lunes, 19 de diciembre de 2011

"UN DIOS DESCONCERTANTE EN UN NACIMIENTO DIVINO"

«UN DIOS DESCONCERTANTE»




«No sólo el pueblo judío... sino el hombre de todos los países y edades concebía la manifestación de Dios como... una refulgente manifesta­ción de gloria, de grandeza y de poder. Sin embargo, el Dios anunciado por los profetas y por las Escrituras un día decide cumplir su promesa de amor. Un día decide que el Hijo de Dios sea el Hijo del Hombre. Y se le anuncia a María; pero..., en vez de la imaginada grandeza y de la fastuosa teofanía, lo que nace es un niño pobrísimo a quien no le dan posada en la ciudad y tiene que ser alumbrado en un maloliente pesebre.
»Después de... miles de años de concebirse la grandeza de Dios con la mente del hombre, una mujer lo concibe en la mayor impotencia, abandono y marginación. Y ¿a quién más de cerca podía punzarle con sus interrogaciones la corona de dudas que a María? ¿A quién más de cerca le tocó la desconcertante contradicción sino a la Madre? El Evangelio lo dice en una frase tremendamente simple: “Y el niño fue arrecostado en un pesebre.” Ninguna madre ha sido sometida a una prueba tan desigual entre lo esperado y su realidad. ¿Puede ser Dios, el Dios esperado por mi pueblo, ese hijo de mis entrañas, que no encuentra posada y viene a nacer en un lugar inmundo? ¿Estaré soñando que me visitó un Án­gel cuando este niño me grita su hambre y es un niño pobre que ni siquiera pudo nacer bajo un techo propio y digno? ¿Por qué esta humillación?
»Entonces afuera los ángeles cantan. Pero, ¿quiénes llegan con la historia sino unos sucios, ignorantes pastores con miedo y con ingenua ad­miración? ¿El Dios esperado era ése? ¿Es que Dios no es grandeza (como la concibe el hom­bre), sino humildad? Israel esperaba al León de Judá, y llega, enredado entre las zarzas, un cordero... ese cordero... que Dios envió a Abraham para que lo sacrificara en vez de su hijo Isaac....
»... No es un Rey fastuoso. No es siquiera el piadoso Dios imaginado por el piadoso hombre, rodeado, como Júpiter, de rayos y truenos. Es un Dios desconcertante.»1
Es así como, desde el punto de vista de la Virgen María, el ideólogo nicaragüense Pablo Antonio Cuadra contrasta al Dios ideado por Dios con el Dios ideado por el hombre. Lo hace en el discurso de inauguración de la Universidad Católica «Redemptoris Mater» en calidad de rector, el día primero de marzo de 1993. Y tiene toda la razón al representar al Niño Dios como el cordero que tomó el lugar de Isaac. Porque así como el patriarca Abraham no se negó a darle su único hijo a Dios, tampoco Dios se negó a darnos su único Hijo a todos nosotros, que somos los descendientes espirituales de Abraham.2 Y para que no quedara ninguna duda de que esa era su intención desde el principio, Dios se lo reveló por adelantado a Juan el Bautista, quien al comienzo del ministerio público de su primo Jesús lo presenta con la proclamación: «¡Aquí tienen al Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo!»3
Más vale que permitamos que ese Dios desconcertante se manifieste entre nosotros como Él lo ha concebido, como el Cordero sin mancha y sin defecto provisto como sacrificio en nuestro lugar,4 para que quienes lo aceptemos como tal podamos disfrutar del perdón de pecados y de la vida nueva y eterna que lo acompaña.


1.Pablo Antonio Cuadra, discurso de inauguración de la Universidad Católica «Redemptoris Mater», 1 marzo 93 (Managua, Nicaragua: Hispamer, 1993), pp. 5-7.
2.Gn 22:1-18; Gá 3:7-9
Dios ordena a Abraham que sacrifique a Isaac

1 Aconteció después de estas cosas, que probó Dios a Abraham, y le dijo: Abraham. Y él respondió: Heme aquí. 2 Y dijo: Toma ahora tu hijo, tu único, Isaac, a quien amas, y vete a tierra de Moriah, y ofrécelo allí en holocausto sobre uno de los montes que yo te diré.
2.Gá 3: 7-9
7 Sabed, por tanto, que los que son de fe, éstos son hijos de Abraham. 8 Y la Escritura, previendo que Dios había de justificar por la fe a los gentiles, dio de antemano la buena nueva a Abraham, diciendo: En ti serán benditas todas las naciones. 9 De modo que los de la fe son bendecidos con el creyente Abraham.
3.Jn 1:29
El Cordero de Dios

29 El siguiente día vio Juan a Jesús que venía a él, y dijo: He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.
4.1P 1:18-20
18 sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, 19 sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación, 20 ya destinado desde antes de la fundación del mundo, pero manifestado en los postreros tiempos por amor de vosotros,

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