Tu Pastor-Cordero
Porque el Cordero que está en medio del trono los pastoreará, y los guiará
a fuentes de aguas de vida; y Dios enjugará toda lágrima de los ojos de ellos. – Ap. 7:17
Porque el Cordero que está en medio del trono los pastoreará, y los guiará
a fuentes de aguas de vida; y Dios enjugará toda lágrima de los ojos de ellos. – Ap. 7:17
Hno. Juan con Maria
Sólo sucedió una vez. Nunca volverá a suceder. Por toda la eternidad. Nunca volverá a suceder. Un Pastor se convirtió en un Cordero. Dios se convirtió en uno de nosotros. En Jesús.
Esto significa que Jesús te conoce como ninguna otra persona te conocerá jamás. ¡Una identificación total!
¿Alguna vez te has sentido débil y desanimado, listo para darte por vencido? Recuerda, Jesús quedó exhausto mientras cargaba esa pesada cruz cuesta arriba. Lo hizo por ti.
¿Has sido rechazado alguna vez y te has sentido solo? Recuerdas cuando todos sus amigos cercanos huyeron de Él? Su evangelista más prometedor, entrenado por tres años, se acobardó ante una joven criada. “No conozco al hombre”, dijo Pedro.
¿Has sentido el agudo dolor de la traición de alguien en el que habías confiado? Quizá fue tu esposa o tu esposo, o incluso tu propio pastor. Piensa en Jesús. Si alguien conoció alguna vez el dolor ese fue Jesús. Judas, uno de los suyos, lo negoció por 30 piezas de plata. Y qué hay acerca de esos clavos que traspasaron sus manos, esa corona de espinas presionada sobre su frente? Y lo peor de todo, Su propio Padre. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado (Mr. 15:34)?
Si te sientes débil hoy, si estás desanimado, si te sientes listo para renunciar, no estás solo. Jesús experimentó y está experimentando tu dolor, justo aquí contigo. Podrás sentir que a nadie le importa, que no hay nadie que conozca por lo que estás pasando. Pero Jesús, quien es el mismo hoy, ayer y por siempre es tu compañero Cordero. Está caminando en tus pisadas y simpatiza contigo en cada punto de tu vida (He. 4:15).
Escúchalo mientras caminan juntos. Escucha el latir de Su corazón cerca del tuyo. Lava las lágrimas que caen de Sus ojos. Siente el gentil toque en tu hombro. ¡Y nunca olvides! Después de cada cruz, espera una resurrección. Nueva vida. Tu dolor hoy es solo la preparación ahora de Dios para un servicio futuro. Y una mayor gloria con Él. Por siempre.
Nuestro hijo mayor se llama Andrew. Él ha sido uno de los regalos más valiosos de Dios para Mary y para mí. Pero hace cuarenta y un años él nació con síndrome de Down. En ese momento, estábamos devastados. Teníamos roto el corazón. No sabíamos qué había en nuestro futuro. Cuestionábamos a Dios. Algunas veces incluso nos sentíamos enojados. Luego, comenzamos a reunirnos con otros padres con hijos con síndrome de Down. Escuchamos sus historias. Sentimos su comprensión. ¡Ellos eran justamente como nosotros! Y ellos nos confortaron. Sabíamos que ellos nos entendían.
Permite que el Cordero de Dios te conforte hoy. Él viajó todo el camino desde el trono del cielo sólo para hacerse uno contigo. Nadie te entenderá jamás como Jesús te entiende. El Pastor de Dios también es el Cordero de Dios hoy, y Él fue enviado justamente para este momento. ¡Sólo para ti!
Esto significa que Jesús te conoce como ninguna otra persona te conocerá jamás. ¡Una identificación total!
¿Alguna vez te has sentido débil y desanimado, listo para darte por vencido? Recuerda, Jesús quedó exhausto mientras cargaba esa pesada cruz cuesta arriba. Lo hizo por ti.
¿Has sido rechazado alguna vez y te has sentido solo? Recuerdas cuando todos sus amigos cercanos huyeron de Él? Su evangelista más prometedor, entrenado por tres años, se acobardó ante una joven criada. “No conozco al hombre”, dijo Pedro.
¿Has sentido el agudo dolor de la traición de alguien en el que habías confiado? Quizá fue tu esposa o tu esposo, o incluso tu propio pastor. Piensa en Jesús. Si alguien conoció alguna vez el dolor ese fue Jesús. Judas, uno de los suyos, lo negoció por 30 piezas de plata. Y qué hay acerca de esos clavos que traspasaron sus manos, esa corona de espinas presionada sobre su frente? Y lo peor de todo, Su propio Padre. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado (Mr. 15:34)?
Si te sientes débil hoy, si estás desanimado, si te sientes listo para renunciar, no estás solo. Jesús experimentó y está experimentando tu dolor, justo aquí contigo. Podrás sentir que a nadie le importa, que no hay nadie que conozca por lo que estás pasando. Pero Jesús, quien es el mismo hoy, ayer y por siempre es tu compañero Cordero. Está caminando en tus pisadas y simpatiza contigo en cada punto de tu vida (He. 4:15).
Escúchalo mientras caminan juntos. Escucha el latir de Su corazón cerca del tuyo. Lava las lágrimas que caen de Sus ojos. Siente el gentil toque en tu hombro. ¡Y nunca olvides! Después de cada cruz, espera una resurrección. Nueva vida. Tu dolor hoy es solo la preparación ahora de Dios para un servicio futuro. Y una mayor gloria con Él. Por siempre.
Nuestro hijo mayor se llama Andrew. Él ha sido uno de los regalos más valiosos de Dios para Mary y para mí. Pero hace cuarenta y un años él nació con síndrome de Down. En ese momento, estábamos devastados. Teníamos roto el corazón. No sabíamos qué había en nuestro futuro. Cuestionábamos a Dios. Algunas veces incluso nos sentíamos enojados. Luego, comenzamos a reunirnos con otros padres con hijos con síndrome de Down. Escuchamos sus historias. Sentimos su comprensión. ¡Ellos eran justamente como nosotros! Y ellos nos confortaron. Sabíamos que ellos nos entendían.
Permite que el Cordero de Dios te conforte hoy. Él viajó todo el camino desde el trono del cielo sólo para hacerse uno contigo. Nadie te entenderá jamás como Jesús te entiende. El Pastor de Dios también es el Cordero de Dios hoy, y Él fue enviado justamente para este momento. ¡Sólo para ti!
Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto;
y como que escondimos de él el rostro, fue menospreciado, y no lo estimamos.
Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores;
y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. – Is. 53:3-4.
ESCRITURA:
Juan 10:11: “Yo soy el buen pastor; el buen pastor su vida da por las ovejas.”
Juan 10:11: “Yo soy el buen pastor; el buen pastor su vida da por las ovejas.”
¿Sabía usted que solamente ha vivido una persona que escogió morir? Únicamente una. “¡Oh! ―dirá usted―los pilotos suicidas escogen morir. Otras personas escogen morir. Personas que mueren por su propia mano, escogen morir. Gente que da su vida por otros, escoge morir.”
Nadie nunca ha escogido morir, sólo el Señor Jesucristo, porque Él es el único que no tenía que morir. Algunas personas tal vez escogen morir prematuramente, pero nadie ha escogido morir sino Uno. Lo que detuvo a nuestro Salvador en aquella cruz no fueron los clavos, sino las cuerdas plateadas de amor y las ataduras doradas de redención.
El hecho que nadie haya escogido morir, sino Jesús, tal vez sea un concepto nuevo para usted. Si lo es, probablemente es nuevo para otra persona. ¡Compártalo con alguien hoy!
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