miércoles, 27 de enero de 2016

MI ÚNICA RECOMENDACIÓN DELANTE DE DIOS SON MIS HARAPOS ESPIRITUALES.

MI ÚNICA RECOMENDACIÓN DELANTE DE DIOS SON MIS HARAPOS ESPIRITUALES.
LA ÚNICA RECOMENDACIÓN NECESARIA.
Por Carlos Rey.
Un niño cubierto de harapos llegó al orfanato Bernardo en Londres, Inglaterra, para pedir que lo admitieran. El doctor Bernardo, director en aquel entonces del orfanato, recibió al niño en su oficina, pero le dijo:
—No te conozco, hijo. ¿Quién eres?
—Me llamo Miguel —le contestó el niño.
—No, Miguel, no me refiero a tu nombre. Lo que necesito saber, más bien, es quién te recomienda.
El niño miró de reojo sus harapos y respondió:
—Señor, yo creí que esta ropa vieja era la única recomendación que necesitaba.
Al oír esto, el doctor Bernardo lo tomó del brazo, lo miró fijamente a los ojos y le dijo:
—Tienes razón, hijo. Esa es la única recomendación que necesitas.
Esta anécdota nos lleva a reflexionar sobre nuestra condición espiritual. Pues así como al niño le convino reconocer su condición material, también a nosotros nos conviene reconocer nuestra condición espiritual. Sólo que una cosa es reconocerla, y otra es considerarla una recomendación ante Dios.
Muchos dicen: «Yo quisiera llevar una vida que agrade a Dios, pero no puedo. Hay muchas cosas en este mundo que me dominan. Soy pecador y lo reconozco. Por una parte quiero la aprobación de Dios, pero por otra reconozco que no la merezco. Dios no me puede aceptar a mí, porque estoy demasiado sucio.»
Al igual que el niño de la anécdota, éstos reconocen su condición sucia y harapienta; pero a diferencia de él, no reconocen que esa suciedad es precisamente la recomendación que Dios busca. El profeta Isaías puso el dedo en la llaga cuando dijo: «Todos nuestros actos de justicia son como trapos de inmundicia.»1 Pero Jesucristo respondió: «No son los sanos los que necesitan médico sino los enfermos. No he venido a llamar a justos sino a pecadores para que se arrepientan.»2 Y luego cumplió esa misión que lo trajo al mundo cuando cumplió a su vez la profecía de Isaías, que dijo que sería «traspasado por nuestras rebeliones, y molido por nuestras iniquidades», y que por sus llagas nosotros seríamos sanados.3
Así que, como dice Juan el apóstol, «si afirmamos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos».4 Pero esa condición espiritual harapienta no nos impide que nos acerquemos a Dios, sino todo lo contrario: es lo que nos recomienda. Si queremos cambiar nuestra ropa sucia y andrajosa por ropa limpia y resplandeciente, es mejor que no lo intentemos mediante nuestros propios esfuerzos —tales como la autodisciplina, las penitencias y las buenas obras—, sino que le confesemos nuestros pecados a Dios. De hacerlo así, añade San Juan, Dios «nos los perdonará y nos limpiará de toda maldad».5 Y por si eso fuera poco, nos recibirá, pero no como huérfanos sino como hijos adoptivos, y no en un orfanato sino en nuestro hogar celestial.6
1         Is 64:6. 64:6 Si bien todos nosotros somos como suciedad, y todas nuestras justicias como trapo de inmundicia; y caímos todos nosotros como la hoja, y nuestras maldades nos llevaron como viento.
2         Lc 5:31. 5:31-32. Respondiendo Jesús, les dijo: Los que están sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos.
5:32 No he venido a llamar a justos, sino a pecadores al arrepentimiento.
3         Is 53:5. 53:5-7. Más él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados.
53:6 Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros.
53:7 Angustiado él, y afligido, no abrió su boca; como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca.
4         1Jn 1:8. 1:8 Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros.
5         1Jn 1:9-10. 1:9 Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.
1:10 Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a él mentiroso, y su palabra no está en nosotros.
6         Ro 8:1517. 8:15 Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre!
8:16 El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios.
8:17 Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados.
Gá 4:411. 4:4 Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley,
4:5 para que redimiese a los que estaban bajo la ley, a fin de que recibiésemos la adopción de hijos.
4:6 Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama: ¡Abba, Padre!
4:7 Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si hijo, también heredero de Dios por medio de Cristo.
4:8 Ciertamente, en otro tiempo, no conociendo a Dios, servíais a los que por naturaleza no son dioses;
4:9 más ahora, conociendo a Dios, o más bien, siendo conocidos por Dios, ¿cómo es que os volvéis de nuevo a los débiles y pobres rudimentos, a los cuales os queréis volver a esclavizar?
4:10 Guardáis los días, los meses, los tiempos y los años.
4:11 Me temo de vosotros, que haya trabajado en vano con vosotros.
Ef 1:5-6. 1:5 en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad,
1:6 para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado,
Jn 14:24,18. 14:1 No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí.
14:2 En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros.
14:3 Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis.
14:4 Y sabéis a dónde voy, y sabéis el camino.
2:18-22. Y los judíos respondieron y le dijeron: ¿Qué señal nos muestras, ya que haces esto?






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