucas 1:31-35).
Jesucristo
nunca dejó de ser el Dios Eterno. Sin embargo, « . . . se despojó a Sí mismo,
tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres» (Filipenses 2:7). Pero
por ser humanos, por ser descendientes de Adán, todos nosotros hemos heredado
una naturaleza pecaminosa pues: « . . . Porque así como por la desobediencia de
un hombre (Adán) los muchos fueron constituidos pecadores, así también por la
obediencia de Uno (Jesucristo), los muchos serán constituidos justos» (Romanos
5:17-19).
Los hombres
sabios siguen a Jesucristo sin cuidado de lo que otras personas hagan.
“Y el que no
lleva su cruz y viene en pos de Mí, no puede ser mi discípulo” (Lucas 14:27).
La cruz no
solamente nos salva, sino que continúa santificándonos. ¿Ha leído lo que Jesús
dijo? “Si alguno quiere venir en pos de Mí, niéguese a sí mismo, y tome su
cruz, y sígame” (Marcos 8:34b).
Mucha gente
piensa que esto significa que nuestra “cruz” es una enfermedad, o un cónyuge
incrédulo, o un jefe déspota. Sin embargo, una cruz no es algo puesto a la
fuerza sobre usted y sobre lo cual no tiene ninguna opción. La cruz es algo que
usted volitivamente acepta. Jesús puso su vida voluntariamente, y nos pide que
hagamos lo mismo. Su cruz es cuando usted voluntariamente muere a sí mismo, y
realiza esto al decir “¡No!” al pecado y a su ego, y “¡Sí!” a Cristo.
Ofrezca esta
oración de entrega Dios hoy: “Padre, perdóname por ponerme yo en primer lugar,
y Tú en segundo. Perdóname por no tomar mi cruz para seguirte. Dame la gracia
de morir a mí mismo, y de morir para aquellas cosas en mi vida que no traen
gloria para Ti, y mantenme muy cerca de Ti.”
“A quien
Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su
justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados
pasados” - (Romanos 3:25).
Propiciación
es una palabra grande que significa “satisfacer”. Porque Dios es un Dios Santo,
su ira y justicia queman contra el pecado. Y Él ha prometido que el pecado será
castigado. Debe haber un pago satisfactorio por el pecado. Dios dijo: “Si
castigo al hombre por su pecado, morirá y se irá al infierno. Pero si no
castigo al hombre por su pecado, mi justicia nunca será satisfecha.” ¿La
solución? Dios dijo que Él mismo sería nuestro substituto. Llevaría el pecado
de la humanidad sobre Sí mismo en agonía, derramando su sangre: un juicio justo
y substituto por el pecado. Su ira se quemó en la cruz cuando su Unigénito
murió como la propiciación por los pecados del hombre, y esto es amor (vea 1
Juan 4:10).
¿Cuándo fue
la última vez que usted le agradeció a Dios por no mandarlo al infierno, como
se lo merecía? A lo mejor ya es tiempo de que lo haga, ¿no le parece?.
EL MENSAJE
DE DIOS AL MUNDO ES MUY CLARO.
Juan 1:1-11.
1:1 En el
principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios.
1:2 Este era
en el principio con Dios.
1:3 Todas
las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue
hecho.
1:4 En él
estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.
1:5 La luz
en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella.
1:6 Hubo un
hombre enviado de Dios, el cual se llamaba Juan.
1:7 Este
vino por testimonio, para que diese testimonio de la luz, a fin de que todos creyesen
por él.
1:8 No era
él la luz, sino para que diese testimonio de la luz.
1:9 Aquella
luz verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a este mundo.
1:10 En el
mundo estaba, y el mundo por él fue hecho; pero el mundo no le conoció.
1:11 A lo
suyo vino, y los suyos no le recibieron.
1 Juan
1:1-10
1:1 Lo que
era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros
ojos, lo que hemos contemplado, y palparon nuestras manos tocante al Verbo de
vida
1:2 (porque
la vida fue manifestada, y la hemos visto, y testificamos, y os anunciamos la
vida eterna, la cual estaba con el Padre, y se nos manifestó);
1:3 lo que
hemos visto y oído, eso os anunciamos, para que también vosotros tengáis
comunión con nosotros; y nuestra comunión verdaderamente es con el Padre, y con
su Hijo Jesucristo.
1:4 Estas
cosas os escribimos, para que vuestro gozo sea cumplido.
1:5 Este es
el mensaje que hemos oído de él, y os anunciamos: Dios es luz, y no hay
ningunas tinieblas en él.
1:6 Si
decimos que tenemos comunión con él, y andamos en tinieblas, mentimos, y no
practicamos la verdad;
1:7 pero si
andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la
sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado.
1:8 Si
decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no
está en nosotros.
1:9 Si
confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados,
y limpiarnos de toda maldad.
1:10 Si
decimos que no hemos pecado, le hacemos a él mentiroso, y su palabra no está en
nosotros.
CADA VEZ QUE
VEO LA CRUZ, QUIERO RECORDAR SU AMOR POR MÍ.
Los romanos
crucificaron miles de personas antes y después del Calvario. Pero si Jesús no
hubiese entregado su vida, muerto y resucitado ninguna persona recordaría un
objeto tan horrendo y repulsivo como la Cruz.
Al Señor
Jesús nuestra vida le costó el tremendo precio de la Cruz, pero al resucitar
puso el sello de seguridad sobre el perdón de nuestros pecados y la garantía de
una eterna Redención. Un Cristo muerto no podría haber sido nuestro Salvador.
Una tumba cerrada no podría atestiguar de un Cristo vivo.
Como el
apóstol Pedro dijo “era imposible que fuese retenido por ella”. Debido a eso
Jesucristo el cual Dios levantó, sueltos los dolores de la muerte, demostró ser
vencedor del pecado, de la muerte y del que tenía el imperio de la muerte, esto
es, al diablo. El sacrificio voluntario en la cruz del Calvario cumplió su
propósito. El precio del rescate por sus pecados y los míos fue aceptado
!Gloria a Dios!
Un gran
hombre de Dios oro así: Padre Celestial, cada vez que vea la cruz vacía deseo
recordar cuanto que tu Hijo Jesucristo sufrió por mí, del infierno que me
libraste allí y que tu resurrección me pueden dar poder y victoria mientras transito
aquí.
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