DIOS NOS
COMPRÓ CON TODO Y ESCAMAS.
“Con todo y
escamas”
Por Carlos
Rey.
—Sesenta,
setenta años atrás [—comenzó a contar Juan—], mi abuelo había sido esclavo en
Salinas; pero cuando obtuvo la libertad, vino a Guayama. Aquí tuvo su familia y
se dedicó a la agricultura. Pero mi padre siempre fue pescador en el sitio
Geraldo del barrio Las Mareas en Guayama.
»Mi padre
poseía una finca de 25 cuerdas, sembrada de cocos y frutos menores. Estaba
orgulloso de poder decir que nunca tuvo que alquilarse en la caña sino que
vivía independiente, de su finca y de la pesca. Nosotros, los seis hijos, le
seguimos la senda.
»Yo empecé
en la pesca con mi padre. Ya a los quince años, yo era su compañero de pesca.
Mi padre tenía varias embarcaciones, pero no había motores. Todas eran de vela
y tenían remos.
ȃramos diez
o doce pescadores que trabajábamos este litoral. Salíamos a la mar a las 4 de
la mañana a levantar ocho o diez nasas, que era lo que tenía cada dueño de
pesca. Volvíamos a las 11 bogando, si no había brisa... para llenar la vela....
»Veníamos...
apuraítos con el fin de encontrarnos con los vendedores que nos esperaban a
caballo en tierra. No escamábamos ese pescado. Se metía en unos cajones que se
colgaban a los lados de los caballos, y los vendedores iban de la orilla del
mar al pueblo a pregonar: “¡Pescao!”
—¿No se
escamaba el pescado? [—preguntó María].
—No se
escamaba [—aseguró Juan—]. El pescado en ese entonces se vendía sin limpiar....
Todo el mundo compraba el pescado así. Al vendedor de la playa se le vendía
[fiao] a cinco centavos la libra para él después venderlo a ocho o diez en el
pueblo.1. Estos «Recuerdos de la pesca guayameña», publicados en la obra de
María Benedetti titulada Palabras de pescadores, provienen de una entrevista
que le hizo ella a Juan Vásquez Vásquez. Es una de las tantas que Benedetti les
hizo a pescadores comerciales de Puerto Rico entre 1991 y 1995.
Las palabras
de este pescador puertorriqueño nos pueden ayudar a comprender toda la
extensión de la metáfora que empleó Jesucristo junto al mar de Galilea al
referirse a sus primeros discípulos como futuros «pescadores de hombres».2
Porque para entender el significado completo de lo dicho por Jesús, hay que
comparar el pez con el hombre no sólo antes sino también después de ser
pescado.
Es que así
como Juan reitera que los pescadores de antaño no les quitaban las escamas a
los peces antes de venderlos como pescado, ya que el comprador estaba dispuesto
a limpiarlos él mismo, tampoco es necesario que nosotros ya estemos limpios
para que Dios nos compre. Porque Dios está dispuesto a limpiarnos a cada uno
después de comprarnos, quitándonos las escamas del pecado como sólo Él es capaz
de hacerlo. Pues lejos de comprarnos al fiado, Dios pagó de una vez por todas
el precio supremo al dar su vida por nosotros.3 Ahora —nos explica otro Juan,
San Juan el apóstol— Dios sólo espera que le confesemos nuestros pecados
directamente para perdonarnos y limpiarnos por completo, quitándonos toda
escama pecaminosa.4.
1 María Benedetti, «Recuerdos de la pesca
guayameña», Palabras de pescadores: Entrevistas con pescadores comerciales de
Puerto Rico 1991‑1995 (Mayagüez: Sea Grant Publicaciones, 1997),
pp. 13‑21.
2 Mt 4:18‑22. Andando
Jesús junto al mar de Galilea, vio a dos hermanos, Simón, llamado Pedro, y
Andrés su hermano, que echaban la red en el mar; porque eran pescadores.
4:19 Y les
dijo: Venid en pos de mí, y os haré pescadores de hombres.
4:20 Ellos
entonces, dejando al instante las redes, le siguieron.
4:21 Pasando
de allí, vio a otros dos hermanos, Jacobo hijo de Zebedeo, y Juan su hermano,
en la barca con Zebedeo su padre, que remendaban sus redes; y los llamó.
4:22 Y
ellos, dejando al instante la barca y a su padre, le siguieron.
Mr. 1:16‑20. Andando
junto al mar de Galilea, vio a Simón y a Andrés su hermano, que echaban la red
en el mar; porque eran pescadores.
1:17 Y les
dijo Jesús: Venid en pos de mí, y haré que seáis pescadores de hombres.
1:18 Y
dejando luego sus redes, le siguieron.
1:19 Pasando
de allí un poco más adelante, vio a Jacobo hijo de Zebedeo, y a Juan su
hermano, también ellos en la barca, que remendaban las redes.
1:20 Y luego
los llamó; y dejando a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros, le
siguieron.
Lc 5:1‑11.
Aconteció que estando Jesús junto al lago de Genesaret, el gentío se agolpaba
sobre él para oír la palabra de Dios.
5:2 Y vio
dos barcas que estaban cerca de la orilla del lago; y los pescadores, habiendo
descendido de ellas, lavaban sus redes.
5:3 Y
entrando en una de aquellas barcas, la cual era de Simón, le rogó que la
apartase de tierra un poco; y sentándose, enseñaba desde la barca a la
multitud.
5:4 Cuando terminó
de hablar, dijo a Simón: Boga mar adentro, y echad vuestras redes para pescar.
5:5
Respondiendo Simón, le dijo: Maestro, toda la noche hemos estado trabajando, y
nada hemos pescado; mas en tu palabra echaré la red.
5:6 Y
habiéndolo hecho, encerraron gran cantidad de peces, y su red se rompía.
5:7 Entonces
hicieron señas a los compañeros que estaban en la otra barca, para que viniesen
a ayudarles; y vinieron, y llenaron ambas barcas, de tal manera que se hundían.
5:8 Viendo
esto Simón Pedro, cayó de rodillas ante Jesús, diciendo: Apártate de mí, Señor,
porque soy hombre pecador.
5:9 Porque
por la pesca que habían hecho, el temor se había apoderado de él, y de todos
los que estaban con él,
5:10 y
asimismo de Jacobo y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Pero
Jesús dijo a Simón: No temas; desde ahora serás pescador de hombres.
5:11 Y
cuando trajeron a tierra las barcas, dejándolo todo, le siguieron.
3 He. 9:11‑14, 24‑28; 10:8‑18. 9:11 Pero estando ya presente
Cristo, sumo sacerdote de los bienes venideros, por el más amplio y más
perfecto tabernáculo, no hecho de manos, es decir, no de esta creación,
9:12 y no
por sangre de machos cabríos ni de becerros, sino por su propia sangre, entró
una vez para siempre en el Lugar Santísimo, habiendo obtenido eterna redención.
9:13 Porque
si la sangre de los toros y de los machos cabríos, y las cenizas de la becerra
rociadas a los inmundos, santifican para la purificación de la carne,
9:14 ¿cuánto
más la sangre de Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo
sin mancha a Dios, limpiará vuestras conciencias de obras muertas para que
sirváis al Dios vivo?
9:24 Porque
no entró Cristo en el santuario hecho de mano, figura del verdadero, sino en el
cielo mismo para presentarse ahora por nosotros ante Dios;
9:25 y no
para ofrecerse muchas veces, como entra el sumo sacerdote en el Lugar Santísimo
cada año con sangre ajena.
9:26 De otra
manera le hubiera sido necesario padecer muchas veces desde el principio del
mundo; pero ahora, en la consumación de los siglos, se presentó una vez para
siempre por el sacrificio de sí mismo para quitar de en medio el pecado.
9:27 Y de la
manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después
de esto el juicio,
9:28 así
también Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos; y
aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado, para salvar a los que le
esperan.
He 10: 8-18.
10:8 Diciendo primero: Sacrificio y ofrenda y holocaustos y expiaciones por el
pecado no quisiste, ni te agradaron (las cuales cosas se ofrecen según la ley),
10:9 y
diciendo luego: He aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad; quita lo
primero, para establecer esto último.
10:10 En esa
voluntad somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha
una vez para siempre.
10:11 Y
ciertamente todo sacerdote está día tras día ministrando y ofreciendo muchas
veces los mismos sacrificios, que nunca pueden quitar los pecados;
10:12 pero
Cristo, habiendo ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio por los
pecados, se ha sentado a la diestra de Dios,
10:13 de ahí
en adelante esperando hasta que sus enemigos sean puestos por estrado de sus
pies;
10:14 porque
con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados.
10:15 Y nos
atestigua lo mismo el Espíritu Santo; porque después de haber dicho:
10:16 Este
es el pacto que haré con ellos
Después de
aquellos días, dice el Señor:
Pondré mis
leyes en sus corazones,
Y en sus
mentes las escribiré,
10:17 añade:
Y nunca más
me acordaré de sus pecados y transgresiones.
10:18 Pues
donde hay remisión de éstos, no hay más ofrenda por el pecado.
He 9: 11. 9:11
Pero estando ya presente Cristo, sumo sacerdote de los bienes venideros, por el
más amplio y más perfecto tabernáculo, no hecho de manos, es decir, no de esta
creación,
4 1Jn 1:7‑9. 1:7
pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y
la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado.
1:8 Si
decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no
está en nosotros.
1:9 Si
confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados,
y limpiarnos de toda maldad.
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