LA GRACIA
INMERECIDA QUE RECIBIMOS DE UN DIOS MISERICORDIOSO.
GRACIA
INMERECIDA.
Una vez una
mujer bañada en lágrimas se acercó cierto día a Napoleón a fin de solicitar una
gracia para su hijo.
El emperador
respondió que era imposible; se trataba de un joven soldado que había desertado
y aun traicionado; la justicia exigía pues, que fuera fusilado.
- No pido
justicia, explico la madre, abogo por una gracia.
- Señora, le
repito que su hijo no merece una gracia, confirmo Napoleón.
Pero ella
alegó, es por eso que pido gracia, pues si fuera inocente ya no podría
merecerla, es todo lo que pido.
- Bien, en
este caso le concedo la gracia. El emperador lo perdonó.
No podemos
ganar el favor de Dios a través de nuestros propios méritos, porque nadie
podría ser bastante bueno o hacer suficientes obras para alcanzar el nivel de
perfección exigido por Dios.
En cambio,
si apelamos a su infinita compasión, nunca seremos decepcionados. Él otorga
gratuitamente la salvación a quien se vuelve a Él.
Suplicarle
es reconocer que no podemos hacer nada por nosotros mismos, que nos sentimos
perdidos, es reconocer también que Dios existe y que Él es el Salvador.
Cuando
acudimos a su amor nunca es en vano, porque Él nos ama verdaderamente, con amor
eterno. Jeremías 31:3
“Pero Dios,
que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, aun estando
nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia
sois salvos)”. Efesios 2:4-5.
Gracia,
inocente, compasión, Dios.
Autor(a).
Telma Céspedes.
ESCLAVOS SIN
RAZÓN.
Por Carlos
Rey.
Juanito y su
hermana Margarita fueron a pasar sus vacaciones en la granja de sus abuelos.
Para que Juanito tuviera con qué entretenerse, el abuelo le regaló una honda y
le dijo que fuera a jugar con ella en el bosque cercano. Alejándose a cierta
distancia de un árbol que tenía un grueso tronco, Juanito ensayó su puntería,
pero no logró pegarle al tronco. Por fin, desanimado y muerto de hambre,
decidió volver a la casa. Tan pronto como divisó la casa, vio a lo lejos el
pato de la abuela. Como por impulso, sacó de su bolsillo la honda y una piedra
que le había sobrado, y le apuntó al pato. ¿Quién lo hubiera creído? ¡Esta vez,
la primera en toda la mañana, dio en el blanco y mató al pato de una pedrada en
la cabeza! Juanito, ahora muerto de susto, cavó de prisa un hoyo y enterró al
pato. Mirando de reojo a la casa, se dio cuenta de que su hermana lo había
presenciado todo. Pero ella no dijo nada.
Cuando
terminaron de comer, la abuela le pidió a Margarita que la ayudara a lavar los
platos. Pero la niña contestó:
—Yo lo haría
con gusto, abuela, sólo que Juanito me dijo que él quería hacerlo de hoy en
adelante.
Y le dijo al
oído a Juanito:
—¿Recuerdas
lo del pato?
Así que
Juanito tuvo que lavar los platos. Esa tarde el abuelo invitó a los niños a
pescar. Interrumpiéndolo, la abuela dijo que lo lamentaba mucho, pero
necesitaba que Margarita se quedara con ella para que le ayudara a preparar la
cena. Con una sonrisa de oreja a oreja, la nieta repuso:
—No te
preocupes por eso, abuela, que Juanito me dijo que él quería ayudarte también
con la cena.
Y volvió a
susurrarle a su hermano:
—¿Recuerdas
lo del pato?
Así que
Margarita salió a pescar y Juanito se quedó para ayudar a preparar la cena.
Después de
varios días de verse obligado a hacer no sólo los quehaceres domésticos que le
tocaban a él sino también los de su hermana, Juanito no aguantó más, así que se
acercó a la abuela y le confesó que había matado el pato. La abuela lo abrazó,
lo besó en la frente y le dijo:
—Yo ya lo
sabía, Juanito. Estaba mirando por la ventana y vi todo lo que hiciste. Sin
embargo, porque te quiero, te perdoné. Sólo me preguntaba cuánto tiempo
seguirías sirviendo a tu hermana como esclavo, antes de confesármelo.
Así como la
abuela en el caso de Juanito, Dios ha visto todo lo que hemos hecho, desde el
pecado más inocente hasta el más vergonzoso. Y ya nos ha perdonado, porque nos
ama. Ahora sólo se pregunta cuánto tiempo seguiremos sirviendo al pecado como
esclavos, antes de confesarlo y aceptar su perdón. Acerquémonos a Dios hoy
mismo, dándole la oportunidad de abrazarnos y reconfortarnos.
EL
SACRIFICIO DE JESUCRISTO, SU GRACIA Y EL PERDÓN DE DIOS SON MAYORES QUE TODO
NUESTRO PECADO.
MAYOR QUE
TODO NUESTRO PECADO.
Por Carlos
Rey.
La sala
donde se realizaba el juicio en Sacramento, California se encontraba llena
hasta rebosar. Todos estaban ansiosos por escuchar la sentencia que el juez Sam
Weler iba a pronunciar contra Eusebio Ramírez. El acusado, joven todavía, había
sido declarado culpable de doble homicidio. Había matado a dos ancianas de
ochenta y uno y sesenta y cuatro años de edad, sólo para robarles. Los
abogados, los fotógrafos, los periodistas, el público en general, contenían la
respiración esperando la sentencia.
Eusebio
Ramírez, de pie delante del juez, levantó lentamente la mano, le apuntó con el
dedo y le dijo: «Si usted me condena a cadena perpetua, me fugaré de la cárcel
y lo mataré.» Y agregó: «Quiero que me mande a la silla eléctrica.»
Un
estremecimiento de pavor recorrió la sala entera. El juez mismo quedó estupefacto.
Ramírez tomó de nuevo la palabra y dijo: «Mi delito es demasiado grande.
¡Quiero morir!»
Esta
historia trae a la memoria la escena del juicio de otro criminal, ocurrido
mucho tiempo atrás. El condenado era Caín. El juez era Dios.
Cuando Dios
llamó a Caín y le preguntó por su hermano Abel, Caín confesó que lo había
matado, y en el momento en que Dios pronunció como sentencia contra él la pena
de destierro, Caín dijo: «Este castigo es más de lo que puedo soportar.»1. A
diferencia de Eusebio Ramírez algunos milenios después, Caín había enfocado el
castigo y no el crimen. Le preocupaba más la sentencia divina que su pecado
mortal.
Lo cierto es
que ni Caín ni Eusebio merecían vivir. El delito de los dos fue atroz, así como
lo es el pecado en todas sus formas, ya sea homicidio, estafa, adulterio,
mentira o cualquier otra violación de la ley moral de Dios. Pero la gracia de
Dios es mayor que cualquier crimen o pecado que cualquier persona jamás pudiera
cometer.
El
sacrificio de Jesucristo en la cruz es más que suficiente para cubrir todo
delito, no de una sola persona sino de la humanidad entera. Si se pusieran
todos los pecados de todas las personas de todos los tiempos y todos los
lugares en uno de los platos de la balanza de Dios, con todo si en el otro plato
se colocara el sacrificio de Cristo, sería mayor el peso del sacrificio del
Hijo de Dios.
Todo pecado
está de hecho cubierto por el sacrificio de Cristo en la cruz, pero ese hecho
sólo se convierte en realidad cuando aceptamos el amor de Dios por cuenta
propia. Dios no quiere que ninguno de nosotros tenga que pagar eternamente la
cuenta de nuestros pecados. Por eso envió a su único Hijo a morir en nuestro
lugar. Y por eso nos urge a cada uno apropiarnos hoy de esa sublime gracia que
es mayor que todo nuestro pecado.
1. Gn 4:9-14. Y Jehová dijo a Caín: ¿Dónde está
Abel tu hermano? Y él respondió: No sé. ¿Soy yo acaso guarda de mi hermano?
4:10 Y él le
dijo: ¿Qué has hecho? La voz de la sangre de tu hermano clama a mí desde la
tierra.
4:11 Ahora,
pues, maldito seas tú de la tierra, que abrió su boca para recibir de tu mano
la sangre de tu hermano.
4:12 Cuando
labres la tierra, no te volverá a dar su fuerza; errante y extranjero serás en
la tierra.
4:13 Y dijo
Caín a Jehová: Grande es mi castigo para ser soportado.
4:14 He aquí
me echas hoy de la tierra, y de tu presencia me esconderé, y seré errante y
extranjero en la tierra; y sucederá que cualquiera que me hallare, me matará.
LA
INVITACIÓN DE DIOS ES A ESCUCHARLO Y OBEDECERLO HOY.
Romanos
1:17: “Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe,
como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá.”
¿Es justo
Dios? Sí. ¿Y cómo se revela la justicia de Dios? De fe en fe. Dios le da una
verdad, usted cree en esa verdad y Dios le da más verdades. Mientras más
obedezca la luz, más luz recibirá. La razón por la cual algunos de nosotros no
entendemos más de la Biblia es porque aún no hemos obedecido a la luz que Dios
ya nos ha dado. Es tiempo que tomemos en serio y obedezcamos la Palabra de
Dios. Si comenzamos a obedecer las cosas pequeñas que entendemos, Dios
iluminará nuestro camino para ayudarnos a comprender lo que aún no entendemos.
Pídale a
Dios que le dé entendimiento acerca de las profundidades de su Palabra a fin de
compartir su verdad, de una mejor manera, con los no creyentes a su alrededor.
HOY HAY UN
NUEVO COMIENZO PARA USTED.
Juan 3:7:
“No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo.”
¿Alguna vez
ha conocido a alguien que haya nacido físicamente dos veces? ¿Ha conocido a una
persona que ha nacido espiritualmente dos veces? En ningún lugar de la Biblia
encontrará un pasaje donde alguien haya recibido la salvación dos veces. Una
vez que usted llega a ser parte de la familia, ya está dentro de la familia.
En una
ocasión el pastor Rogers explicó: “Hubo ocasiones en las que defraudé a mis
padres. Hubo momentos en los que mi padre me disciplinó; con todo, seguía
siendo un Rogers. Seré un Rogers por toda la eternidad; no podré ser nada más
de lo que fui al nacer.”
Es lo mismo
en su vida espiritual. Cuando usted nace en la familia de Dios, su nombre se
registra en el libro de la vida del Cordero. Es un hecho establecido.
¿Conoce a
algún hermano o hermana en la fe que duda en cuanto a su salvación? ¡Anímelo(a)
con estas buenas nuevas!
Hebreos
12:2: “Puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por
el gozo puesto delante de Él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se
sentó a la diestra del trono de Dios.”
¿Cómo
obtiene usted fe? Poniendo sus ojos en Jesús. La fe se produce en el corazón.
Usted no tiene que forzar la fe. Suponga que una persona necesita cruzar un
gran río y no está seguro si el puente puede soportar su peso. Entonces, puede
hacer una de dos cosas: Una, ponerse de pie a orillas del río y tratar de
adquirir suficiente valor para hacerse creer que dicho puente puede soportarle;
luego lo cruzara tímidamente. O dos, podría observar cómo los camiones de carga
cruzan ese poderoso puente de hierro y concreto y ¡creer! Fe es el resultado de
ver la resistencia del mencionado puente. De la misma manera, no es una fe
grande en Dios lo que usted necesita, sino fe en un Dios grande.
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