EL MOTIVO
PARA SEGUIR A JESÚS ES LO QUE JESÚS MISMO SIGNIFICA Y NO LAS CIRCUNSTANCIAS.
JESÚS PERDONA
A LA MUJER ADÚLTERA.
JESÚS SE
DECLARA COMO LA LUZ DEL MUNDO.
Jesús entró
«al templo, y todo el pueblo vino a Él; y sentado Él, les enseñaba» (Juan 8:2).
Jesús fue interrumpido rudamente por «los escribas y los fariseos (que) le
trajeron una mujer . . .(y) . . . le dijeron: Maestro, esta mujer ha sido
sorprendida en el acto mismo de adulterio. Y en la ley nos mandó Moisés
apedrear a tales mujeres. Tú, pues, ¿qué dices?» (8:3-5). Ellos trajeron a esta
mujer a Jesús, no porque ellos estaban asombrados con su conducta o
entristecidos que la Ley de Dios había sido quebrantada, sino que «esto decían
tentándole, para poder acusarle» (8:6). Si Él hubiese dicho: «déjenla irse»,
entonces ellos podían acusarle de comprometerse con el pecado y de haber
quebrantado la Ley de Moisés. Si Él hubiese dicho: «apedréenla», entonces Él hubiese
violado la ley de los romanos y hubiese tenido que darle cuenta a Roma.
Jesús trajo
bajo convicción a cada uno de los acusadores de la mujer cuando Él dijo: «El
que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra
ella» (8:7). «Pero ellos, al oír esto, acusados por su conciencia, salían uno a
uno, comenzando desde los más viejos hasta los postreros; y quedó solo Jesús, y
la mujer que estaba en medio» (8:9). Entonces Jesús le dijo: «Mujer, ¿dónde
están los que te acusaban? ¿Ninguno te condenó? Ella dijo: Ninguno, Señor.
Entonces Jesús le dijo: Ni Yo te condeno; vete, y no peques más» (8:10-11).
Después de esta interrupción tan hipócrita por estos líderes religiosos que se
creían justos en su propia estimación, Jesús siguió Sus enseñanzas, diciendo:
«Yo soy la Luz del mundo; el que Me sigue, no andará en tinieblas, sino que
tendrá la Luz de la vida» (8:12).
Es posible
seguir a «la Luz del mundo» por motivos equivocados. A veces, durante los malos
tiempos, cuando alguien tiene que enfrentarse a una sentencia de prisión o a
una enfermedad como el cáncer, tal persona puede «parecer» muy sincera en haber
aceptado a Jesús como su Salvador y Señor. Sin embargo, a la vez que vuelve la
salud o haya un cambio de circunstancias para lo mejor, entonces su verdadero
motivo se hace bien evidente. Todos los que verdaderamente hemos llegado a
«nacer de nuevo» nos mantenemos fieles. Otras personas se ven al principio que
son muy celosos para ser partidarios en la fe, pero pronto retroceden y vuelven
otra vez a sus pecados egoístas. Tales personas sólo se han «reformado» temporáneamente
y no han sido «(transformados) por medio de la renovación de (su)
entendimiento» (Romanos 12:2). En una sorprendente desemejanza con estos
hipócritas están los que, sin mirar las consecuencias, se mantienen fieles a
Jesús. Pero, «el que guarda Su Palabra, en éste verdaderamente el amor de Dios
se ha perfeccionado; por esto sabemos que estamos en Él» (I de Juan 2:5).
LOS
FARISEOS SABÍAN LA VERDAD, PERO NO LA VIVÍAN.
El saber la
verdad, y no vivirla, es pecado.
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