viernes, 7 de junio de 2013

EL RETO MÁS GRANDE PARA LOS DISCÍPULOS: OBEDECER LA PALABRA DE DIOS.

EL RETO MÁS GRANDE PARA LOS DISCÍPULOS: OBEDECER LA PALABRA DE DIOS: Mateo 7:21-23

Introducción:

El tema de esta mañana  se refiere a “El más grande desafío a un discípulo de Jesucristo.” Bien sabemos que nuestra salvación es por la gracia y sólo por la pura gracia de Dios, mediante el sacrificio de Jesucristo. Allí nada tuvimos que hacer nosotros. El “nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo (Tito 3.5). Pero una vez salvados, tenemos un compromiso como hijos de Dios. Este compromiso tiene una proyección en dos direcciones: una dirección vertical y una dirección horizontal. Esto significa que ahora que somos hijos de Dios, tenemos que mirar hacia arriba y también tenemos que mirar con atención a nuestro alrededor. En nuestra mirada hacia arriba alabamos y adoramos al Señor con todo nuestro ser; y en nuestra mirada a nuestro alrededor nos solidarizamos con nuestro prójimo en sus necesidades con todas nuestras fuerzas.
Entonces, una vez salvados, una vez resucitados con Cristo, tenemos vida y entramos a la acción, comenzamos el peregrinaje cristiano, asumimos el camino de la vida nueva. Y en este peregrinaje es necesario que no detengamos el paso, sino que avancemos día a día por el camino estrecho, que es el camino de la vida; porque al final, según las palabras de Jesús, seremos evaluados no por lo que hizo Dios, sino por lo que hagamos nosotros, por nuestras acciones en relación con nuestro prójimo.
Ahora, hemos dicho que queremos reflexionar en El más grande desafío a un discípulo de Jesucristo. ¿Pero cuál es ese desafío? Se trata de un tema crucial, un tema fundamental de la fe cristiana, pues de él depende verdaderamente la vida. Tan relevante es este desafío que Jesús mismo lo presenta como el punto central en su gran discurso conocido como “El Sermón del Monte”. En este Sermón, presentado en Mateo capítulos 5 al 7, Jesús habló de muchos temas, pero hay uno que está por encima de todos, hay uno que sobresale, uno que es superlativo. Es el tema con el cual comienza el discurso y con el cual también lo termina.
¿Cuál ese desafío que Jesús les presenta a sus discípulos en este discurso? Él les dijo a sus discípulos: Ustedes son la sal de la tierra y ustedes son la luz del mundo; pero ese no es el más grande desafío, aunque es parte de él. En verdad, el más grande desafío de Jesús a los discípulos es LA OBEDIENCIA a la Palabra de Dios (5.19; 7.24). Y es de verdad un desafío, porque obedecer es uno de los asuntos más difíciles en la vida. Pero ¿qué significa obedecer? Obedecer es aceptar y cumplir la voluntad de otra persona que está por encima de nosotros en una determinada situación.  La verdad es que a todos nos cuesta obedecer. La desobediencia no es sólo un problema de los niños, lo es también de los adultos, lo es de todos nosotros. Bien sabemos que cuando la desobediencia se hace presente, llega el caos, el sufrimiento, la incertidumbre; pero eso parece que no nos importa mucho. Pero la desobediencia paga muy caro. Desde el principio, en el Edén, cuando Adán desobedeció la Palabra de Dios: llegó la desesperanza, llegó la muerte. Dice la Biblia: Cuando Adán pecó, el pecado entró en el mundo. El pecado de Adán introdujo la muerte, de modo que la muerte se extendió a todos, porque todos pecaron (Rom. 5.12). Por alguna razón, desde entonces, la tendencia humana es la DESOBEDIENCIA, –no importa la cultura, la edad, el sexo, la clase social, etc.-, la tendencia es la desobediencia. Pero Dios siempre ha exigido y exige obediencia a su Palabra…. Por eso:
Los discípulos de Jesús se distinguen por su obediencia a lo que él enseñó!  En esta ocasión centraremos el mensaje en la exposición de
Mateo 7:21-23

21 »No todo el que me llama: “¡Señor, Señor!” entrará en el reino del cielo. Sólo entrarán aquellos que verdaderamente hacen la voluntad de mi Padre que está en el cielo. 22 El día del juicio, muchos me dirán: “¡Señor, Señor! Profetizamos en tu nombre, expulsamos demonios en tu nombre e hicimos muchos milagros en tu nombre”. 23 Pero yo les responderé: “Nunca los conocí. Aléjense de mí, ustedes, que violan las leyes de Dios”.
(Nueva traducción viviente)

Con demasiada frecuencia confesamos a Dios con nuestros labios y lo negamos con nuestras vidas. Pero habrá un día cuando Dios ajustará las cuentas. En verdad, no es difícil recitar un credo; pero sí es difícil llevarlo a la práctica: exige compromiso, mucha dedicación y disciplina, exige renunciar a mi propia vida para anunciar a Jesucristo. Aun Francisco I, en su primera misa como Pontífice, dijo:
“Nosotros podemos caminar todo lo que queramos, podemos edificar muchas cosas, pero si no proclamamos a Jesucristo, la cosa no va. Nos convertimos en una ONG piadosa, pero no en la iglesia, esposa de Cristo.”
Es que la fe cristiana que anunciamos con nuestros labios, sin una vida transparente que la respalde, es una contradicción y en definitiva es una grotesca mentira. En este sentido, el texto bíblico que acabamos de leer nos presenta un verdadero desafío a todos los que hemos asumido el compromiso de seguir a Jesucristo. A todos los que decimos llamarnos discípulos de Jesús de Nazaret se nos plantea el reto a obedecer y enseñar a obedecer las cosas que el Señor nos ha mandado.

1.  Qué dice el texto?

En resumen, el texto dice que los verdaderos discípulos se distinguen
Por su obediencia a la Palabra de Dios.

Un dicho popular dice que “No todo lo que brilla es oro.” En efecto, el asunto central del texto es este: “No todo el que me dice: “Señor, Señor”, entrará al reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en el cielo. Dicho en otras palabras: El verdadero discípulo es aquel que obedece la Palabra de Dios. El discípulo es aquel que no sólo tiene una profesión verbal, sino una respuesta moral y social al evangelio. Si usted no está obedeciendo la Palabra de Dios, es mejor que revise su cristianismo. El asunto es serio y el texto es muy claro y desafiante:
1.  No todo el que dice ser discípulo lo es en verdad (v. 21a).
2. El verdadero discípulo es aquel que obedece la Palabra de Dios (v. 21b).
3. Según el texto, algunos estaban equivocados y, tal vez, sinceramente equivocados. Por eso, Jesús dice que en el día final, muchos se presentarán ante Dios confiados en las acciones “extraordinarias” que lograron supuestamente en el nombre de Jesús (v. 22).
- Que respetaron la Biblia y el nombre de Cristo: (¿No profetizamos en tu nombre?)
- Que liberaron a los oprimidos por el diablo: (¿No echamos fuera demonios en tu nombre?)
- Que se preocuparon por vencer obstáculos en bien de los demás: (¿y en tu nombre no hicimos muchos milagros?)
4.  Los que pretendan entrar al reino de los cielos sobre la base de sus obras, por extraordinarias que sean, serán desconocidos por el Señor (v. 23a).
5. Finalmente: Los que confían en sus “obras extraordinarias” para entrar al reino de los cielos son calificados como hacedores de maldad (violadores de las leyes de Dios) (v. 23b).


2. ¿Cuál es el contexto de este texto?

En el contexto de este texto Jesús usa una serie de metáforas para referirse al tema de la obediencia a la Palabra de Dios. En todos estos versículos Jesús está concluyendo su exposición sobre “La vida y misión de sus discípulos”, que comenzó en el capítulo 5 de Mateo. De manera que en los vv. 13-27 de este mismo capítulo, en primer lugar, en los vv. 13-14, Jesús les habló de la puerta estrecha y la puerta ancha. La puerta ancha y el camino espacioso –dijo Jesús– llevan a la destrucción y muchos son los que entran por ella y andan por este camino. En cambio, la puerta estrecha y el camino angosto, –dice Jesús– llevan a la vida, y pocos son los que la hallan. En segundo lugar, en los vv. 15-20 Jesús advierte acerca de los falsos profetas que están aún dentro de sus seguidores, “quienes vienen vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos feroces.” Dos veces –dice Jesús– que estos serán conocidos por sus frutos.  En tercer lugar, en los vv. 21-23, amplía la exhortación y ahora advierte acerca de los falsos profesantes, falsos discípulos, falsos cristianos y dice que entrarán a su reino sólo “los que hacen la voluntad de su padre”. Finalmente, en los vv. 24-27, Jesús habla de dos constructores, dos construcciones, dos proyectos de vida, y concluye:
Por tanto, todo el que me oye estas palabras y las pone en práctica es como un hombre prudente que construyó su casa sobre la roca. 25 Cayeron las lluvias, crecieron los ríos, y soplaron los vientos y azotaron aquella casa; con todo, la casa no se derrumbó porque estaba cimentada sobre la roca.26 Pero todo el que me oye estas palabras y no las pone en práctica es como un hombre insensato que construyó su casa sobre la arena. 27 Cayeron las lluvias, crecieron los ríos, y soplaron los vientos y azotaron aquella casa, y ésta se derrumbó, y grande fue su ruina.
Entonces, el asunto crucial para el discípulo de Jesús es la obediencia. Pero lamentablemente, no todos están dispuestos a obedecer, a seguir la voluntad de Dios, aunque aparenten ser discípulos de Jesús.  Lo que Jesús dice es que quien pretenda ser un discípulo de Él y a la vez es desobediente a la Palabra de Dios, es un falso discípulo, es un falso cristiano. Porque la obediencia a la Palabra de Dios es lo que distingue al verdadero discípulo de Jesucristo.
Entonces, todo o nada; Jesús es radical y exige obediencia incondicional. Y la obediencia que él exige ha sido revelada en la Palabra de Dios, expresada por escrito con toda claridad para nuestra instrucción y conducción de la vida. Al final de la narrativa de Mateo, en la Gran Comisión, Jesús les dijo a sus discípulos: “Enséñenlos a obedecer todo lo que les he mandado a ustedes”.
Entonces, el asunto es más serio de lo que aparentemente imaginamos.  Nótese, por ejemplo, que en Mateo 7:15-20  son  los creyentes quienes tienen la responsabilidad de evaluar a los líderes, a los profetas, para detectar su veracidad. En este caso, algunos podrán ser engañados por los “falsos profetas”, y en efecto, muchos lo han sido a través de la historia. Pero en el texto que estamos considerando, Mateo 7:21-23, quien hace la evaluación no son los creyentes, sino Dios mismo.  Y es factible que nosotros fallemos en nuestra evaluación, porque nuestra vista es muy corta; pero eso no le ocurrirá a Dios, quien es la luz y ante él hay absoluta claridad. ¡El no falla en su evaluación! Así que, el hecho de que haya personas que hagan cosas extraordinarias e impresionantes, como se nota en este texto, no garantiza que sean verdaderos discípulos de Jesús. La verdad es que estos pueden impresionar a los seres humanos, y hasta pueden engañarlos, como ha ocurrido innumerables veces en la historia; pero de ninguna manera impresionarán ni engañarán a Dios. Bien podemos traer a colación aquí al poeta romano, Publio Ovidio. Él dijo que  “las obras de los mortales no engañan nunca a los dioses.” Aun los verdaderos cristianos puedan ser engañados por los falsos profetas y los falsos creyentes, pero al final Dios pondrá todo al descubierto.

3. ¿Cuáles son, entonces, las verdades que presenta el texto?

1. El texto enseña que Jesús exige lealtad a sus seguidores. Y la lealtad a él se evidencia en la obediencia. Por eso dice: No todo el que me dice Señor, Señor,… sino el que hace la voluntad de mi Padre… Entonces, no es asunto de decir, sino de hacer lo que Dios exige. Se trata de uja profesión verbal, sí esto es necesario; pero de nada sirve sin una promoción moral y social del evangelio. El discípulo dice y hace. El texto es claro y nos enseña que la obediencia a la Palabra de Dios es el distintivo principal del discípulo de Jesucristo.

2. Otro asunto que enseña el texto es que el discípulo se identifica por lo que es, más que por lo que hace para ganarse el favor de Dios. Así que, la única credencial válida del discípulo es conocer a Jesucristo y ser conocido por él (cf. Juan 17.3: Y ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien tú has enviado.)

 3. Un tercer asunto que enseña el texto es que habrá algunos que pretenderán entrar al reino de Dios por “los caminos verdes”, que pretenden ganarse la entrada al reino de los cielos por sus “acciones extraordinarias”. Jesús les dice y les dirá que así no es. Al final, muchos se presentarán ante Dios confiando en lo que hicieron supuesta mente en el nombre del Señor (v. 22). Pero recibirán la desalentadora y desconsoladora respuesta de: “Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad.”

Que mi vida entera esté consagrada a ti, Señor

Que mi vida entera esté
Consagrada a Ti, Señor;
Que a mis manos pueda guiar
El impulso de Tu amor.

Lávame en tu sangre, Salvador,
Límpiame de toda mi maldad;
Traigo a Ti mi vida para ser, Señor, Tuya por la eternidad.

Que mis pies tan sólo en pos
De lo santo puedan ir;
Que mis labios al hablar
Hablen sólo de Tu amor;
Que mi tiempo todo esté
Consagrado a Tu loor;
Y mi mente y su poder
Sean usados en Tu honor.

Toma ¡oh Dios!, mi voluntad,
Y hazla tuya nada más;
Toma, sí, mi corazón,
Y tu trono en él tendrás por la eternidad.

PASTOR: Rigoberto Gómez E

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