¿CÓMO
LIBERARSE DE LA CULPA Y PODER TENER UNA VIDA TRANQUILA?
Porque lo
que hago, no lo entiendo; pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco,
eso hago (Romanos 7: 15).
Un hombre de
mediana edad se me acercó después de un taller que lideré donde él trabajaba, y
preguntó: «He sido creyente casi toda la vida, pero mi manera de actuar me
decepciona permanentemente. ¿Por qué parece que sigo haciendo siempre lo que no
quiero y nunca hago lo que sé que debo? ¿Dios se está cansando de mí?». Otros
dos hombres que estaban cerca también parecían interesados en escuchar la
respuesta.
En la vida
cristiana estamos en una lucha espiritual y es constante, aun el apóstol Pablo
la experimentaba: «Porque lo que hago, no lo entiendo; pues no hago lo que
quiero, sino lo que aborrezco, eso hago» (Romanos 7:15). Pero hay buenas noticias:
No tenemos que seguir en esa trampa del desánimo. Parafraseando lo que Pablo
escribe en Romanos 8, la clave es dejar de ocuparnos de la ley, dejar de luchar
con nuestras fuerzas, porque siempre fracasamos y empezar a concentrarnos en
Jesús. Y fortalecernos siempre en El. No podemos solucionar, ni mejorar nuestra
condición de pecadores con acciones personales. La respuesta no es «esforzarse
para cumplir las normas», sino enfocarse constantemente en Aquel que nos
muestra su misericordia y colaborar con el Espíritu que nos transforma,
mediante la lectura, meditación y estudio de la Palabra, que es el arma del
Espíritu para todas nuestras luchas y tentaciones.
Pablo llegó
a ser en Cristo un vencedor (Ro. 8:37), batalló y terminó bien su carrera en la
vida cristiana (2 Ti. 4:7,8).
Concentrarnos
en la ley nos recuerda permanentemente que no podemos ser suficientemente
buenos para merecer la gracia de Dios. Cuando llenamos nuestra mente de Cristo,
nos parecemos cada vez más a Él.
Con un
corazón sincero podemos orar: Señor, ayúdame a depender de tu gracia para que
me transformes.
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