lunes, 29 de marzo de 2010

LA ARMADURA DE DIOS II

La Armadura de Dios (Segunda Parte)
Efesios 6:14-18

En la primera parte de este artículo estuvimos viendo el énfasis hecho por el Nuevo Testamento respecto a la guerra espiritual. La protección de Dios como nuestro escudo (2 Tesalonicenses 3:3) ha de darnos la seguridad de que como hijos suyo que somos, en Sus manos estamos más que seguros.

¿En qué consiste la armadura de Dios? Para responder a esta pregunta, nos vamos a remontar al primer siglo y veremos cómo lucía un uniforme de soldado para ese entonces.

* Un cinturón

El soldado Romano, tenía una túnica larga y cuando iba a la batalla, tenía que levantarse la túnica y colocársela por dentro del cinturón para que no fuera a pisarse la túnica al correr o luchar. Ese cinturón era cardinal porque sostenía todo el uniforme en su posición. La túnica era colocada por dentro de ese cinturón; la espada colgaba del cinturón y la coraza que protegía el tórax también estaba conectada con el cinturón de alguna manera. De tal forma que si el cinturón no estaba bien puesto, había posibilidad de que al soldado no le fuera tan bien en su batalla. En nuestro caso el texto nos llama a ceñirnos la cintura con la verdad. De manera que la verdad es lo que va a sostener toda mi armadura.

El salmo 51:6 dice: “He aquí, tú deseas la verdad en lo más íntimo, y en lo secreto me harás conocer sabiduría”. Dios no está interesado en que en la interioridad de mi corazón haya integridad. Dios sopesa mis intenciones; mis pensamientos; la razón por la que hice lo que hice o dije lo que dije. Y luego El decide si me halló en verdad.

El salmo 86:11 dice: “Enséñame, oh Señor, tu camino; andaré en tu verdad; unifica mi corazón para que tema tu nombre”. Un corazón dividido no es un corazón íntegro y si no es un corazón íntegro, esa armadura se me va a caer en la primera batalla que sostenga. Cuando mi corazón tiene alianzas divididas con el reino de las tinieblas y con el reino de la luz, esa persona es considerada por Santiago, el autor del libro que lleva su nombre, una persona de doble ánimo, a quien el mismo Santiago califica de inestable en todos sus caminos. Una persona inestable en su caminar no está lista para guerrear con nadie; fácilmente es empujado al suelo y derribado.

* La espada

En el cinturón de la verdad era donde el soldado romano colocaba su espada. Y esa espada es definida como la palabra de Dios. Pero resulta que la palabra de Dios es conocida como Su verdad. De manera que en la guerra espiritual yo necesito no solo conocer Su verdad, sino que tengo que vivir en verdad.

A lo largo de la historia el pueblo de Dios ha sufrido de dos males con relación a la palabra de Dios:

1) Falta de conocimiento

“Mi pueblo es destruido por falta de conocimiento” (énfasis agregado). Oseas 4:6

2) Conocimiento de la ley sin práctica de la ley; ortodoxia sin ortopraxis.

Santiago 1:22-25 “Sed hacedores de la palabra y no solamente oidores (énfasis agregado) que se engañan a sí mismos. Porque si alguno es oidor de la palabra, y no hacedor, es semejante a un hombre que mira su rostro natural en un espejo; pues después de mirarse a sí mismo e irse, inmediatamente se olvida de qué clase de persona es. Pero el que mira atentamente a la ley perfecta, la ley de la libertad, y permanece en ella, no habiéndose vuelto un oidor olvidadizo sino un hacedor eficaz, éste será bienaventurado en lo que hace”.

Santiago llama a la Ley de Dios, la ley de la libertad y no la ley de la esclavitud y eso se debe a que ciertamente Dios no nos dio su palabra para que fuera gravosa sobre nosotros, sino para libertarnos del yugo del pecado. Es la observancia de la ley que nos permite vivir en completa libertad de patrones de conducta que nos producen ansiedad, desvelo, inseguridad. Nuestras vidas pueden ser construidas para resistir la prueba si hemos observado la ley de Dios. El estar firme implica conocer la ley de Dios y practicarla.

La Palabra hace algo más y es que impide que yo me desvíe. “Afirma mis pasos en tu palabra” (V133a). Otras traducciones dicen: “ordena mis pasos con tu palabra”. Una vida desorganizada es una vida que no vive conforme a la Palabra de Dios. El salmista dice: “ordena mis pasos con tu palabra”. La Palabra organiza y ordena la mente del cristiano y la vida del cristiano.

La segunda parte del versículo 133 dice: “y que ninguna iniquidad me domine”. Otra de las cosas que la Palabra hace, es que me da dominio propio. El salmista está pidiendo que ningún hábito pecaminoso se apodere de sí; pero la forma como eso va a ocurrir es si la Palabra ordena nuestros pasos.

El instrumento que Dios eligió para desplazar los poderes de las tinieblas fue la predicación de la palabra. La predicación de la Palabra ha derrumbado a príncipes; ha derrumbado gobiernos; ha derrumbado imperios; ha derrumbado sistemas religiosos y al presente sigue derrumbando al mismo Satanás.

* La coraza de justicia

La palabra justicia hace referencia a la perfección moral de Dios cuando se refiere a El o a nuestra rectitud moral al caminar cuando se refiere a nosotros. La coraza de justicia hace alusión directa a nuestra vida de santidad; y tanto la espada del Espíritu como el cinturón de la verdad están relacionados también a nuestra vida de santidad y obediencia. Esta coraza de justicia o de rectitud moral habla de nuestra integridad.

Nuestra sociedad se encuentra inmersa en una crisis moral, social y espiritual de la cual hablan las estadísticas del mundo que nos ha tocado vivir. La integridad bíblicamente hablando pudiéramos definirla como el vivir conforme a la Palabra de Dios internamente y externamente. Una persona íntegra es alguien cuyas palabras y estilo de vida son congruentes y cuya vida está alineada con la verdad de Dios expresada en su Palabra. Es alguien que no tiene “grietas” en su vida, de ahí que se le considere completo.

En la tercera y última parte de este artículo, continuaremos analizando las demás piezas de la armadura.

No hay comentarios:

Publicar un comentario