NOSOTROS
TAMBIÉN TENEMOS UNA CIUDADANÍA NUEVA EL CIELO.
Una cantante
con ocho ciudadanías.
Por Carlos
Rey.
Víspera del
Día Internacional para la Eliminación de la Discriminación Racial)
Miriam
Makeba nació en Sudáfrica. Su piel era negra como el azabache. En su país de
nacimiento los negros disfrutaban de pocos derechos. Pero Miriam tenía una voz
de oro. Era una cantante estupenda, que podía deleitar con su voz al público
más exigente del mundo. En su repertorio tenía obras clásicas, semiclásicas,
folclóricas y populares. Y todo lo interpretaba con maestría, con entusiasmo y
con dulzura.
Como cantaba
de maravilla y era tan querida y admirada por el público en general, Miriam
obtuvo la ciudadanía de ocho países: Tanzania, Guinea, Argelia, Sudán,
Mauritania, Cuba, Uganda y Liberia. Discriminada en su propio país por el color
de su piel, la recibieron en otras ocho naciones gracias a su voz.
Todo cambió
para aquella cantante sudafricana cuando el mundo comenzó a juzgarla del mismo
modo en que siempre la había juzgado Dios: por lo que procedía de su interior y
no por su apariencia externa. Pues Dios, a diferencia del hombre a quien creó,
jamás ha juzgado a nadie por las apariencias sino por el corazón.
Ese
principio divino lo vemos en un caso bíblico que tiene que ver también con un
músico. Se trata de David, que llegó a ser el músico de mayor renombre en su
país. Es más, hasta el día de hoy se le considera el salmista por excelencia de
Israel. Cuando Dios le pidió al profeta Samuel que ungiera al futuro rey de
Israel, no le dijo por adelantado a quién había escogido. A Samuel lo
impresionó la apariencia física de Eliab, el hermano mayor de David, así que
pensó que fuera él. Pero Dios le dijo: «No te dejes impresionar por su
apariencia ni por su estatura, pues yo lo he rechazado. La gente se fija en las
apariencias, pero yo me fijo en el corazón.»1.Y luego Dios rechazó uno por uno
a los otros seis hermanos de David hasta que por fin mandó llamarlo a él, el
más pequeño, y lo escogió de entre todos. Como Dios se fija en el corazón,
escogió a David, de quien más adelante dijo: «He encontrado en David, hijo de
Isaí, un hombre conforme a mi corazón».2.
Por lo
general, el factor que determina nuestra nacionalidad es el país en el que
nacimos. Pero así como para Miriam Makeba su país de origen no impidió que se
hiciera ciudadana de países extranjeros, tampoco nuestro nacimiento en este
mundo impide que nos hagamos ciudadanos del cielo. Porque Dios ha establecido
que, cualquiera que sea nuestro origen o nuestra raza, para obtener la
ciudadanía celestial todos tenemos que nacer de nuevo espiritualmente. Para que
esto suceda, tenemos que permitir que Dios limpie nuestro corazón. Pues
solamente los de corazón limpio podremos verlo en su gloria.
Cuando, al
igual que el rey David, le pedimos a Dios que nos limpie de todo pecado,
dándonos así un corazón limpio, Dios pone en nuestros labios un hermoso cántico
nuevo, un cántico de alabanza y de liberación. Y de ahí en adelante nuestro
repertorio incluye obras de toda clase que le agradan, de modo que a juicio
suyo cantamos divinamente bien, como aquella cantante sudafricana y como los
ángeles del cielo.
1 1S 16:7
2 Hch 13:22.
NO TEMAS
DICE DIOS.
No temas,
porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo;
siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia. Isaías
41:10.
Todos
atravesamos momentos en los cuales la vida parece abrumadora y ya no tenemos
fuerzas para seguir adelante, momentos en los cuales el enemigo pone en nuestra
mente pensamientos negativos, de muerte, de temor y frustración, pero nosotros
no debemos creerlos sino más bien recordar las bellas promesas que Dios tiene
para cada uno de nosotros en su Palabra y reclamarlas para nuestras vidas y las
de nuestros seres queridos; de modo que su presencia se haga tan real en
nuestras vidas, que lleguemos a sentir su amor, perdón, protección y dirección.
No debemos
permitir que el desánimo tome control de nuestra mente ni corazón, más bien
debemos pedir que su paz inunde por completo nuestro ser y entregarle cada una
de nuestras preocupaciones, reconociendo que sólo Él tiene la última palabra y
es el único que puede ayudarnos a enfrentar cualquier desafío que la vida nos
presente.
Si Dios fue
capaz de hacerlo todo, desde la nada, sólo por el poder de su Palabra, ¿por qué
no podría hacer maravillas en tu vida? Por eso, ¡levántate, en el nombre de
Jesús! Nuestro Dios no conoce derrotas. ¡Es Jehová de los Ejércitos! Vencedor
del Universo.
El crisol
prueba la plata y el fuego el oro, pero las pruebas de la vida llegan para
acrisolar el carácter del ser humano.
No todo está
perdido, ¡levanta tus ojos a ese Dios Eterno y Todopoderoso que nunca te dejará
ni desamparará.
El secreto
de una vida victoriosa está en saber reconocer quién es Dios y quiénes somos
nosotros.
Autora.
Brisna Bustamante S.
Sub
Coordinadora Call Center.
El siguiente
crédito, por obligación, es requerido para su uso por otras fuentes: Este
artículo fue producido por Radio Cristiana CVCLAVOZ.
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