lunes, 23 de noviembre de 2015

JESUCRISTO QUE ES PERFECTO Y SANTO INTERCEDE POR NOSOTROS.

JESUCRISTO QUE ES PERFECTO Y SANTO INTERCEDE POR NOSOTROS.
Aun ahora, Cristo está intercediendo por nosotros por razón de nuestras debilidades y tentaciones (Hebreos 7:25; Romanos 16:25-27).
Ninguna persona en la historia, con la excepción de nuestro Jesús, ha vivido sin pecado. Desde que no podemos conocer los corazones de nadie, Dios nos advierte: « ¿Tú quién eres, que juzgas al criado ajeno? Para su propio señor está en pie, o cae; pero estará firme, porque poderoso es el Señor para hacerle estar firme» (14:4).
«Así que, los que somos fuertes debemos soportar las flaquezas de los débiles, y no agradarnos a nosotros mismos. Cada uno de nosotros agrade a su prójimo en lo que es bueno, para edificación. Porque ni aun Cristo se agradó a Sí mismo» (15:1-3). Nuestro mayor ejemplo de cómo debemos de vivir nuestras vidas es Jesucristo, que sin egoísmo tomó todos nuestros pecados sobre Sí mismo, sufriendo los insultos, las persecuciones, y la cruel muerte física en una cruz por nuestra causa. Su sacrificio personal demostró el modo en que el creyente debe de tratar a otras personas para su bien y para la gloria de Dios.
El hermano «más fuerte» voluntariamente pondrá a un lado sus deseos personales y con amor considerar cómo fortalecer a su hermano «más débil» sin juzgarle, para no darle la oportunidad a Satanás para hacer hincapié por medio de la división o por la hipocresía.
Cuando le permitimos a Cristo ser el Señor de nuestras vidas, esto resulta en un cuidado sincero y compasivo para otras personas, no sólo para un hermano o una hermana débil en Cristo, pero para las personas perdidas también. El discernimiento espiritual nos lleva a tener un entendimiento de otras personas y sus presentes situaciones. La amonestación de «soportar las flaquezas de los débiles» requiere, de todos los creyentes que han madurado en la fe, un gran nivel de compasión y de estar involucrados en las vidas de otras personas.
Mientras que es verdad que Dios juzga el pecado y nos deja saber bien claro que tenemos que predicar «la Palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina» (II de Timoteo 4:2), nuestro amoroso Señor también está diciéndole a todos Sus seguidores: «En esto conocerán todos que sois Mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros» (Juan 13:35).
ES MÁS PRIVILEGIO DAR, QUE RECIBIR.

Cuando damos — no cuando recibimos — es que encontramos la clave para recibir las bendiciones de Dios.

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