viernes, 6 de septiembre de 2013

CRISTO: EL BUEN PASTOR

Juan: Capítulo 10.
10:1 De cierto, de cierto os digo: El que no entra por la puerta en el redil de las ovejas, sino que sube por otra parte, ése es ladrón y salteador. 
10:2 Mas el que entra por la puerta, el pastor de las ovejas es. 
10:3 A éste abre el portero, y las ovejas oyen su voz; y a sus ovejas llama por nombre, y las saca. 
10:4 Y cuando ha sacado fuera todas las propias, va delante de ellas; y las ovejas le siguen, porque conocen su voz. 
10:5 Mas al extraño no seguirán, sino huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños. 
10:6 Esta alegoría les dijo Jesús; pero ellos no entendieron qué era lo que les decía.
CRISTO EL GRAN PASTOR DE LAS OVEJAS Y SU AMOR EXTRAORDINARIO:
VIDA ABUNDANTE EN CRISTO JESÚS.
EL SECRETO DE LA VIDA ABUNDANTE
Yo soy el buen pastor;
El buen pastor su vida da por las ovejas.  Jn.10:11.
La pregunta clave es, ¿por qué Jesús se llama El Buen Pastor?  ¿Qué es lo que el Espíritu Santo quiere que aprendamos acerca de Él?  ¿Qué es lo que lo hace a Jesús tan bueno?.
El contexto nos ayuda a responder a estas interrogantes.  En el verso diez, aprendemos que Jesús es bueno porque ha derrotado al enemigo.
Pero en verso diez encontramos otra razón.  Jesús se llama bueno porque es el dador de una vida abundante. Cuando pido que personas describan una vida abundante, usualmente responden dándome una lista de cualidades.  Es una vida llena de gozo, paz, amor, prosperidad, y satisfacción. Es una vida de armonía en el matrimonio, hogar y la iglesia.  Y por cierto mucho más.  Es una clase de vida que todos añoran. Pero la tragedia de hoy es que muy pocos viven esta clase de vida.  ¿Nos preguntamos por qué?  ¿Cuál será el secreto de esta clase de vida?.
Jesús otra vez responde a la interrogante.  El amorosamente nos muestra el camino.  “Más bienaventurado es dar que recibir (Hch. 20:35).  Irónicamente la vida abundante no se la encuentra a su cabalidad hasta que no se la comparte con otros.
Cuando hablamos de dar, personas usualmente piensan en el dinero.  Pero nuestro Pastor está hablando de mucho más.  Déjame hacerte la pregunta, ¿cuánto de dinero regaló el Señor?  Por cierto dio su  diezmo y ofrendas.  Pero lo que lo hizo la eminencia de la historia no fue la cantidad de dinero que dio.  No nos equivoquemos.  Lo que lo hizo que le reconocieran tanto en todo lugar, aún hasta hoy, fue que él se dio a sí mismo.  Él se despojó a si mismo por nosotros.  Y El quedó satisfecho.  Él dijo, “mi comida (satisfacción), es que haga la voluntad del que me envió, y que acabe su obra” (Jn. 4:34).


Jesús nos enseñó con su vida.  No es cuanto nos recibe lo que es importante.  Es cuanto uno da a otros.  El que quiere ser el primero entre vosotros será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro siervo; como el Hijo del Hombre  no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos (Mt. 20:26-28).  Esta clase de vida requiere un cambio de perspectiva.  El enfoque ya no es mi felicidad.  Otra prioridad toma el primer lugar.  Busco el gozo de otros.  El propósito de la vida es soltarlo y no agarrarse de ella.  Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame.  Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, la hallará (Mt. 16:24-25).
¿Por qué será que las personas más solitarias y descontentas en el mundo son las que tienen tanto?  ¿Y por qué será que algunas personas muy humildes, que tienen muy poco, son las más felices?  No cabe duda.  La verdadera riqueza no consiste en la cantidad de cosas que uno posee. La verdadera riqueza se encuentra cuando uno aprende a entregar todo a otros, por Cristo y por su Gran Reino.
Un Misionero decía: Nunca olvidaré el pastor no vidente que conocí en las montañas muy altas del norte de la India.  Él tenía a su cargo quince congregaciones.  Andaba descalzo con muy pocos bienes materiales.  Él iba de pueblo a pueblo visitando las iglesias en su camino.  Su hijo de quince años lo guiaba por las sendas sinuosas de las montañas.  Tocaba su guitarra y cantaban juntos.  Cuando yo oí a ese pastor cantar, el rostro de nuestro Señor brillaba en su rostro.  Cada día el entregaba su vida por otros, y por Jesús.  Podría decir que en raras ocasiones he encontrado a otro con tanto propósito, satisfacción, y gozo interno como ese hombre.  Como miles más, él había descubierto el secreto de la vida.
El vivir la vida cristiana es como el respirar.  Si solo inhalas, te sofocarás.  Es solo cuando exhalamos que podemos vivir.  Uno deja de pensar en uno mismo.  ¿Por qué no empezar a vivir?  ¿Por qué no ver las necesidades de personas en nuestro entorno?  Averigua como puedes servirles.  Vive como Jesús cuyo propósito solo era servir.  Tendrás un gozo nuevo y abundante.  Rebalsará en tu vida.  Y como resultado experimentarás la bondad de tu Pastor quien dio todo por ti. Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales  Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas.  Ef. 2:10.
Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.  Mt. 5:16
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