martes, 3 de noviembre de 2015

EL MOTIVO PARA SEGUIR A JESÚS ES LO QUE JESÚS MISMO SIGNIFICA Y NO LAS CIRCUNSTANCIAS.

EL MOTIVO PARA SEGUIR A JESÚS ES LO QUE JESÚS MISMO SIGNIFICA Y NO LAS CIRCUNSTANCIAS.
JESÚS PERDONA A LA MUJER ADÚLTERA.
JESÚS SE DECLARA COMO LA LUZ DEL MUNDO.
Jesús entró «al templo, y todo el pueblo vino a Él; y sentado Él, les enseñaba» (Juan 8:2). Jesús fue interrumpido rudamente por «los escribas y los fariseos (que) le trajeron una mujer . . .(y) . . . le dijeron: Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en el acto mismo de adulterio. Y en la ley nos mandó Moisés apedrear a tales mujeres. Tú, pues, ¿qué dices?» (8:3-5). Ellos trajeron a esta mujer a Jesús, no porque ellos estaban asombrados con su conducta o entristecidos que la Ley de Dios había sido quebrantada, sino que «esto decían tentándole, para poder acusarle» (8:6). Si Él hubiese dicho: «déjenla irse», entonces ellos podían acusarle de comprometerse con el pecado y de haber quebrantado la Ley de Moisés. Si Él hubiese dicho: «apedréenla», entonces Él hubiese violado la ley de los romanos y hubiese tenido que darle cuenta a Roma.
Jesús trajo bajo convicción a cada uno de los acusadores de la mujer cuando Él dijo: «El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella» (8:7). «Pero ellos, al oír esto, acusados por su conciencia, salían uno a uno, comenzando desde los más viejos hasta los postreros; y quedó solo Jesús, y la mujer que estaba en medio» (8:9). Entonces Jesús le dijo: «Mujer, ¿dónde están los que te acusaban? ¿Ninguno te condenó? Ella dijo: Ninguno, Señor. Entonces Jesús le dijo: Ni Yo te condeno; vete, y no peques más» (8:10-11). Después de esta interrupción tan hipócrita por estos líderes religiosos que se creían justos en su propia estimación, Jesús siguió Sus enseñanzas, diciendo: «Yo soy la Luz del mundo; el que Me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la Luz de la vida» (8:12).
Es posible seguir a «la Luz del mundo» por motivos equivocados. A veces, durante los malos tiempos, cuando alguien tiene que enfrentarse a una sentencia de prisión o a una enfermedad como el cáncer, tal persona puede «parecer» muy sincera en haber aceptado a Jesús como su Salvador y Señor. Sin embargo, a la vez que vuelve la salud o haya un cambio de circunstancias para lo mejor, entonces su verdadero motivo se hace bien evidente. Todos los que verdaderamente hemos llegado a «nacer de nuevo» nos mantenemos fieles. Otras personas se ven al principio que son muy celosos para ser partidarios en la fe, pero pronto retroceden y vuelven otra vez a sus pecados egoístas. Tales personas sólo se han «reformado» temporáneamente y no han sido «(transformados) por medio de la renovación de (su) entendimiento» (Romanos 12:2). En una sorprendente desemejanza con estos hipócritas están los que, sin mirar las consecuencias, se mantienen fieles a Jesús. Pero, «el que guarda Su Palabra, en éste verdaderamente el amor de Dios se ha perfeccionado; por esto sabemos que estamos en Él» (I de Juan 2:5).
LOS FARISEOS SABÍAN LA VERDAD, PERO NO LA VIVÍAN.

El saber la verdad, y no vivirla, es pecado.

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