LA PIEDAD
TIENE QUE VER MUCHO CON NUESTRA FE Y CON LA OBEDIENCIA.
Los dignos
frutos de la fe, de la paciencia, y de la piedad; las advertencias contra la
desobediencia; el servicio que agrada a Dios.
La historia
del pueblo de Dios confirma los muchos que tuvieron que soportar circunstancias
hostiles y sufrimientos, pero aún se mantuvieron fieles y pudieron cumplir con
la perfecta voluntad de Dios. En la famosa lista de los «héroes de la fe»
(Hebreos 11:1-38), Dios nos da un repaso de muchos de ellos. «Por la fe
Abraham, cuando fue probado, ofreció a Isaac . . . pensando que Dios es
poderoso para levantar aun de entre los muertos, de donde, en sentido figurado,
también le volvió a recibir . . . Por la fe Moisés, hecho ya grande, rehusó
llamarse hijo de la hija de Faraón, escogiendo antes ser maltratado con el
pueblo de Dios, que gozar de los deleites temporales (de corta duración) del
pecado, teniendo por mayores riquezas el vituperio de Cristo que los tesoros de
los egipcios» (11:17-26). Los hombres y las mujeres del Antiguo Testamento
escritos en esta lista son ejemplos de personas que escogieron obedecer a Dios
y vivir piadosamente, sin considerar las consecuencias.
Esto nos
recuerda de lo mucho que nuestro Salvador ha dispuesto para nosotros por medio
del Espíritu Santo que mora en nosotros y por medio del conocimiento completo
de Su voluntad revelada en Su Palabra escrita. En verdad, «nosotros también,
teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo
peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que
tenemos por delante» (12:1). Los corredores que ganan la carrera de la vida
ponen «los ojos en Jesús, el Autor y Consumador de la fe, el cual por el gozo
puesto delante de Él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la
diestra del trono de Dios» (12:2). La vida del creyente demanda negarse a sí
mismo, la disciplina, y un corazón sincero y lleno de amor para con Dios y para
Su Palabra. Estas características distinguen al creyente del desenfreno que se
practica en el mundo. Tenemos que decidir por nuestra propia cuenta, por medio
de la oración y la lectura de las Escrituras y una examinación personal, si hay
algo en nuestras vidas que nos está estorbando que necesita ser eliminado.
UNA VIDA DE
LEALTAD Y OBEDIENCIA A DIOS.
«La carrera»
de la cual el apóstol Pablo nos escribe es una vida de lealtad y de obediencia.
«Y (Jesús) decía a todos: Si alguno quiere venir en pos de Mí, niéguese a sí
mismo, tome su cruz cada día, y sígame» (Lucas 9:23).
«Hijo mío. .
. (Que) tu corazón guarde Mis mandamientos; porque largura de días y años de
vida y paz te aumentarán» (Proverbios 3:1-2).
Gran
ganancia es la piedad acompañada de contentamiento» (I de Timoteo 6:6).
DISPUESTOS A
SERVIR A DIOS CON TODO EL CORAZÓN, LA MENTE Y TODAS LAS FUERZAS.
Pablo
testificó: “Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como
pérdida por amor de Cristo. Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como
pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor
del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo”
(Filipenses 3:7-8). ¿Qué quiere decir Pablo con “pérdida”? Él quiere decir que
aún las cosas buenas pasan a ser malas si llegan a ser substituto de lo mejor.
Suponga que vuela y su avión se va a estrellar y usted agarra su mochila en
lugar del paracaídas y brinca. ¿Es su mochila algo malo? No, simplemente no es
la mejor decisión si quiere salvar su vida. La peor forma de maldad puede ser
la piedad humana cuando ésta llega a ser substituto del nuevo nacimiento.
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