viernes, 25 de julio de 2014

LOS VALORES PARA ESCOGER LA SABIDURÍA. Proverbio 16.

LOS VALORES PARA ESCOGER LA SABIDURÍA. Proverbio 16.
Los valores de poder agradar al Señor y poder escoger la sabiduría. Mateo 11: 29- 30.
29. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas;
11:30 porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga.
Nadie es humilde naturalmente. El corazón humano ha sido traspasado por el orgullo desde la caída de Adán; sólo Cristo, quien mora en el creyente, puede desarrollar la verdadera humildad en nuestras vidas. Esta humildad se manifiesta cuando mostramos bondad para los que no son bondadosos, paciencia para los que nos molestan, y amor para los que son desagradables. Somos inconsistentes al pensar que «humildemente nos hemos entregado a Jesucristo» y al mismo tiempo actuamos ásperamente contra otros.

El Señor siempre nos  guía a ver el resultado del orgullo y la falsa humildad: «Antes del quebrantamiento es la soberbia (el orgullo), y antes de la caída la altivez de espíritu. Mejor es humillar el espíritu con los humildes que repartir despojos con los soberbios» (Proverbios 16:18-19).

Es natural pensar que somos humildes, especialmente cuando estamos solos en oración delante de Dios. Pero la humildad, o la falta de ella, son bien evidentes por medio de nuestra actitud cuando estamos con alguien que nos irrita. Si nuestras respuestas son expresadas de cualquier manera sin bondad, o por la forma exterior de nuestras palabras o nuestras acciones o por la forma interior de nuestros pensamientos, entonces nuestra «humildad» no es real, es meramente una máscara (pretendiendo ser piadosos) para nuestro orgullo. Por conocer el destructivo poder del orgullo, vamos a mirar a las personas que son difíciles de amar como personas que son mandadas por Dios para darnos una oportunidad para limpiarnos de nuestra santurronería personal (o falsa humildad) y expresar la verdadera humildad de Cristo y el amor de Dios.

Los creyentes que son verdaderamente humildes no sienten celo ni envidia cuando ellos son ignorados mientras que otras personas son alabadas. Dios siempre nos recuerda: «Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a (sí) mismos» (Filipenses 2:3).

La humildad nos permite expresar la misma naturaleza de Cristo en nuestras vidas cuando existen diferentes opiniones. La Palabra de Dios también nos amonesta: «Unánimes entre vosotros; no altivos, sino asociándoos con los humildes. No seáis sabios en vuestra propia opinión» (pensando que somos mejores que otras personas) (Romanos 12:16).
DEBE REGIR LA HUMILDAD.

No seáis sabios en vuestra propia opinión.

Romanos 12:16

Los cristianos presumidos y egoístas son una seria contradicción. Si hemos de seguir a Cristo debemos someternos a la voluntad de Dios como se presenta en su Palabra. Cualquier confianza que usted tenga en sí mismo, en su propia sabiduría o en sus talentos naturales debe subordinarse a los mandatos del Señor.

De ninguna manera debe ser presumido, ni en ningún sentido considerarse mejor que los demás creyentes. Más bien Dios quiere que usted acepte y abrace a cada miembro del cuerpo de Cristo "No mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros" (Fil. 2:4).
Cuando llevamos la naturaleza de Jesucristo en nuestras vidas vemos a otras personas tal y como Jesús los ve, y les damos la misma consideración, sin considerar su raza, su posición, sus habilidades, sus riquezas, pues « . . . Dios no hace acepción de personas» (Hechos 10:34).
NO SE PERMITE EL FAVORITISMO.
Porque no hay acepción de personas para con Dios.

Romanos 2:11

Es pecado que un cristiano muestre favoritismo con las personas. Es decir, no debe estar prejuiciado ni a favor ni en contra de otra persona basándose en posición social, riqueza, influencia, popularidad o apariencia física.

La más clara y más práctica enseñanza neotestamentario acerca de la imparcialidad está en la carta de Santiago a los creyentes:

Hermanos míos, que vuestra fe en nuestro glorioso Señor Jesucristo sea sin acepción de personas. Porque si en vuestra congregación entra un hombre con anillo de oro y con ropa espléndida, y también entra un pobre con vestido andrajoso, y miráis con agrado al que trae la ropa espléndida... ¿no hacéis distinciones entre vosotros mismos, y venís a ser jueces con malos pensamientos? ...pero si hacéis acepción de personas, cometéis pecado, y quedáis convictos por la ley como transgresores (2:1-4, 9).

Si Dios nunca obra con favoritismo, ¿no debiera procurar usted el mismo carácter virtuoso, "no haciendo nada con parcialidad" (1 Ti. 5:21)?

SENTIR AFECTO POR LOS HUMILDES.

No altivos, sino asociándoos con los humildes.

Romanos 12:16

No hay aristocracia alguna en la iglesia, ni lugar para una clase eclesiástica que merece toda la atención. Pero la Biblia no dice que usted nunca se asocie con los ricos ni con las personas influyentes. Es sencillamente que debe sentir más que una obligación el servir a los humildes porque son los más necesitados.

El Señor Jesús ilustró debidamente esa verdad: "Cuando hagas comida o cena, no llames a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a vecinos ricos; no sea que ellos a su vez te vuelvan a convidar, y seas recompensado. Mas cuando hagas banquete, llama a los pobres, los mancos, los cojos y los ciegos; y serás bienaventurado; porque ellos no te pueden recompensar, pero te será recompensado en la resurrección de los justos" (Lc. 14:12-14).

No es nada malo que invite a sus amigos y familiares a que coman en su casa. Pero es malo hacerlo con motivos egoístas, con el propósito de ser recompensado, y sin consideración alguna por los que no pueden darle nada a cambio.
COMPARTIR LA TRISTEZA CON LOS DEMÁS.

Llorad con los que lloran.

Romanos 12:15

Dios quiere que sea sensible ante las tristezas o dificultades de los demás. Eso es compasión, que por definición va más allá del deber de solidarizarse o simpatizar con alguien. Quiere decir en realidad entrar en el sufrimiento ajeno.

Dios es un Dios compasivo (Dt. 4:31), tanto que la Biblia dice que "nunca decayeron sus misericordias. Nuevas son cada mañana" (Lm. 3:22-23). El Hijo de Dios era genuinamente compasivo, mostrando la compasión del Padre cuando lloró con María y Marta ante el sepulcro de su hermano Lázaro (Jn. 11:35).


Si usted es hijo de Dios, ¿cómo puede menos que demostrar el carácter compasivo de su Señor? "Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia" (Col. 3:12).
COMPARTIR EL GOZO CON LOS DEMÁS.

Compartir el gozo de los demás

Gozaos con los que se gozan.
Romanos 12:15
A primera vista, el concepto de compartir el gozo de otra persona parece fácil de aceptar. Pero cuando las bendiciones, la honra y el bienestar de esa persona es a costa de usted o tal vez hagan aparecer insatisfactorias las circunstancias suyas por comparación, es lógico que se sienta resentido o celoso en vez de sentirse feliz.

Sin embargo, es una característica cristiana que usted se alegre de las buenas circunstancias o de las recompensas de los demás, sobre todo de otros cristianos, sin que importe cuál sea su propia situación. "Si un miembro recibe honra, todos los miembros con él se gozan" (1 Co. 12:26). 

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