LA RESPUESTA
DIVINA A LA REENCARNACIÓN.
Por Carlos
Rey.
Dios estaba
soñando, y cuando Él soñaba, sucedían cosas maravillosas. Si soñaba con la
comida, la producía y daba de comer. Si soñaba con la vida, la originaba
mediante el nacimiento.
Mientras
soñaba, entonaba una canción y tocaba sus maracas. Se sentía feliz, envuelto en
una nube de humo de tabaco, de duda y de misterio. En el sueño apareció un gran
huevo brillante. Dentro del huevo cantaban, bailaban y hacían mucho alboroto la
mujer y el hombre porque no aguantaban las ganas de nacer. Felizmente para
ellos, la alegría de Dios venció la duda y el misterio, así que nacieron
mientras Él cantando decía: «Rompo este huevo y nace la mujer y nace el hombre.
Y juntos vivirán y morirán. Pero nacerán nuevamente. Nacerán y volverán a morir
y otra vez nacerán. Y nunca dejarán de nacer, porque la muerte es mentira.»1.
Ese era el
concepto que los indios makiritare tenían de la creación. De ahí que creyeran
en la reencarnación, como tantos otros pueblos en la historia humana. ¿Cuál
será la fascinación que encierra la doctrina de la reencarnación? Seguramente
el deseo innato que cada uno de nosotros tiene de vivir para siempre. El sólo
creer que hemos de nacer y morir una y otra vez nos hace inmortales a nuestro
juicio y a nuestra manera. Es como una vida eterna con varias muertes que no
son más que interrupciones en un ciclo perpetuo de vida y muerte.
Lo cierto es
que Dios siempre ha estado muy consciente de ese deseo nuestro, pues fue Él
quien nos creó así. Cuando nuestros primeros padres le desobedecieron y
recibieron el prometido castigo de la muerte como consecuencia, la muerte,
lejos de ser mentira, llegó a ser una verdad ineludible.2.
Por eso Él
diseñó un plan para que pudiéramos volver a vivir: dispuso milagrosamente que
su Hijo Jesucristo naciera como uno de nosotros y muriera en nuestro lugar,
llevando sobre sí nuestro pecado.3.
Dios había
establecido que cada ser humano necesariamente habría de nacer y morir una sola
vez en lo físico.4.
Ahora cada uno podría también morir
simbólicamente y renacer espiritualmente. El que optara por morir al pecado 5.
Y nacer de nuevo como hijo adoptivo de Dios,
aceptando el sacrificio de Cristo en su lugar, se haría acreedor a la vida
eterna, 6.
Sin
interrupción alguna.
Con su
encarnación, Cristo despojó de toda razón de ser a la reencarnación, pues ya no
era necesaria para volver a vivir. Felizmente para nosotros, basta con que nos
apropiemos del misterio de su divino plan7.
Y lo hagamos realidad en nuestra vida para que
Él diga, cantando de alegría: «Rompo las cadenas del pecado y nacen de nuevo el
hombre y la mujer. Y juntos viviremos eternamente.»
1. Eduardo Galeano, Memoria del fuego I:
Los nacimientos (Madrid: Siglo XXI Editores, 18a. ed., 1991), p. 3.
2. Gn 3:1‑19.
Pero la serpiente era astuta,
más que todos los animales del campo que Jehová Dios había hecho; la cual dijo
a la mujer: ¿Conque Dios os ha dicho: No comáis de todo árbol del huerto?
3:2 Y la
mujer respondió a la serpiente: Del fruto de los árboles del huerto podemos
comer;
3:3 Pero del
fruto del árbol que está en medio del huerto dijo Dios: No comeréis de él, ni
le tocaréis, para que no muráis.
3:4 Entonces
la serpiente dijo a la mujer: No moriréis;
3:5 sino que
sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis
como Dios, sabiendo el bien y el mal.
3:6 Y vio la
mujer que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y
árbol codiciable para alcanzar la sabiduría; y tomó de su fruto, y comió; y dio
también a su marido, el cual comió así como ella.
3:7 Entonces
fueron abiertos los ojos de ambos, y conocieron que estaban desnudos; entonces
cosieron hojas de higuera, y se hicieron delantales.
3:8 Y oyeron
la voz de Jehová Dios que se paseaba en el huerto, al aire del día; y el hombre
y su mujer se escondieron de la presencia de Jehová Dios entre los árboles del
huerto.
3:9 Mas
Jehová Dios llamó al hombre, y le dijo: ¿Dónde estás tú?
3:10 Y él
respondió: Oí tu voz en el huerto, y tuve miedo, porque estaba desnudo; y me
escondí.
3:11 Y Dios
le dijo: ¿Quién te enseñó que estabas desnudo? ¿Has comido del árbol de que yo
te mandé no comieses?
3:12 Y el
hombre respondió: La mujer que me diste por compañera me dio del árbol, y yo
comí.
3:13
Entonces Jehová Dios dijo a la mujer: ¿Qué es lo que has hecho? Y dijo la
mujer: La serpiente me engañó, y comí.
3:14 Y
Jehová Dios dijo a la serpiente: Por cuanto esto hiciste, maldita serás entre
todas las bestias y entre todos los animales del campo; sobre tu pecho andarás,
y polvo comerás todos los días de tu vida.
3:15 Y
pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya;
ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar.
3:16 A la
mujer dijo: Multiplicaré en gran manera los dolores en tus preñeces; con dolor
darás a luz los hijos; y tu deseo será para tu marido, y él se enseñoreará de
ti.
3:17 Y al
hombre dijo: Por cuanto obedeciste a la voz de tu mujer, y comiste del árbol de
que te mandé diciendo: No comerás de él; maldita será la tierra por tu causa;
con dolor comerás de ella todos los días de tu vida.
3:18 Espinos
y cardos te producirán, y comerás plantas del campo.
3:19 Con el
sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella
fuiste tomado; pues polvo eres, y al polvo volverás.
3. Is 53:1‑12.
1 ¿Quién ha creído a nuestro
anuncio? ¿y sobre quién se ha manifestado el brazo de Jehová?
53:2 Subirá
cual renuevo delante de él, y como raíz de tierra seca; no hay parecer en él,
ni hermosura; le veremos, mas sin atractivo para que le deseemos.
53:3
Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en
quebranto; y como que escondimos de él el rostro, fue menospreciado, y no lo
estimamos.
53:4
Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y
nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido.
53:5 Mas él
herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de
nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados.
53:6 Todos
nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas
Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros.
53:7
Angustiado él, y afligido, no abrió su boca; como cordero fue llevado al
matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su
boca.
53:8 Por
cárcel y por juicio fue quitado; y su generación, ¿quién la contará? Porque fue
cortado de la tierra de los vivientes, y por la rebelión de mi pueblo fue
herido.
53:9 Y se
dispuso con los impíos su sepultura, mas con los ricos fue en su muerte; aunque
nunca hizo maldad, ni hubo engaño en su boca.
53:10 Con
todo eso, Jehová quiso quebrantarlo, sujetándole a padecimiento. Cuando haya
puesto su vida en expiación por el pecado, verá linaje, vivirá por largos días,
y la voluntad de Jehová será en su mano prosperada.
53:11 Verá
el fruto de la aflicción de su alma, y quedará satisfecho; por su conocimiento
justificará mi siervo justo a muchos, y llevará las iniquidades de ellos.
53:12 Por
tanto, yo le daré parte con los grandes, y con los fuertes repartirá despojos;
por cuanto derramó su vida hasta la muerte, y fue contado con los pecadores,
habiendo él llevado el pecado de muchos, y orado por los transgresores.
1P 2:24. Quien llevó él mismo nuestros pecados
en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados,
vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados.
4. He 9:27. Y de la manera que está establecido para los hombres
que mueran una sola vez, y después de esto el juicio,
5. Ro 8:13. Porque si vivís conforme a la carne, moriréis; mas si
por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis.
6. Jn 3:1‑17.
1 Había un hombre de los
fariseos que se llamaba Nicodemo, un principal entre los judíos.
3:2 Este
vino a Jesús de noche, y le dijo: Rabí, sabemos que has venido de Dios como
maestro; porque nadie puede hacer estas señales que tú haces, si no está Dios
con él.
3:3
Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere
de nuevo, no puede ver el reino de Dios.
3:4 Nicodemo
le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por
segunda vez en el vientre de su madre, y nacer?
3:5
Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y
del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios.
3:6 Lo que
es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es.
3:7 No te
maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo.
3:8 El
viento sopla de donde quiere, y oyes su sonido; mas ni sabes de dónde viene, ni
a dónde va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu.
3:9
Respondió Nicodemo y le dijo: ¿Cómo puede hacerse esto?
3:10
Respondió Jesús y le dijo: ¿Eres tú maestro de Israel, y no sabes esto?
3:11 De
cierto, de cierto te digo, que lo que sabemos hablamos, y lo que hemos visto,
testificamos; y no recibís nuestro testimonio.
3:12 Si os
he dicho cosas terrenales, y no creéis, ¿cómo creeréis si os dijere las
celestiales?
3:13 Nadie
subió al cielo, sino el que descendió del cielo; el Hijo del Hombre, que está
en el cielo.
3:14 Y como
Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del
Hombre sea levantado,
3:15 para
que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.
3:16 Porque
de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo
aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.
3:17 Porque
no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo
sea salvo por él.
7. Ef 3:1‑11.
1 Por esta causa yo Pablo,
prisionero de Cristo Jesús por vosotros los gentiles;
3:2 si es
que habéis oído de la administración de la gracia de Dios que me fue dada para
con vosotros;
3:3 que por
revelación me fue declarado el misterio, como antes lo he escrito brevemente,
3:4 leyendo
lo cual podéis entender cuál sea mi conocimiento en el misterio de Cristo,
3:5 misterio
que en otras generaciones no se dio a conocer a los hijos de los hombres, como
ahora es revelado a sus santos apóstoles y profetas por el Espíritu:
3:6 que los
gentiles son coherederos y miembros del mismo cuerpo, y copartícipes de la
promesa en Cristo Jesús por medio del evangelio,
3:7 del cual
yo fui hecho ministro por el don de la gracia de Dios que me ha sido dado según
la operación de su poder.
3:8 A mí,
que soy menos que el más pequeño de todos los santos, me fue dada esta gracia
de anunciar entre los gentiles el evangelio de las inescrutables riquezas de
Cristo,
3:9 y de
aclarar a todos cuál sea la dispensación del misterio escondido desde los
siglos en Dios, que creó todas las cosas;
3:10 para
que la multiforme sabiduría de Dios sea ahora dada a conocer por medio de la
iglesia a los principados y potestades en los lugares celestiales,
3:11
conforme al propósito eterno que hizo en Cristo Jesús nuestro Señor,
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