EXISTE UN
PRINCIPIO UNIVERSAL Y ESPIRITUAL PARA MOSTRAR NUESTRA CONDICIÓN PECAMINOSA.
EL PRINCIPIO
DE ARQUÍMEDES.
Por Carlos
Rey.
UNA HISTORIA
QUE NOS AYUDA A ACLARAR EL ENGAÑO.
Hierón, rey
de Siracusa, temía que su orfebre lo hubiera engañado. El monarca le había
encargado al artesano la confección de una corona de oro puro, pero sospechaba
que había mezclado una porción de metal inferior, tal como la plata. Para
salir de la duda, encargó al gran matemático e inventor griego Arquímedes que
buscara la manera de averiguar si su sospecha tenía algún fundamento. Pero la
corona no debía sufrir cambio alguno. No debía alterarse. Arquímedes,
considerado uno de los hombres más sabios de la época, pasó muchos días
pensando cómo satisfacer los deseos del rey.
UN
DESCUBRIMIENTO EXTRAORDINARIO.
Un día, al
meterse en la tina del baño notó que, al sumergirse en el agua, su cuerpo no
pesaba tanto como antes y sus piernas se levantaban con gran facilidad. Su
ingenio le hizo deducir de este acto tan común y corriente un principio
fundamental de la hidrostática, que estudia el equilibrio de los líquidos.
Según esta ley de la física, todo cuerpo parcial o totalmente sumergido en un
fluido inmóvil, ya sea gas o líquido, experimenta un empuje hacia arriba igual
al peso del fluido desalojado por el cuerpo. Aplicando este principio,
Arquímedes dedujo que, si pesaba la corona en agua, podría determinar la
proporción de metales que contenía. De ahí que hoy esa ley del peso específico
de los cuerpos que descubrió el gran matemático se conozca universalmente como
el Principio de Arquímedes.
¿QUÉ HEMOS
HALLADO EN NUESTRO CORAZÓN?
Según la
Enciclopedia Británica, es probable que sea verídica la versión de la historia
que dice que Arquímedes determinó así la proporción de oro y de plata en la
corona, pero no es más que una exageración popular la versión que dice que,
acto seguido, saltó de la tina, salió de la casa y corrió desnudo por las
calles de la ciudad gritando: «¡Eureka! ¡Eureka! ¡Lo he hallado! ¡Lo he
hallado!»
EL PRINCIPIO
ESPIRITUAL QUE NOS DEJA AL DESCUBIERTO.
Así como Arquímedes
descubrió el principio natural que lleva su nombre y se valió de ese principio
para descubrir el engaño del orfebre, también Dios, el Rey del universo que
creó a Arquímedes y a toda la raza humana a su imagen y semejanza, se vale de
un principio espiritual para que se descubra el engaño pecaminoso en cualquiera
de nosotros. Según ese principio, podemos estar seguros de que nuestro pecado
nos descubrirá.1 El peso de ese pecado es tal que, al igual que el peso de la
corona del rey Hierón, a la postre nos descubre.
ACEPTEMOS LA
OFERTA GENEROSA DE DIOS EN SU HIJO JESUCRISTO.
Dios ha
dispuesto que nos descubran las consecuencias naturales del pecado, y nos ha
dado a entender que la paga de ese pecado es muerte. Pero como Rey nuestro que
es, Él está dispuesto a perdonarnos y a darnos vida eterna por los méritos de
su Hijo Jesucristo,2 que pagó el precio de nuestras faltas al morir en nuestro
lugar. En lugar de sufrir las consecuencias de nuestro pecado, pidámosle perdón
a Dios y aceptemos hoy mismo su oferta de vida eterna.
1 Nm 32:23
2 Ro 6:23
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