DIOS ME
APARTÓ Y ME ESCOGIÓ Y ME LLAMÓ PARA SU OBRA ALELUYA AMÉN.
DIOS Y YO
TRABAJANDO EN EQUIPO.
“Tú eres, oh
Jehová, el Dios que escogiste a Abraham, y lo sacaste de Ur de los caldeos, y
le pusiste el nombre Abraham” (Neh. 9:7).
Es bueno al
principio de un año saber qué relación tengo con Dios, porque de eso dependen
las bendiciones que deseo recibir en los días que transcurran. El versículo
tiene que ver con un creyente, el padre de los creyentes; quiere decir que lo
que Dios hizo con él, es lo que yo debo esperar también.
Necesito
conocer que Dios me ha escogido. Esta es una verdad incuestionable. El apóstol
enseña que “nos escogió en Cristo antes de la fundación del mundo” (Ef. 1:4).
Cuando no había sido creado nada, Dios pensaba en mí. Me escogió para que
“fuese santo y sin mancha delante de Él”. Quiere decir que fui objeto de Su
amor personal. Para llevar a cabo esto tendría que enviar a su Hijo para que
ocupando mi lugar, pudiese perdonar mis pecados y adoptarme en su familia,
haciéndome objeto de su gracia. No podré entender jamás una obra semejante,
pero puedo sentirla y decir como el apóstol: “Bendito sea el Dios y Padre de
nuestro Señor Jesucristo”.
Necesito
conocer que Dios me ha sacado del lugar donde estaba. Así hizo antes con
Abraham, sacándolo de Ur para llevarlo a otro lugar y hacerle promesas de
bendiciones que incluían la ciudad celestial. Miro atrás y me doy cuenta de una
obra admirable, que la Biblia describe así: “El cual nos ha librado de la
potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo” (Col. 1:13).
De una situación de esclavitud me ha trasladado a una de libertad. De la
desesperanza a la certeza de una herencia eterna. De no tener nada a poseerlo
todo. El mundo me desprecia porque no soy del mundo. Cada día procurará generar
para mí una nueva aflicción y un profundo conflicto, pero oigo al que me ha
sacado de ese lugar y que dice a su Padre: “no es del mundo, como tampoco yo
soy del mundo” (Jn. 17:14). Todavía algo más, el admirable Intercesor, que
conoce las dificultades y riesgos de mi camino, ha pedido también por mí: “No
ruego que lo quites del mundo, sino que lo guardes del mal” (Jn. 17:15). El
maligno no podrá obtener victoria en mi vida, porque estoy rodeado del escudo
protector de Dios. Ante esto sólo puedo decir: “Bendito sea el Dios y Padre de
nuestro Señor Jesucristo”.
Necesito
recordar que Dios me ha dado una nueva identidad en Él. Dios cambió el nombre
de Abraham: “le pusiste nombre”. Esta es la seguridad absoluta de mi salvación:
“Pero el fundamento de Dios está firme, teniendo este sello: Conoce el Señor a
los que son suyos” (2 Ti. 2:19). Soy pequeño, pobre, débil, transito por un
valle de lágrimas, muchas veces soy desconocido e ignorado, pero ¡que gloriosa
bendición! Dios me conoce, porque me puso nombre. Como Padre sabe mi nombre de
hijo. En cada circunstancia gozosa o adversa, el amor paterno está orientado
hacia mí. Puedo avanzar con confianza porque Él me dice: “Con amor eterno te he
amado; por tanto, te prolongué mi misericordia” (Jer. 31:3). Mis miserias no le
son indiferentes porque las siente en su mismo corazón. Tal vez sufra el
abandono de los más queridos, y sienta la indiferencia de los más próximos,
pero Él, que me conoce, estará siempre a mi lado, porque ese es el compromiso
de su amor. Por eso saludando de lejos las glorias venideras, comienzo el año
diciendo: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo”
Autor:
Pastor Samuel Pérez Millos.
DEBEMOS
ALIMENTARNOS DE LA PALABRA DE DIOS.
“Desead,
como niños recién nacidos, la leche espiritual no adulterada, para que por ella
crezcáis para salvación". 1 Pedro 2:2.
ALIMENTARNOS
DIARIAMENTE DE LA PALABRA DE DIOS.
Hace poco,
estaba padeciendo un terrible resfriado y perdí el apetito. Podía pasar todo el
día casi sin comer. Me bastaba con beber agua, pero sabía que no podría
sobrevivir mucho tiempo así. Tenía que recuperar el apetito porque mi cuerpo
necesitaba alimentarse.
Cuando los
israelitas volvieron del exilio en Babilonia, su apetito espiritual estaba
debilitado, ya que se habían alejado de Dios y sus caminos. Para que la gente
recuperara la salud espiritual, Nehemías organizó un seminario bíblico, y
Esdras fue el maestro.
Esdras leyó
del libro de la ley de Moisés desde el amanecer hasta el mediodía, para
alimentar al pueblo con la verdad de Dios (Nehemías 8:3), y todos escucharon
atentamente. Es más, su apetito por la Palabra de Dios se despertó de tal
manera que los jefes de familia, los sacerdotes y los levitas se reunieron al
día siguiente con Esdras para estudiar la ley de manera más detallada, porque
querían entenderla mejor (v. 13).
Cuando nos
sentimos separados de Dios o espiritualmente débiles, podemos hallar alimento
espiritual en su Palabra. «Desead, como niños recién nacidos, la leche
espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis para salvación» (1 Pedro
2:2). Pídele al Señor que renueve tu deseo de tener comunión con Él, y empieza
a alimentar tu corazón, alma y mente en su Palabra.
Reflexionemos:
Al alimentarnos de la Palabra de Dios, nos mantenemos fuertes y saludables en
Él. Así el pecado no nos engaña, estamos firmes ante la tentación, somos
conscientes de la presencia de Dios y el regreso de Cristo.
Autor:
Escritores de Nuestro Pan Diario.
ESPERAR EN
JEHOVÁ Y CONFIAR EN ÉL.
“Los
muchachos se fatigan y se cansan, los jóvenes flaquean y caen; pero los que
esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas;
correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán” (Isaías 40:30-31 RV
1960).
¿Amo esos
dos versos en Isaías, y usted? Fueron de los primeros que memoricé como una
nueva creyente hace ya varias décadas. Pero debo de confesar que los amé porque me concentré en
la imagen de “se levantarán alas como
las águilas”, sin percatarme en la parte
que dice, “los que espera en el SEÑOR”.
Si, lo sé,
como la mayor parte de ustedes he oído la enseñanza sobre como las águilas
madres comienzan a quitar las plumas suaves de los nidos de sus bebés para
hacer ese lugar seguro menos y menos cómodo hasta que el tratar de volar se
hace más atractivo que el quedarse en donde ellas están. Entendí que a veces
Dios tiene que hacer nuestras zonas de comodidad personal un poco más incómodas
antes que aceptemos el desafío de elevarnos a mayores alturas. Pero yo todavía
no hacía caso a la parte de “esperar a JEHOVÁ”. ¿Quiero decir, seriamente,
quién quiere esperar más tiempo o más a menudo de lo que ya hacemos?
Esperamos en
las líneas de los supermercados; esperamos en salas de espera a ser llamados
para ver al doctor y luego esperar en algún sitio en un cubículo diminuto con
una temperatura media de 37 grados hasta que él llegue; esperamos resultados de
prueba, cartas, llamadas telefónicas, correos electrónicos, un golpe a la
puerta, nuestra comida para que llegue a la mesa vía el mesero… es
interminable. Pero la mayor parte de esa espera es hecha porque no tenemos
ninguna opción si queremos recibir los resultados deseados.
¿Cómo es eso
diferente de esperar a Dios? No lo es. Si queremos elevarnos como águilas,
correr y no ponernos cansados, andar y no ser débiles, DEBEMOS esperar en el
SEÑOR – sin importar cuánto tiempo toma.
Y esto es difícil en nuestra cultura de
satisfacción-inmediata.
Esta verdad
parece sobre todo relevante cuando comenzamos el Año Nuevo. A mí, por una parte
no me gustaría nada mejor que elevarme con las águilas este año, pero puede ser
que Dios quiere que yo le dedique más tiempo esperándolo a Él antes de que eso pase. En cambio mientras
espero, pueda que solo me encuentre picoteando y empujando alrededor con los
pavos y las gallinas. Pero si es allí donde Dios quiere que yo espere, esperar
es lo que debo de hacer, porque esperar en Él es el requisito previo para
elevarse con las águilas.
Deseo que
todos ustedes se animen este año cuando se encuentren esperando … una vez más…
como para siempre…hasta que Dios tira aquella última pluma del nido y lo libera
para que pueda elevarse. Porque Él es
fiel y siempre a tiempo, y porque Sus proyectos para nosotros son tanto mejores
que los nuestros propios, le prometo que va a valer la pena esperar.
LA MEJOR
NOTICIA ES QUE DIOS NOS HA APARTADO PARA ÉL Y PARA SU OBRA.
Separados
para Dios. Separación Divina.
Escrito
está: Sed santos, porque yo soy santo. 1 Pedro 1:16.
¿Sabe que no
puede servir a Dios a menos que sea apartado? En la Biblia, esa palabra se
refiere a ser apartado para una tarea o un propósito específico.
El Señor le
dijo a Moisés: "De lo primero que amaséis, ofreceréis una torta en
ofrenda" (Nm. 15:20). Dios quería que los primeros frutos de la tierra
fueran separados para honrarlo.
El Señor
también dijo "Yo Jehová soy santo, y os he apartado de los pueblos para
que seáis míos" (Lev. 20:26). Dios tomó a la nación de Israel y la apartó
de todas las demás naciones para su gloria.
En cada uno
de estos pasajes en la Septuaginta (la versión griega del Antiguo Testamento),
la palabra se refiere a la separación de la manera más completa. El apóstol
Pablo sabía que una vez que fue llamado como apóstol, fue desconectado de su
pasado. Cuando Pablo era el más ferviente fariseo, fue apartado o separado, de
las tradiciones del pueblo judío (Fil. 3:5). Ahora podía afirmar que era un
fariseo apartado para el evangelio de Dios.
¿Está
apartado usted de su vida anterior?
LA CONFIRMACIÓN
DE LA NOTICIA MÁS EXTRAORDINARIA.
La
confirmación del Hijo de Dios.
Declarado
Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de santidad, por la resurrección de
entre los muertos. Romanos 1:4.
Jesucristo
tenía que ser más que hombre; tenía que ser también Dios. Si Jesucristo fuera
solo hombre, aun el mejor de los hombres, no podía haber salvado a los
creyentes de su pecado. Si fuera incluso el hombre justo de la simiente de
David, pero no Dios, no podía haber soportado el castigo de Dios el Padre en la
cruz y haber resucitado de los muertos. No podía haber vencido a Satanás y al
mundo, sino que habría sido vencido como son vencidos todos los hombres.
Si hubo
alguna duda de que Jesucristo era el Hijo de Dios, su resurrección de los
muertos debiera eliminarla. Tenía que ser hombre para llegar a nosotros, pero
tenía que ser Dios para resucitarnos. Cuando Dios resucitó a Cristo de los
muertos, confirmó que era verdad lo que Él dijo.
Tan claro
como el horizonte separa la tierra del cielo, así la resurrección separa a
Jesucristo del resto de la humanidad. Jesucristo es Dios encarnado.
NO ES UNA
RELIGIÓN, SINO UNA RELACIÓN PERSONAL, ÍNTIMA CON JESUCRISTO EL SEÑOR A TRAVÉZ DE LA PALABRA.
“La ley de
Jehová es perfecta, que convierte el alma; el testimonio de Jehová es fiel, que
hace sabio al sencillo” (Salmo 19:17).
Un creyente
en una ocasión dijo: “No tengo mayor placer que el de estar en un rincón con el
Libro.” ¿Piensa usted de la misma manera? La Biblia es el libro que los
mártires sujetaron contra sus pechos, mientras las llamas quemaban sus cuerpos.
Este es el libro en el cual los santos reposaron sus cabezas al pasar de aquí a
la eternidad. Este es el libro que da pan al hambriento, agua al sediento,
dirección al peregrino, fortaleza al débil, vida al moribundo, y es arma en las
manos del guerrero. El Libro de Dios da gozo al corazón. Es completamente
fidedigno, existen más de 6.000 promesas en la Biblia y ni una sola de ellas
jamás ha sido quebrantada.
Encuentre
siete promesas en la Palabra de Dios. Escríbalas y trate de memorizarlas: una
cada día de esta semana.
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