miércoles, 18 de febrero de 2015

LA HISTORIA DEL SAMARITANO.

TODAS LAS MARAVILLAS QUE ESTABAN  PASANDO Y ERAN PRESENTADAS POR JESÚS LAS PUDIERON VER SUS DISCÍPULOS Y SE ALEGRABAN EN GRAN MANERA. Lucas 10: 23- 37.

LAS ENSEÑANZAS DE JESÚS NOS DEJAN BOQUIABIERTOS.

LA HISTORIA DEL SAMARITANO.


10:23 Y volviéndose a los discípulos, les dijo aparte: Bienaventurados los ojos que ven lo que vosotros veis;
10:24 porque os digo que muchos profetas y reyes desearon ver lo que vosotros veis, y no lo vieron; y oír lo que oís, y no lo oyeron.
10:25 Y he aquí un intérprete de la ley se levantó y dijo, para probarle: Maestro, ¿haciendo qué cosa heredaré la vida eterna?
10:26 Él le dijo: ¿Qué está escrito en la ley? ¿Cómo lees?
10:27 Aquél, respondiendo, dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo.
10:28 Y le dijo: Bien has respondido; haz esto, y vivirás.
10:29 Pero él, queriendo justificarse a sí mismo, dijo a Jesús: ¿Y quién es mi prójimo?
10:30 Respondiendo Jesús, dijo: Un hombre descendía de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de ladrones, los cuales le despojaron; e hiriéndole, se fueron, dejándole medio muerto.
10:31 Aconteció que descendió un sacerdote por aquel camino, y viéndole, pasó de largo.
10:32 Asimismo un levita, llegando cerca de aquel lugar, y viéndole, pasó de largo.
10:33 Pero un samaritano, que iba de camino, vino cerca de él, y viéndole, fue movido a misericordia;
10:34 y acercándose, vendó sus heridas, echándoles aceite y vino; y poniéndole en su cabalgadura, lo llevó al mesón, y cuidó de él.
10:35 Otro día al partir, sacó dos denarios, y los dio al mesonero, y le dijo: Cuídamele; y todo lo que gastes de más, yo te lo pagaré cuando regrese.
10:36 ¿Quién, pues, de estos tres te parece que fue el prójimo del que cayó en manos de los ladrones?
10:37 Él dijo: El que usó de misericordia con él. Entonces Jesús le dijo: Ve, y haz tú lo mismo.
¿HACIENDO QUÉ VIVIRÁS?. Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo.
¿POR QUÉ QUERÍA JUSTIFICARSE ASÍ MISMO? ¿ ACASO UNO NO SABE QUIÉN ES SU PRÓJIMO?
¿ES UNA PREGUNTA ADECUADA?, LE PREGUNTO A USTED ¿SABE QUIÉ ES ESE PRÓJIMO O PRÓXIMO?
Un Samaritano que iba de camino, vino cerca y movido a Misericordia, se bajó de su cabalgadura. Antes había pasado un orgulloso sacerdote, que no podía contaminarse con la sangre del herido. Había pasado un levita, conocedor y experto en la Ley de Dios, intérprete de la Torá y tal vez no recordó que había un artículo que hablara de Compasión.
A Jesús si le importó; el Samaritano se interesó.
La palabra Samaritano no era muy bien recibida en esta Historia, ya que los fariseos le habían dicho a Jesús. ¿No decimos nosotros que tú eres Samaritano y tienes demonio? Juan 8: 48. Él les dijo mentirosos.
Los religiosos acusaban a Jesús porque él hacía lo que ellos no hacían.
Rechazo al hermano, al amigo, al vecino. Muchos están tirados al lado, al camino; el mundo nos quita el dinero, la honra, la familia, la salud y nos deja acabados, destrozados, arruinados, como una piltrafa humana.
El mundo nos tira y nos deja al costado del camino, sin fuerzas; pero Jesús viene en su cabalgadura del Cielo, como buen Samaritano.
El religioso pasó con sus ropas distinguidas, las usadas para las ceremonias, no podía inclinarse, ni contaminarse, antes todos se inclinaban ante él. El levita apenas estaba en el proceso de formación y seguro no le habían todavía enseñado a prestar ayuda, tal vez esa sería una de sus últimas clases.
El religioso y el intérprete nada tienen que ofrecer.
El Samaritano gastó su tiempo, se expuso al peligro, sin saber si los malhechores se encontraban aun cerca, lo subió a su cabalgadura, gastó su dinero y llegó a tanto afecto que le dijo al de la Posada; lo demás que gaste, lo pagaré cuando regrese.
El Samaritano nos enseñó sobre la Solidaridad, un principio que hoy se ha dejado de practicar.
¿QUIÉN ES EL PRÓJIMO? El próximo, el cercano, no está lejos, está allí, pero muchas veces no lo queremos ver.
Los judíos, líderes religiosos odiaban a Jesús por sus Palabras, por el trato, le tenían envidia.
EL CUADRO ESPIRITUAL ES EL SIGUIENTE: El que desciende para ayudar al pecador en su vida espiritual. El ser humano está en un camino de descenso, aunque haga buenas obras, asista a la iglesia, de dinero; el hombre descendió, cayó en pecado, va hacia una crisis. Observe la televisión para que vea al hombre camino hacia la maldición. Una televisión que le canta al odio, al desprecio, a la muerte, a la violencia, a la inmoralidad; una televisión que resalta los antivalores. El cuadro del hombre que cae de la Adoración a Dios hacia una maldición por sus actos, que golpea, hiere, patea.
La Palabra de Dios dice que el diablo viene para matar, para destruir, para robar.
El hombre herido mortalmente por el pecado, decepcionado del licor, la droga, la inmoralidad sexual está al costado del camino.
Jesucristo descendió y vendó mis heridas, espera que nuestras heridas sanen, aún sigue cuidándonos. El Samaritano dijo al mesonero, cuídalo y cuando yo regrese pagaré todo. Jesucristo regresará, porque él nos compró con su sangre preciosa que en la Cruz derramo por Amor; vendrá con sus ángeles y se llevará a su Iglesia, sin mancha, pura, santa, sin arruga, la cual cuidó para presentársela a él mismo.
Como nos decía el Indígena Churunel, somos gusanos.
EL GUSANO ATRAPADO
Por el Hermano Pablo.

Un indígena oriundo de Centroamérica había hallado la paz en Dios. Había cambiado radicalmente, de una vida de depravación, borracheras e infidelidad, a una vida de verdadera satisfacción y paz. Siempre hablaba de su salvación y de lo que Jesucristo había hecho por él. No le importaba dónde estuviera ni quién estuviera viéndolo o escuchándolo. A todos les daba el testimonio de su conversión.
Un día un amigo suyo le preguntó:
—Churunel, ¿por qué hablas tanto de Cristo?
Churunel no respondió de inmediato, sino que comenzó a recoger palitos y hojas secas que fue colocando uno sobre otro en un círculo. Entonces buscó hasta hallar un gusanito, y lo puso en el centro del círculo. Todavía sin decir palabra, encendió un fósforo y lo acercó a las hojas y a los palitos secos.
El fuego dio la vuelta al combustible seco, y el gusanito atrapado comenzó a buscar locamente cómo salir, pero no podía.
Por fin el fuego avanzó hacía el centro, y el calor se fue acercando al gusano. Éste, desesperado, levantó en alto la cabeza como para respirar, cuando menos, un poco de aire fresco. El gusanito sabía que su único refugio tendría que venir de arriba.
Al verlo así, Churunel se inclinó y le extendió sus dedos. El gusano se asió de ellos y el indígena sacó el gusano de en medio del fuego. Fue hasta entonces que emitió su primera palabra.
«Esto —explicó Churunel— es lo que Cristo hizo por mí. Yo estaba atrapado en los vicios del pecado, y no había esperanza de salida. Había tratado, por todos los medios posibles, de salvarme a mí mismo, pero me era imposible.
»Entonces el Señor se inclinó hacia mí y me extendió su mano. Lo único que tuve que hacer fue asirme de Él. Cristo me sacó de esa prisión. Por eso no puedo dejar de contarles a todos lo que hizo por mí.»
Lo cierto es que aquel indígena describió a la perfección lo que Cristo puede y quiere hacer por cada uno de nosotros. Sin Cristo estamos atrapados. Más vale que reconozcamos de una vez por todas que la vida real no respalda el argumento popular que dice: «El día que yo quiera dejar el vicio, puedo dejarlo.» De no ser por una ayuda que venga de arriba, moriremos en nuestros pecados.
Cristo está cerca de nosotros y nos extiende la mano. Sólo tenemos que asirnos de ella. Churunel lo hizo y encontró paz. Así como él lo han hecho millones más, y han hallado la paz. ¿Por qué no hacerlo nosotros también? Cristo quiere rescatarnos y darnos su paz.
Cristo es nuestro dueño, nos compró, no con oro, plata, piedras preciosas o cualquier otra baratija, pagó el precio más alto.
El intérprete de la Ley, le preguntó, no porque tuviera dudas, no, sino para tentarlo; Jesús le contó la historia más extraordinaria del Amor del ser humano por su prójimo; Jesús le pregunta ¿quién pues fue el prójimo? El intérprete dijo el que tuvo misericordia, entonces Jesús le dijo ve, y haz tú lo mismo. Jesucristo lo dio todo, se gastó todo y cuando regreso en su Gloria nos dará el resto, la Vida Eterna.
Ahora Jesucristo nos dice que vamos y hagamos lo mismo, que vamos por los caminos, los que están tirados y los ayudemos a levantar, tráelos a la presencia de Jesucristo, llévalos a los pies del que ya pagó todo, del que ya preparó todo para la gran Fiesta.
No sigas escuchando al mundo que trae teorías falsas y mentirosas.
Cuando la Teoría de la Evolución dice que el hombre está en un desarrollo ascendente de Mico a un Superhombre, la realidad del mundo y la Palabra de Dios nos dice lo contrario, que de un hombre perfecto que Dios creo, hoy vemos a un hombre que se arrastra, que ha perdido la imagen perfecta de Dios, que ha perdido su luz y que hoy se ve más oscuro que nunca. La imagen que hoy presenta el hombre es una imagen de derrotado, herido, caído, en pecado, en guerra, en crisis, en destrucción, tirado al costado del camino, sin valores, sin visión sin Vida Eterna.
Jesucristo vino a buscar y a Salvar lo que se había perdido. Jesucristo es mi Pastor, nada me faltará.
Hoy es el momento de venir avergonzados y confesar nuestros pecados y reconocer que no podemos salvarnos a nosotros mismos.
Quiero que El Buen Samaritano, El Señor Jesucristo, sea mi Salvador, mi bendición, mi dueño.
Qué vas a decirle al Señor hoy, ¿ irás a recoger los hermanos, los prójimos, los enemigos, los tirados al bordo del camino?.
TODOS LOS DÍAS NECESITAMOS VER UN BUEN SAMARITANO.
MIRE ÉSTA HISTORIA MÁS.

¿QUIÉN ES NUESTRO VECINO?
por el Hermano Pablo

El enorme camión de dieciocho ruedas corría velozmente. De repente la parte trasera del camión rozó un pequeño vehículo, y éste, un furgón liviano, saltó de la carretera y cayó a un barranco de veinticinco metros de profundidad. Dentro del vehículo estaba la dueña, una mujer paralítica que manejaba el coche con aparatos especiales.
La mujer, Linda Myers, trató de pedir auxilio por medio de la radio en su vehículo. Durante horas estuvo haciendo llamadas de emergencia, y aunque muchos escucharon las llamadas, ninguno hizo caso.
Al fin de catorce largas horas, con desesperación ella clamó: «¡Señor, haz que alguien venga a socorrerme!» En ese momento otro camionero, que había oído su llamada, le respondió, y en seguida llamó, también por radio, a la policía. Esa fue su salvación. El camionero y la policía llegaron a su rescate. Linda pudo luego declarar: «Cuando toda comunicación humana falla, siempre queda Dios.»
Este caso está lleno de interrogantes. En primer lugar, ¿cómo pudo ese chofer golpear un automóvil, por pequeño que fuera, sin advertir el accidente? Tampoco se explica el oído sordo de tantos otros choferes que oyeron el clamor de angustia de esa pobre mujer sin hacer caso alguno.
Es una indicación del egoísmo que existe hoy en el mundo. Nadie piensa en los demás. Pensamos sólo en nosotros mismos y en nuestros propios asuntos. Si el vecino, o nuestros familiares, incluso aun nuestros propios padres, sufren angustia, o dolor, o soledad, y buscan en nosotros algún alivio, nuestros quehaceres personales son más importantes que la aflicción de ellos.
Jesucristo cuenta un caso similar. Un hombre, que iba de Jerusalén a Jericó, cayó entre ladrones que lo despojaron de todos sus bienes y lo dejaron herido de muerte. Pasó primero un rabino, y luego un levita, dos hombres de la religión del herido, pero siguieron su camino dejándolo desangrar.
Pasó, entonces, un samaritano. Este era un hombre de negocios. Él atendió al herido, llevándolo consigo y dejándolo al cuidado de un mesonero con estas palabras: «Cuídemelo, y lo que gaste usted de más, se lo pagaré cuando yo vuelva» (Lucas 10:35).
¿Cuál es la lección? Que todos somos responsables de cuidar al herido. Este puede ser cualquier persona que está, simbólicamente hablando, tirada en el camino. Nuestro llamado debe ser salvar a ese herido junto al camino.
Pidámosle a Dios un corazón compasivo. Nuestras acciones reflejarán lo que hay en nuestro corazón.

«POR CADA MILLA, UN HOMBRE»
por el Hermano Pablo

Negro y oscuro era el socavón de la mina. «Con luz fosforescente de cocuyos», como decía el poeta Guillermo Valencia, los mineros horadaban el duro vientre de la montaña. Los picos y barrenos hacían saltar pedazos de roca. Y cada minero pensaba en dos cosas: en la familia que dejó arriba, y en el gas metano que en cualquier momento podría escapar.
En efecto, el traicionero gas comenzó a salir. Veinte segundos antes que sonara cualquier alarma, se produjo la explosión. Ciento veintiún mineros murieron quemados en Kozlu, pueblo minero de Turquía, y más de treinta quedaron gravemente heridos. Fue un desastre minero más. «Por cada milla de galería, la vida de un hombre» es la frase muy cierta de los mineros de todo el mundo.
Duro, fatigoso y mal pagado es el trabajo de los mineros. Para ganarse la vida deben bajar a galerías oscuras en las entrañas de la tierra, sin aire y sin luz. Deben hacer trabajo de topos, cavando túneles en busca de metal, o de carbón o de diamantes.
De vez en cuando se produce una explosión, y cientos mueren aplastados por olas de piedra. El 26 de abril de 1942, por ejemplo, se produjo en Honkeiko, China, un desastre minero que cobró la vida de mil quinientos setenta y dos hombres. Fue uno de los más devastadores desastres de los tiempos modernos. De ahí surgió el dicho: «Por cada milla, un hombre.» Es el precio que hay que pagar.
Los mineros han expresado su condición con la frase: «Por cada milla, un hombre», pero hay otras situaciones similares. Podríamos decir: «Por cada copa de licor que expende la destilería, un hombre.» «Por cada sobrecito de polvillo blanco que los traficantes de drogas venden, un hombre.» «Por cada ficha que rueda en el tapete verde, un hombre.» «Por cada aventura amorosa ilícita que afea y ensucia y mancha, un hombre.»
Lo triste es que en cada una de estas situaciones y otras como ellas, no es sólo un hombre el que queda tirado junto al camino. Es el hombre, su esposa, sus hijos, y cuantos más miembros de la sociedad forman parte del caído. Por cada error humano, sólo Dios sabe cuántas almas se balancean suspendidas sobre el abismo de la muerte antes que la débil cuerda, en el momento menos pensado, se corta.
Jesucristo puede rescatarnos de todos esos abismos. Él salva, redime, regenera, y rescata. Entreguémosle nuestra vida. No tenemos que seguir siendo víctimas. Cristo desea redimirnos.

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