ESTAMOS
HECHOS Y TRANSFORMADOS A UNA NUEVA IMAGEN LA DE JESUCRISTO.
LA LEY DE LA
VIDA ESPIRITUAL AHORA ACTÚA EN NOSOTROS.
Cuando
aceptamos a Cristo como Salvador y Señor de nuestras vidas, recibimos la
naturaleza espiritual de Dios y sinceramente deseamos que «la justicia de la
Ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme
al Espíritu. Porque los que son de la carne piensan en las cosas de la carne
(carnalmente); pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu. Porque
el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz.
Por cuanto los designios de la carne son enemistad (hostiles) contra Dios;
porque no se sujetan a la Ley de Dios» (Romanos 8:4-7). Alabado sea Dios que no
tenemos que ser gobernados por nuestra naturaleza carnal: «porque si vivís
conforme a la carne, moriréis; más si por el Espíritu hacéis morir las obras de
la carne, viviréis» (8:13).
El verdadero
arrepentimiento resulta en un cambio del corazón y del estilo de vida. Este
cambio debe manifestarse en el hecho de estar involucrados en compartir las
buenas nuevas, en apoyar los ministerios misioneros, y estar involucrados en la
iglesia local siempre que sea físicamente posible. Tristemente, algunas
personas se unen a una iglesia, asisten a sus servicios de adoración, dan sus
diezmos y ofrendas generosamente, y piensan que estas obras son lo suficiente
para entrar en el cielo. Pero, puede que ellos estén solamente expresando una
«apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella» (II de Timoteo 3:5).
Dios se interesa primeramente de lo que nosotros somos, y después de lo que
nosotros hacemos para Él.
«Poned la
mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra. . . . Haced morir, pues,
lo terrenal en vosotros: fornicación, impureza, pasiones desordenadas
(innatural), malos deseos y avaricia, que es idolatría; cosas por las cuales la
ira de Dios viene sobre los hijos de desobediencia, en las cuales vosotros
también anduvisteis en otro tiempo cuando vivíais en ellas. Pero ahora dejad
también vosotros todas estas cosas: ira, enojo, malicia, blasfemia (la calumnia
y relatos abusivos contra Dios), palabras deshonestas de vuestra boca. No
mintáis los unos a los otros, habiéndoos despojado del viejo hombre con sus
hechos, y revestido del nuevo, el cual conforme a la imagen del que lo creó»
(Colosenses 3:2,5-10).
NO
IMPORTANDO LAS CIRCUNSTANCIAS, YO BENDECIRÉ A JEHOVÁ EN TODO TIEMPO.
Sin
considerar las circunstancias, «Bendeciré a Jehová en todo tiempo; Su alabanza
estará de continuo en mi boca» (Salmo 34:1).
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