58. ACTITUD
FRENTE AL FRUTO DE RESENTIMIENTO.
Fruto del
resentimiento.
Por Carlos
Rey.
A un hombre
que trabajaba en un aserradero se le trabó la manga de la camisa en la
maquinaria de la sierra. Ésta haló la manga hacia la sierra mecánica, y no hubo
manera de salvar el brazo.
Cuando lo
llevaron de emergencia al hospital, los médicos determinaron que era necesario
hacerle una transfusión de sangre. Menos mal que en aquel tiempo las
transfusiones se hacían directamente de un cuerpo a otro, y no había tanto
peligro de recibir sangre contaminada como el que hay en la actualidad. Una vez
que confirmaron el tipo de sangre de la víctima, buscaron a un donante con su
mismo tipo de sangre que se ofreciera para hacer la transfusión. Por fin
hallaron a un hombre que resultó ser vecino del herido.
El vecino se
presentó con buena disposición en el hospital y ofreció su sangre. Pasó mucho
tiempo acostado al lado de la víctima mientras la vida fluía de un cuerpo al
otro. Durante todo ese tiempo, el herido no dijo nada en absoluto. El vecino
que le donaba la sangre esperaba escuchar alguna expresión de gratitud, por
sencilla que fuera. Pero sabía que el hombre acostado a su lado estaba muy
enfermo, así que pensó que tal vez no pudiera decir nada.
Si bien la
víctima perdió el brazo, por lo menos salvó la vida. Pero jamás le expresó ni
la más mínima palabra de gratitud a su vecino, que le había salvado la vida al
darle su propia sangre.
Pasaron los
años, y el benefactor, ya anciano, comenzó a sentir deseos de acercarse a Dios.
Mientras oraba de rodillas en el altar de una iglesia, se acordó de aquel
vecino que nunca le había agradecido el haberlo salvado con su sangre. El viejo
resentimiento le impidió la comunión con Dios. Sintió entonces que Jesucristo
mismo le decía: «No olvides que tú mismo pasaste más de cincuenta años sin
agradecerme a mí el favor de dar mi sangre por tu salvación. Si yo abrigara el
resentimiento que te consume a ti, no podría darte paz, pues no la tendría yo
mismo, ya que ninguno puede dar lo que no tiene. Pero yo no abrigo ningún
resentimiento contra ti, a pesar de que no me tuviste en cuenta durante tantos
años. Perdona a aquel ingrato y olvida ese viejo resentimiento.»
Reconociendo
que más vale tarde que nunca, el vecino siguió el consejo que creyó que venía
de Cristo mismo, y perdonó al prójimo por su ingratitud. Valiéndose de la
sabiduría que suele acompañar a la vejez, aprendió la lección del divino
Maestro, que se puso a su lado para transfundirle su sangre salvadora y darle
paz, esa paz perfecta que sólo tienen aquellos que abandonan los resentimientos
del pasado. Pues, como dice un refrán: «El hombre astuto, hasta de los males
saca buen fruto.»
59. ACTITUD
FRENTE AL ATAQUE DEL ENEMIGO PARA DESANIMARNOS.
¿VIVIENDO
INJUSTICIAS?
24 Y se le
apareció Jehová aquella noche, y le dijo: Yo soy el Dios de Abraham tu padre;
no temas, porque yo estoy contigo, y te bendeciré, y multiplicaré tu
descendencia por amor de Abraham mi siervo. Gn. 26:24.
Isaac recibe
esta Palabra directamente de parte de Dios, de que El bendecirá y multiplicará
su descendencia.
La Biblia
nos cuenta, como Isaac abría nuevos pozos, pero venía el enemigo y se los
cerraba vez tras vez.
Alguien,
ante semejante situación, podría haber adoptado una actitud de desánimo,
diciendo, es en vano que me esfuerce, si finalmente viene el enemigo a tirar
abajo todos lo que hago. Sin embargo a Isaac, nada lo desanimaba, cuando algo
se cerraba, automáticamente estaba pensando en levantarse y emprender algo
nuevo.
Con esta
actitud, finalmente llegó el día de paz y conquista:
Y se apartó
de allí, y abrió otro pozo, y no riñeron sobre él; y llamó su nombre
Rehobot,[c] y dijo: Porque ahora Jehová nos ha prosperado, y fructificaremos en
la tierra. Gn. 26:22.
Llegó el
tiempo, donde el enemigo se dio cuenta, que era inútil seguir atacando a Isaac,
cerrándole los pozos, porque siempre se iba a levantar y abrir uno nuevo.
Isaac pudo
resistir y de tal manera alcanzó la victoria.
Cuál es
nuestra actitud, cuanto te cierran un pozo? Como reaccionas, cuando te
arrebatan algo que era tuyo, que te pertenece o que legítimamente te lo has
ganado?. Qué pasa cuando otros se llevan los méritos de tu trabajo? O que
cuando otros te arrebatan lo que por años te costó edificar?
Como Isaac,
levántate, hay otro pozo que abrir, otras metas que alcanzar, negocios por
iniciar, empresas por plantar. No es tiempo de llorar por lo perdido. Llegará
el tiempo donde podrás alcanzar la victoria y la paz, disfrutando de la vida
abundante que Dios tiene para tu vida.
Adelante,
abre un nuevo pozo.
60. ACTITUD CON EL INTERCESOR ETERNO, JESUCRISTO SIEMPRE
ESTÁ ORANDO POR USTED.
Hebreos
7:25: “Por lo cual puede también salvar perpetuamente a los que por Él se
acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos.”
¿Ha sentido
alguna vez que está totalmente solo (a) cuando una dificultad golpea su vida?
Dígase: “Estoy siendo bendecido (a) por sus oraciones.”
Jesús está
velando por usted y Él está orando por usted. El Salvador. El Pastor. El Rey.
El Príncipe. ¡Él está orando por usted!
¿Se siente
animado? ¡Esperamos que sí! Tan sólo saber que el que murió por usted, y vive “para
interceder” por usted es suficiente. Él vive para estar firme en la brecha por
usted.
¡Qué Dios
tan poderoso el que servimos! ¡Qué misericordia inmerecida! ¡Usted está en la
lista de oración de Jesús! Él lo conoce. Y Él está orando cuando usted está pasando
por el ojo de la tormenta.
¿Posee usted
una lista de oración? Revísela hoy y ore por alguien que no ha orado desde hace
algún tiempo y confíe en que Dios contestará, ¡incluso hoy mismo!
Si
Jesucristo ora por usted, ¿por qué no oramos por nuestros hermanos?
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