SI ANDAS CON
DIOS EL SEÑOR PODEMOS DECIR QUIÉN ERES REALMENTE.
DIME CON
QUIÉN ANDAS...
Por Carlos
Rey.
Torquemada,
un rudo vendedor de agua, solía ir por la calle arreando su burro con tremendos
azotes. La gente, acostumbrada a presenciar ese triste espectáculo, no hacía
nada por impedir el suplicio y la humillación del asno, sino que se limitaba a
decir: «¡Ahí van Torquemada y su burro!» Hasta que un día pasó por allí un
caballero que se le acercó y le rogó que tuviera compasión del pobre animal. El
pícaro aguador español se quitó la caperuza y le dijo al defensor del asno:
—¡Yo haré lo
que su señoría me mande, pues no pensé que mi burro tuviera parientes en la
Corte!
La respuesta
burlona de Torquemada le cayó en gracia al caballero, tanto que le compró el
animal y se lo llevó a su casa. El asno resultó ser un espectáculo agradable
para los que se divertían en su compañía. Su nuevo amo lo llevaba consigo
dondequiera que iba, como lo hacía antes Torquemada. Pero ahora la gente no
calificaba al asno de «burro», porque no lo asociaba con la mala compañía de
Torquemada. Al contrario, hablaba bien de él porque iba bien acompañado. Por
algo sería que a este cuento titulado Torquemada y su asno el gran lingüista
Covarrubias de Toledo le puso el subtítulo: «De los que dondequiera que vayan,
llevan en su compañía un necio pesado».
La gracia de
este cuento es que quien iba mal acompañado no era Torquemada sino su asno, de
modo que cuando el pobre burro cambió de amo, y por tanto de compañía, se
arregló todo. Ahora la gente podía ver que, en compañía de un caballero, el
burro era un animal respetable. En él se cumplía el refrán que dice: «Dime con
quién andas, y te diré quién eres.»1.
Ya hacía
bastantes siglos que San Pablo había consignado una variante de este refrán.
«No se dejen engañar —les escribió a los corintios—: “Las malas compañías
corrompen las buenas costumbres.”»2.
San Pablo sabía que conocer a Dios es andar
bien acompañado, al igual que el salmista David, que dijo: «Yo no convivo con
los mentirosos, ni me junto con los hipócritas; aborrezco la compañía de los
malvados; no cultivo la amistad de los perversos. Señor, tu gran amor lo tengo
presente, y siempre ando en tu verdad»3.
David sabía
por experiencia que no hay mejor compañía que la de nuestro caballeroso Dios.
Él no nos obliga a servirle; nos invita más bien a andar con Él, a disfrutar de
su compañía y a cultivar su amistad por toda la eternidad.
1 Luis Junceda, Del dicho al hecho
(Barcelona: Ediciones Obelisco, 1991), p. 215.
2 1Co 15:33. No erréis; las malas conversaciones
corrompen las buenas costumbres.
3 Sal 26:3‑8. Porque
tu misericordia está delante de mis ojos,
Y ando en tu
verdad.
26:4 No me
he sentado con hombres hipócritas,
Ni entré con
los que andan simuladamente.
26:5
Aborrecí la reunión de los malignos,
Y con los
impíos nunca me senté.
26:6 Lavaré
en inocencia mis manos,
Y así andaré
alrededor de tu altar, oh Jehová,
26:7 Para
exclamar con voz de acción de gracias,
Y para
contar todas tus maravillas.
26:8 Jehová,
la habitación de tu casa he amado,
Y el lugar
de la morada de tu gloria.
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