EL VALOR DE
UNA ORACIÓN QUE SALE DIRECTA DEL CORAZÓN DEL CREYENTE.
“Crea en mí,
oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí. No me
eches de delante de Ti, y no quites de mí tu Santo Espíritu. Vuélveme el gozo
de tu salvación, y espíritu noble me sustente” (Salmos 51:10-12).
Reflexiones
- El valor de una Oración.
Señor...
...Ayúdame a
decir la verdad delante de los fuertes y a no decir mentiras para ganarme el
aplauso de los débiles.
Si me das
fortuna, no me quites la razón.
Si me das
éxito, no me quites la humildad.
Si me das
humildad, no me quites la dignidad.
Ayúdame
siempre a ver la otra cara de la medalla, no me dejes inculpar de traición a
los demás por no pensar igual que yo.
Enséñame a
querer a la gente como a mí mismo y a no juzgarme como a los demás.
No me dejes
caer en el orgullo si triunfo, ni en la desesperación si fracaso
Más bien
recuérdame que el fracaso es la experiencia que precede al triunfo.
Enséñame que
perdonar es un signo de grandeza y que la venganza es una señal de bajeza.
Si me quitas
el éxito, déjame fuerzas para aprender del fracaso.
Si yo
ofendiera a la gente, dame valor para disculparme y si la gente me ofende, dame
valor para perdonar.
¡Señor...si
yo me olvido de ti, Tú por favor nunca te olvides de mí!
No es cuanto
oras. Sino cómo oras y a quién oras lo que determina el valor de la oración. Si
te diriges al Padre y tu oración es libre de egoísmos, vanidades o falsas
ilusiones, entonces tendrás una oración de calidad.
Si lo
afliges y él clama a mí, ciertamente yo escucharé su clamor. Éxodo 22:23
Entonces
clamó el pueblo a Moisés, y Moisés oró al Señor y el fuego se apagó. Núm. 11:2
Entonces
clamó Sansón a Dios, y dijo: Señor, acuérdate ahora de mí, y fortaléceme, te ruego,
solamente esta vez, oh Dios, para que de una vez tome venganza de los filisteos
por mis dos ojos. Jueces 16:28
¿Por qué
debe dar gracias?
“Dando
siempre gracias por todo al Dios y Padre, en el nombre de nuestro Señor
Jesucristo” (Efesios 5:20).
“Haced todo
sin murmuraciones y contiendas, para que seáis irreprensibles y sencillos,
hijos de Dios sin mancha en medio de una generación maligna y perversa, en
medio de la cual resplandecéis como luminares en el mundo” - (Filipenses
2:14-15).
¿Sabe cuál
es el problema, con muchos de nosotros, cuando obedecemos a Dios? Murmuramos
acerca del asunto mientras lo efectuamos. Y Dios toma nota de esa clase de
actitud, porque “obediencia a medias” no es obediencia de ninguna manera.
Recuerde: Dios mira el corazón, no la obra (vea 1 Samuel 16:7). ¿Sabe por qué
murmuramos? Porque hemos desviado nuestros ojos del Calvario. Jesús no murmuró
en su camino hacia la cruz. No lo hizo. ¿Agradece usted a Dios por las pérdidas
en su vida? ¿O sólo lo hace cuando hay ganancias? ¿Cuándo se siente más cerca
de Dios: durante las pruebas o durante los tiempos de calma?
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