DAR GRACIAS
A DIOS POR LO BUENO Y LO DIFÍCIL EN TODO MOMENTO.
“¡! De antemano, Gracias Señor!!”
Se nos ha
enseñado, desde pequeños, que cuando alguien nos da algo o hace algo por
nosotros debemos decir “gracias” como parte de las normas de urbanidad y buenos
modales.
Nadie va a decir gracias antes de ver si lo
que la otra persona tiene para nosotros es bueno.
Sin embargo, cuando estamos esperando algo de
parte de Dios, lo primero que deberíamos hacer es dar gracias por aquellas coas
que vendrán, creyendo que ya ocurrió aquello que estamos pidiendo, dando por
hecho que Dios ya respondió nuestra oración.
No es fácil decir gracias cuando uno ha
recibido una noticia devastadora y no vez que algo positivo pueda surgir de
eso, cuando te dicen que tienes una enfermedad irreversible ni cuando perdiste
tu trabajo hace meses y no has encontrado otro. En esas circunstancias no
agradecemos, esperamos que Dios haga algo, le recordamos nuestra situación de
forma constante y hasta llega un momento en el que nos conformamos con un “Aunque
sea”, ya no importa lo que queríamos, sino que apelamos a que Dios nos dé
“alguito, lo que sea”. Dejamos de buscar lo mejor, sólo queremos salir de esa
situación.
La fe es el requisito indispensable en la vida
cristiana. Nuestra mente siempre está en constante batalla con nuestra fe. Pero
lo importante es tener la certeza de que Dios tiene algo grande para nosotros,
que esa oración que hicimos ya fue contestada.
Tener un corazón agradecido y acercarnos a
Dios con sinceridad y llenos de fe, hace que la mano de Dios se mueva en
nuestro favor. No necesitas oraciones largas y rebuscadas, basta con que tengas
fe.
El evangelio de Marcos, en el capítulo 5, nos
relata el caso de una mujer que estaba enferma por mucho tiempo. Había visitado
médicos y gastado todo lo que tenía pero no mejoraba. Entonces, cuando se
acercó a Jesús y tocó el manto y fue sana. La fe de esta mujer era tan grande
que Jesús mismo preguntó quién había tocado su manto porque poder había salido
de Él. En ese momento la pregunta sonaba un tanto absurda, considerando que la
multitud lo estaba apretando.
Si esta mujer no hubiera estado segura de que
Jesús podía sanarla, entonces no se hubiera acercado. Recordemos que Jesús
estaba en medio de una multitud, seguramente no fue nada fácil llegar hasta Él.
Y aun cuando lo hubiera tocado, si no hubiera creído, no habría pasado nada.
Cree y da gracias por aquello que pediste y
que Dios ya te dio. No te rindas, sigue orando con fe pero también alégrate
porque Dios ya te respondió. Prepárate cada día más para recibir lo que Dios
tiene para ti. Recuerda que en cualquier momento Dios puede sorprenderte.
“Dando siempre gracias por todo al Dios y
Padre, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo”. Efesios 5:20.
Autora: Ana María Frege Issa.
Coordinadora
Call Center.
El siguiente
crédito, por obligación, es requerido para su uso por otras fuentes: Este
artículo fue producido por Radio Cristiana CVCLAVOZ.
SEÑOR
GRACIAS POR LA SALVACIÓN.
Salmos 25:2:
“Dios mío, en Ti confío; no sea yo avergonzado, no se alegren de mí mis
enemigos.”
¿Ha notado
que ciertas personas se avergüenzan en los restaurantes si inclina su rostro y
menciona a Jesucristo al dar gracias por la comida? Ellos se frotan la frente o
acomodan sus cejas. ¿Alguna vez se ha preguntado por qué se avergüenzan?
Creemos que es porque no saben lo que se están perdiendo al no conocer a
Jesucristo. Verá, la salvación es un regalo grandioso. Dios mandó a su Hijo a
morir por nosotros. Él resucitó de entre los muertos por nosotros. Él ascendió
al cielo por nosotros. ¡Él regresará por nosotros! ¿Cómo podemos avergonzarnos
de esto?
La próxima
vez que vaya a un restaurante, permita que su oración por los alimentos sea una
oportunidad para evangelizar a su amigo no creyente.
SEÑOR
GRACIAS POR SU CORRECCIÓN Y DISCIPLINA.
Hebreos
12:6: “Porque el Señor al que ama, disciplina, y azota a todo el que recibe por
hijo.”
Cuando era
niño (a), ¿alguna vez le dieron una paliza inmerecida? Quizás en ocasiones su
mamá o su papá andaban con ganas de dar palizas, y le daban a todo el que le
pudiesen poner la mano encima. ¡Qué ofensa! No hay nada peor para un niño (a)
que darse cuenta: “Me pegaron y no lo merecía.” ¿No es algo chistoso? En
aquellos tiempos nunca nos detuvimos para pensar en todos las otras ocasiones
que sí merecíamos la paliza y no la recibimos. Nuestro Padre es misericordiosamente
amoroso y bondadosamente sabio para darnos siempre lo que necesitamos en
nuestras vidas. Y a veces necesitamos su mano amorosa de consuelo y a veces su
mano de disciplina.
Dele gracias
a Dios que su mano de misericordia se la extiende cuando usted no lo merece. Y
que su mano de disciplina la extiende cuando sí.
SEÑOR
GRACIAS POR TODO LO QUE NOS DAS, TODA PROVISIÓN, LA SALUD.
Primera
Crónicas 16:8: “Alabad a Jehová, invocad su nombre, dad a conocer en los
pueblos sus obras.”
Si usted es
un hijo de Dios, usted debe agradecerle diariamente a Él todo momento de su
vida, sin importar lo que le pase.
¿Alguna vez
le ha agradecido a Dios por el agua que toma? ¿Sabía usted que en diversos países
subdesarrollados las personas no cuentan con agua potable para beber? Millones
de personas mueren anualmente a causa de enfermedades relacionadas con el agua
contaminada.
¿Alguna vez
le ha dado gracias por usar una ayuda auditiva? Algunas personas desearían
tener dicho dispositivo.
¿Le ha dado
gracias a Dios por ese examen que va a tomar hoy? Hay muchos que anhelarían
poder costearse sus estudios universitarios.
¿Le ha
agradecido a Dios su próximo aliento?
Lo que sea
parezca ser una prueba hoy en su vida... ¡agradézcaselo a Dios! Y cuando
quieran filtrarse pensamientos de descontento o murmuración, desarráiguelos al
darle gracias a Dios.
GRACIAS
SEÑOR, POR SU LLAMADO A SER PARTE DE SU OBRA EVANGELIZADORA.
"Pero
de ninguna cosa hago caso, ni estimo preciosa mi vida para mí mismo, con tal
que acabe mi carrera con gozo, y el ministerio que recibí del Señor Jesús, para
dar testimonio del evangelio de la gracia de Dios” (Hechos 20:24).
¿Alguna vez
ha visto una competencia de triatlón? Un programa televisivo presentó una que
involucraba 2.4 millas de natación, 112 millas de ciclismo y 26.2 millas
corriendo. Una joven mujer lideraba el grupo, pero de pronto, sólo a unos pocos
metros de la línea de llegada, ella se cayó. Sus piernas parecían fideos. Esta
atleta trató de ponerse de pie y caminar, pero cayó otra vez. Ella terminó la
carrera en agonía; literalmente se arrastró hasta la línea de llegada, pero no
llegó en primer lugar. Si estos hombres y mujeres se entregan a esta agotadora
y dura prueba atlética para ganar una corona corruptible, Dios no quiere que
nosotros seamos menos que los fuertes y espirituales atletas que Dios nos llamó
a ser. Estamos hablando de muerte y vida, cielo e infierno, y la gloria de
Dios.
¿Cómo le va
en la carrera? ¿Es usted lo suficientemente fiel para correr, aunque las cosas
se pongan difíciles? ¿Se unirá a Pablo diciendo Filipenses 3:13-14? Pida a Dios
que le haga fuerte y fiel hasta el fin.
GRACIAS
SEÑOR POR CADA TAREA QUE PONES EN MIS MANOS, QUIERO SER OBEDIENTE Y LO HARÉ CON
AMOR Y SIN MURMURAR.
“Haced todo
sin murmuraciones y contiendas, para que seáis irreprensibles y sencillos,
hijos de Dios sin mancha en medio de una generación maligna y perversa, en
medio de la cual resplandecéis como luminares en el mundo” (Filipenses
2:14-15).
¿Sabe cuál
es el problema, con muchos de nosotros, cuando obedecemos a Dios? Murmuramos
acerca del asunto mientras lo efectuamos. Y Dios toma nota de esa clase de
actitud, porque “obediencia a medias” no es obediencia de ninguna manera.
Recuerde: Dios mira el corazón, no la obra (vea 1 Samuel 16:7). ¿Sabe por qué
murmuramos? Porque hemos desviado nuestros ojos del Calvario. Jesús no murmuró
en su camino hacia la cruz. No lo hizo. ¿Agradece usted a Dios por las pérdidas
en su vida? ¿O sólo lo hace cuando hay ganancias? ¿Cuándo se siente más cerca
de Dios: durante las pruebas o durante los tiempos de calma?
¿Por qué
debe dar gracias?
“Dando
siempre gracias por todo al Dios y Padre, en el nombre de nuestro Señor
Jesucristo” (Efesios 5:20).
TODO ES PARA
LA GLORIA DE NUESTRO PADRE CELESTIAL Y POR MEDIO DE JESUCRISTO EL SEÑOR.
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