JESUCRISTO
QUE ES PERFECTO Y SANTO INTERCEDE POR NOSOTROS.
Aun ahora,
Cristo está intercediendo por nosotros por razón de nuestras debilidades y
tentaciones (Hebreos 7:25; Romanos 16:25-27).
Ninguna
persona en la historia, con la excepción de nuestro Jesús, ha vivido sin
pecado. Desde que no podemos conocer los corazones de nadie, Dios nos advierte:
« ¿Tú quién eres, que juzgas al criado ajeno? Para su propio señor está en pie,
o cae; pero estará firme, porque poderoso es el Señor para hacerle estar firme»
(14:4).
«Así que,
los que somos fuertes debemos soportar las flaquezas de los débiles, y no
agradarnos a nosotros mismos. Cada uno de nosotros agrade a su prójimo en lo
que es bueno, para edificación. Porque ni aun Cristo se agradó a Sí mismo»
(15:1-3). Nuestro mayor ejemplo de cómo debemos de vivir nuestras vidas es
Jesucristo, que sin egoísmo tomó todos nuestros pecados sobre Sí mismo,
sufriendo los insultos, las persecuciones, y la cruel muerte física en una cruz
por nuestra causa. Su sacrificio personal demostró el modo en que el creyente
debe de tratar a otras personas para su bien y para la gloria de Dios.
El hermano
«más fuerte» voluntariamente pondrá a un lado sus deseos personales y con amor
considerar cómo fortalecer a su hermano «más débil» sin juzgarle, para no darle
la oportunidad a Satanás para hacer hincapié por medio de la división o por la
hipocresía.
Cuando le
permitimos a Cristo ser el Señor de nuestras vidas, esto resulta en un cuidado
sincero y compasivo para otras personas, no sólo para un hermano o una hermana
débil en Cristo, pero para las personas perdidas también. El discernimiento
espiritual nos lleva a tener un entendimiento de otras personas y sus presentes
situaciones. La amonestación de «soportar las flaquezas de los débiles»
requiere, de todos los creyentes que han madurado en la fe, un gran nivel de
compasión y de estar involucrados en las vidas de otras personas.
Mientras que
es verdad que Dios juzga el pecado y nos deja saber bien claro que tenemos que
predicar «la Palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye,
reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina» (II de Timoteo 4:2), nuestro
amoroso Señor también está diciéndole a todos Sus seguidores: «En esto
conocerán todos que sois Mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los
otros» (Juan 13:35).
ES MÁS
PRIVILEGIO DAR, QUE RECIBIR.
Cuando damos
— no cuando recibimos — es que encontramos la clave para recibir las
bendiciones de Dios.
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