LAS ARMAS
QUE ATACAN NUESTRA VIDA PARA DESESTABILIZARLA.
¿POR QUÉ
ESTÁS DESANIMADO(A)?
En un bazar
de artículos usados se estableció un puesto que estaba rotulado “Armas
Poderosas contra las personas”, cuando una persona fue atraída hacia aquel
módulo, el encargado y él tuvieron una conversación:
Cliente:
¿Cuáles son esas armas que tiene a la venta?
Encargado:
Tengo ésta que es gigantesca y da la impresión de ser indestructible, se llama
orgullo. Esta otra, que produce mucho humo contagioso que se esparce fácilmente
y al contaminarte debes recibir un tratamiento complicado, se llama enojo. Esta
de aquí, es muy popular por lo fácil de cargar, y esa es la mentira.
Después de
haber dado a conocer cada arma, el encargado hizo una pausa, e inclinándose
debajo de la mesa le comento: Existe una arma, es la más pequeña de todas y
pasa desapercibida por muchos, pero es poderosísima.
A lo que el
cliente contesto: ¿Cuál es esa arma?
Encargado:
Es el DESANIMO, contestó con una sonrisa irónica.
Creo que
todos hemos sido atacados con el arma del desánimo en diferentes circunstancias
y cuando está herido parece que ya nada importa, no hay porqué seguir adelante,
nos detiene en el camino y nos quita la fe y la esperanza dejándonos
susceptibles y frágiles.
Parte del
Salmo 42:5-6 dice “¿Por qué estoy desanimado? ¿Por qué está tan triste mi
corazón?, sin duda hay un motivo para estar intranquilos y desanimados, pero
prosigue el salmo diciendo: ¡Pondré mi esperanza en Dios! Nuevamente lo
alabaré, ¡mi Salvador y mi Dios!”, el antídoto es fe en Dios y la confianza
plena en su providencia.
Haz un
análisis interno y pregúntate ¿Por qué estoy desanimado/a? pero no con la
actitud de dar una respuesta, sino, con el ánimo de recobrar fuerzas en Dios.
¡No permitas
ser atacado con esta arma, sino lucha porque Dios está contigo!
“Pero cada
día el Señor derrama su amor inagotable sobre mí, y todas las noches entono sus
cánticos y oro a Dios, quien me da vida.” Salmos42:8 NTV.
Autora.
Soraida Fuentes.
ESTADOS QUE
NOS LLEVAN A MATAR Y COMETER TODO TIPO DE CRÍMENES.
DEL CORAZÓN
SALE TODO LO QUE EN ÉL HAY.
Por el solo
gusto de matar.
Por el
Hermano Pablo.
El plan era
inconcebible, y más aún por ser la idea de tres adolescentes de apenas
diecisiete años de edad. Éstos habían estado jugando con ritos satánicos, y tal
como dictaba, en parte, la literatura que habían leído, salieron temprano hacia
un bosque cerca de su ciudad en busca de algo para sacrificar. Tendría que ser,
según indicaba la lectura, un sacrificio de sangre.
Esa misma
mañana, tres amiguitos, dos de ocho años y uno de siete, montaron en sus
bicicletas y se fueron de paseo al bosque. Era su lugar favorito de juegos.
Pero allí estaban los tres adolescentes.
Por una de
esas cosas inexplicables, inauditas, increíbles, los tres adolescentes, casi al
mismo tiempo, tuvieron la misma idea. «Aquí está nuestro sacrificio de sangre.»
Y esa mañana, un miércoles 5 de mayo, en las afueras de la ciudad, mataron a
puñaladas a los tres niñitos. A los muchachos los arrestaron, pero seis
familias quedaron destrozadas. ¿Qué pudo haberse metido en el corazón de esos
tres jóvenes para que cometieran tan horrendo crimen?
Todos
venimos a este mundo con un sentido de pudor. Sabemos que algunas cosas son
admisibles y otras no. Aun como chiquillos nos escondemos cuando hacemos algo
que nuestro corazón no aprueba. Entendemos que hay cosas que sí se pueden hacer
y cosas que no se deben hacer.
¿Dónde,
entonces, quedó este sentido de decencia, de recato, de respeto por la vida
humana, para que estos tres, todavía casi en su niñez, se permitieran abandonar
toda probidad y matar por el solo gusto de matar?
El Maestro
de Galilea dijo en cierta ocasión: «De la abundancia del corazón habla la boca»
(Mateo 12:34). Es decir, del interior del corazón, de los sentimientos del
alma, del ser que uno es, proceden las acciones. Uno es por fuera lo que uno es
por dentro, y aunque podemos, por un tiempo, cubrir nuestras intenciones, tarde
o temprano la máscara cae. En unos es egoísmo y celo y odio. En otros ese odio
se convierte en violencia, pero el fondo es el mismo: el pecado.
¿De dónde
vienen estas motivaciones malsanas? Del Adán caído. Es la herencia del pecado
de nuestros primeros padres, herencia que recibimos todos los seres humanos.
Por eso envió Dios a su Hijo para limpiarnos de todo pecado.
La única
esperanza que hay para nosotros es tener a Cristo en el corazón, pues Él
desplaza el pecado de Adán. Abrámosle nuestro corazón. Él transformará nuestra
vida.
“ENCOMIENDA
a Jehová tu CAMINO, y confía en Él; y Él hará” (Salmos 37:5).
Muchos dicen
que han consagrado sus vidas al Señor, ¿pero en verdad lo han hecho? El
salmista nos desafía a ENCOMENDAR nuestro CAMINO al Señor. La palabra
“encomendar” en este pasaje tiene la idea “hacer rodar una carga” hacia el
Señor. Minnie A. Steele en 1908 escribió un himno, se titula: “Recuerdo cuando
mis cargas rodaron lejos.” El primer verso dice: “Recuerdo cuando mis cargas
rodaron lejos; las había cargado por años, noche y día. Cuando busqué al
bendito Señor, y creí en Su palabra, entonces, de inmediato, mis cargas rodaron
lejos.” Amigo (a), ¡esa mujer sí que sabía de lo que estaba hablando!
Lea el Salmo
55:22: “Echa sobre Jehová tu carga, y Él te SUSTENTARÁ; no dejará para siempre
caído al justo.” Haga rodar sus cargas hacia el Señor. Entréguele totalmente
todo a Él.
DIOS NOS
INVITA A UNA VIDA EN SANTIDAD.
“Ni tampoco
presentéis vuestros miembros al pecado como instrumentos de iniquidad, sino
presentaos vosotros mismos a Dios como vivos de entre los muertos, y vuestros
miembros a Dios como instrumentos de justicia” (Romanos 6:13).
¿Sabe que si
el diablo hace lo que hace en su vida, es porque usted mismo se lo ha
permitido? Antes de ser salvo, no tenía opción. Usted era esclavo del pecado
(lea Juan 8:34). Y mucho más que eso, usted estaba muerto en sus delitos y
pecados (vea Efesios 2:1-3). ¿Puede un hombre muerto escoger ser justo? Por
supuesto que no. Pero si usted es salvo, Dios le ha dado vida en Cristo (vea
Efesios 1:4-5). Ahora, usted no tiene que dejar que el pecado tenga autoridad
en su vida. No hay absolutamente ningún poder que diga que usted debe pecar.
Cuando Dios le salvó, le dio poder para vencer al pecado. Cuando Jesús es
Señor, usted quita del trono al pecado y pone en el trono a Jesús. Necesitamos
ser como el hombre que oraba: “Señor, ayúdame a cooperar contigo; así no
tendrás que operarme.”
Pídale a
Dios que le revele si usted consciente o inconscientemente ha cedido para ser
un instrumento de injusticia. Pídale a Dios que le dé convicción de pecado y lo
traiga al arrepentimiento. Pida Su perdón y Su poder para poder ser un
vencedor.
¡Alabe a
Dios porque Él hace nuevas todas las cosas!
“Prosigo a
la META, al premio del supremo LLAMAMIENTO de Dios en Cristo Jesús” (Filipenses
3:14).
Pablo no
quería fracasar. Él se esforzó con cada pulgada, con cada onza, con cada
nervio, en fin, con cada parte de su cuerpo para ganar el PREMIO. Tenía
ambición, pero era una ambición justa, santa. Dijo: “Quiero ganar el PREMIO, y
voy a hacerlo. Voy a ser como un atleta que se niega a tener placeres mundanos.
Voy a entrenarme como un atleta. Voy a estar en forma para el Señor Jesús. Voy
ha hacer todo lo que sea necesario para GANAR.”
Amigo (a),
la Biblia claramente enseña que debemos ser ambiciosos, pero por la razón
adecuada, y ésta es Jesús.
¡Que Dios
nos libre de tener ambiciones diminutas y aspiraciones de corta duración!
Lea 1
Corintios 9:24-27. ¿Quiere usted ganar el PREMIO del cual habla Pablo?
Entonces, ¿qué está esperando? Golpee su cuerpo, y hágalo su esclavo. Tenga
cautivo cada mal pensamiento. Póngase la armadura y salga a la batalla.
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