JUDAS GUIÓ
AL TUMULTO Y A LOS SOLDADOS ROMANOS PARA ARRESTAR A JESÚS. TAMBIÉN LOS
SACERDOTES Y EL CONCILIO LO RECHAZARON.
FINALMENTE
JESÚS, FUE CONDENADO A MUERTE POR PRESENTARSE COMO EL LEGÍTIMO HIJO DE DIOS.
¿QUÉ HARÁ
USTED, LO ACEPTARÁ COMO SU SEÑOR, O LO RECHAZARÁ?
Judas guió al tumulto y a los soldados romanos para arrestar a Jesús. Después de Su arresto, «le llevaron primeramente a Anás; porque era suegro de Caifás, que era
sumo sacerdote aquel año» (Juan 18:13).
Según la
Palabra de Dios, el «sumo sacerdote» tenía que ser un descendiente en el linaje
directo de Aarón y tenía que mantener su posición hasta su muerte (Éxodo 40:15;
Números 35:25). Sin embargo, Roma nombraba a un nuevo «sumo sacerdote» cada
año. Anás era el «sumo sacerdote» según el linaje de Aarón, pero Roma lo había
quitado. El que tomó su lugar era su yerno Caifás, quien era el «sumo
sacerdote» oficial según Roma. Sin embargo, muchas personas todavía
consideraban a Anás como el verdadero «sumo sacerdote».
Jesucristo,
el profetizado «Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo» (Juan 1:29),
fue llevado ante los sumos sacerdotes: primeramente ante el de los judíos y
después al que había sido nombrado por los gentiles. Con Caifás estaban los
escribas, los ancianos, los principales sacerdotes «y todo el concilio» (Mateo
26:57,59). En respuesta a la pregunta del sumo sacerdote sobre Su Deidad y si
Él era el Cristo, el Hijo de Dios, Jesús le dijo: «Tú lo has dicho; y además os
digo, que desde ahora veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del poder
de Dios, y viniendo en las nubes del cielo» (26:64). Entendiendo que Jesús
estaba reclamando ser el Mesías, Caifás rasgó sus vestiduras, que representaban
su autoridad, como una señal de su justa indignación, y gritó: «¡Ha blasfemado!
¿Qué más necesidad tenemos de testigos? He aquí, ahora mismo habéis oído Su
blasfemia» (26:65). Caifás había basado su decisión en lo que Dios le había
dicho a Moisés: «Y el que blasfemare el nombre de Jehová, ha de ser muerto»
(Levítico 24:16). «Y le llevaron atado, y le entregaron a Poncio Pilato, el
gobernador» (Mateo 27:2).
Poncio
Pilato bien sabía que Jesús era inocente de toda ofensa criminal y entonces
dijo: «Yo no hallo en Él ningún delito» (Juan 18:38). Pero los líderes
religiosos gritaron violentamente: «¡Crucifícale! ¡Crucifícale! . . . (Y) según
nuestra ley debe morir, porque se hizo a Sí mismo Hijo de Dios. . . . Si a Éste
sueltas, no eres amigo de César» (19:6-12). Poncio Pilato tuvo que escoger
entre Jesús «el Hijo de Dios» y un tumulto bien irritado; pues entonces él escogió
a las autoridades religiosas. Cuando una persona se compromete a no hacer lo
que es correcto por miedo a perder su trabajo o cualquier otra cosa, tal
persona ha tomado el primer paso en el camino que llega hasta el infierno
eterno. Jesús nos dijo: «Ningún siervo puede servir a dos señores» (Lucas
16:13).
AHORA VEA EL
RETO QUE DIOS LE DA:
Cada
creyente es responsable de hablar del amor de Dios que nos da el perdón.
Santiago 4: 17. Y al que
sabe hacer lo bueno, y no lo hace, le es pecado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario