EL RETO MÁS
GRANDE PARA LOS DISCÍPULOS: OBEDECER LA PALABRA DE DIOS: Mateo 7:21-23
Introducción:
El tema de
esta mañana se refiere a “El más grande desafío a un discípulo de
Jesucristo.” Bien sabemos que nuestra salvación es por la gracia y sólo por la
pura gracia de Dios, mediante el sacrificio de Jesucristo. Allí nada tuvimos
que hacer nosotros. El “nos salvó, no por obras de justicia que nosotros
hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la
regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo (Tito 3.5). Pero una vez
salvados, tenemos un compromiso como hijos de Dios. Este compromiso tiene una
proyección en dos direcciones: una dirección vertical y una dirección
horizontal. Esto significa que ahora que somos hijos de Dios, tenemos que mirar
hacia arriba y también tenemos que mirar con atención a nuestro alrededor. En nuestra
mirada hacia arriba alabamos y adoramos al Señor con todo nuestro ser; y en
nuestra mirada a nuestro alrededor nos solidarizamos con nuestro prójimo en sus
necesidades con todas nuestras fuerzas.
Entonces,
una vez salvados, una vez resucitados con Cristo, tenemos vida y entramos a la
acción, comenzamos el peregrinaje cristiano, asumimos el camino de la vida
nueva. Y en este peregrinaje es necesario que no detengamos el paso, sino que
avancemos día a día por el camino estrecho, que es el camino de la vida; porque
al final, según las palabras de Jesús, seremos evaluados no por lo que hizo
Dios, sino por lo que hagamos nosotros, por nuestras acciones en relación con
nuestro prójimo.
Ahora, hemos
dicho que queremos reflexionar en El más grande desafío a un discípulo de
Jesucristo. ¿Pero cuál es ese desafío? Se trata de un tema crucial, un tema
fundamental de la fe cristiana, pues de él depende verdaderamente la vida. Tan
relevante es este desafío que Jesús mismo lo presenta como el punto central en
su gran discurso conocido como “El Sermón del Monte”. En este Sermón,
presentado en Mateo capítulos 5 al 7, Jesús habló de muchos temas, pero hay uno
que está por encima de todos, hay uno que sobresale, uno que es superlativo. Es
el tema con el cual comienza el discurso y con el cual también lo termina.
¿Cuál ese
desafío que Jesús les presenta a sus discípulos en este discurso? Él les dijo a
sus discípulos: Ustedes son la sal de la tierra y ustedes son la luz del mundo;
pero ese no es el más grande desafío, aunque es parte de él. En verdad, el más
grande desafío de Jesús a los discípulos es LA OBEDIENCIA a la Palabra de Dios
(5.19; 7.24). Y es de verdad un desafío, porque obedecer es uno de los asuntos
más difíciles en la vida. Pero ¿qué significa obedecer? Obedecer es aceptar y
cumplir la voluntad de otra persona que está por encima de nosotros en una
determinada situación. La verdad es que
a todos nos cuesta obedecer. La desobediencia no es sólo un problema de los
niños, lo es también de los adultos, lo es de todos nosotros. Bien sabemos que
cuando la desobediencia se hace presente, llega el caos, el sufrimiento, la
incertidumbre; pero eso parece que no nos importa mucho. Pero la desobediencia
paga muy caro. Desde el principio, en el Edén, cuando Adán desobedeció la
Palabra de Dios: llegó la desesperanza, llegó la muerte. Dice la Biblia: Cuando
Adán pecó, el pecado entró en el mundo. El pecado de Adán introdujo la muerte,
de modo que la muerte se extendió a todos, porque todos pecaron (Rom. 5.12).
Por alguna razón, desde entonces, la tendencia humana es la DESOBEDIENCIA, –no
importa la cultura, la edad, el sexo, la clase social, etc.-, la tendencia es
la desobediencia. Pero Dios siempre ha exigido y exige obediencia a su
Palabra…. Por eso:
Los
discípulos de Jesús se distinguen por su obediencia a lo que él enseñó! En esta ocasión centraremos el mensaje en la
exposición de
Mateo
7:21-23
21 »No todo
el que me llama: “¡Señor, Señor!” entrará en el reino del cielo. Sólo entrarán
aquellos que verdaderamente hacen la voluntad de mi Padre que está en el cielo.
22 El día del juicio, muchos me dirán: “¡Señor, Señor! Profetizamos en tu
nombre, expulsamos demonios en tu nombre e hicimos muchos milagros en tu
nombre”. 23 Pero yo les responderé: “Nunca los conocí. Aléjense de mí, ustedes,
que violan las leyes de Dios”.
(Nueva
traducción viviente)
Con
demasiada frecuencia confesamos a Dios con nuestros labios y lo negamos con
nuestras vidas. Pero habrá un día cuando Dios ajustará las cuentas. En verdad, no
es difícil recitar un credo; pero sí es difícil llevarlo a la práctica: exige
compromiso, mucha dedicación y disciplina, exige renunciar a mi propia vida
para anunciar a Jesucristo. Aun Francisco I, en su primera misa como Pontífice,
dijo:
“Nosotros
podemos caminar todo lo que queramos, podemos edificar muchas cosas, pero si no
proclamamos a Jesucristo, la cosa no va. Nos convertimos en una ONG piadosa,
pero no en la iglesia, esposa de Cristo.”
Es que la fe
cristiana que anunciamos con nuestros labios, sin una vida transparente que la
respalde, es una contradicción y en definitiva es una grotesca mentira. En este
sentido, el texto bíblico que acabamos de leer nos presenta un verdadero
desafío a todos los que hemos asumido el compromiso de seguir a Jesucristo. A
todos los que decimos llamarnos discípulos de Jesús de Nazaret se nos plantea
el reto a obedecer y enseñar a obedecer las cosas que el Señor nos ha mandado.
1. Qué dice el texto?
En resumen,
el texto dice que los verdaderos discípulos se distinguen
Por su
obediencia a la Palabra de Dios.
Un dicho
popular dice que “No todo lo que brilla es oro.” En efecto, el asunto central
del texto es este: “No todo el que me dice: “Señor, Señor”, entrará al reino de
los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en el cielo.
Dicho en otras palabras: El verdadero discípulo es aquel que obedece la Palabra
de Dios. El discípulo es aquel que no sólo tiene una profesión verbal, sino una
respuesta moral y social al evangelio. Si usted no está obedeciendo la Palabra
de Dios, es mejor que revise su cristianismo. El asunto es serio y el texto es
muy claro y desafiante:
1. No todo el que dice ser discípulo lo es en
verdad (v. 21a).
2. El
verdadero discípulo es aquel que obedece la Palabra de Dios (v. 21b).
3. Según el
texto, algunos estaban equivocados y, tal vez, sinceramente equivocados. Por
eso, Jesús dice que en el día final, muchos se presentarán ante Dios confiados
en las acciones “extraordinarias” que lograron supuestamente en el nombre de
Jesús (v. 22).
- Que
respetaron la Biblia y el nombre de Cristo: (¿No profetizamos en tu nombre?)
- Que
liberaron a los oprimidos por el diablo: (¿No echamos fuera demonios en tu
nombre?)
- Que se
preocuparon por vencer obstáculos en bien de los demás: (¿y en tu nombre no
hicimos muchos milagros?)
4. Los que pretendan entrar al reino de los
cielos sobre la base de sus obras, por extraordinarias que sean, serán
desconocidos por el Señor (v. 23a).
5.
Finalmente: Los que confían en sus “obras extraordinarias” para entrar al reino
de los cielos son calificados como hacedores de maldad (violadores de las leyes
de Dios) (v. 23b).
2. ¿Cuál es
el contexto de este texto?
En el
contexto de este texto Jesús usa una serie de metáforas para referirse al tema
de la obediencia a la Palabra de Dios. En todos estos versículos Jesús está
concluyendo su exposición sobre “La vida y misión de sus discípulos”, que
comenzó en el capítulo 5 de Mateo. De manera que en los vv. 13-27 de este mismo
capítulo, en primer lugar, en los vv. 13-14, Jesús les habló de la puerta
estrecha y la puerta ancha. La puerta ancha y el camino espacioso –dijo Jesús–
llevan a la destrucción y muchos son los que entran por ella y andan por este
camino. En cambio, la puerta estrecha y el camino angosto, –dice Jesús– llevan
a la vida, y pocos son los que la hallan. En segundo lugar, en los vv. 15-20
Jesús advierte acerca de los falsos profetas que están aún dentro de sus
seguidores, “quienes vienen vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos
feroces.” Dos veces –dice Jesús– que estos serán conocidos por sus frutos. En tercer lugar, en los vv. 21-23, amplía la
exhortación y ahora advierte acerca de los falsos profesantes, falsos
discípulos, falsos cristianos y dice que entrarán a su reino sólo “los que
hacen la voluntad de su padre”. Finalmente, en los vv. 24-27, Jesús habla de
dos constructores, dos construcciones, dos proyectos de vida, y concluye:
Por tanto,
todo el que me oye estas palabras y las pone en práctica es como un hombre
prudente que construyó su casa sobre la roca. 25 Cayeron las lluvias, crecieron
los ríos, y soplaron los vientos y azotaron aquella casa; con todo, la casa no
se derrumbó porque estaba cimentada sobre la roca.26 Pero todo el que me oye
estas palabras y no las pone en práctica es como un hombre insensato que
construyó su casa sobre la arena. 27 Cayeron las lluvias, crecieron los ríos, y
soplaron los vientos y azotaron aquella casa, y ésta se derrumbó, y grande fue
su ruina.
Entonces, el
asunto crucial para el discípulo de Jesús es la obediencia. Pero
lamentablemente, no todos están dispuestos a obedecer, a seguir la voluntad de
Dios, aunque aparenten ser discípulos de Jesús.
Lo que Jesús dice es que quien pretenda ser un discípulo de Él y a la
vez es desobediente a la Palabra de Dios, es un falso discípulo, es un falso
cristiano. Porque la obediencia a la Palabra de Dios es lo que distingue al
verdadero discípulo de Jesucristo.
Entonces,
todo o nada; Jesús es radical y exige obediencia incondicional. Y la obediencia
que él exige ha sido revelada en la Palabra de Dios, expresada por escrito con
toda claridad para nuestra instrucción y conducción de la vida. Al final de la
narrativa de Mateo, en la Gran Comisión, Jesús les dijo a sus discípulos:
“Enséñenlos a obedecer todo lo que les he mandado a ustedes”.
Entonces, el
asunto es más serio de lo que aparentemente imaginamos. Nótese, por ejemplo, que en Mateo
7:15-20 son los creyentes quienes tienen la
responsabilidad de evaluar a los líderes, a los profetas, para detectar su
veracidad. En este caso, algunos podrán ser engañados por los “falsos
profetas”, y en efecto, muchos lo han sido a través de la historia. Pero en el
texto que estamos considerando, Mateo 7:21-23, quien hace la evaluación no son
los creyentes, sino Dios mismo. Y es
factible que nosotros fallemos en nuestra evaluación, porque nuestra vista es
muy corta; pero eso no le ocurrirá a Dios, quien es la luz y ante él hay
absoluta claridad. ¡El no falla en su evaluación! Así que, el hecho de que haya
personas que hagan cosas extraordinarias e impresionantes, como se nota en este
texto, no garantiza que sean verdaderos discípulos de Jesús. La verdad es que
estos pueden impresionar a los seres humanos, y hasta pueden engañarlos, como
ha ocurrido innumerables veces en la historia; pero de ninguna manera
impresionarán ni engañarán a Dios. Bien podemos traer a colación aquí al poeta
romano, Publio Ovidio. Él dijo que “las obras
de los mortales no engañan nunca a los dioses.” Aun los verdaderos cristianos
puedan ser engañados por los falsos profetas y los falsos creyentes, pero al
final Dios pondrá todo al descubierto.
3. ¿Cuáles
son, entonces, las verdades que presenta el texto?
1. El texto
enseña que Jesús exige lealtad a sus seguidores. Y la lealtad a él se evidencia
en la obediencia. Por eso dice: No todo el que me dice Señor, Señor,… sino el
que hace la voluntad de mi Padre… Entonces, no es asunto de decir, sino de hacer
lo que Dios exige. Se trata de uja profesión verbal, sí esto es necesario; pero
de nada sirve sin una promoción moral y social del evangelio. El discípulo dice
y hace. El texto es claro y nos enseña que la obediencia a la Palabra de Dios
es el distintivo principal del discípulo de Jesucristo.
2. Otro
asunto que enseña el texto es que el discípulo se identifica por lo que es, más
que por lo que hace para ganarse el favor de Dios. Así que, la única credencial
válida del discípulo es conocer a Jesucristo y ser conocido por él (cf. Juan
17.3: Y ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero,
y a Jesucristo, a quien tú has enviado.)
3. Un tercer asunto que enseña el texto es que
habrá algunos que pretenderán entrar al reino de Dios por “los caminos verdes”,
que pretenden ganarse la entrada al reino de los cielos por sus “acciones
extraordinarias”. Jesús les dice y les dirá que así no es. Al final, muchos se
presentarán ante Dios confiando en lo que hicieron supuesta mente en el nombre del
Señor (v. 22). Pero recibirán la desalentadora y desconsoladora respuesta de:
“Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad.”
Que mi vida entera esté consagrada a ti, Señor
Que mi vida entera esté
Consagrada a Ti, Señor;
Que a mis manos pueda guiar
El impulso de Tu amor.
Lávame en tu sangre, Salvador,
Límpiame de toda mi maldad;
Traigo a Ti mi vida para ser, Señor, Tuya por la eternidad.
Que mis pies tan sólo en pos
De lo santo puedan ir;
Que mis labios al hablar
Hablen sólo de Tu amor;
|
Que mi tiempo todo esté
Consagrado a Tu loor;
Y mi mente y su poder
Sean usados en Tu honor.
Toma ¡oh Dios!, mi voluntad,
Y hazla tuya nada más;
Toma, sí, mi corazón,
Y tu trono en él tendrás por la eternidad.
|
PASTOR:
Rigoberto Gómez E
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