jueves, 13 de agosto de 2015

LA HERMOSA Y GRANDIOSA REDENCIÓN VINO DE JESUCRISTO EL SEÑOR.

LA HERMOSA Y GRANDIOSA REDENCIÓN VINO DE JESUCRISTO EL SEÑOR.
UNA MELODÍA DE REDENCIÓN.
Por Carlos Rey.

Un colono europeo llegó con su familia a poblar el antiguo oeste norteamericano. Su esposa murió cuando la menor de sus dos hijas tenía apenas un año, así que la mayor lo ayudó a cuidar con sumo cariño a la hermanita. La pequeña era el orgullo de su padre. Era una criatura hermosísima, de cabello rubio y de ojos azules como el cielo.

Cerca del colono había una tribu indígena que tenía por cacique a un poderoso guerrero llamado Serpiente Rastrera. Éste odiaba a los blancos debido a que había sido objeto de su prejuicio racial. Una tarde, cuando el colono regresó a la casa de su trabajo en el campo, su hija mayor salió a su encuentro, deshecha en llanto. El cacique Serpiente Rastrera había llegado con algunos de sus hombres y había secuestrado a la pequeña rubia, que ya tenía cinco años de edad.

 Pasaron catorce largos años en que el desconsolado padre buscó en vano a su hija, hasta que un día un viajero le contó que había visto a una muchacha rubia que formaba parte de una tribu indígena en una comarca cercana. El colono vendió su hacienda y, con el dinero de la venta, que representaba toda su fortuna, fue en busca de Serpiente Rastrera a fin de comprar a su hija. Cuando volvió a verla, su hija ya era una hermosa señorita rubia de diecinueve años como él se la imaginaba, pero que vestía, hablaba y se conducía como las otras mujeres de la tribu.

Serpiente Rastrera quería a la joven, pero también quería el dinero del rescate. Así que le propuso al colono que la muchacha fuera a vivir con él durante un mes, y que al cabo del mes ella decidiera con quién se quedaba. El padre accedió e hicieron el trato.

La pobre muchacha, convencida de que el hombre blanco que se hacía pasar por su padre la había secuestrado, se negó a comunicarse con él desde el principio del mes de prueba. El colono y su hija mayor hicieron todo lo posible por hacerle recordar su vida pasada, pero cuanto más se esforzaban, más inútiles parecían sus esfuerzos por ganar su confianza.

Cerca del fin del plazo acordado, mientras la hija mayor, sin pensarlo, cantaba una de las melodías con la que años atrás arrullaba a su hermanita, ésta reaccionó y comenzó a recordar su pasado. Corrió a los brazos de su hermana y de su padre, y lloró de felicidad al comprender lo sucedido. Este era su verdadero padre, que estaba dispuesto a pagar el precio de su rescate, por más alto que fuera.

Así como a la joven rubia de esta historia, a nosotros también nos ha secuestrado alguien llamado Serpiente. Se trata de «Serpiente Antigua», más conocido como Diablo y Satanás.1 Pero Dios nuestro Padre celestial, que nos ha estado buscando al igual que el colono, ya pagó el precio de nuestro rescate con la sangre de su Hijo Jesucristo. Ahora sólo nos queda decidir si hemos de vivir con Él o de volver a vivir con Serpiente Antigua. Más vale que reaccionemos ante esta bella melodía de redención, y corramos a los brazos de nuestro verdadero Padre, nuestro Padre celestial.
1                 Ap. 12:9- 10.
12:9 Y fue lanzado fuera el gran dragón, la serpiente antigua, que se llama diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero; fue arrojado a la tierra, y sus ángeles fueron arrojados con él.
12:10 Entonces oí una gran voz en el cielo, que decía: Ahora ha venido la salvación, el poder, y el reino de nuestro Dios, y la autoridad de su Cristo; porque ha sido lanzado fuera el acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba delante de nuestro Dios día y noche.
LA VERDADERA ESPERANZA VIENE DE DIOS NUESTRO SALVADOR.
 “En Dios solamente está acallada mi alma; de él viene mi salvación.”   Salmo 62: 1.

¡Bendita postura! Esperar verdadera y únicamente en el Señor. Esta debe ser nuestra condición durante todo este día, y cada día. Esperar lo que a Él le agrade, esperar en Su servicio, esperar en gozosa esperanza, esperar en oración y contentamiento. Cuando la propia alma espera de esta manera, está en la mejor y más verdadera condición de una criatura delante de su Creador, de un siervo delante de su Señor y de un hijo delante de su Padre. No toleramos intentar prescribirle a Dios, ni quejarnos delante de Dios; no permitiremos ninguna petulancia, ni ninguna desconfianza. Al mismo tiempo, no acostumbramos correr delante de la nube, ni buscar la ayuda en los demás: nada de esto sería tener el alma acallada en Dios. Dios, y sólo Dios, es la esperanza de nuestros corazones.
¡Bendita seguridad! De Él nos viene la salvación y viene en camino. Vendrá de Él, y de nadie más. Él recibirá toda la gloria por ello, pues sólo Él puede y quiere darnos la salvación. Y Él lo hará con toda certeza en el tiempo y en la manera establecidos por Él. Él salvará de la duda y del sufrimiento, y de la calumnia, y de la turbación. Aunque todavía no veamos ninguna señal de salvación, estamos satisfechos de aguardar la voluntad del Señor, pues no tenemos desconfianza de Su amor y fidelidad. Él hará Su obra con certeza en breve, y nosotros le alabaremos por la misericordia venidera.

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