LOS
CAMPEONES NO SE RINDEN Y LUCHAN HASTA EL FIN.
“Por tanto,
nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos,
despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia
la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y
consumador de la fe” (Hebreos 12:1-2ª).
Existen
muchos atletas con habilidad natural, pero ¿qué es lo que convierte a un atleta
mediocre en un campeón de medalla de oro? Este atleta está dispuesto a sufrir
más que los otros. Cuando usted no puede dar otro paso, sus músculos están
adoloridos y su cuerpo está molido, es lo que significa correr la carrera con
perseverancia como lo menciona Hebreos 12:1. Usted actúa bajo tremenda presión.
Corre para desarrollar resistencia. Hoy, quizás esté sufriendo porque un
familiar, compañero laboral o compañero de estudios ha sido injusto con usted.
Tal vez se le ignoró para un ascenso. Edificar una fe que aguante la distancia toma paciencia.
Hoy es el
día de superar las injusticias de la vida. En lugar de sentir que está siendo
injustamente tratado, es tiempo de poner los ojos en Aquel que fue tratado MÁS
injustamente sobre una cruz para que usted fuese perdonado. Corre, creyente,
corre: la victoria aún está por ser ganada.
BIENAVENTURADOS
LOS QUE PASAN LAS PRUEBAS Y NO RENUNCIAN.
RESISTIR
HASTA EL FIN.
Bienaventurado
el varón que soporta la tentación [las pruebas].
Santiago
1:12
El verbo
soportar en el versículo de hoy se refiere a resistir con paciencia y de forma
victoriosa. Implica pasiva o incluso penosa supervivencia y se concentra en el
resultado de ser victorioso. La persona que pasa por las pruebas y sale
victoriosa nunca abandona su fe ni a su Dios. Demuestra que es un cristiano
genuino.
Algunas
personas van a la iglesia, dicen creer en Cristo y hasta se bautizan. Pero
cuando se enfrentan a los problemas, ellas desaparecen. Y tal vez nunca
vuelvan. Quizás afrontaron una relación quebrantada, la muerte de un ser
querido, o alguna otra lucha, y las circunstancias fueron tan insoportables que
culparon a Dios y se fueron, convencidas de que el cristianismo no es la
solución.
Como
creyentes, podemos pasar por tiempos de luchas y de dudas, pero nunca será
destruida nuestra fe. Nos aferramos al Señor a pesar de nuestras pruebas porque
lo amamos. Esa perseverancia amorosa resulta en verdadera bendición.
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