LA JUSTICIA
QUE EL HOMBRE QUIERE ALCANZAR ES POR LA LEY.
LA JUSTICIA
QUE SE RECIBE COMO REGALO ES POR LA GRACIA EN CRISTO JESÚS SEÑOR NUESTRO.
La debida
justicia.
No teniendo
mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es por la fe de Cristo.
Filipenses
3:9
Conocer a
Jesucristo es tener su justicia, su santidad y su virtud imputadas a nosotros,
lo que nos hace justos delante de Dios.
En los
primeros años de su vida, el apóstol Pablo trató de alcanzar la salvación por
el apego estricto a la ley. Pero cuando fue confrontado por la admirable
realidad de Cristo, estuvo dispuesto a cambiar toda su justicia propia y
moralidad externa, buenas obras y ceremoniales religiosos por la justicia
concedida a él mediante la fe en Cristo. Pablo estuvo dispuesto a perder la
débil y descolorida vestidura de su reputación si podía ganar el espléndido e
incorruptible manto de la justicia de Cristo.
Ese es el
mayor de todos los beneficios porque garantiza nuestra posición delante de
Dios. Es el don de Dios para el pecador el apropiarse por fe de la obra
perfecta de Cristo, que satisface la justicia de Dios.
Gracia,
misericordia y paz
Bendice...a
Jehová...El que te corona de favores y misericordias. —Salmo 103:1,4
Las palabras
gracia y paz se encuentran en todos los saludos de Pablo en sus cartas del
Nuevo Testamento a las iglesias. Además, en las epístolas a Timoteo y a Tito,
también incluye la misericordia: «Gracias, misericordia y paz, de Dios Padre y
de Jesucristo nuestro Señor» (2 Timoteo 1:2). Examinemos cada uno de estos
términos.
Gracia es lo
que nuestro Dios Santo concede y que nosotros, por ser pecadores, no merecemos.
Hechos 17:25 nos enseña que «él es quien da a todos vida y aliento y todas las
cosas». Sus dádivas incluyen hasta nuestra próxima respiración. Aun en nuestra
hora más oscura, Dios nos da fuerzas para que podamos soportar.
Misericordia
es lo que el Señor retiene, pero que sí merecemos. Lamentaciones 3:22 dice:
«Por la misericordia de Jehová no hemos sido consumidos». Incluso cuando nos
desviamos, Dios nos da tiempo y nos ayuda a regresar a Él.
Paz es lo
que Dios concede a Su pueblo. Jesús dijo: «La paz os dejo, mi paz os doy; yo no
os la doy como el mundo la da» (Juan 14:27). Aun en los peores momentos,
tenemos tranquilidad interior porque nuestro Dios tiene el control. Podemos
cobrar ánimo al saber que, a lo largo de nuestra vida, el Señor nos dará la
gracia, la misericordia y la paz que necesitamos para vivir para Él.
La Gracia de
Dios es inconmensurable; Su Misericordia, inagotable; Su Paz, inenarrable.
El eterno YO
SOY.
“puestos los
ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto
delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la
diestra del trono de Dios”. Hebreos 12:2
Mientras sus
ojos estén fijos en el Señor, usted podrá resistir los días que van de mal en
peor. ¡Fije sus ojos en el Señor! Hágalo una vez. Hágalo a diario. Hágalo diez
mil veces. Hágalo constantemente. Cuando su calendario le pone presión, cuando
sus perspectivas se diluyen, cuando su esperanza se apagan, cuando la gente lo
desilusiona, cuando los sucesos se vuelven en su contra, cuando los sueños
mueren, cuando las paredes se estrechan, cuando el pronóstico se ve lúgubre,
cuando su corazón se parte,… mire al Señor, y siga mirándolo a Él.
¿Quién es
Él? Él es Jehová, el eterno YO SOY, el soberano Señor del Universo. Él nunca ha
perdido el control. Siempre es Fiel, Inmutable, Todopoderoso, Bueno, Compasivo,
lleno de Gracia, Sabio, lleno de Amor, Soberano, y siempre Confiable. ¡Fije sus
ojos en el Señor!
Por la fe
Abraham, siendo llamado, obedeció; y salió sin saber a dónde iba. —Hebreos 11:8
¿Alguna vez
Dios te pidió que hicieras algo aparentemente irracional o que te llevaba al
terreno de lo desconocido? ¿Qué pasaría si te pidiera que rechazaras un
largamente ansiado ascenso en el trabajo o una anhelada relación sentimental
con alguien? ¿Y si te llamara para ir a un lugar remoto de la tierra o te
pidiera dejar que tu hijo le sirva en un sitio lejano?
Lo
desconocido está lleno de interrogantes atormentadores, tales como: «¿Y si pasa
esto o aquello…?» Aun así, cuando seguimos al Señor, Él suele llamarnos a
recorrer territorio desconocido. Obedecer Sus mandamientos de perdonar,
entregar nuestros tesoros o abandonar las cosas que nos brindan seguridad y
placer nos deja a menudo en el terreno atemorizante del qué irá a pasar.
Imagínate cómo se habrá sentido Abraham cuando Dios le pidió que trasladara a
toda su familia y no le dijo adónde irían (Génesis 12:1-3). También le demandó
perseverancia; es decir, que se quedara en una tierra desconocida, aunque las
atractivas comodidades del pasado amenazaran seducirlos, tanto a él como a su
familia, al regresar al entorno seguro de Ur. El miedo a lo desconocido podría
impedir que siguiéramos la guía de Dios en los días que están por delante.
Pero, como Abraham, cuando nos aferramos a Aquel que sabe todas las cosas,
estamos en buenas manos… no importa el destino.
Nunca tengas
temor de confiarle el futuro desconocido al Dios omnisciente.
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