EL PLAN DE
DIOS Y EL PACTO DE ABRAHAM ES RENOVADO.
Jacob
continúa su camino a Betel, pues el Señor le había dicho: «Yo soy el Dios de
Betel . . . vuélvete a la tierra de tu nacimiento» (Génesis 31:13). Pero, una
corta distancia antes de llegar a Betel, Jacob descubrió bellos valles con
buenas oportunidades para ganancias, cerca de «la ciudad de Siquem, que está en
la tierra de Canaán» (cerca de la tierra prometida) (33:18).
Por diez
años la estancia de Jacob en ese lugar parecía ser un buen éxito. Entonces
leemos sobre la tragedia de su hija Dina: «Y la vio Siquem hijo de Hamor heveo,
príncipe de aquella tierra, y la tomó, y se acostó con ella, y la deshonró»
(34:2). En venganza de la violación de su hermana Dina, Simeón y Leví mataron a
todos los hombres de Siquem.
A menudo,
los buenos padres también se comprometen tanto en sus metas materialistas que
se olvidan que Dios dijo: «Instruye al niño en su camino. . . (Proverbios
22:6). Esto a veces resulta en que las atracciones del mundo ganen el control
del corazón de sus hijos, terminando en consecuencias trágicas.
Por seguro,
de Jacob podemos aprender que la prosperidad de las cosas materiales no nos da
una seguridad de que estamos en la voluntad de Dios. Pero la lección más grande
que podemos aprender de las tragedias de Jacob es que no se rindió cuando se
vio en situaciones desesperadas. Al contrario, él volvió al Señor, quien le
había dicho: «Levántate y sube a Betel, y quédate allí; y haz un altar al Dios
que te apareció cuando huías de tu hermano Esaú» (Génesis 35:1). Durante este
tiempo de renovación, Jacob instruyó a su familia y les dijo: «Quitad los
dioses ajenos que hay entre vosotros, y limpiaos, y mudad vuestros vestidos. Y
levantémonos, y subamos a Betel; y haré allí altar al Dios que. . . ha estado
conmigo en el camino que he andado» (35:2-3).
ENSEÑANZAS Y
PRINCIPIOS DESDE JACOB, HASTA NUESTROS DÍAS.
Hay tres
cosas que Jacob le dijo a su familia que están en paralelo con los cristianos.
1. Primeramente él dijo: «Quitad los dioses
ajenos. . . », Un buen recordatorio que los hábitos de nuestros pecados deben
ser abandonados.
2. En
segundo lugar: «. . . y limpiaos, y mudad vuestros vestidos», un recordatorio
de «Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor»
(Hebreos 12:14).
3. En tercer
lugar, debemos de adorar solamente a Dios: «. . . Al Señor tu Dios adorarás, y
a Él solo servirás» (Lucas 4:8).
Nuestra
participación en nuestros cultos de adoración en la iglesia local es una manera
muy importante por la cual Dios nos habla, por la escuela bíblica, por los
estudios bíblicos, y por los sermones. « . . . Cristo amó a la iglesia, y se
entregó a Sí mismo por ella, para santificarla, habiéndola purificado en el
lavamiento del agua por la Palabra» (Efesios 5:25-26).
El
compromiso sin moral siempre termina en la desilusión.
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