viernes, 14 de noviembre de 2014

LOS CAMPEONES NO SE RINDEN Y LUCHAN HASTA EL FIN.

LOS CAMPEONES NO SE RINDEN Y LUCHAN HASTA EL FIN.
“Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe” (Hebreos 12:1-2ª).
Existen muchos atletas con habilidad natural, pero ¿qué es lo que convierte a un atleta mediocre en un campeón de medalla de oro? Este atleta está dispuesto a sufrir más que los otros. Cuando usted no puede dar otro paso, sus músculos están adoloridos y su cuerpo está molido, es lo que significa correr la carrera con perseverancia como lo menciona Hebreos 12:1. Usted actúa bajo tremenda presión. Corre para desarrollar resistencia. Hoy, quizás esté sufriendo porque un familiar, compañero laboral o compañero de estudios ha sido injusto con usted. Tal vez se le ignoró para un ascenso. Edificar una fe que  aguante la distancia toma paciencia.
Hoy es el día de superar las injusticias de la vida. En lugar de sentir que está siendo injustamente tratado, es tiempo de poner los ojos en Aquel que fue tratado MÁS injustamente sobre una cruz para que usted fuese perdonado. Corre, creyente, corre: la victoria aún está por ser ganada.
BIENAVENTURADOS LOS QUE PASAN LAS PRUEBAS Y NO RENUNCIAN.
RESISTIR HASTA EL FIN.

Bienaventurado el varón que soporta la tentación [las pruebas].

Santiago 1:12

El verbo soportar en el versículo de hoy se refiere a resistir con paciencia y de forma victoriosa. Implica pasiva o incluso penosa supervivencia y se concentra en el resultado de ser victorioso. La persona que pasa por las pruebas y sale victoriosa nunca abandona su fe ni a su Dios. Demuestra que es un cristiano genuino.

Algunas personas van a la iglesia, dicen creer en Cristo y hasta se bautizan. Pero cuando se enfrentan a los problemas, ellas desaparecen. Y tal vez nunca vuelvan. Quizás afrontaron una relación quebrantada, la muerte de un ser querido, o alguna otra lucha, y las circunstancias fueron tan insoportables que culparon a Dios y se fueron, convencidas de que el cristianismo no es la solución.


Como creyentes, podemos pasar por tiempos de luchas y de dudas, pero nunca será destruida nuestra fe. Nos aferramos al Señor a pesar de nuestras pruebas porque lo amamos. Esa perseverancia amorosa resulta en verdadera bendición.

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