31. DIOS NOS
DIO VIDA NUEVA PARA ANDAR EN VIDA NUEVA. Salmo 36:9: “Porque contigo está el manantial de la vida; en
tu luz veremos la luz.”
Jesús tiene
una vida que la tumba no pudo retener. Aun cuando Él llevó sus pecados al
sepulcro y los dejó allí, ¡Jesús salió de aquella tumba vivo, resucitado y
victorioso! Cuando Jesús resucitó, usted resucitó con Él. Los creyentes no son
simplemente buenas personas, son nuevas criaturas. Tenemos el mismo poder que
resucitó a Jesucristo de entre los muertos. Hemos salido del sepulcro de la
vieja vida. Nuestro viejo amo NO tiene ya ningún poder sobre nosotros. La vieja
deuda NO tiene ninguna otra multa que nosotros tengamos que pagar.
Cuando Jesús
salió de aquella tumba, nosotros salimos con Él y hemos sido resucitados para
andar en vida nueva.
¿Anda usted
con la ropa fúnebre de su vieja vida? ¡Quíteselas, mi amigo (a)! ¡Jesús vino a
darle nueva vida! ¡Crea que usted es ahora una nueva creación en Cristo!.
32. SOMOS
LUZ EN MEDIO DE LA OSCURIDAD.
“Este es el
mensaje que oímos de Jesús y que ahora les declaramos a ustedes: Dios es luz y
en él no hay nada de oscuridad. Por lo tanto, mentimos si afirmamos que tenemos
comunión con Dios pero seguimos viviendo en oscuridad espiritual; no estamos
practicando la verdad”. - 1 Juan 1:5-6.
Este texto
lo escribe Juan, el discípulo amado de Jesús, aquel que cuando todos huyeron y
se escondieron porque Cristo estaba siendo crucificado, se quedó a su lado e
inclusive se encargó de cuidar de la madre de su maestro. Juan puede hablar de
comunión e intimidad con Jesús, Juan estuvo en los momentos más importantes de
su vida mientras estuvo en la tierra Juan caminó con él, habló con Jesús,
aprendió de El e inclusive le tocó después de su resurrección.
Este mismo
Juan nos está recordando por medio de este verso que aquella persona que dice
conocer a Jesús, que se hace llamar discípulo o que recibe el nombre de
Cristiano pero tiene áreas en su vida ocultas a la luz de Cristo, sencillamente
no está siendo honesto con Dios, ni consigo mismo.
La única
forma en que podemos escapar a una oscuridad espiritual, a situaciones
caóticas, circunstancias que preferimos esconder o que nos avergüenzan, no es
por medio de prácticas religiosas, ni a través de caretas que aparentan una
perfección falsa, sino debido a una comunión real, genuina e íntima con Jesús.
Jesucristo
es luz, toda su vida en la tierra fue clara, nítida, nada hizo Jesús a
escondidas o a espaldas a Dios, ni de los hombres. El desea que nuestra vida
sea igual; transparente y honesta. No sólo con las personas a nuestro
alrededor, sino con nosotros mismos pero sobre todo con El. A los hombres
podemos engañarlos, es fácil vivir de pretensiones y mantener un estatus ante
las personas pero esto no deja más que un rastro de insatisfacción, amargura e
inconformidad.
No es
posible vivir de manera plena cuando aún hay oscuridad en nuestras vidas,
porque tarde o temprano llegamos a ser esclavos de la misma.
El propósito
de Jesús es que practiquemos la verdad, porque eso trae luz a nuestra vida y
nos hace libres. Su Luz nos da la plenitud que nuestra alma tanto desea.
Decide hoy
vivir en la luz de Cristo, permite que El entre a tu vida y alumbre aquellas
áreas que por tanto tiempo te han quitado tu libertad y transparencia. Recuerda
que no depende de ti sino de la intimidad que estés dispuesto(a) a experimentar
con tu Señor.
Autor(a).
Dilean Canas.
33. UNA
VERDADERA TRANSFORMACIÓN EN CRISTO.
LA
TRANSFORMACIÓN DE ROSSANA.
Por Carlos
Rey.
Rossana era
una niña italiana muy atractiva pero descuidada. Todo el día andaba por las
calles descalza, despeinada, con la ropa hecha jirones, y nunca se lavaba la
cara ni las manos. Tenía una amiga a la que llamaba «su mejor amiga». Era una
bella estatua de mármol que había en el parque. Para Rossana, la estatua
representaba una niña de su misma edad y porte. Todos los días Rossana la
contemplaba y, en su inocencia infantil, conversaba con ella y le contaba todo
lo que tenía que ver con su vida.
Un día
Rossana observó que la estatua estaba bien peinada y tenía las manos limpias. A
fin de parecerse a su amiguita de mármol, corrió a su casa, se lavó y se peinó.
Otro día
notó que la estatua calzaba lindos zapatos blancos, y recordó que en su casa
ella tenía un par de zapatos nuevecitos. Así que fue a su casa y se puso medias
y zapatos.
El día
siguiente Rossana observó que el vestido de su amiguita, la estatua, estaba
pulcro y elegante, mientras que el de ella estaba hecho jirones. De modo que
volvió a su casa y se puso el mejor vestido que tenía.
Cuando
regresó al parque el próximo día, notó los hermosos aretes y el bonito anillo
que tenía la estatua, y como en su casa ella tenía esas pequeñas joyas, fue y
se las puso.
Así, sin
darse cuenta, Rossana fue transformándose, copiando de su amiga, la estatua del
parque, sus vestidos, sus adornos y su pulcritud. En menos de una semana la
niña había cambiado de aspecto a tal grado que le hubiera sido imposible
ocultar su hermosura de haber querido hacerlo, pues resplandecía como una
mañana de primavera.
Si bien
Rossana se dedicó a imitar a su amiga, que no era más que la estatua de un
parque, con mucha más razón debemos nosotros empeñarnos en imitar a Jesucristo,
el Hijo de Dios, que es nuestro Creador, sobre todo los que decimos ser
cristianos.
En nuestra
cultura iberoamericana muchas personas se consideran cristianas, pero muy pocas
comprenden el sentido original de ese adjetivo. Durante el primer siglo, los que
se llamaban cristianos se identificaban de ese modo con Cristo, su Señor y
Maestro. Lo hacían no sólo para indicar que eran seguidores de Cristo, sino
también para indicar su deseo de imitarlo a Él en todo, hasta en la muerte.
Lamentablemente
en el transcurso de los siglos la pureza del significado del adjetivo
«cristiano» se ha diluido al extremo de definirse como «expresión indeterminada
para referirse a una persona cualquiera»,1. Como «hermano o prójimo» y, en
sentido coloquial, como «persona o alma viviente».2. ¡Con razón hay en la
actualidad tantos presuntos cristianos que en nada se parecen a Cristo!
Es hora de
que volvamos a las raíces del cristianismo. Imitemos a Cristo como lo imitaba
el apóstol Pablo.3. De hacerlo así, San Pablo nos asegura que «todos nosotros,
que con el rostro descubierto reflejamos como en un espejo la gloria del Señor,
[seremos] transformados a su semejanza con más y más gloria...».4.
1 Diccionario de uso del español de María
Moliner (Edición Electrónica, Versión 2.0).
2 Diccionario de la lengua española de la
Real Academia Española (Vigésima Segunda Edición).
3 1Co 11:1.
4 2Co 3:18.
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